el temporal

ariadna
3 min readAug 22, 2023

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Edward Hopper, “Morning Sun” (1952)

hace el calor suficiente como para sudar unas bragas recién puestas. el verano me afloja los pensamientos y me cansa los músculos a pesar de que llevo todo el día tirada en el sofá, intentando no moverme para dejar a 0 el contador de energía cinética. en realidad ni siquiera los afloja, solo los evapora hasta que soy incapaz de recordar qué estaba pensando hace cinco minutos. por eso mi lista de tareas pendientes se renueva a cada hora y cuanto más larga se hace menos ganas tengo de tachar cosas.

(acumulo mensajes sin contestar en el móvil, me sabe mal, hace mucho que no veo a mis amigos de siempre y me gustaría ir a la playa con ellos. dicen que no y me contento con un plan informal que también me sirve pero que no sabe a verano en absoluto. ¿a qué sabe el verano, de todos modos?) — repito el círculo.

siento la cabeza pastosa constantemente, paso bastante tiempo sola ahora que no hay nadie en casa, y casi todo ese tiempo estoy pegajosa; me engancho a los sitios pero no dejo ninguna marca, solo un charco de sudor que se habrá disipado en cuanto haya buscado un nuevo hueco de la casa en el que apoyarme. camino por el pasillo con pies ligeros y solo el gato es testigo mudo de que en realidad somos dos aquí.

en la aplicación del móvil todo son soles amarillos y brillantes, la barra de temperatura llega al rojo vivo y es indicativo de que si pongo un pie fuera tendré que arrancarme la piel a bocados a pesar de que escondida en casa tengo esa misma sensación. no sé cómo saciar el temporal. tampoco sé cómo saciarme a mí misma de mí. planeo entre considerarme insoportable y el ser igual que vivir con un fantasma.

como no me apetece hacer nada las horas se alargan indecorosamente. ojalá encontrar la motivación, pero mi cabeza va lenta y parece que no llega a su destino. redescubro que tiendo al aislamiento cuando no hay nadie cerca.

hago cruasanes de chocolate para pasar el tiempo, me tumbo bajo el aire acondicionado con las extremidades separadas y un reguero en la espalda, me hincho la barriga de agua fría de la nevera y durante unos segundos es como flotar en una balsa. repaso los catálogos de netflix y de amazon. al final hago lo mismo de cada verano: escojo una playlist y me encierro en mi cabeza a imaginar historias que no suceden y que no puedo escribir porque mis dedos no conocen las palabras; estoy condenada a ver cómo maltrato mi propio potencial.

lo que hago es un gran pasatiempo que no requiere de ningún esfuerzo: te tumbas en cualquier lado, desenfocas la mirada y de repente las horas pasan más rápido hasta que llega el día siguiente. solo cuatro días más hasta que aterrice el fin de semana.

en verano esta casa es una soledad ineludible. intento escapar como puedo, pero a veces una casa sola es sinónimo de un sujeto solitario y a veces no sé por qué mi cabeza se empeña en torturarme con cosas que no son verdad.

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