El triste final de una historia feliz: una vida editorial en Marvel/Televisa

Arturo Erremental Nessuno
33 min readSep 23, 2016

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En el principio fueron los cómics. Mi vida seguramente sería muy distinta si las páginas de un cómic no me hubieran enseñado el gusto por la lectura y los mundos de ficción. De niño me preguntaban dónde había nacido y contestaba que en Nueva York, para agobio de mis padres que corregían: “no, fue en la ciudad de México, en la clínica de su papá, ¿de dónde habrá sacado esto este niño?”. Pues de los cómics de Spider-Man. Yo quería al crecer convertirme en fotógrafo, tener una novia como Gwen Stacy y por la noche salir a ser el Hombre Araña. Crecí, estudié Comunicación -casi repruebo la materia de foto-, no tenía suerte con las chicas y me di cuenta de que no estaba tan fácil ser el Hombre Araña. Pero la vida me recompensaría con lo más cercano: trabajar en Marvel Cómics y a la postre llegar a ser su editor en México. Lo que sigue es un recuento de cómo esa historia feliz fue descomponiéndose hasta su macilenta conclusión.

1. Llegada

Entré a Marvel por una afortunada cadena de azares. El amigo de la amiga de un amigo avisó de un trabajo para el cual le habían hablado y no podía tomar, ella me habló para pasarme el dato y al día siguiente estaba en las oficinas de Editorial Televisa, en Santa Fe, Ciudad de México, para entrevistarme. Corría abril de 2005.

Televisa había adquirido los derechos para publicar Marvel luego de muy malos manejos de Editorial Vid (cortar de tajo las sagas que se vendían pobremente, incrementar sin previo aviso el precio de las exitosas, incluso siguieron sacando cómics después de que Televisa adquirió los derechos, hasta que Marvel, EUA les mandó un aviso de cease & desist). Ese día conocí a Giobany Arévalo Ruiz, todavía coordinador editorial de la revista Conozca Más, próximo a ser editor de Marvel, y Ángel R. Quiroz, redactor de Conozca, que ascendería a coordinador editorial de Sync, una revista –mezcla de PC Magazine y Maxim- de la que Giobany también sería editor y que yo corregiría a la par de los cuatro títulos iniciales de Marvel que también traduciría: Fantastic Four, X-Men, Spectacular Spider-Man y Wolverine. Conocí a Mauricio Núñez, director de arte de Marvel, tenía cara de pocos amigos detrás de la Mac y creí que nunca me llevaría con él, poco sospechaba que sería el mayor tesoro que sacaría de esas instalaciones –algún tiempo después Mau me confesaría que ese día estaba particularmente malhumorado porque les habían pedido armar el álbum de la primera película de Cuatro Fantásticos, pero sin la relación de número de estampa y posición en el álbum, por lo que era cuestión de adivinarle; a eso terminaríamos llamándole la “carrera de obstáculos”, pues en la mayor empresa de medios de Latinoamérica cuando no servía la Xerox, fallaban las impresoras láser, o la red se caía, o nadie sabía qué código de barras correspondía, o faltaba el business plan, o te arrojaban a un lugar sin ventilación ni ventanas ni espacio para poner galeras. También conocí a Ruy Xoconostle, jefe de todos nosotros, un tipo muy especial que no acostumbra dar la mano al saludar y puede tener tres horas al equipo en pleno frente a una pantalla para definir una portada, pero acaba justificando cada elemento en ella y conoce a fondo el oficio editorial. Más pronto de lo que pensaba había entrado a las filas de Marvel Cómics México en el puesto de corrector de estilo y traductor, cobrando por honorarios.

Aunque siempre he profesado la filosofía de que al trabajo no va uno a hacer amigos, sin duda constituye una ventaja. Con Giobany, Ángel y especialmente Mauricio el clic fue inmediato, teníamos gustos musicales, estéticos y sentido del humor parecidos, lo mismo con Jaimito, Jaime Esquivel, director de arte de Sync, quien era mayor, pero tan inmaduro como nosotros, e incluso con Alfredo Garay, editor de Conozca Más. Con Ruy llevé una respetuosa relación profesional, creo que me lo gané con mi trabajo, pues al poco tiempo de iniciar mis labores con Sync y Marvel también me dio correcciones para Men’s Health y Conozca; un día Mauricio me comentaría sorprendido que era el primer corrector con quien Ruy no se peleaba. Sync tronó, Marvel siguió y de esos cuatro títulos iniciales, una década después publicábamos aproximadamente 20 ediciones mensuales, además de semanales, Deluxe, Omnibus, Monster, Biblioteca Marvel, Best Sellers. Siempre reconoceré en Giobany y Mauricio a los pilares que revivieron un negocio muerto en México; a partir de la aparición de los cómics de Marvel en Editorial Televisa, las tiendas de cómics resurgieron e incluso aparecieron nuevas editoriales en el panorama. Pero en tercer lugar, modestia aparte, debo colocarme a mí, que también participé en esas ediciones desde un principio. Y supongo que si mi contribución hubiera sido deplorable no habría pasado más de una década trabajando para el mismo lugar y para la misma gente… pero siempre cabe la posibilidad de que todo sea una ilusión.

2. Carrera de obstáculos

Como ya adelanté, era increíble la cantidad de impedimentos para trabajar como la gente en Editorial Televisa, empezando por el simple hecho de tener un lugar digno. En algún momento nos mudaron del 2º. al 3er. piso, la distribución geográfica del poder en Editorial Televisa sigue la lógica del Paraíso en la Comedia de Dante, el 4º. piso funge de novena esfera celeste donde habitan “los divinos”. Debo decir que en la más de una década que pasé colaborando de una u otra forma ahí nunca me tocó que algún director de la editorial se tomar el tiempo de conocer al equipo de Marvel. El caso es que en esa primera de varias mudanzas a través de los años, a mí me sentaron en un pequeño escritorio adjunto a Giobany que no resultaba muy decoroso, por lo que me trasladaron a un lugar que, personalmente, resultó menos decoroso. En el 2º. piso estaba lejos de todos los equipos con los que trabajaba, arrinconado en una isla de edición donde tenía que esperar a que los compañeros de junto fueran a comer para robarles una hora de red.

