No era nuestra primera conversación, pero sí la más larga. Toda la tarde juntos y fue cuando dijiste dos palabras, esas dos palabras, cuando supe que te instalarías en mi cuerpo para siempre. Dos palabras banales, sin importancia y que se clavaron en mi corazón, en mis entrañas.
Cuando me quedé sola en casa, sentía una emoción inmensa, estaba como una chiquilla. Intenté dormir, pero no podía conciliar el sueño.
Lo confieso. Es la primera vez que me enamoro. La primera vez y la última, lo sé. No eres el primer hombre en mi vida, no viene de nuevas la ilusión de los primeros días, pero ahora es distinto, tú eres el único en quien pienso con quién envejecer, no me importa dónde ni cómo.
Sin embargo, ¡Ay! esa distancia que nos separa. Tanto tiempo después y sigue existiendo un abismo entre los dos. Esa distancia enorme que hay entre tu mano y la mía cuando no me atrevo a cogerla. Esa distancia entre tu piel y mi piel, esa distancia que no me atrevo a recorrer para tocarte.
Esa distancia que hay entre mi corazón y mi cerebro, distancia que no es distancia, distancia que es miedo. Miedo que me paraliza, que no me deja decirte que te quiero, quédate conmigo. Que no me deja saber si este amor es correspondido.
Ahora estás aquí a mi lado y otra vez soy incapaz de hacer desaparecer esa distancia que me separa de ti.
La primera vez que me enamoro y … maldita distancia.
Relato para #relatosDistancia, de Divagacionistas