Una escapadita

Parte 1

Alex Ingberg
14 min readApr 17, 2015

Algunos hacen turismo típico: van al Louvre, al Coliseo y al Big Ben y se sacan una foto. Otros se copan con el gastronómico y tratan de ir a restaurantes típicos de comidas autóctonas. Otros hacen turismo por pinturas y esculturas; e incluso he llegado a escuchar de turismo sexual.
Mi turismo siempre trata de incluir un poco de música: ir a algún show y visitar alguna disquería con el fin de llevarme bandas o artistas del país de turno.

Durante las últimas semanas me estuve entreteniendo con una pila de música nueva y exótica: tuve la suerte de que me regalaran un pasaje, y lo abrí por dos meses. De eso resultaron unas increíbles vacaciones por Europa y un poquito de Medio Oriente. Y como no podía ser menos, de cada ciudad me traje un poquito en forma de música.

La consigna era simple: en cada ciudad por la que pasaba, debía visitar al menos una disquería y llevarme dos discos de diferente género. De más está decir que no me pude resistir y fallé en cumplir mi propia consigna. En algunos destinos he visitado más de un antro y, en otros, la unidad de medida designada para los discos pasó a ser kilogramos (no es joda… esperen a que llegue el caso de París).

En este pequeño artículo les voy a contar un poquito de la música de cada ciudad o país visitado; y, así como un álbum de fotos en Facebook, espero que esta cronología ilustre y sirva como raconto de lo que fue una de las mejores experiencias de mi vida.
Para ahorrarles un poquito de tiempo, seleccioné lo que más me gustó en cada destino.

En esta parte uno les dejo 15 artistas distintos para que escuchen y bajen. Próximamente, la parte final.

Estambul

Primer y hermoso destino de esta aventura. Ciudad con casi 15 millones (¡!) de habitantes, dividida entre Europa y Asia por el Bósforo. Las mesquitas son imponentes y los baños turcos, una masa. Lo más extraño de Turquía es el poco inglés que se habla y lo raro que suena el turco. Para decir gracias te espetan teşekkür ederim, cosa que no aprendí a pronunciar en los 5 días que anduve por ese país. Esta lengua también queda rara en la música al oído occidental.

Acá lo’ pibe’ disfrutando la Mezquita Azul, del lado europeo.

Visité una sucursal de la cadena llamada Mephisto que vende libros y discos; y entre monosílabos, palabras en inglés y señas me pude hacer entender. Conseguí un box set espectacular del segundo quinteto acústico de Miles Davis y dos discos de los artistas turcos que menos estridentes me resultaron. Aquí, les presento a Duman. Unos muchachos que fusionan la música folklórica con un poco de rock noventoso onda Pearl Jam grungero.

El último que sacaron se llama Darmaduman y está bastante piola. ¿Suena raro, no?

Roma

Parece mentira, pero de una ciudad céntrica e histórica pasamos a otra. Si el mundo daba vueltas alrededor de Constantinopla en la era bizantina; durante el Imperio Romano, obviamente, el epicentro era Roma. Ciudad pequeña, moderna y arcaica. Al lado de un Mac Store, encontrás ruinas de 2000 años.
Y lo mejor: se puede escabiar fernet.

Una foto biem piolah que saqué del techo de la Capilla Sixtina antes de que seguridad me echase por sacar fotos.

En cuanto a lo musical, una de las mejores cosas italianas que encontré la saqué de París. Sí. En la disquería francesa me encontré de casualidad con Oh Petroleum, unos tanos bien pulenta que mezclan lo más folky de Johnny Cash con lo más disto de Black Keys (obviamente, en inglés). Un poquito de sonido lo-fi, producción independiente y voilà.

Este es de su primer disco homónimo.
Además, me metí en una piola disquería grande. No recuerdo el nombre lamentablemente, pero tuve la suerte de encontrar a menos de 5 euros My Favorite Things de Coltrane y Take Ten de Paul Desmond. Además, No Code de Pearl Jam, el cual se encuentra discontinuado en Argentina y era el único disco de estudio que no tenía de Pearl Jam. En este lugar, también descubrí a un trompetista fundamental en el jazz tano. Me llevé The Pilgrim and The Stars de Enrico Rava. Album en donde cuenta con nada menos que John Abercrombie en guitarras. Una onda muy setentosa, donde de a poco se empieza a asomar lo eléctrico y la fusión. Escuchen y disfruten.

