El gobierno de Arévalo nos va a decepcionar. ¿Qué hacemos?

Benjamin Sywulka
12 min readSep 4, 2023

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Por Benjamin Sywulka

El gobierno de Arévalo nos va a decepcionar — no porque sean malos o incompetentes, sino porque hay varias realidades políticas que tenemos que tomar en cuenta: la composición de su gobierno, las dinámicas de poder, y la complejidad sistémica de nuestros retos como país — todas estas realidades van a contribuir a un gobierno que cosecha pocos resultados en los próximos cuatro años. Pero si cambiamos de actitud, tal vez lograremos que un gobierno de Arévalo realmente propicie una nueva primavera democrática.

1. La composición del gobierno

Muchos están a la expectativa de cómo va a estar compuesto el gabinete de Semilla. Lo que muchos no toman en cuenta es que generar una masa crítica de servidores públicos efectivos es sumamente difícil. Aquí vale la pena empezar con un poco de teoría, la diferencia entre poder jerárquico y poder social.

El poder jerárquico se consigue cuando alguien obtiene un puesto de autoridad dentro de una estructura institucional. El poder social, es la combinación de varios factores, incluyendo que las personas con las que interactúa un líder confían en él, respetan o incluso admiran su perspectiva, lo consideran honesto y capaz, y aún personas que no lo conocen han escuchado buenas referencias de él por lo que tiene un “aura positiva” a nivel social. Por simplicidad voy a referirme a este poder social como el “liderazgo legítimo”. En mi trabajo de innovación hemos hecho muchos estudios para identificar los líderes legítimos de innovación en las organizaciones, y es impresionante ver cómo muchas veces los líderes legítimos tienen poco poder jerárquico, pero mucha influencia.

Trayendo este concepto a nuestra realidad política guatemalteca, históricamente, como efecto secundario de nuestra Ley Electoral y de Partidos Políticos (LEPP) y nuestra Ley de Servicio Civil (LSC) las personas que han parado en puestos de autoridad dentro del gobierno han sido personas con poco liderazgo legítimo. Hay muchos guatemaltecos con liderazgo legítimo, pero se mantienen fuera de las estructuras jerárquicas del gobierno, liderando fundaciones, ONGs, iglesias, empresas, asociaciones, universidades, colegios, etc. pero les cuesta mucho involucrarse en la política porque no quieren manchar su reputación en un sistema político disfuncional. Pero estos líderes, por muy buenos que sean, tienen muy poca capacidad de operar dentro del sistema de la administración pública — una capacidad que sólo se adquiere estando adentro. Es como aprender a montar bicicleta — podés creer que sabés hacerlo viendo como otros lo hacen, pero hasta que no te subís a la bicicleta, te caés, y te levantás otra vez, no aprendés cómo hacerlo.

Parte de la razón por la que estamos como estamos como país, es que no tenemos liderazgo transformacional en el gobierno (alto poder jerárquico + alto liderazgo legítimo/poder social). Pero hay una tercera dimensión que es relevante para nuestra realidad, que es lo que voy a llamar la efectividad gerencial. La efectividad gerencial es una combinación de capacidades técnicas para el puesto que alguien ejerce, con su capacidad gerencial de liderar a su equipo y alinear a actores claves relevantes. Muchos empresarios me han expresado preocupación de que el gobierno de Arévalo vaya a tener a “personas que nunca han tenido que pagar una planilla”.

Esto tiene cierta validez, pero no toma en cuenta que las capacidades requeridas para tener efectividad gerencial en el gobierno son MUY diferentes a las capacidades de un gerente empresarial. El gerente empresarial tiene el empoderamiento de los accionistas para tomar decisiones rápidas y contundentes, sin tener que preocuparse demasiado por las dinámicas sociales y políticas resultantes de esas acciones. El gerente de gobierno tiene que navegar un sin fin de dinámicas sociales, políticas y legales antes de tomar sus decisiones, y tiene que tener el aval de muchos actores antes de actuar. Pero por otro lado, cada puesto de gobierno tiene su dimensión técnica. Por muy buen administrador público que sea alguien, si no tiene conocimiento profundo de la economía, no debería ejercer el papel de Ministro de Economía, porque las consecuencias pueden ser desastrosas. La efectividad gerencial se construye con décadas de experiencia y preparación académica y laboral.

