Silencio

Llamole_X
2 min readFeb 19, 2018

Hacía unos días que Iker se había marchado y desde entonces, el silencio lo invadía todo. Se arrepentía de las veces que le había dicho que no cantase, que no le hablase, que quitase la televisión o bajase el volumen de la música porque tenía que corregir los exámenes y no se podía concentrar en su trabajo, necesitaba silencio. El silencio que ahora lo inundaba todo. El silencio que le recibía al llegar a casa. Ese silencio.

Se vistió y se puso el abrigo para salir a la calle y que le diese el aire en la cara. En casa todo estaba como si Iker no se hubiera marchado, las fotos en el salón, su cojín favorito, los cd’s fuera de la estantería. Se resistía a borrarle de su vida.

Decidió que le iba a llamar en cuanto volviera a casa. Le prometería que daría el paso y contaría a sus padres que no eran sólo amigos. Tendrían que aceptarle así y deberían de estar contentos de que fuese feliz, al fin. No era ninguna excusa eso de que estaba mal visto en el pueblo, estábamos en el siglo XXI. Y no iba a volver, hacía muchos años que había huido de allí, dejando atrás los insultos, los desprecios. Lo importante es que ya era feliz, no? Que amaba y era amado. Ya no iba a ocultarlo más, porque Iker era su vida.

Apretó el paso y llegó a casa excitado e ilusionado con la idea de que todo se iba a solucionar y de que Iker volvería. Cogió el móvil, marcó su teléfono y esperó. Un tono, dos tonos, siete tonos, silencio. El peor de los silencios.

Este relato participa en la convocatoria #relatosSilencio, de Divagacionistas

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