Luego de un poco de joda, pasta, pizza y el Anfiteatro Flavio (o Coliseo para los amigos), decidimos partir hacia Budapest.

Budapest

Este divino lugar nos recibió con nieve. Fue divertido mientras la veíamos caer desde el interior del restaurant, cómodamente disfrutando de un plato de goulash. Cuando salimos a patear no nos alcanzo con las 7 capas de abrigo y las calzas térmicas para aguantar el frío polar. Compramos un termo y volvimos. No obstante, había tanto para ver que la lluvia del día siguiente no nos detuvo y salimos a recorrer. Tanto Buda como Pest tienen mucho que ofrecer. Comidas, spas, bosques, montaña, bares, arquitectura, el Danubio… De las mejores ciudades del viaje.

El Danubio Azul: vista de Buda desde Pest.

Atrás de nuestro hostel había un sucucho muy peculiar. Rockin’ Box Lemezbolt es una disquería que se quedó en los 60. Como si nunca hubiese podido superar la percepción soviética del mundo occidental. La disquería se dedica casi especialmente a rock n’ roll, swing, rockabilly y blues. Si el disco fue editado después del 75: acá no lo vas a encontrar.

Pilas de vinilos empolvados por doquier. Un par de bandejas y varios cds de aspecto antediluviano; como el señor que te atiende detrás del mostrador.

La fachada de Rockin’ Box Lemezbolt.

En su precario inglés y mi no-existente húngaro nos logramos entender y me mostró un par de cosas piolas y otras no tantas. Logré llevarme un compilado de Mill Brothers y estas joyitas bizarras.

Omega Red Star es una banda con toda la pinta de haber sido fabricada para vender en Inglaterra y Estados Unidos, donde el rock empezaba a hacerse fuerte. De hecho, las letras están en inglés y la tapa del disco los promociona como “from Hungary”. Todos los vicios del rock sinfónico de los 60 están presentes; pero, lo interesante radica en la fusión que hacen con el folklore húngaro. Por momentos, como el siguiente, pecan de beatlescos. A no dejar pasar.

Al día de hoy siguen tocando, pero en ya con letras en húngaro. Si les interesa más, pueden leer sobre ellos acá.

Ahora sí. Lo que yo considero como “LO MÁS BIZARRO DEL VIAJE”. Una opera rock húngara. Pero ópera posta. Cantantes líricos con una sinfónica y una banda de rock. Lo más cómico es que no entiendo como se llaman los músicos, los temas, de que se trata o incluso en que año salió. O sea, nada.
El packaging está integramente escrito en húngaro y con caligrafía medieval. El disco está interesante, pero por más esfuerzo que hice, en google no encontré info en inglés. Sin más intro, los dejo con Veled, Uram!. Las coreos y el vestuario la rompen.

Amsterdam

Ciudad de excesos y, para mi gran sorpresa, capital de un país con muy buena música. Aunque me perdí la posibilidad de ver a Phil Selway, el baterista de Radiohead, llegué a conocer otras cosas geniales. Una de mis primeras paradas fue Concerto. Una disquería dividida en cinco frentes distintos, como si cada vez que tenían unos mangos extras hubieran comprado la casa de a lado. Usados, rock, pop, clasico, lps, jazz, electronica, dvds y lo que se te ocurra. Cada rubro con su propio especialista.

Postal de Amsterdam… ¿no?

Mientras mis amigos hacían tiempo en un coffee shop, me interné en este hermoso mundo durante unos 45 minutos.
Primero, en la sección rock y pop, me atendio un señor pelado muy simpático y con un inglés perfecto (¡gracias!). Literal que no hubo una banda mala que me haya mostrado y la decisión final fue bastante dificil.