Semilla le apostó al involucramiento ciudadano. En promedio, los miembros del partido que entrarán en el legislativo y el ejecutivo van a ser personas con poder jerárquico, liderazgo legítimo y efectividad gerencial. Pero seguramente habrá miembros del gobierno que tienen menos efectividad gerencial, y de repente se cuelan por ahí personas con poco liderazgo legítimo. Semilla la tiene difícil, porque ha sido muy crítico de la corrupción y de los privilegios, por lo que hay una expectativa muy alta de su propio comportamiento. Inevitablemente, sus funcionarios van a cometer errores. Cuando eso pase, tenemos que tomar una decisión como ciudadanos: ¿vamos a ejercer el papel de “auditores vigilantes” — pegando el grito en el cielo cada vez que alguien de Semilla cometa un error? O ¿vamos a evaluar a Semilla desde el promedio, viendo que, aunque hay excepciones que no cumplen con la aspiración, la composición del gobierno a nivel de promedio tiene un nivel mucho más alto de liderazgo legítimo y efectividad gerencial que la mayoría de los gobiernos anteriores? Mi recomendación es que optemos por el segundo lente. Conozco a muchos servidores públicos que nunca han recibido el reconocimiento que se merecen por la increíble labor que han hecho, porque la ciudadanía y los medios sólo se enfocan en lo que no logran — no en lo que sí logran. Es esencial que nos enfoquemos no en los errores que Semilla va a cometer, sino en los pequeños avances hacia una democracia más funcional que tratará de lograr luchando contra viento y marea.

2. La dinámica política

Hay quienes piensan que lo que estamos viviendo es una lucha entre los buenos (Semilla) y los malos (el Pacto de Corruptos). Como explico a profundidad en el artículo sobre la justicia, al menos que Semilla logre una estrategia de justicia transicional, habrá muchos frustrados con los resultados de su lucha en contra de la corrupción. Pero quisiera invertir tiempo en otro tema, que es que la complejidad de nuestra dinámica política va más allá de la lucha en contra de la corrupción.

Parte de la complejidad viene de la lucha moral entre la población más afín al progresismo y la población más afín al conservadurismo. Ambas poblaciones tienen sus creencias profundamente enraizadas, y se consideran moralmente superiores el uno al otro, por lo que el diálogo se hace extremadamente difícil. Los más extremistas en ambas poblaciones están tan inmersos en sus burbujas, tan desconectados de la realidad, que se sienten moralmente justificados en romper la democracia por defender su causa. Pero aun los moderados en ambos bandos padecen de una desconfianza tan profunda del otro, que no logran ver las debilidades de sus propias posturas ni la validez de las posturas del otro. Ambos bandos se van a decepcionar de un gobierno de Arévalo. Los progresistas se van a frustrar de que Semilla no podrá ser tan agresivo en sus reformas como ellos quisieran. Y los conservadores se van a frustrar de que Semilla intente reformas con las que no están de acuerdo.

Pero otro ingrediente importante de nuestra dinámica política compleja es el resultado de los cabos sueltos de justicia en la historia de nuestro país. Hay poblaciones que perdieron sus tierras hace más de un siglo con el plumazo de un funcionario público, y que ven en Semilla una oportunidad de abordar estas injusticias. Hay poblaciones que perdieron a seres queridos durante el conflicto armado, y que ven en Semilla un camino hacia la sanidad de sus heridas. Hay poblaciones que ya “pasaron la página” y quieren enfocarse en el futuro, no el pasado, y que creen que Semilla no debería abrir la caja de Pandora. Hay poblaciones que vivieron de cerca cómo casos administrativos que tuvieron que haberse procesado a través de las instancias administrativas se saltaron las trancas y se convirtieron en casos penales, con arraigos, órdenes de captura y prisión preventiva innecesarios, y violaciones a la presunción de inocencia y daños reputacionales. Unos vivieron esto antes de la CICIG, otros durante la época de la CICIG, y otros lo están viviendo ahora bajo el gobierno actual. Adicional a estas poblaciones, hay miles de víctimas de la “injusticia común” — extorsiones, robos, asesinatos, estafas, chantajes, etc. cuyos casos nunca se han resuelto, y que tienen hambre y sed por un gobierno de justicia. Como he mencionado antes, no hay experiencia humana que cause más indignación y más resentimiento que ser víctima de la injusticia, más aún si el autor de la injusticia es el sistema de justicia en sí. La dinámica política tóxica que estamos viviendo hoy tiene mucho que ver con heridas no sanadas y estos sentimientos profundos de indignación en muchas poblaciones del país.