Un viernes, día en que se tiene por costumbre salir temprano de la editorial, subí para preguntarle a mi editor de Men’s Health, Jorge Pedro Uribe, si se le ofrecía algo más. Me dijo que en máximo media hora me pasarían unos textos a revisión. Pasadas casi dos horas, subí de nuevo para encontrar solitario al buen Croma, Oswaldo López, director de arte de la revista, quien me informó que el resto del equipo tenía rato que había partido. Al otro día encontré a Jorge Pedro en el Tianguis del Chopo, cuando lo encaré sobre el colgón, él solamente rió cual si jocoso chiste hubiera contado. En Men’s Health también estaba “el César Bono”, un chavo que habían traído de Récord como gran promesa del periodismo deportivo, lo mandaron al mundial de Alemania, no mandó una sola nota, se gastó todos los viáticos y nunca volvimos a saber de él. Con lo buen editor que ya reconocí en Ruy, la verdad es que la mayoría de sus elegidos dejaban mucho que desear.

Pero por encima de gente incompetente, lugares criminales y complicaciones técnicas, el peor obstáculo -por no decir calvario- para trabajar en Editorial Televisa está en cobrar. Es casi una chamba aparte. Perseguir a Giobany. A la secretaria. Dicen de cobranzas que no está la revista. La revista está hace un mes. Se confundieron con el número de edición. Es que, ¿por qué hay tantos títulos de Vengadores? Aprendí que no había blanca Navidad, durante los primeros años nunca cobré en diciembre. Cierto, para enero eras rico, pero es difícil decirle a la tripa que aguante cuando todos tienen sendos pavos en sus mesas. Luego se volvió al revés, el único mes que cobrabas a tiempo y entero era diciembre, pero en enero ni la mitad de lo que correspondía te pagaban. Este fue un problema persistente en la más de una década que pasé ahí, agudizado en el momento que llega DC Comics –había resultado buen negocio-, la División de Cómics es creada y el equipo crece. Hasta eso, en Marvel no nos iba tan mal; en DC, una noche me escandalicé al escuchar que todavía en marzo de este año había a quienes les debían pagos del 2015.

Al cumplir el año, Ruy me había ofrecido un contrato que si bien me daba prestaciones, implicaba ganar significativamente menos en un momento que necesitaba fluidez de efectivo. Como también traducía, pedí unos pesitos más para firmar, Ruy me dijo que por tabulador no podía. Me daba miedo que una vez firmado el contrato podían ponerme a corregir TvyNovelas. Llegamos al acuerdo de que seguiría trabajando por fuera, ya sin acudir diario a la oficina y creo que, de hecho, empezó a irme mejor.

Cuando en 2012 se creó la División de Cómics y fuimos llamados el maestro Mauricio Matamoros –el mayor experto de cómics en México, a quien conozco desde antes de Televisa porque ambos colaboramos en el semanario sábado de unomásuno-, y yo para ser editores de DC y Marvel, respectivamente, Giobany nos prometió que tendríamos planta máximo dentro de un año. Y cada año había algún pretexto para que no cumplirlo. Sin embargo, cuando en septiembre de 2015 la señorita Ethel Sánchez entró al flamante puesto de coordinadora editorial, desde el día uno tuvo su gafete con foto, es decir: nómina (dicen que con muy buen sueldo), planta y prestaciones. El detalle no pasó desapercibido para el equipo. No puedo hablar en nombre del maestro Matamoros, pero poco después me pidió que nos reuniéramos con Giobany para tratar el tema la planta, me parece que fue su educada manera de señalar la burla que eso había significado para quienes llevábamos años apoyando el esfuerzo de los cómics en Televisa. En mi último día sólo alcance a decirle: “nunca nos dieron la planta, maestro”.

3. Impase y retorno

A finales de 2008, Giobany me avisó que por la crisis mundial, en 2009 no habría dinero para colaboraciones. Gran parte del 2009 lo pasé escribiendo guiones para la barra matutina de Canal Once. Lo dejé en octubre y la verdad empezó a irme muy mal. A finales de ese año invité a comer a Giobany, básicamente para hacerle la rogona, me reveló que los rumores de que llevar DC a Televisa eran ciertos, y para entonces habría chamba. 2010 lo pasé haciendo distintos trabajos independientes –traducciones, correcciones-, entre otros para Marvel y Televisa. A principios de 2011, Giobany me llamó para ofrecerme editar mensualmente unas revistas de Marvel-Disney que no eran precisamente cómics, sino actividades para niños pequeños, al mismo tiempo que me delegó la traducción de Max, la versión triple equis de Marvel con historias de Punisher, Deadpool y Alias, de modo que era muy divertido, pasar de un mundo infantil a la violencia, drogas y sexo de Max.

El 11 de junio de 2012 Giobany me anunció que había terminado el contrato de publicación para las Marvel-Disney, pero que él dirigiría la nueva División de Cómics de Editorial Televisa, y quería a Matamoros para editar DC y a mí para Marvel. Fue un día feliz.

Mi inicio no tanto. Desde las Marvel-Disney, como yo trabajaba para la empresa pero no formaba parte de ella, desconocía las especificaciones de los machones, páginas que generalmente van al final de cada cómic con los créditos de la editorial, la leyenda legal y la portada de la próxima edición que supervisaba Giobany. A veces el material que mandaba Marvel Estados Unidos no incluía esta imagen y él recurría a lo más fácil: Internet. En cierta ocasión un servicio social muy ruidoso me llamaba la atención sobre un Amazing Spider-Man que acababa de llegar y como estaba ocupado seguí a lo mío. En la tarde recibí un privado por Facebook del ruidoso servicio social con el enlace a un texto que acusaba a Editorial Televisa, pero explícitamente a mí, de cometer plagio. Resulta que Giobany no se fijó que la imagen bajada para anunciar el siguiente número incluía el nombre de un maquetero. Con toda honestidad debo decir que hasta ese momento conocí lo que era un maquetero: chavos que borran los diálogos de los cómics en inglés para subirlos en sus propias versionas de dudosa calidad visual y literaria. Entré en pánico, la buena o mala crítica hacia mi trabajo podía entenderla, ¡pero una acusación de plagio! Tendré muchos defectos pero robarme el trabajo de otra persona nunca ha estado entre ellos. No sabía si contestar personalmente en línea o atenerme a una postura institucional. Busqué a Giobany, no lo encontré. Localicé a Mauricio, quien me tranquilizó y al otro día estaba cerrada la absurda página de los piratas que acusaban de plagio (sería mi primer encuentro con los fundamentalistas del cómic por Internet, pero me detendré en ellos más adelante). Pero nadie en la empresa nadie se preocupó por esclarecer el malentendido, mucho menos para limpiar mi nombre. Lo único que hubo fue un mensaje de Giobany en el Facebook de Marvel anunciando una severa reprimenda o algo así para la persona responsable. Se convirtió en chiste local, Mauricio y yo bromeábamos cuando Giobany cometí algún equívoco que tomaba sus severas reprimendas y se daba un manazo él solo.

