La gran lección de las regionales

Alejandro Tarre
3 min readFeb 4, 2018

¿Debe la oposición participar en las elecciones presidenciales?

A estas alturas, nadie espera que el día de los comicios el CNE anuncie una derrota para el régimen. ¿Qué esperan entonces los que promueven la participación? Supongo que la mayoría quiere que los venezolanos acudan masivamente a votar y obliguen al CNE a validar y participar en un fraude que desate una ola de indignación que resquebraje los pilares que sostienen a Maduro en el poder. Ante esta indignación, que el pueblo ventilaría a través de manifestaciones y protestas callejeras, una parte del chavismo y la FANB decidiría decir ya basta y unirse a la oposición para facilitar una transición.

Las elecciones no serían un mecanismo directo para lograr el cambio sino una manera de desencadenar fuerzas que nos lleven a ese cambio. Porque esperar que sean un mecanismo directo sería confiar en un improbable despertar de consciencia de un CNE y un alto mando militar que ya ha avalado varios fraudes electorales.

Pero ¿puede la participación espolear una movilización popular?

Las probabilidades de que esto ocurra son bajas.

En primer lugar, no estamos en 2012. Hay diferencias tanto en el liderazgo como en la base opositora sobre la participación en las elecciones y qué hacer para salir del gobierno. Y estas diferencias, aunque a veces degeneran en el insulto y la descalificación, son legítimas. El caso a favor de la participación es hoy mucho más débil que hace dos años. Alguien puede estar convencido de que participar es el mejor camino y al mismo tiempo aceptar esta realidad.

En segundo lugar, el lado que se opone a la participación tiene capital político. Es verdad que los principales partidos tienen una natural inclinación hacia la participación. Pero el bando que se opone — Ledezma, MCM y al parecer parte de VP — se ha beneficiado de la casi unánime condena de la comunidad internacional a la convocatoria electoral del gobierno. Por otro lado, tener en sus filas a personajes como Henri Falcón y Manuel Rosales — sobre los cuales existen sospechas de colusión con el régimen — afecta la credibilidad del lado que quiere participar.

Todo esto significa que si el gobierno no cede con las condiciones va a ser muy difícil, si no imposible, unir a la oposición alrededor de la participación. Y esta división conlleva un riesgo.

Es muy probable que el día de las elecciones el CNE culmine el proceso electoral fraudulento anunciando que Maduró ganó, independientemente de lo que haga la MUD. Si la oposición va dividida podría ocurrir lo que ocurrió en las regionales. Parte de la oposición culparía a los abstencionistas de la “derrota” y la otra parte concentraría sus energías en atacar a los que participaron en un proceso amañado. La indignación colectiva, en vez de canalizarse hacia la protesta contra el fraude, se diluiría en una guerra dentro de la oposición.

Pero ¿no es la decisión de no participar igualmente divisoria?

No lo creo.

Aquí el factor clave es Primero Justicia. No veo posible que VP participe si PJ decide abstenerse. Y si PJ, VP, MCM y Ledezma no participan, a AD se le hace mucho más difícil participar. A menos que Ramos Allup quiera asumir, junto a Rosales y Henri Falcón, la bandera de la oposición oficialista.

De hecho, una elección con Falcón o Rosales como candidato “opositor” — y sin la participación del resto — trazaría por fin una línea entre la oposición acomodaticia que le hace juego al gobierno y el resto de la oposición. No creo que una candidatura de Falcón — desafiando una decisión mayoritaria dentro de la MUD — sería vista dentro y fuera de Venezuela como nada más que un teatro montado por el gobierno para tratar de legitimar las elecciones.

Por eso pienso que unir a la oposición en torno a la no participación es más fácil que unir a la oposición en torno a la participación.

Y cualquier estrategia post-fraude será más fácil de implementar con una oposición unida que con una oposición culpándose mutuamente por los resultados de las “elecciones”.

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