Los que tienen la expectativa de que un gobierno de Arévalo logre resolver las injusticias no resueltas a su favor probablemente se decepcionarán, no sólo porque la responsabilidad de la justicia recae sobre el organismo judicial y no sobre el ejecutivo, sino también por razones más complejas que voy a explicar más adelante. Pero los que quisieran que Semilla no aborde las injusticias del presente y del pasado también se decepcionarán, porque los cabos sueltos de injusticia en nuestro país son una de las principales causantes de la disfuncionalidad de nuestra democracia, y construir una democracia funcional requiere abordarlos. Como ciudadanos tenemos que tomar la decisión de no ver a Semilla ni como el salvador que va a restaurar la justicia, ni como el demonio que va a cometer más injusticias, sino como un facilitador de los diálogos necesarios para que nuestra población diversa pueda construir un país más justo a futuro.

3. La reforma sistémica

Uno de los errores más grandes que cometemos como ciudadanos es pensar que los problemas complejos se resuelven con “tener a las personas correctas en los puestos correctos”. Tenemos una expectativa irreal e ingenua de que nuestros líderes políticos pueden resolver nuestros problemas sistémicos. También cometemos el mismo error que cometen muchas empresas de no diferenciar entre “proyectos normales” y “proyectos de innovación”. Un proyecto normal se puede implementar con expertos, cumpliendo con los tiempos y los presupuestos, porque es un proyecto con poca incertidumbre. Pero un proyecto de innovación es lo opuesto — hay mucha incertidumbre porque no se sabe qué va a funcionar y qué no, y por ende no se puede planificar con tiempos y presupuestos, mucho menos cumplirlos. La gran mayoría de retos que enfrenta un gobierno son problemas complejos que requieren proyectos de innovación, no proyectos normales. Pero los ciudadanos cometemos el error de exigirle resultados a los funcionarios públicos como si fueran retos simples que se pueden resolver con proyectos normales. Tenemos expectativas muy altas de que van a resolver la educación, la infraestructura, la salud, la justicia, etc. (suponiendo que no hubo corrupción), y cuando no generan resultados rápidos, nos dedicamos a criticarlos en vez de encontrar formas de ser parte de la solución. Parte del problema es que no hay muchos mecanismos para que un ciudadano contribuya propuestas, pero necesitamos salir de esta cultura de críticas simplistas.

Entre los mecanismos más efectivos para abordar los problemas complejos se encuentran la innovación y la experimentación. Si la expectativa que tenemos de Semilla es que van a resolver los problemas más complejos del país, nos van a decepcionar. Pero si la expectativa que tenemos es que van a liderar experimentos innovadores para empezar a resolver los problemas sistémicos del país, nos pueden sorprender positivamente. Hay ejemplos de innovación gubernamental que Semilla podría usar como inspiración. Estonia logró digitalizar el 99% de sus trámites, reduciendo la discrecionalidad de los servidores públicos y mejorando exponencialmente la experiencia ciudadana. Ecuador involucró a alrededor de 100,000 personas (expertos en todo el mundo, académicos, ciudadanos) a través de una herramienta tipo Wikipedia para redactar su “Código Orgánico de Economía Social del Conocimiento e Innovación”. Cuando esa ley llegó al congreso para aprobación, tenía tanto aval de la ciudadanía que ningún diputado se atrevió a oponerla. Muchos países han creado legislación experimental para abordar temas emergentes como la identidad digital, la votación digital, el dinero digital, el blockchain en sus cientos de aplicaciones empresariales y gubernamentales, e incluso temas controversiales como la justicia restaurativa. En vez de tener que ponerse de acuerdo todos los actores alrededor de una ley con alcance nacional, sólo se tienen que poner de acuerdo alrededor del experimento de la ley que se va a probar por un tiempo limitado en una población limitada, y todos los bandos con intereses encontrados monitorean los efectos reales de la ley en la población experimental. La versión mejorada de esa ley que aborda los efectos secundarios no deseados se lleva a aprobación nacional, pero ya tiene la evidencia y el aval necesarios para que se apruebe.