Parte constante de la carrera de obstáculos durante en Televisa eran herramientas esenciales como las computadoras: o no había las suficientes, o no servían, o el software era incompatible con las otras, o con las versiones en que venía el material de Estados Unidos y cambiar una máquina toda una hazaña. La computadora que tuve carecía de la variedad de fuentes que manejábamos –tratándose de cómics hablamos de un abanico infinito- y por alguna razón no era posible instalarlas, cuando hacía cambios tenía que estar adivinando y al final Mauricio revisaba en su computadora que todo quedara bien. Poco antes del cierre de mi primer Omnibus, un tabique para conmemorar el 50 aniversario de Spider-Man, la empresa convocó a sus empleados de nómina a un ineludible “curso de integración”. Cuando apenas estaba familiarizándome con los pormenores técnicos de la chamba me quedé prácticamente solo para cerrar un Omnibus y ediciones regulares sin una máquina decente. Recibí la ayuda del maestro Matamoros para meter correcciones y Mau Núñez volvió a tiempo para retrasar un par de días –no podían esperarnos más- el cierre de la edición, pero no lo suficiente para quedar seguros de lo que mandábamos. A Giobany no lo vi de plano sino hasta varios días después, ya que viajó a la Comic Con de San Diego. Me causa mucha rabia que mi nombre venga como editor de ese Omnibus.

4. Los fundamentalistas del cómic

Con lo del escaso pero urgente retraso para el Omnibus que ya expliqué, algo sucedió. Recibí por Twitter el recado de una usuaria –por lo menos se presentaba como mujer- para hacer escarnio de mí por esa decisión. Digo raro no porque la cuenta se hubiera abierto recientemente, nadie la siguiera y ella sólo siguiera a 10 usuarios –la mayoría, personalidades de la farándula-, sino porque era un dato que sólo podía saber alguien dentro de la editorial.

En el arranque de la División de Cómics, Giobany nos había instado a tener una cuenta de Twitter y promover nuestro trabajo. Yo había abierto la mía unos meses antes, básicamente para ganar los conciertos a un concierto, pero no usaba mucho el medio. Como el escándalo del falso plagio ya me había demostrado que ahí dentro nadie movería un dedo por mí, decidí empezar a usar Twitter para informar fechas de cierre y publicación, portadas futuras y, en general, acercar al proceso editorial a los lectores finalmente a ellos nos debíamos.

Claro que parte de mi chamba consistía estar pendiente de los errores propios y de los demás. Allá en los inicios de Marvel en Televisa, Giobany quiso incorporar a una especie de celebrité en la escena del cómic mexicano como traductor, sus textos eran un dolor en la zona baja que había que reescribir hasta que decidió prescindir de sus servicios cuando le demostré que “bloody”, usado en el sentido inglés de maldición, lo traducía literalmente como “sangriento”. Uno de los míos que más presentes tengo de los albores en mi etapa de editor, sucedió con un Monster Edition de La cruzada de los niños (una historia sobre los hijos perdidos de la Bruja Escarlata), recuerdo haber pensado fugazmente en la curiosidad lingüística de que el inglés “diversión”, que quiere decir distracción se escriba tan parecido al español “diversión”. Para colmo, hicimos un evento en el restaurante Comic-X de Santa Fe en el que me comprometí a tener ediciones cada vez mejor cuidadas. Pronto recibí un tuit quejándose amargamente de mis palabras, lo que había salido publicado era “diversión”, no “distracción”, y qué podía decir, ¡tenía razón! Había leído tres veces esa cosa y lo que había acabado publicado era “diversión”… Creo que cualquier traductor reconocerá que uno debe mantenerse atento de estos juegos mentales cuando se trabaja a destajo, por más pendiente que quieras mantenerte de la historia, por simple agotamiento el cerebro empieza a completar por su cuenta, quiero decir que he visto en Netflix “El señor de las moscas” traducido como “El señor de los archivos” (aunque ahí también entra la cultura general, pero esa ya es otra historia) e incluso a historias clásicas de Marvel EUA les hemos corregido nombres de personajes intercambiados (X-Men: Days of Future Past).

En Televisa parte del problema radica en que la llamada División de Cómics de creció como las flores silvestres, al principio éramos los pendejitos de los monitos a los que nadie daba mucho futuro, y 10 años después, cuando éramos uno de los productos más rentables de la Editorial, todo el mundo quería subirse al barco, porque dicho por Giobany: desde que yo había asumido el cargo de editor de Marvel, los cómics se vendían exponencialmente más año con año, si bien el trato era más de bestia de carga editorial que de editor. Llegó a hablarse de buscar traductores para que el Matamoros y yo nos enfocáramos en funciones propias de los editores, pero fue otra promesa en el aire y. como alguna vez me dijo el maestro, sin contrato no había ninguna seguridad. No teníamos la estatura para actuar en pro del equipo o de los lectores, como cuando un número de Dr. Strange se fue con el precio inflado, todo porque a alguien le daba flojera rehacer el “business plan”, eso sí que era un #televisacomicfail.