Para empezar, me hice muy fanático de esta banda. Mister and Mississippi pertenecen a esta última ola europea de revival Folk/Rock. Diferentes de Mumford and Sons por tener una vocalista mujer y diferentes de Of Monsters and Men por no tener tantas guitarras acústicas y trompetas. Su sonido se basa más en guitarras eléctricas, reverb y arpegios. Mucha influencia post-rock y ambient. Hermoso. Este corte es del disco que me llevé: We Only Part To Meet Again.

De hecho, me dejaron tan manija que al día siguiente pasé por Velvet a llevarme su primer disco homónimo (también se los incluyo en las descargas). Velvet es otra gran disquería de Amsterdam donde una vez por mes suelen tocar bandas. En marzo les tocaba a ellos.

Cuando el amigo pelado de Concerto llegó con un disco de rap lo miré con cara de desconfianza. Él entendió mi mirada automáticamente y se atajó. “No… don’t worry. Although this is hip hop, what’s happening on the background it’s very interesting musically. Just take one quick listen. You’ll see…” Ok… ¿qué tenía que perder?
El resultado fue el disco que más emocionado me tuvo en todo el viaje. Typhoon podrá ser un simple rapero holandés, pero lo que logró en Lobi Da Basi es una obra de arte. Sus bases tienen ukeleles, guitarras rockeras, coros gospel, dub, reggaeton, años sesenta llenos de groove y trompetas. Todo junto. A-fuckin-mazing.

Siempre que el batero sea negro y esté en cuero es una buena señal.

Otra cosa bastante piola que obtuve fue un disquito independiente de un señor que se llama Jelle Paulusma. Su estilo es una mezcla de cosas oscuras a lo Sonic Youth noventoso, una pizca de Jim Morrison, un poquito de psicodelia, Pearl Jam del clásico, unas lead guitars medio The Bends-era Radiohead, Creedence… en fin. Un poquito de todo. Mínimo merece una escuchada. Su último álbum se llama Pulling Weeds.

No lo tenía a Saddam como guitarrista. Groso.

Pasando un poco de género, cuando me mude al otro departamento de la disquería, el muchacho desde lejos me vio la cara de “recomendame” y saco del cajón dos discos sin decirme una palabra.
El primero, una pequeña orquesta de Rotterdam con un nombre bastante poco inventivo; pero con un groove espectacular. Disco registrado en vivo con un guitarrista lead invitado. Aquí les dejo un poquito de The New Rotterdam Jazz Orchestra con Anton Goudsmit. El disco se llama simplemente Live. Lo recomiendo muchísimo si no estás muy metido en la onda: tiene algunos momentos de fusión rockera bastante simpáticos y es muy facil de escuchar.

Last but not least, nos queda el disco debut de Maarten Hogenhuis. El señor trompetista de Amsterdam parece tener un buen CV musical como para lanzar su opera prima como un ambicioso álbum doble. El primer disco de 4/3 es con su cuarteto y el segundo, daaah, su trío.
Las obras en formato de cuarteto tienen un formato un poco más swingero y tradicional. Piano presente, los temas son de compositores holandeses y propias. Los solos de este hombre están dotados de alma y lo que transmiten es tan simple de entender que no parecería que, en realidad, se mueven sobre estructuras armónicas sumamente complejas.
El segundo disco presenta pocas composiciones de Maarten. Muchas son de Ellington y está incluida Big Nick de Coltrane, del disco de Trane con Duke (¡!). Acá, a pesar de estar integrado por standards, es donde el disco se pone un poco más jugado, con algunos ritmos latinos y algunas texturas un poco más aireadas. La falta de un colchón como el piano, en donde recaer, le deja un montón de lugar a Hogenhuis para expresarse libremente. Juzguen por ustedes mismos.

Concerto fue por lejos donde más plata dejé. No me arrepiento ni un poco, no obstante absolutamente todo lo que me vendieron valió la pena. Y además los copados, me regalaron un EP de Imagine Dragons re piola que todavía no abrí (y tampoco creo abrir en un futuro inmediato).

