La riqueza y la pobreza: una conversación incómoda pero necesaria

Benjamin Sywulka
9 min readAug 7, 2023

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Por Benjamin Sywulka

Imagen: leekos

El tema de la pobreza y la riqueza suele generar emociones fuertes en el discurso político. La mayoría de la población adopta y promueve narrativas simplistas sobre las causas de la pobreza y la riqueza, y no toman en cuenta la complejidad de los factores que contribuyen a que los ricos sean ricos y los pobres pobres, incluyendo la actitud, la ubicación, la educación, el timing, el riesgo, la perseverancia, la red de contactos, el acceso a dinero, etc.

Hay muchos mitos alrededor de la pobreza. Los que están más cercanos a ella suelen pensar que “los pobres son pobres porque los ricos se aprovechan de ellos”. Tienden a ver la pobreza como una injusticia resultante de ricos que no pagan impuestos, que se aprovechan de los pobres, y cuya riqueza se deriva de privilegios. Evidencia de esto es que un porcentaje importante de la población desconfía de los empresarios y del CACIF. Si uno les pregunta cómo reducir la pobreza, tienden a usar narrativas como aumentar los impuestos, hacer reformas agrarias, y eliminar los privilegios.

Los que están más alejados de la pobreza suelen pensar que “los pobres son pobres porque son perezosos”. Tienden a ver su propia riqueza como el resultado del sacrificio que ellos o sus antepasados hicieron, los enormes riesgos que asumieron, y el esfuerzo incansable que hicieron para obtener su éxito. Si uno les pregunta cómo reducir la pobreza, tienden a usar narrativas como generar más incentivos para generar más inversión para generar más empleo, hacer más inversiones en educación e infraestructura, y proteger el estado de derecho.

En mi perspectiva ambas narrativas pierden de vista la realidad. Hasta los más ricos en el país tuvieron antepasados pobres. En algún punto estos antepasados lograron acumular riqueza a través de dos mecanismos: la adquisición de activos (tierras, educación, procesos y tecnologías) y el ahorro de excedentes. Los conocimientos que adquirieron y las personas que conocían seguramente facilitaron su éxito–y algunos tuvieron privilegios–pero en general las técnicas que usaron son técnicas replicables. Hoy por hoy, muchos podrían estar generando riqueza con los ingresos de las remesas, pero no las utilizan para adquirir activos y ahorrar excedentes, por lo que no salen de la pobreza.

La riqueza es algo a que todos deberíamos aspirar—no porque sea buena la avaricia, sino porque la riqueza te permite pensar e invertir en el largo plazo, te permite tomar mejores decisiones, y te permite generar más oportunidades para tus seres queridos. En ese sentido, los pobres tienen mucho que aprender de los ricos, siempre y cuando su riqueza fue el producto del trabajo honesto. Pero pensar que cualquiera puede ser rico si se esfuerza lo suficiente es ignorar la importancia del contexto de los individuos que logran generar riqueza. Los ricos tienden a tener contextos educativos, sociales y financieros que les facilitan generar riqueza—su trasfondo educativo, las personas que conocen y confían en ellos, y el acceso que tienen a capital barato—les generan condiciones en donde pueden generar más riqueza. Los contextos de los pobres tienden a ser contextos con niveles educativos más bajos, redes sociales con menos capacidad de pago, y costos de capital mucho más altos. Esto se magnifica en áreas rurales, donde se vuelve mucho más difícil mejorar el contexto educativo y económico.

Siempre hay excepciones a estas generalizaciones, pero el problema es que nos enfocamos en las anécdotas excepcionales en vez de los promedios. Hay ricos que obtuvieron su riqueza a través de privilegios y se esforzaron poco, pero la mayoría se esfuerza un montón para lograr lo que logran. Y hay personas que empezaron en contextos muy humildes y lograron—con mucho esfuerzo—construir riqueza. Pero si uno mira los promedios, la historia tiende a repetirse: los pobres se vuelven más pobres (técnicamente la cantidad de pobres se reduce pero la severidad de la pobreza aumenta), y los ricos más ricos. Desde la perspectiva del promedio, la mayoría de la población vive en un sistema laboral informal, y gana entre un tercio y dos tercios del salario mínimo. Por mucho que los políticos hablen de la canasta básica y el salario mínimo, el verdadero problema del país radica en que un porcentaje enorme de la población está totalmente fuera de las protecciones y obligaciones de la ley—por lo que las leyes en sí y el Estado son casi irrelevantes. También significa que la carga tributaria está más concentrada de lo que debería de estar.