Mi intención con Twitter era involucrar a nuestro público en esa cara menos idílica de los cómics, pero me topé con la respuesta intolerante y muchas veces abiertamente grosera de los contribuyentes a un blog de nombre La Covacha y el hashtag promovido por ellos: #televisacomicfail. Supongo que a “los covachos” les irritó mucho que fuera el único que tendía un puente hacia lo que pasaba al interior de la División, porque me agarraron un encono para mí inexplicable, no sólo etiquetaban mi nombre de usuario -@erremental- al menor desperfecto en Marvel, sino también para atribuirme erratas de publicaciones de DC/Vertigo con las que yo no tenía nada que ver, sumado a comentarios vulgares rayanos en lo agresivo en los que delataban tener la muy errada impresión de que por trabajar en Televisa me revolcaba en un colchón de centenarios junto a Emilio Azcárraga. Me enteré que les indignó en especial un tuit que puse sin destinatario especial donde escribí que mientras algunos leían La Pequeña Lulú, yo traducía manuales de policía y cuentos de Graham Swift; no tengo nada contra La Pequeña Lulú, sólo que es el tipo de historieta que mi mamá leería, lo del manual de policías es una de las traducciones más terrenales que me ha tocado realizar y mi punto era llegar a Graham Swift, una de las más sublimes, inglés poco conocido en México, tuve la osada intención de aprovechar a este público comiquero que tenía para acercarlo a la obra de un autor fuera de los cómics. Pues me enteré que nadie peló a Graham Swift, habían preferido en cambio armar tremenda alharaca por un saco que se pusieron sin ser confeccionado a su medida y hasta playeras del satanizado tuit supe que querían sacar. La gota que derramó el vaso fue cuando una amiga sin intereses en el negocio, sencillamente cansada de leer injurias alrededor de mí, cometió el grave error salir a defenderme en Twitter: recibió un racimo de insultos y de “groupie” no la bajaron. Ese día decidí cerrar mi cuenta.

Pero reconozco que la interacción virtual también me permitió conocer a verdaderos amantes de los cómics, menos interesados en los chismes de #televisacomicfail que en preguntarte por tu trabajo o pedir la publicación de algún título, personas abiertas a conocerte y que las conozcas a quienes ahora puedo llamar amigos. Uno de ellos Sir Yorche, Jorge Chávez, un apasionado por nuestras historias al que vi una sola vez en la vida Sir Yorche, en aquella presentación de La cruzada de los niños donde ganó con su hijo una litografía de Alex Ross que obsequiaron en rifa los propietarios de Comic-X. No sé por qué, pero a partir de ese día inmerecidamente recibí su apoyo incondicional constante por distintos medios y manifestaciones a tal grado que en mi mente adquirió la imagen del lector ideal de cómics, atento y entusiasta, fuente de aliento para mi quehacer cotidiano. Hizo su último comentario en mi Facebook en diciembre de 2015, a raíz de una imagen que subí del Omnibus con el clásico crossover ochenteno Secret Wars, aseguraba que tenía prisa por comprar su copia, pues era un libro que pensaba leer varias veces. No le dio tiempo. El 24 de diciembre sufrió un derrame cerebral y para el 25 había fallecido. A veces pienso que hay una lógica sobrenatural en que ahora que Sir Yorche ya no nos acompaña, yo haya salido de Marvel.

5. El equipo crece

Trabajar en cómics es muy divertido, llegas a la oficina y puedes encontrarte una conversación sobre extraterrestres o universos paralelos. A diferencia de una revista “normal”, donde acaso sólo varía la colocación de los elementos en cada sección, cada edición de un cómic es un reto por ser distinta. Mientras hay publicaciones mensuales en las que lo cierto es que trabajan únicamente una semana previa al cierre y echan la hueva otras tres semanas, nosotros no podíamos darnos ese lujo. Mau Núñez y yo habitualmente nos aventábamos los días sin comer –para salir un poco temprano y evitar algo del tráfico de Sant Fe-, no llegábamos a nuestras casas a rascarnos, sino a seguir trabajando. Igual fines de semana. Más si había en puerta un Omnibus, Pasta Dura o Monster. Está padre presumir que trabajas en la Casa de las Ideas sirviendo a Spider.Man, Iron Man y los X-Men, pero la chinga siempre es más de la que imagina cualquiera desde fuera: rompe relaciones, aniquila vidas sociales, es demandante como el amor; hace falta amor para trabajar en Marvel Cómics México.

Sufrimos mucho para conseguir diseñador, Mau requería alguien con ambición, profesional, veloz y responsable para delegar parte de la friega que llevaba años poniéndose. Dany fue el primer prospecto, chico callado y de apariencia responsable, pero que tardaba mucho en las entregas; al preguntarle el motivo, literalmente argumentó que su máquina se gastaba, él trabajaba exclusivamente con la batería de su MacBook y cuando se agotaba, suspendía actividades hasta que volviera a cargar, le prestábamos teclado para que no se gastara tanto. Vino Carlitos, tipazo y gran diseñador, pero muy distraído. Llamamos a Marilú, con quien habíamos trabajado al principio de Marvel, pero en esta etapa tuvo problemas para ajustar horarios, distancias y otras responsabilidades. Liz entró embarazada y perdió a su hijo un día después de que Mau sufriera un microinfarto cerebral, como de costumbre había una tonelada de próximos cierres y un cómic doble para entrega inmediata al que le faltaba la mitad; con Giobany en Colombia, nadie sabía darme razón de algún diseñador emergente y no iba a hablarle a uno de mis amigos diseñadores para trabajar de a gratis, acabé yo formando la segunda parte del cómic doble en mi debut como diseñador. Finalmente llegaría Héctor Negrete, hombre bonachón y atento, pero también humorista nato, los dos estudiamos en la misma prepa y somos unos enfermos de la música, así que no nos costó trabar amistad; Héctor lleva una página de Internet con noticias de cómics y otras áreas de la cultura pop llamada La Cueva del Nerd, ya experimentaría en carne propia la diferencia de ver los toros desde la barrera. Casi simultáneamente se integraría Gilberto M. Palomero, muchacho con gran futuro. Guardo por ambos tremendo afecto.