Camión de facha

En fin, buen balance para Sin City. Para finalizar acá, una linda fotito mía.

Londres

Uf! Londres querido! El mal clima no nos dejó que se arruine la diversión y tomamos tanta cerveza como museos, galerías, monumentos y lugares varios visitamos. La segunda noche fuimos a ver una jam de jazz fusion impecable de la que, lamentablemente, tuvimos que irnos temprano para que no nos cierre el tube.
La tercer noche tuve la posibilidad única de ver a la Filarmónica de Londres en el Southbank Centre. El programa no me volaba el bocho (un par de obras de Rachmaninoff y de Enescu), pero el director era bastante prestigioso y era la orquesta completa más un coro completo. Masculino, femenino y también el de niños. Saqué mis entradas por internet a la insignificante suma de 9£ (casi $170 pesos argentinos a “pound blue”) y me fui hacia el teatro.

Hace dos o tres días fui a retirar mi entrada para el festival de música clásica en el Centro Cultural Konex a Groove. Ticketek me hizo pagar casi el 20 de la entrada en cargos de servicios, para luego dejarme 40 minutos de cola abajo del sol (junto a los que no sacaron entrada por internet) para retirarla. Este no fue el caso en Londres. Me presenté media hora antes del concierto y casi a la brevedad ya tenía mi entrada personalizada en mano, de una manera muy VIP.

Esperaba encontrar caballeros exageradamente trajeados y damas con más peso en joyas que un camión de caudales, como sucede con las funciones caras en el Teatro Colón. Para mi sorpresa, el público no podía ser más heterogéneo. Ropa deportiva, menores de 18, hombres, mujeres, adultos con hijos, traje, ropa casual… incluso había gente de la cual me atrevería a decir que no se encontraba en las mejores condiciones económicas.

Aguante el rocanrol y Muse, papá.

La música clásica tenía una llegada muchísimo más amplia en la sociedad. Eso en parte se debe a esfuerzos publicitarios, actividades culturales y polìticas educativas por parte del gobierno. Hay carteles distribuidos por el transporte públicos, intervención en las escuelas y las entradas son más accesibles que las de un concierto de rock.
El programa que me entregaron era muy lindo y tenía algunos bocadillos del estilo de este

Yo, en la sala, con cara de feliz cumpleaños.

Acerca de la obra, fueron “3 canciones folklóricas” y la Cantata de la Primavera de Rachmaninoff las primeras ejecutadas. Luego llegó el turno de la 3er sinfonía de Enescu. No había escuchado antes ninguna de ellas y tampoco me volaron mucho la cabeza; pero la ejecución de la orquesta, y su director Vladimir Jurowski, fue impecable.

Lo más impactante fue ciertamente ver a casi 250 músicos en escena, en una sala donde el más mínimo pizzicato en un violín se escuchaba claro como el agua y el organo ocupaba toda la pared del fondo. Un flash hermoso.

Les dejo en las descargas un par de obras de Rach interpretadas por la misma orquesta; aunque no son exactamente las mismas, se podrán dar una idea.

Además, obviamente, visité una disquería. En la zona hipster de East End, sobre Brick Lane, donde solía estar una destilaría de Stella Artois, se erige Rough Trade East. Una disquería enorme que trabaja por igual con artistas mainstream y con under independiente. Adentro, cuenta con un bar y un escenario al fondo con capacidad para entretener a 200 personas. Un cuarto de sus ventas mensuales son en vinilo y todos los días a las 19hs hay conciertos gratuitos. Así como un día toca una bandita de barrio que anda sonando, al día siguiente puede tocar Vampire Weekend… y las entradas son siempre gratis (aunque limitadas).
Otro detalle genial de Rough Trade es que todos los artículos tienen etiquetas adelante con pequeñas descripciones de las obras, con lo cual no siempre hace falta molestar a los empleados con preguntas del estilo de: “Y estos que onda hacen?”. También, casi todos sus estrenos son en versión deluxe, es decir, con un pequeño EP extra en vivo, bonus tracks o algún disco de remixes. Por ejemplo, compré el último de The Charlatans: dentro del packaging traía un segundo cd de outtakes y en caja me entregaron en otro sobre el tercero, de remixes.

