El “Van” en su nombre

Alejandro Tarre
5 min readOct 10, 2018

Todos nos hemos cruzado con este personaje. En privado no habla horrores de fulano. Nos dice que es arrogante, mezquino, sobrestimado en su profesión.

Pero cuando un día ese fulano lo alaba, nuestro personaje se alegra. Se esponja y lame con fruición la orina del halago, como dice Fernando Savater. El pequeño cumplido lo hace incluso valorarse más a sí mismo.

Y esto ocurre porque nuestro personaje en el fondo admira a esa persona de la que habla mal. La admiración es un poderoso carburante de sus críticas.

El odio y la admiración, pues, no son polos opuestos que nunca se solapan.

II.

Que nuestro personaje critique a la persona que en el fondo admira no quiere decir que sus críticas son infundadas. Quiere decir que no es fácil separar su secreta admiración de la virulencia con que hace estos reproches.

Esa admiración puede ser parcial; puede originarse en algo específico que nuestro personaje valora, a veces inconscientemente.

Miren este pequeño extracto de la novela de Philip Roth, I married a communist. La famosa actriz Eve Frame, uno de los personajes principales, está siendo descrita por su hija:

“My mother [Eve] goes to lunch with Katrina and she comes home white with rage. ‘That woman is impossible. She tells me about the theatre and she tells me about the latest novels and she thinks she knows everything, and she knows nothing.’ And it’s true: when they go to lunch, Katrina invariably lectures Mother on the one thing Mother happens to know all about. Mother can’t stand Katrina’s books. She can’t even read them. She bursts out laughing when she tries, and then she tells Katrina how wonderful they are. Mother has a nickname for everyone who freightens her -Katrina is ‘Looney.’ ‘You should have heard Loony on the O’Neill play,’ she tells me. ‘She outdid herself.’ Then Looney calls at nine the next morning and Mother spends an hour with her on the phone. My mother goes through vehement indignation the way a spendthrift goes through a bankroll, then she turns right around and sucks up to her because of the ‘Van’ in her name.”

En este caso es el “Van” en el apellido. Pero puede ser otra cosa:

… she turns right around and sucks up to her because she is rich.

… she turns right around and sucks up to her because she is the governor.

… she turns right around and sucks up to her because she is tall and beautiful.

III.

En su novela Patria, Fernando Aramburu ilustra esta dinámica en un capítulo que narra una escena familiar.

Un doctor soltero y cuarentón, Xabier, lleva a su nueva novia, una mujer alta y hermosa llamada Aránzazu, a cenar en casa sus padres, Bittori y Txato.

El capítulo comienza después de la cena, minutos después de que Xabier y Aránzazu se marcharon. La mamá, Bittori, atormenta a su esposo, Txato, con críticas a la novia del hijo, diciendo que es demasiado vieja para él porque le lleva tres años; que él es médico y ella una simple enfermera; que la mujer llevaba demasiado perfume; que no la ayudó a recoger los platos:

Bittori, atareada en la cocina, no lograba serenarse. Se franqueaba, madre monologante, madre dolorida, con la espuma del fregadero. Su hijo con aquella mujer [Aránzazu], una simple auxiliar de enfermería. Manifestó opiniones adversas hacia el auditorio formado por cacharros sucios. Al estropajo le dijo esto; al grifo le dijo lo otro. No recibía respuestas, no hallaba la deseada comprensión.

El capítulo, pues, comienza con esas críticas de Bittori a Aránzazu después de la cena. Pero luego el narrador modula al pasado y nos enteramos de un detalle importante: el esfuerzo que hizo la madre para impresionar a la novia.

Poco antes de que Xabier llegara a la casa, Bittori puso a Txato a vigilar en la ventana con varias instrucciones:

Una, que no se le ocurriera rozar las cortinas, que están recién lavadas; dos, que le avisara en cuanto los viera enfilar la calle, ya que de ninguna manera quería recibir con el delantal puesto a la mujer….y tres, que no picase nada de lo que había encima de la mesa: espárragos con mayonesa, jamón de Jabugo, croquetas de bacalao, percebes, langostinos.

— Lo tengo todo contado.

¿Qué pasó entonces durante la cena?

Antes que nada debemos aclarar que Bittori estaba predispuesta a odiar Aránzazu desde desde el momento que la vio, antes de intercambiar una palabra con ella. Cuando la vieron llegando con el hijo desde la ventana, Bittori comenzó a criticarla:

— Los zapatos no pegan con la ropa.

— A mí me parece un monumento de mujer [dijo Txato].

— No toques la cortina, haz el favor.

— ¡Menuda planta tiene! Es casi tan alta como el hijo.

— El negro del pelo no es natural. Y el broche de la solapa, desde aquí, parece un lamparón. Yo diría que esta señora no tiene mucho gusto.

Durante la cena Bittori encuentra muchas otras razones para odiar a la mujer. El incidente clave, sin embargo, es cuando Aránzuzu le susurra al oído a Xabier si pueden retirar la cabeza del cerdo que Bittori sirvió para la cena:

No le había pasado a Bittori inadvertida una acción de la invitada. ¿Cuál? Pues que, creyendo que nadie la veía, acercó con torpe disimulo sus labios pintados al oído de Xabier; vertió oreja adentro rápidas escuchitas que formaban un ruego, ¿una orden? Y el ingenuo, el que obedece a una subalterna, dejando pasar unos segundos como para fingir que la petición era una ocurrencia suya, dijo:

— Ama, ¿te importaría retirar la cabeza del gorrín?

A Bittori esa mujer alta, joven y hermosa la hace sentirse inferior. Y el episodio del gorrín es como poner el dedo en la yaga de sus complejos.

Pero Bittori es una guerrera. No está dispuesta a sacar la bandera blanca y rendirse ante esta mujer. ¿Qué hace entonces? Rebajarla. Hundirla. Por eso dice que es una maniática, una mujer de segunda mano, una cazadora de fortunas. Por eso trata de descalificarla como una simple auxiliar de enfermería.

El problema con Bittori no es ese instinto de batalla. Ese es el mismo instinto que lleva a un atleta que pierde una competencia a no frustrarse y entrenar más duro. Hay algo admirable en esa alergia a la resignación.

El problema es que Bittori reacciona descalificando a la persona que la hace sentirse insegura. El problema es que ese complejo se debe en buena parte a que la mujer tiene cualidades que ella superficialmente admira y envidia como Eve Frame admira el “Van” en el nombre de Katrina.

¿Qué pasaría si en una hipotética segunda cena Aránzazu decide halagar a Bittori por la exquisitez del pescado y la elegancia de sus cortinas?

A nadie le extrañaría que Bittori se esponjara para lamer con fruición la orina del halago.

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