Hacia finales de 2013 Giobany me pidió buscar una persona para el puesto de Coordinación Editorial: traducir los títulos que yo no hacía (de los que se ocupaban colaboradores externos) y ayudar en tareas diarias de edición. Le avisé a algún amigo que se molestó al no obtener el puesto, pero conociendo las entrañas de la chamba, necesitaba a la persona con las mejores aptitudes, pregunté a colegas por posibles candidatos e incluso abrí una discreta convocatoria (sin mencionar la marca) en Twitter. De la jauría #televisacomicfail que con frecuencia insinuaba que cualquiera de ellos podía realizar mi trabajo, curiosamente nadie respondió. Fue tras un segundo tuit al respecto que se reportó Eva Campos. Tuve una primera opción con antecedes editoriales de peso que terminó por rechazar la oferta, después le hablé a Eva, pese a no tener gran experiencia editorial, me había gustado su prueba de traducción y edición, y quedaba claro su amor por los cómics. Al principio la relación con Eva fue un tanto accidentada, acaso producto de la intensa pasión que sentía por esta oporunidad, incluso llegó a plantearse prescindir de ella, pero conflictos de actitud aparte, yo confiaba en su trabajo. Con el tiempo la situación mejoró, todas las partes nos relajamos y puedo afirmar que al momento de mi salida la relación entre el núcleo editorial de Marvel era óptima y profesional, cuando no francamente amistosa, y me enorgullece haber sido vehículo para la entrada de Eva a Marvel.

6. Andreas

Para septiembre de 2015 Biblioteca Marvel (una colección de bolsillo que a duras penas podía leerse) iba a ser sustituida por Best Sellers, una nueva colección en formato más grande, mejor papel y calidad de impresión, DC y Vertigo sacarían colecciones semejantes. Previo a eso, como los equipos no se daban abasto, Giobany me encomendó buscar a un corrector de estilo que se encargaría por completo de la edición de estos nuevos libros, además de revisar el universo de títulos de la División. Por esos tironcitos que ya mencioné que hubo con Eva, resolví que esta vez buscaría alguien competente, sí, pero sobre todo de entera confianza. Pensé en aquel amigo que se había molestado por no quedarse con el puesto de Eva, esta opción estaba más a su medida, pero su jefe amenazó con suicidarse si se iba (neta) y tampoco era como para perder una vida en el proceso.

A Andreas Naschielt Martínez, la conocí atendiendo mesas en el bar de unos amigos, el Diente de Oro, en la colonia Condesa. La tenía agregada en Facebook donde subía los poemas que de repente escribía y me llamó la atención su ortografía aceptable en un medio donde a nadie le importa. Una noche que acudí al bar, me contaba que quería cambiarse de su trabajo entresemana (algo en la delegación Coyoacán), y no sé si por la dorada ilusión de la cerveza o porque se acercaba la fecha límite para definir el puesto, pero se me ocurrió la brillante idea de que Andreas podía ser esa persona. Seguro, le faltaba, pero creo en dar oportunidades porque las he recibido, y para ayudar a pulirla estábamos Matamoros, Giobany y yo. Cuando entró nos reunimos los tres con ella y fui claro en este respecto: estás en formación, no des el trabajo por hecho sólo porque somos amigos, estás a prueba, para diciembre evaluaremos tu permanencia.

Para el primer volumen de Best Sellers, una historia de Spider-Man titulada Pecados del pasado, tuve tiempo de revisarlo y apoyar a Andreas en su arranque. , Para el segundo, la saga de Marvel Zombies, teníamos otros dos libros encima y Andreas, según lo acordado, debió volar con sus propias alas. Fue un desastre, la publicación tenía visibles errores de diseño y edición casi en cada página, por no hablar de aberraciones en redacción y traducción (realizada por una colaboradora externa años atrás). Cuando la cuestioné argumentó que había detectado las erratas, pero el tiempo se la había comido; el fin de semana anterior al cierre me había llamado para plantearme una duda sobre unas comillas, le dije que por qué no me había planteado los otros problemas, al fin y al cabo el que se echaría la bronca de pelearse para conseguir tiempo extra era yo, y de ser necesario lo reescribíamos, el chiste era que las cosas se fueran bien, además con la confianza de que yo no era un jefe que le fue impuesto, se suponía que éramos amigos. Ni siquiera fue un regaño, fue una llamada de atención en la que en ningún momento levanté la voz o la traté groseramente. Pues fue a acusarme con Giobany de que le había hablado fuerte.

La deabacle sobrevino en noviembre de 2015. La tercera edición de Best Sellers –vol. 1 de la historia Maximum Carnage-, llegó con una “i” adicional en el lomo: “Sipider-Man”. Contundente, Giobany me pidió despedir a Andreas. Platicamos de las erratas que se habían ido escapado lo mismo para DC y Vertigo que para Marvel, pero él también puso énfasis en el comportamiento de Andreas por Twitter –entonces yo ya llevaba mucho alejado de ese mundillo-, donde usaba las tres marcas indiscriminadamente con riesgo de causar un conflicto de licencias, ya había provocado altercados con los #televisacomicfail, pero, según Giobany, había sabido resolverlo con su encanto femenino. Quería correrla de inmediato, pero lo convencí de esperar a la conclusión del ciclo editorial, total habíamos quedado de evaluarla en diciembre y faltaban pocos días.

Esa misma tarde, me llegó un Whatsapp de Giobany que decía algo como “sé que esto no es de Marvel, pero es el mismo equipo, que se vaya ya”, incluía la imagen de un título de Vertigo donde se había ido “harmonías”. Ya era imposible justificarla. Pedí solamente que se quedara a cerrar el Best Sellers, que por lo adelantado de la edición y la premura se complicaba que alguien más tomara, y que ayudara al resto de los cierres entre tanto porque ojos y manos nunca sobran. Estuvo de acuerdo con la condición de que hablara con ella al día siguienta.

Era jueves y, de hecho, Giobany me apresuró a hablar con Andreas. Sin gran preámbulo le avisé de la decisión tomada. El lunes que se presentó, noté que a la hora de la comida se despidió de todos como si se marchara (excepto de Mau Núñez y de mí). Le pregunté a Héctor y me informó que la señorita había pasado a retirarse para volver hasta el miércoles al cierre del Best Sellers. Esa misma tarde teníamos dos cierres de mensuales y yo había establecido que no sólo era el Best Sellers lo que debía trabajar en sus últimos días, pese a que por educación sobraría decirlo, si te vas, te vas cumpliendo tu trabajo. Ante la falta de respeto acudí a hablar con Giobany para ahora sí pedir la cancelación de su gafete de acceso y el pago parcial por el Best Sellers, que terminaría por afinar Eva con Aline, diseñadora de esos libros. Siguió un bombardeo de Andreas por Whatsapp bastante desagradable donde me tachó de “clavarle una puñalada por la espalda”, supongo que eso merezco por defenderla hasta donde pude y depositar una confianza que nunca justificó, pues todos estos hechos se desarrollaron de frente a ella.