Guatemala también ha innovado — la digitalización de la SAT y la FEL, programas de desarrollo desde lo rural, préstamos a mujeres, mecanismos innovadores para ampliar de cobertura educativa en primaria y secundaria, seguros de desempleo, soluciones de abastecimiento de medicamentos, programas de prevención de violencia con jóvenes, etc. — pero falta mucho por hacer. Una de las áreas en donde más vamos a tener que innovar es en la justicia. Nuestro sistema de justicia ha llegado a ser totalmente disfuncional para la población promedio, y no vivimos en un país en donde la justicia común prevalece. Parte del reto es que hay tanta demanda que el sistema no se da abasto, y se tiene que dotar de más recursos. Para dar unos ejemplos, no se han digitalizado los procesos, el Ministerio Público ha triplicado su tamaño, pero no se han contratado nuevos jueces en 20 años. Pero otra parte del problema es que nuestros diseños institucionales de separación de poderes tenían la premisa de que los funcionarios en el sistema de justicia serían competentes, honestos, íntegros e incorrompibles. Los diseños crearon, a propósito, pocos mecanismos legítimos para que el legislativo y el ejecutivo genere presión sobre el judicial en cuanto a qué casos priorizar. Pero cuando el organismo judicial se coopta con chantajes y sobornos por parte de fuerzas oscuras como el narcotráfico, el crimen organizado, intereses personales e incluso el legislativo y el ejecutivo, el sistema judicial no le rinde cuentas a nadie aparte de sí mismo. Un ministro corrupto puede causar mucho daño, pero no se compara al daño que puede causar un juez corrupto. El ministro corrupto, si no renuncia o no se despide con presión ciudadana, se puede reemplazar a los cuatro años en las urnas. El juez corrupto puede quedarse por un tiempo indefinido en impunidad. Una población indignada por la injusticia no puede ir a las urnas para “despedir” a sus líderes en el judicial como lo puede hacer en el legislativo y el ejecutivo. Los procesos para elegir a los líderes en el organismo judicial pueden involucrar al legislativo y al ejecutivo, a universidades, al Colegio de Abogados y Notarios, y otras instituciones, por lo que en teoría sí hay un empoderamiento “indirecto” de la población, pero la realidad en la práctica es que los mismos mecanismos que se diseñaron para maximizar la neutralidad política del organismo judicial generan una tiranía judicial que la ciudadanía no puede parar cuando este organismo se corrompe.

Semilla quizá no va a poder resolver esto, pero sí puede liderar un diálogo nacional para hacer las reformas sistémicas necesarias para empoderar más a la ciudadanía en los esfuerzos por mejorar la justicia. Hay países, por ejemplo, en donde los ciudadanos de cada municipio eligen a sus jueces municipales. Y hay países, en donde el veredicto de los casos penales no es decidido por un juez, sino por un jurado aleatorio de ciudadanos que cumplen con los requisitos mínimos para participar en un jurado. Todo diseño institucional tiene ventajas y desventajas, y efectos secundarios no deseados. Pero si como ciudadanos exigimos a nuestros tres poderes que se empiecen a hacer experimentos innovadores en nuestro sistema de justicia por tiempos limitados en poblaciones limitadas, podemos aprender lo suficiente de los experimentos para encontrar mejores modelos para abordar nuestra presa abismal de injusticias no resueltas.

Lo que toca ahora

El gobierno de Arévalo nos va a decepcionar, porque los retos que enfrentamos como país son tan complejos que no los va a poder resolver. Todos tenemos que tomar una decisión de la actitud que vamos a tener. Los que apoyan a Semilla se beneficiarían de recordar las palabras de Arévalo: “como país tenemos un ‘hardware’ de democracia pero un ‘software’ de autoritarismo”. Es muy fácil que el convencimiento de que uno tiene la razón y el entusiasmo se conviertan en prepotencia. El futuro lo tenemos que construir entre todos los actores, no solo con los que nos caen bien. Los que se oponen a Semilla se beneficiarían con transformar su cinismo en curiosidad. No hay mejor inversión en la democracia que sentarse con mente abierta a hablar con el que me cae mal, escuchar su historia, contarle la mía, y ver cómo los prejuicios se transforman en confianza.

Todos nos beneficiaríamos con abrir los ojos y darnos cuenta de que un gobierno de Arévalo es lo mejor que nos pudo haber pasado como país en este momento de nuestra historia, porque aunque va a cometer errores, el simple hecho de ponerse como ese interceptor de basura en el Río las Vacas a intentar parar las hemorragias del estado, ya es una gran ganancia.

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