Ese día tocaba una banda que se llama Peace. Justo era el día en que salía a la venta su segundo disco, Happy People, y la banda se quedó después sacandose fotos con sus fans y firmando copias. La cola era para más de una hora (chequeen la foto de arriba), así que claramente termino el recital y nos fuimos.

Ak con la Pochi por ver una banda. En Londres. #TOP
Lo´pibe de Peace.

La banda sonaba bien y fue lindo ver un recital corto a buena distancia con una cerveza en la mano. El público más o menos consistía en adolescentes femeninas de entre 15 y 19 años. Cuando arrancaron a sonar me quedo claro porque. Su estilo se podría describir en “le estamos vendiendo los 90 a la gente que no los experimentaron. ¿Nunca escuchaste de Oasis ni de Blur? Bueno, acá tenés”. De todos modos, las canciones eran pegadizas y algunas me gustaron mucho. El disco suena bien también.

Entre los discos que me llevé de Rough Trade se encuentra Sleep de Tom The Lion. Un nuevo, pero intrigante y original cantautor. Hijo creativo de Nick Drake y Thom Yorke, nos trae esta obra llena de maravillosas y perfectamente amalgamadas texturas.Cada tremula guitarra, batería, bajo grueso y tecla que se relacionan fueron 100% grabadas y producidas por él. Cohesión al punto que se siente que todo el disco cuenta la misma historia. Llenas de atmósferas, las voces se mueven hasta que por momentos dejan al escuchante sumergido en mares oscuros y espesos. El packaging está hecho enteramente de papel traslucido y frágil; como el álbum que guarda entre sus plieges. Uno de los mejores discos que escuché este año, lejos. Y como si fuera poco, me vino con un EP en vivo de regalo. Aguante Rough Trade.

Imaginensé la versión argenta actuada por la muda de Cadena Nacional.

Los siguientes dos artistas las conocí en Paris, pero al ser ingleses los vamos a poner en esta sección.

La contratapa del álbum. Hermoso.

El primero es Darren Hayman & The Secondary Modern. Lo primero que me sedujo de este disco fue que en su contratada rezaba: “Pram town: a folk-opera” y detallaba la lista sin fin de instrumentos usados.
Compra automática.
En palabras de su autor: “Pram Town’ is a set of songs about someone who doesn’t escape. A big fish in a little pond who is thrown a lifeline whilst fare-evading in a first class train carriage. This record is about good ideas gone bad. It’s about how pride can lose you love. It’s about high and low ambition and the gap between.” Todo esto tiene como marco el pueblo de Harlow en los años 50 hasta los 80, como metafora de como las personas y las relaciones crecen. Como ya adelantado, lo mejor del disco es la instrumentación.

A la segunda banda me señalaron con gran decisión mis anfitriones parisinos de Couchsurfing. Alt-J es una banda de rock original como pocas existen hoy y, como pude comprobar en el último Lollapalooza, exorbitantemente buenos en vivo. Su sonido tan peculiar, dicen, viene del hecho de que cuando ensayaban en los dorms de su universidad no podían tocar con bajo electrico o baterías muy fuertes por el ruido que generaban.
Su primer disco, obra maestra, transcurre entre las armonías que se van generando mientras las distintas voces que producen los instrumentos van desarrollando sus melodías. Voces muchas, samples, beats, guitarras, bajos, pads y baterías. An Awesome Wave me tuvo escuchando en repeat varias semanas.

Aunque no parezca, el batero está 80% sordo. “Beethoven 2: la venganza”

Para ir finalizando esta primer parte, les vuelvo a dejar el link de la magia en trescientos veinte kilobits por segundo acá.
La parte dos viene con París, Barcelona y Tel Aviv incluidos y la encontrás haciendo click acá.

¡Nos vemos!

No podía faltar.

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Alex Ingberg

Data scientist, computer engineer and music fanatic. Here I’m half music recommendator and half data adventurer. https://www.linkedin.com/in/alexingberg/