Pero todavía faltaba una mayor decepción. Pocos días después, Gilberto me avisaría de un “artículo” en Internet que hablaba de mí. Ahí se me acusaba de usar a Andreas como chivo expiatorio y de actitudes tiránicas en el trabajo, las cuales incluían introducir voluntariamente las erratas para demostrar quién mandaba. No deja de darme risa porque la neta, si me preguntan, creo que me faltó ser un poco tirano durante mi estancia en Marvel, pero nunca me ha gustado arrear a la gente ni meterme con su personalidad mientras cumpla el trabajo. El texto partía de la pifia en el lomo de Maximum Carnage vol. 1 para reclamar que un editor debe leer todo lo publicado, y eso es lo correcto en un mundo ideal, pero en la caótica entidad de la División de Cómics ya les conté cuál fue el trato con Andreas. No se mencionaba en absoluto los errores en las otras marcas, era un ataque directo contra mí con alguna información que sólo pudo salir de Andreas, quien, por cierto, era celebrada como “una correctora con gran experiencia en cómics”, la cual me encantaría que hubieran detallado más allá de los escasos tres meses que le dimos trabajo, el autor era un empleado de la competencia –Panini- y fue hecho público -¿dónde más?- en La Covacha. Nunca fui buscado para indagar en mi postura o derecho de réplica como marcan las normas del periodismo más elemental.

7. Ethel

En septiembre de 2015 inventaron un puesto de Coordinación Creativa para la División de Cómics de Editorial Televisa que inmediatamente fue ocupado por la Srita. Ethel Sánchez. Si me lo preguntan, no sabría explicarles en qué consiste el trabajo, pero me parece que tiene que ver con redes sociales, pues pusieron a Ethel de jefa de Mayra Puga, una niña encantadora que entonces llevaba dos años encargándose de las redes con la orientación de Giobany y el resto del equipo. En tiempos donde son canales con tanta atención, sin duda parecía urgente tener una cabeza especializada en esa área, el problema con Ethel es que la propia May parece mejor capacitada para ser esa cabeza.

Ethel Sánchez estudió psicología. Lo supe de su propia boca la noche que la conocí, viernes 18 de septiembre de 2015, en un rocambolesco discurso de cerca de 10 minutos de los cuales alcancé a entender que planeaba aplicar en los cómics los conceptos de su tesis de licenciatura acerca de los campesinos y el maíz transgénico en Texcoco, a lo que un entusiasta Giobany remató diciendo: “¡haremos el cómic transgénico!”. Mi buen amigo Oscar Zamora, que presencio pieza de psicodelia, volteó perplejo a susurrarme: “Oye, yo no sé mucho de tu chamba –él es periodista deportivo-, ¿pero esto qué tiene que ver?”. Le respondí que nada mientras para sacudirme el pensamiento de qué habrá sentido el resto de los Beatles cuando Lennon les presentó a Yoko Ono. Esa vez, la mayoría del equipo se hallaba reunido para celebrar el cumpleaños de Andreas en el Bar Fénix, de Álvaro Obregón, en la colonia Roma. Más temprano había dado inicio La Mole, una convención de cómics en el WTC, de la que Giobany y Ethel llegaron directamente. Se sentaron frente a mí, la mesa estorbaba mi visibilidad, pero parecía que estaban tomados de la mano, me extrañó porque yo me había quedado en que Giobany era un hombre felizmente casado, ¿pero quién soy yo para juzgar a mi jefe? Si mi impresión fue equivocada, palideció ante el comentario que le oí decir a un borracho impertinente amigo de Andreas quien acababa de conocernos a todos, me encontraba platicando con Abraham Morales, otro buen amigo de la editorial, y de repente nos soltó: “está cabrón eso, ¿no?”. “¿Qué?”. “Coger y trabajar juntos”, en referencia a Ethel y Giobany, que venían acercándose. Di un paso al costado para hablar con Oscar, era una conversación en la que no me interesaba participar, aunque casi enseguida Ethel y Giobany nos invitarían a unirnos para ser testigos de la joya de oratoria ya referida.

El sábado asistí a La Mole por ahí del mediodía y me quedé hasta tarde. May se habrá retirado a las 6, desde ediciones previas del evento tenía el acuerdo con Giobany de levantar material viernes y sábado para descansar el domingo. Ethel llegó pasadas las 7. El domingo harían regresar a la pobre de May desde Zumpango, Estado de México, donde había ido a estar con su familia. Según cuenta la propia May, una de las primeras opiniones que Ethel le compartiría es que a ella no le interesaba saber de cómics porque venía a aportar una visión distinta al negocio, pero May no la vio moverse de un rincón en el gran y aburrido stand de Editorial Televisa, en lugar de sacar videos, tomar opiniones de los visitantes, o lo que sea que hagan los psicólogos en la industria del cómic. También le pediría dejar de leer cómics, porque su trabajo –redes sociales- era más importante que el de todos nosotros –editorial-; valdría la pena anotar que sin 10 años previos de publicación de cómics difícilmente existirían esas redes sociales. A mí se me ocurrían cuatro conocidos con experiencia en redes, mercadotecnia y editorial que quizá no sean expertos en cómics, pero estoy seguro de que lo primero que harían sería compenetrarse con el medio.

Una de sus primeras grandes ideas era volver a los integrantes de la División de Cómics “personalidades públicas”. Antes de eso con Giobonay siempre se había hablado que el protagonista era Marvel, por eso importaba el cuidado de las ediciones, porque si un error se iba, la gente no pensaba en mi nombre, el suyo o el de cualquier otro, pensaba en Marvel, por lo que los éxitos y los fracasos resultaban de un trabajo en equipo. Por fortuna, nunca se dieron pasos concretos hacia esta nueva dirección egocéntrica. Hasta mi salida, nunca vi pasos concretos de esta nueva área en ninguna dirección, más allá de que Giobany se volviera fanático de mandarnos de #televisacomicfail por Whatsapp las imágenes, en lugar de tratar las dificultades en corto, como antes sucedía.

