Conurbanos

ÁSPERA
6 min readNov 3, 2023

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“Soy del conurbano profundo, de Merlo Gómez”, dice Javi Roldán y no puedo no imaginar una jungla, una selva, un espacio verde frondoso lleno de especies altísimas que pelean y buscan el sol. Además de ser docente, curador y poeta, Javi es editor en Patronus Ediciones, un sello enfocado en la poesía. El catálogo reúne poetas consagrados como Osvaldo Bossi, Gabriela Borrelli Azara, Juan Fernando García y voces novísimes como Felipe Zaldivar o Simón Azar.

“Soy del conurbano profundo” dice, y pienso en Mirtha Legrand espantada por el conurbano. Una señora ella, bah, la señora. Yo soy de Berazategui, no tengo una selva como me gustaría, pero también digo que soy del “conurbano profundo”. Ciertamente no conozco la profundidad y estuve en muy pocas localidades. ¿Luján y Mercedes son parte del conurbano?

De igual manera, (descubrí esto hace muy poco) no existe cosa tal como “el conurbano”, sino más bien: conurbanos dentro del conurbano. Los profundos, los superficiales, los paquetos, los ruidosos, los explotados de gente, los tranquilos, los verdes, los grises. Javi Roldán apostó a esto y, hace poquito, lanzó la colección AMBA: seis poemarios hermosamente diseñados y cuidados por Alfredo Machado. Cada libro tiene, en la contratapa, una estampilla postal que refleja el distrito que representa. Y, además, al inicio, letreros ferroviarios de la localidad en cuestión.

Patronus publica poesía federal, pero ahora, con esta nueva colección, territorializa y particulariza aún más el mundo. Javi me cuenta que pretende buscar una voz poética, contemporánea y representativa (tarea muy complicada) de cada uno de los 40 municipios del AMBA. De momento, los títulos publicados son: Lugares comunes de Pilar Sanjurjo (Almirante Brown), Poemas de amor para muchachas peronistas de Poshitsa (Morón), La seca de la suerte de Nina Ferrari (Moreno), Hay equipo!!! de Leonardo Oyola (La Matanza), Un acto de fe de Danilo Zárate Pacheco (Merlo) y Declaración Jurada de Gonzalo Montenegro (Malvinas Argentinas).

Lugares comunes de Pilar Sanjurjo

Este fue el primer poemario publicado, la génesis de la colección. La primera edición, era un libro mucho más pequeño, hecho casi todo a mano. Ahora, no solo la presentación es otra, sino que algunos poemas cambiaron y otros fueron reemplazados por nuevos.

Pilar, co-fundadora de los ciclos de poesía Si tuviera un paraguas te lo daría y Primavera todo el año, construye, en este libro, una voz poética que se desplaza con agilidad entre la ternura y la destrucción. La sangre, los moretones, las heridas conviven con los besos, una mano sobre la espalda desnuda. Una rata muerta, el frío del mar habitan el mismo espacio que la previa antes del sexo, los murmullos de una vecina al otro lado de la pared.

Esta voz poética respira el peligro, el derrumbe, percibe la devastación que aparece en lugares comunes, habituales, cotidianos. Escribe sobre esos dolores que, a propósito, ignoramos, decidimos transformar.

Poemas de amor para muchachas peronistas de Poshitsa

Leo estos poemas como una exclamación de guerra, un grito, una arenga. ¿Sabían que la primera vez que se utilizó la palabra “homosexual” no fue en el ámbito médico, sino en 1869 en un panfleto alemán para legitimar las relaciones entre personas del mismo sexo? Estos poemas me remiten a esa lucha, poemas lesbianos llenos carga política. El ritmo, la forma, el sonido, remiten a esa lucha imperativa.

Perón, Evita, Cristina, aparecen como ecos que la voz poética retoma y transforma para que su mensaje se vuelva lésbico conurbano. Esta voz le habla a la chica que le gusta del supermercado, a la que recién conoció y con quien comparte un desayuno por primera vez, a la chica que fue a ver justo cuando decretaron el aislamiento obligatorio por COVID. Las banderas aparecen, como en una foto, de fondo, dando vida y color a las imágenes. Esta voz poética historiza su mundo, su paso por él, sus luchas.

Poshitsa, creadora del servicio Bibliotecaria a domicilio, nos trae poemas de amor: amor a las chicas, amor a un movimiento, amor a la patria.

