Ainhoa Medina Pardo
7 min readJun 10, 2020

Eulalia Pérez Sedeño|Coordinadora de RICTYG

“Tratar por igual a todo el mundo no elimina las desigualdades”

Imagen cedida por Eulalia Pérez Sedeño

Eulalia Pérez Sedeño fue la primera catedrática de Lógica y Filosofía de la Ciencia en España en el año 1999. Le encanta la astronomía y su madre les aconsejaba a sus cuatro hermanas y a ella que no dependiesen de sus maridos. Durante su trayectoria profesional ha sido Directora General de la Fundación Española para la Ciencia y Tecnología (FECYT) y coordina la Red Iberoamericana de Ciencia, Tecnología y Género (RICTYG). Además, es coautora del libro Las ‘mentiras’ científicas sobre las mujeres.

En el libro Las “mentiras” científicas sobre las mujeres se habla de varios estudios que se han realizado para ver si existen diferencias entre hombres y mujeres, pero ninguno parece que se haya hecho bien. ¿Cómo se debería haber hecho para comprobar si hay diferencias?

Nosotras decimos que no hay diferencias naturales o genéticas porque esos estudios no las demuestran. Siempre se ha mantenido que las mujeres estudian menos STEM porque son inferiores y ahora se disfraza con “los intereses de niños y niñas son diferentes”. También se argumenta que es una cuestión “psicológica” o “neurológica” con teorías neurosexistas. Hay otras posibles explicaciones mucho más plausibles como son las diferencias en la educación o en el entorno que sí se han estudiado sobre qué influye a la hora de que una persona se decida por una carrera o por otra.

Por eso, ¿cómo sería la forma más correcta de evaluar que no existen diferencias biológicas?

El informe “Sexo más allá de los genitales: el mosaico del cerebro humano” de la neurocientífica Joel Daphna concluye que no hay cerebros típicamente femeninos ni masculinos sino que hay todo un continuo, se habla de mosaicos: “Remplazar la práctica actualmente dominante de buscar y listar las diferencias de sexo/género por métodos de análisis que tengan en cuenta la gran variabilidad del cerebro humano… así como las diferencias individuales de la composición específica del mosaico cerebral”. Otras indagaciones como las del psicólogo Baron Cohen son muy divertidas porque se hacen con muestras muy pequeñas. No representan la realidad debido a que están enfocados en lo que quieren probar.

¿Cómo influyen los estereotipos?

La presión que reciben desde pequeñas es muy fuerte, tanto en la familia, en el colegio por parte del profesorado o entre iguales, con los anuncios de televisión o las películas Disney. Esto se comprobó en el informe “Los estereotipos de género sobre la capacidad intelectual surgen temprano e influyen en los intereses de los niños” donde las niñas que a los cinco años se veían tan inteligentes y brillantes como sus compañeros y dos años más tarde ya se sentían inferiores a ellos. Además, los juguetes a las niñas se le suelen dar juguetes que inciden en el cuidado, mientras que a los niños se les potencian la localización visoespacial, la construcción o la experimentación que pocas veces se regalan a ellas. También en la escuela las miran mal si dicen que les gustan las matemáticas o las ingenierías. Se produce el “Efecto de bicho raro” que es querer ser como los demás para no sentirse señalada. A su vez, si tienen una profesora maravillosa de matemáticas, seguramente miran esta asignatura de una manera diferente. Por último, influye si los progenitores han estudiado una carrera tecnológica, seguramente les llame la atención la profesión de sus padres y decidan cursarla. También es importante que las niñas y adolescentes se sientan apoyadas en casa cuando elijan que quieren ser de mayores.

“Las mentoras son fundamentales para guiar a las adolescentes en las carreras STEM”, afirma la investigadora

Entonces, ¿sobre los cinco años se produce la brecha de género?

Podría decirse que antes. Se ha demostrado que los adultos tratan diferente a bebés de meses según pensaban si eran niñas o niños, eso ya está marcado. El estudio de los 5–6 años es sobre la autopercepción que tienen ellas de sí mismas.

¿Es verdad que a las niñas les interesa menos la tecnología?

Sí, cursan menos ese tipo de carreras, pero insisto en que no es una cuestión biológica ni son menos inteligentes, sino que desde muy pequeñas se nos está educando para ir en un sentido. En 2009 comprobamos que el porcentaje de mujeres estudiando matemáticas era del 49%, el porcentaje bajo en 2018. Eso tiene que ver con el prestigio de las carreras y el mercado laboral. Desde hace unos cuatro años los licenciados y licenciadas en matemáticas se dedicaban a la docencia, pero ahora las grandes compañías se los rifan porque trabajan con Big Data. Eso tiene que ver con una ley sociológica que dice a mayor prestigio, menor número de mujeres y, cuando un campo se feminiza, lo pierde. ¿Por qué ingeniería está tan solicitada? Tiene una buena reputación porque ganan mucho dinero. En cambio, una profesión tan importante como puede ser la de maestro o maestra, tiene muy poco y, por cierto, está llena de mujeres.