El personal de apoyo que tiempo atrás nos habían prometido al maestro Matamoros y a mí para concentrarnos en la edición nunca llegó, pero sí mucha gente para SMASH, una de esas ideas que lucen bien en el papel y te sorprende que una empresa del tamaño de Televisa no pueda llevar a buen puerto, lo mismo que sucedió con Epicon, un intento por organizar la convención de entretenimiento más grande de México -para la cual nos pidieron ideas de posibles invitados, llegándose a manejar los nombres de Robert Downey Jr. y ¡Stan Lee!-, que terminó en un rotundo y costoso fiasco. SMASH aspira a ser el principal portal de información “geek” en México, pero ni siquiera pueden vincularse bien sus notas en Facebook, increíblemente está desligada del resto de las redes de Televisa y avanza con el paso firme de una gallina degollada.

8. El triste final

A finales de 2015 Giobany me comunicó una de las noticias más alegres que viviría que en Marvel EUA planeaban una edición especial de Deadpool completamente en español para presentar a un nuevo personaje: Masacre, “el Deadpool mexicano”. Le habían preguntado por alguna sugerencia para traducir el guión en inglés y Giobany me nombró la mejor opción. Fue una de mis mejores aventuras en Marvel. Pese a que no cobré un quinto más de lo que ganaba, colaborar con los auténticos cerebros de Marvel a nivel mundial y ver mi nombre en la primera página, debajo de los autores -en lugar de en la última página con letras minúsculas-, lo sentí una recompensa personal por una década de vida dedicada a Marvel que nadie me puede quitar. Pocos meses después era un apestado.

Publicamos ese número de Deadpool en un especial semanal a principios de este año. Para qué fingir, era un cómic que yo quería presumir, regalárselo a todos mis conocidos. Cuando el cómic estaba listo para entregarse, noté que al calce de la primera página faltaba una leyenda que integrábamos en todas las publicaciones, “Publicado por Marvel USA en…”, donde especificábamos el número y año de la edición original en inglés. Yo estaba partiendo para seguir trabajando a casa, así que le escribí a Héctor el texto que debía ir y le pedí que lo añadiera, todavía le dije: “cuidas que todo quede bonito y camina”. Pues la publicación salió con la leyenda encimada en los últimos créditos de los creadores del cómic. Me sentí abatido y le conté a Giobany lo que había pasado. Héctor es un diseñador de excelentes cualidades a quien simplemente la vorágine de Editorial Televisa le pasó factura, ya antes se le habían roto unos spreads –imágenes a doble página-, algo inédito en la hisoria de Marvel, y lo acompañé para hablar con Giobany, porque así como sentía que mi responsabilidad era mantener consciente a cada miembro del equipo de su parte en el producto final, siempre asumí mi responsabilidad de editor y peleé por mi equipo en la medida que lo permitía mi posición dentro de la empresa, idéntica a la de ellos.

El único otro error mayúsculo durante mis últimos meses en Marvel apareció en el Monster Edition con los siete números originales de Civil War, historia que inspiró la película Captain America: Civil War, por estrenarse en esos días. Se trata del título más veces reeimpreso en la historia de Marvel Cómics México, el año anterior lo habíamos publicado en pasta dura. La nueva versión fue coordinada personalmente por Giobany, el equipo se encontraba atareado con los cierres de un Monster y un Omnibus. Mauo trajo un día los archivos de interiores al tamaño, Giobany se los dio a leer a Horacio López Velázquez (el corrector que había reemplazado a Andreas) y la verdad es que yo no quería nada que ver con el asunto para que después no me achacaran fallas de una edición en la que no estuve involucrado, pero terminé metiendo las correcciones señaladas por Horacio, pues no había nadie más quien lo hiciera. La cuarta de forros del libro, que por lo demás lucía un esmerado barniz fruto de las habilidades de Mauricio, era mancillada por un “siste” en lugar de “siete”. La portada yo la había conocido hasta que hubo necesidad de hacer unos anuncios, al preguntar a Eva y Horacio si les habían pasado alguna prueba de la contraportada, negativo. Bueno, no podemos responder por un trabajo que no leímos. “Cuatro veces lo leyó Giobany”, me confiaría Mauricio. Y la prueba de forros se había ido firmada por él.

En diciembre de 2015 la División de Cómics y los equipos de muchas otras revistas fueron llamados a una junta magna con el Sr. Porfirio Sánchez Galindo, director de la editorial designado unos meses atrás, previamente pidieron a los directores editoriales que nos despojaran de celulares o cualquier instrumento de registro o comunicación similar. Don Porfirio inició así su exposición: “Nosotros no estamos aquí para ganar dinero, sino para crear contenidos. Si estuviéramos aquí para ganar dinero, estaríamos vendiendo grapas de coca en el metro”. Son palabras que jamás olvidaré por lo lamentables: lamentables para el estímulo de tus empleados, lamentables para proyectar tu liderazgo y lamentables como mentalidad empresarial, porque, seamos honestos, si nos vamos a dedicar a vender cocaína, creo que mejor opción sería un bar de Polanco… o de Santa Fe, of all places. Yo amaba mi trabajo, pero lamentables también porque me hicieron perder toda esperanza de regularización en los pagos, además no inspiraba mucha credibilidad que uno de los asesores estrellas de don Porfirio se presentara con el nombre del personaje más violento de The Fight Club. La junta fue reveladora en otros sentidos también: por ejemplo, cómo el éxito de las portadas exclusivas que los cómics elaborábamos para Sanborn’s estaba siendo usado para negociar mejores espacios de colocación en las tiendas para otras revistas. O sea que no estábamos haciendo las cosas tan mal.

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El viernes 27 de mayo de 2016, llegué al trabajo un poco más desanimado que lo habitual, el día anterior había ido a tratar pantanosas materias familiares, económicas y legales, mi madre llevaba dos meses sin caminar y mi padre enfermo desde 2005. Acabba de encender la computador, me disponía a meter correcciones del Sam Wilson, Captain America que me había llevado para leer y Giobany se acercó para invitarme un café, pese a saber que no soy aficionado del oscuro brebaje. “Un té, un té”. Pero no me llevó al puesto de café, sino a un rincón apartado de la editorial.