La seca de la suerte de Nina Ferrari

Nina Ferrari, autora de la novela Los días se volvieron ceniza, el poemario Sustancia y el libro de relatos Mariposas negras, construye, en este poemario, una cadena de Ars poéticas. La reflexión sobre la poesía misma es central en este libro. Lo contemporáneo y lo primitivo dialogan en cada estrofa. La academia y lo profano discuten, podemos ver una reflexión particular sobre el aquí y ahora.

Hay equipo!!! de Leonardo Oyola

El epígrafe de un animé, un paratexto que nos anima a ser parte de una tribuna exaltada. Este libro contiene un solo poema, un poema río plagado de referencias a una época que fue y ya no es. Una generación que quedó eclipsada por nuevas tecnologías, falta de contacto, de encuentro.

La voz poética apuesta a la cadencia, el ritmo, la musicalidad: la forma es el centro y, por momentos, podemos sentirnos inmersos en esos partidos que se evocan. Al mismo tiempo, se construye un lector capaz de decodificar esos sonidos, esos gestos. No quiero hacer de esto algo teórico, pero esto exige: exige relecturas, exige atención, exige inmiscuirse.

Oyola, autor de Kryptonita, Bolonqui, Chamamé, Ultra Tumba, entre otras obras, juega con Haikiu y su barrio, su experiencia, su vida. Esta fusión entre Japón e Isidro Casanova funciona gracias a la ornamentación, a los detalles.

Un acto de fe de Danilo Zárate Pacheco

El libro de Danilo nos invita a visitar dos localidades: Merlo y Libertad, espacios donde la naturaleza es crucial. La voz poética reflexiona, se detiene y contempla como en los poemas de Juan L. Ortiz. La naturaleza, el jardín, una semilla, un reptil, aparecen para que la voz poética se enmascare y confiese.

En este poemario, Danilo, co-fundador de Ciclo Puente, hace aparecer la magia, lo mágico de las plantas. Quizás aquí veo el “conurbano profundo” del que habla Javier Roldan, y no es menor que el primer poema esté dedicado a él. La naturaleza como compañía, como forma de manifestar, de dejar de lado la fugacidad de la vida, de los vínculos, como forma de contemplar apaciguadamente, de callar el dolor, de canalizarlo, la poesía.

Un acto de fe, un acto de pedir, de rogar que algo bueno nazca. Estos poemas nos invitan a un jardín, un jardín tranquilo, una huerta, nos invitan a respirar.

Declaración jurada de Gonzalo Montenegro

Lloré a más no poder. No diría nada más, pero estaría siendo injusto. Tengo la suerte de ser amigo de Gonzalo, se que la construcción de esta voz poética surge de las entrañas, de la franqueza, del desafío, del pibe que mira desde abajo y se planta para cagar a trompadas al que venga.

La Declaración que hace es abrumadora: el sujeto recibe odio de todas partes, rechazo, estigma, prejuicios, segregación y, a pesar de eso, a pesar de todo, responde con la mirada en alto, responde con afecto, con gestos, sin violentar a aquellos que lo violentan. En la puerta de un boliche, en los vagones de un tren, contra el paredón mientras la policía revuelve todo, en la cancha del barrio, en la carencia más extrema, siempre con la mirada en alto, siempre con el pecho hinchado.

Confieso, declaro, que de todos los poemarios este es mi favorito. Gonzalo, co-fundador de la revista de poesía Flor de Ave, nos invita a reflexionar en su barrio, en su mente: una imbricación entre forma y contenido, que por momentos me lleva a un bailongo, por momentos me lleva al furgón de un tren donde charlan los vendedores ambulantes antes de bajarse.

Me gusta la ambivalencia de la voz poética. De un poema a otro, puede pasar de la confrontación a la ingenuidad, del arrebato a la ternura. Un porro, una tía decepcionada, una perrita rescatada abajo de la mesa del comedor, otro porro, una salida con amigos, una faca en la cintura abajo del pantalón.

Releo esta Declaración Jurada, que es una declaración de amor, y vuelvo a llorar y vuelvo a tener ganas (perdón por no saber separar voz poética de autor empírico) de abrazar a Gonzalo, de ser parte de su barrio.

Imagino estos poemarios como muestras. Pequeños atisbos de algo más grande: una invitación a pedir más, leer más, conectar más. Estoy convencido de que no seré el único en celebrarlo.

Por Carlos Andrés Álvarez.

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