Y cuando ellas llegan a esos puestos aparece el Síndrome del impostor, ¿no?

Sí, eso suele ser bastante habitual. El otro día corregía un capítulo de una tesis y leí una entrevista de una mujer de 60 años con un montón de publicaciones y muy reconocida y decía: “A veces pienso que no soy tan buena como los demás se creen”.

¿Cómo se podría acercar a las futuras generaciones de mujeres el interés por el ámbito tecnológico?

Una de ellas es la labor de mentoría, importante empezar desde muy pequeñas. También concienciar a maestros y maestras para que no tengan expectativas porque a las niñas las encaminan hacia las profesiones que tiene que ver con los cuidados. Asimismo, acercar la ciencia de forma amistosa podría ser una solución. Cuando fui directora de la Fundación de Ciencia y Tecnología (FECYT) organizamos varias ferias por España. Me ofrecieron un taller de robótica, y me pareció una idea muy buena para niños y niñas entre 8 y 10 años porque aprendían a programar sobre la marcha. Podía elegir entre uno tenían que arreglar un cohete o uno sobre una operación quirúrgica. A mí me gusta la astronomía y la persona que me lo estaba presentado se pensaba que iba a elegir ese. Sin embargo, escogí el de medicina para que vinieran más chicas, porque con el otro solo se acercarían más chicos. Debido a que siempre se las encamina a los cuidados, enseñarles que la tecnología puede ser una aliada para la atención puede ayudar a que dejen de asociarla a procesos abstractos y difíciles de comprender.

Pero eso sería continuar con el estereotipo.

Sí, es cierto, pero la tecnología que no tiene que ver con el cuidado es menor de lo que nos pensamos. Mi esperanza es abrir más la perspectiva que ellas tienen y puedan hacer telescopios o lo que sea.

En una entrevista la ingeniera informática Nuria Oliver dijo que “las tecnologías son universales pero que están diseñadas por grupos muy homogéneos”.

En medicina, el campus se ha abierto desde que las mujeres han entrado, pero también en ingeniería. Yo siempre pongo el ejemplo de los cinturones de coches, que no sirven para embarazadas. Han probado otros modelos desde que hay ingenieras. Lo mismo pasaba con las prótesis de cadera. Al principio se creía que la osteoporosis sólo afectaba a mujeres, por eso, se hacían para ellas y a los hombres, que la padecen en un porcentaje menor, no les encajaban. Cuanta mayor diversidad en todo, mucho mejor porque se amplía el espectro y los conocimientos.

Hay galardones que solo se entregan a investigadoras para premiar su labor científica. ¿Favorece esto a la inclusión?

Sí, porque el problema es que si nos atenemos a los premios, que supuestamente no son para hombres, en realidad son para ellos. Desde el año 1982 a 2014, solo se han entregado ocho premios a científicas, lo que representa el 7’77% del total de personas premiadas. Por eso, no puedes tratar por igual a todo el mundo porque eso no elimina las desigualdades. Si un niño no tiene una tablet o solo hay un móvil con una sola línea y otro vive en una casa donde hay dos o tres ordenadores, un par de tablets, ese niño va a seguir en desventaja. Cuando los tengas igualados aplica lo mismo.

Sería igualar a los géneros y trabajar mucho en educación.

Sí, a mí me parece que la educación es fundamental.

¿Faltaría algo más para que no haya brecha de género en el ámbito tecnológico?

También sería fundamental educar a los padres, tener mujeres como referentes y que apareciesen en los libros de textos, aunque sean pocas, las ha habido. En la enseñanza secundaria y universitaria, la labor de mentora es fundamental para guiarlas. Desde que empecé a hacer estudios de género a finales de los 80 hasta ahora hemos progresado muchísimo.

¿En qué lo ha notado?

Con retrocesos puntuales ahora parece que hay un repunte. Creo que la gente piensa que las niñas y los niños pueden acceder a los mismos estudios porque son igual de inteligentes, aunque todavía hay algún cenutrio.

Un problema que hay en el ámbito científico es la falta de reconocimiento a las mujeres. ¿En la actualidad sigue pasando?

Sí, el ejemplo de los premios es patente. Las catedráticas de universidad sigue siendo muy pocas, y rectoras solo son 9 de las 50 universidades públicas que hay en España. Nos sentimos felices porque hemos llegado, somos mayoría en la universidad, estamos en muchos sitios, pero todavía falta mucho por conseguir.