Me dijo que el día anterior se había celebrado una junta, alguien de los altos mandos había encontrado los errores en las publicaciones y le habían pedido mi puesto. De los errores, Giobany únicamente me precisó uno, ese de Deadpool que les contaba.

Ya saben cómo es esto, luego me llegaron rumores de que si la junta nunca ocurrió; que si en la portada de Caras se fue “Shakira mama de nuevo”, se equivocaron de marca en un suplemento pagado y debió irse todo el equipo; que si es por eso en DC hay el triple de errores; yo sólo puedo contarles la versión que oficialmente me dieron. Pero si la junta fue real, es natural suponer que le hayan dicho: “y el colmo fue el error en la 4ª. de Civil War”, y ahí conozco lo suficiente a Giobany para imaginar que nunca diría que el error fue suyo, no mío. No con mala intención, pero porque la mayor virtud de Giobany es también su principal defecto: no le gusta pelear con la gente. Pero, como jefe, no hay de otra, a veces debes pelearte y pelear por la gente que te mantienen de jefe.

No les voy a mentir, sentí que el mundo se me venía encima, con un préstamo en el banco y dos padres enfermos. Una década dedicada a un oficio para el cual vivía más que vivir de él para no llevarme ni las gracias. Pero hubo algo que Giobany sí añadió: que como él apreciaba mi trabajo, me daría la traducción de un nuevo proyecto mensual para DC que empezaría a pagarme a más tardar en agosto, con la condición de mantenerlo en secreto y conseguir quien me prestara recibo, “porque los de arriba sabían mi nombre”.

¿“Los de arriba sabían mi nombre”? Pues ¿qué le había hecho yo a Televisa? No había puesto una bomba, no había robado material de trabajo, no había prestado mi gafete para que alguien ajeno a las instalaciones. Si “los de arriba existen”, me parece que la mínima cortesía que pudieron tener es conocer el rostro de la persona que les trabajó durante más de diez años como buey y aguantarse sus atrasos en los pagos, no para hacerlos cambiar de opinión, sino porque tal vez hubieran aprendido algo del esfuerzo que hay detrás de un producto que tan buenos dividendos rinde.

Pregunté si podía meter las correcciones que traía, pero Giobany sugirió que era mejor mi partida inmediata. Alcancé a despedirme de algunos integrantes de DC, de una parte de mi equipo (a Mau y May ya no los vi porque no acudieron ese día), de Ramón, nuestro agente de ventas a quien darían la patada tres meses después (a la semana de haberse casado), de algún otro amigo de la editorial y de los chicos de producción que tanto me apoyaron: Paquito, Andrés, Alvarito, Mario. Fui a entregar mi gafete y a la semana regresé para recoger el reembolso por 250 pesos, el día era gris, desde entonces no he vuelto a Santa Fe. Tardaron dos meses en pagarme lo que me debían por lo ya trabajado.

En los días posteriores recibiría muchas muestras de solidaridad incluso de gente que no esperaba, colaboradores directos, pero también personas de la editorial que indirectamente sabían de mi trabajo e incluso de un ilustrador mexicano para Marvel y DC en EUA, quien me invitó a comer preocupado por lo que había pasado. No me llevé indemnización, pero -más allá de dimes y diretes, cotilleos cibernéticos y capitanes que ignoran la faena del marinero- me queda el consuelo de ser valorado por quienes me conocían a mí y los entretelones de mi chamba.

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Traduje el volumen de Mad Love & Othe Stories para DC a las pocas semanas de mi salida. Mi amigo Rodrigo de Sahagún Sedano me prestaría recibos para cobrar.

Julio fenecía sin novedades. Si el pago saldría en agosto, ya tendríamos que haber empezado con la dada de alta como colaborador de Rodrigo, pero sobre todo, ya tener noticia de la siguiente traducción. Hasta el día en que por casualidad vi el libro a la venta, Giobany escribió solicitando la documentación de Rodrigo, de la nueva chamba ni una palabra. Yo había aceptado la oferta, cierto, por la cochina costumbre pequeño burguesa, pero también por considerarlo la ayuda de un amigo, y Giobany mejor que nadie conoce los tiempos de Televisa, si hubiera querido ayudarme, sabiendo que la publicación saldría a principios de agosto, habríamos iniciado el proceso a mediados de julio, porque como cabía esperar, una vez enviados los papeles empezaron los reparos, comprendí que había sido un lavado de conciencia para el momento.

Pero estuvo bien. Me dio tiempo para pensar. Había dedicado más de una década a una empresa que nunca me proveyó de condiciones propicias para mi labor, que me echó como un perro sarnoso, ¿y ahora iba a trabajarles en la sombra, como delincuente? ¿Por qué esconder una actividad honesta? Quizá no sea el editor adecuado para Marvel, pero bueno o malo, siempre he dado la cara por mi trabajo. Y me di cuenta de que sólo regalándoles esos pesos podía recuperar mi nombre y mi voz para esta historia, lo contrario habría significado vivir con la cabeza agachada y callar para siempre.

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No falta que alguien sabe que trabajabas para Televisa y te pregunta sobre la conspiración nacional que presuntamente se teje ahí. Yo era un humilde obrero del cómic y no sabría decir si a nivel noticias o qué-sé-yo se tejen las artimañas de “la mafia del poder”. Desde mi perspectiva, al ser una empresa tan grande, Televisa es reflejo del potencial y los vicios de México: corrupción, nepotismo, negligencia, pero también gente que sólo busca un espacio profesional para explotar sus capacidades y de paso aportar a la felicidad de un montón de otras personas; por supuesto, crear contenidos, pero al mismo tiempo realizar el sueño que por todas partes te cuentan: vivir de lo que te gusta. Pocas cosas me han gustado tanto como trabajar para Marvel. Con todo y la lucha por los pagos, y la carrera de obstáculos, y los capítulos amargos. Será difícil volver a encontrar eso. Pero la vida sigue. O, bueno, también eso es lo que cuentan.

-Arturo G. Aldama

septiembre, 2016

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