La realidad del promedio guatemalteco es que la mayoría de la población vive en un cooperativismo familiar. Entre los papás, los hijos, los abuelos, y los tíos, aportan sus ingresos–que individualmente están por debajo del salario mínimo—para generar economías de escala en la compra de insumos y el funcionamiento familiar. Este sistema funciona siempre y cuando no hayan enfermedades, muertes, accidentes, o desastres naturales—los cuales obligan a estas familias a endeudarse para cubrir estos gastos no esperados. La misma presión para generar ingresos los mueve a tomar trabajos mal pagados, no continuar los estudios, o a migrar al norte. En áreas rurales, las opciones para generar ingresos decentes tienden a ser tan escasas, que es mucho más rentable migrar a un centro urbano o a otro país que tratar de sobrevivir ahí. La narrativa simplista de que generar más empleo a través de incentivos empresariales va a resolver la pobreza es ignorar la complejidad de causas que la generan. Pero la narrativa simplista de que la pobreza se reduce si se le quita el exceso de riqueza a los ricos ignora la complejidad de lo que conlleva salir de la pobreza y generar riqueza.

Pero entonces, ¿cómo resolvemos la pobreza de Guatemala? Hay personas mucho más preparadas que yo para responder esa pregunta, pero yo quisiera compartir varios elementos que he observado en las dos décadas que llevo tratando de responderla.

El primer principio que me parece crítico es que sólo hay tres formas de generar ingresos: o mi tiempo me genera dinero, o mi red de contactos me genera dinero, o mi dinero me genera dinero. La primera forma la conocemos como el “empleo”—donde me dan dinero a cambio de mi tiempo. La segunda forma la conocemos como emprendimiento o empresarialidad—donde configuro una red de clientes, y posiblemente proveedores, empleados y aliados, en la que el dinero que me queda después de cubrir mis costos es mi ingreso. Y la tercera forma la conocemos como la inversión—donde pongo mi dinero en algo que me va a retornar más dinero en el futuro.

La mayoría de la población genera su ingreso a cambio de su tiempo (empleo). Un grupo más pequeño de la población genera su ingreso a través de su red (empresarios). Pero la única forma de resolver la pobreza es que todos tengan la capacidad de generar dinero a través de su dinero (inversión). El secreto de la clase media de Estados Unidos es que a pesar de que la mayoría de la población es empleada, cuando llegan a la edad para retirarse, tienen riqueza proveniente de que “su dinero les generó más dinero”. Esta proviene principalmente de tres fuentes: 1. la hipoteca de 30 años, que les permite comprar su casa con cuotas bajas, pero a la hora de retirarse les permite vender esa casa (promedio de $400,000) y tener suficiente dinero para vivir muchos años más sin ser una carga para el estado ni para los hijos, 2. los fondos de retiro a los que aportan durante toda su vida laboral que están invertidos en la bolsa de valores y que les generan en promedio un retorno de 10% anual y 3. pólizas de seguro que los protegen ante desastres, enfermedades y accidentes—por lo que no tienen que perder sus activos y endeudarse si algo sale mal.

Si queremos reducir la pobreza en Guatemala, tenemos que crear más mecanismos para que los guatemaltecos promedio puedan generar dinero con su dinero. Hay una oportunidad enorme de innovar en esto, desde crear oportunidades para que empleados tengan acciones en las empresas donde trabajan (aunque sean sin voto pero con derecho a dividendos), abrir más proyectos de inversión a capital social participativo (que cualquiera pueda comprar Q1,000 de una carretera con peaje, y recibir en promedio Q100 al año en retornos, por ejemplo), fomentar más el cooperativismo financiero (ganar intereses más altos en mis ahorros que en los bancos), impulsar una bolsa de valores más activa con productos financieros de inversión pasiva para fondos de retiro, etc.

Pero generar dinero con dinero requiere tener dinero disponible para invertir. Y el guatemalteco promedio no tiene ese dinero, principalmente porque todo lo que no gasta en sobrevivir, lo tiene que usar para pagar deudas. Aunque parte de esa deuda es de consumo, mucha de esa deuda es el resultado de estar desprotegidos a la hora de que alguien en la familia se enferma, tiene un accidente, se muere, o la familia sufre alguna pérdida (despido, sequía, robo, etc.). Uno de los empresarios que admiro mucho logró reducir la deuda colectiva de los empleados de su empresa en millones de dólares, simplemente trabajando con los bancos para ofrecer refinanciamiento y consolidación de deudas a tasas de mercado de la banca tradicional formal. Pero hay mucho que se puede hacer simplemente aumentando la penetración de seguros en la población, incorporándolos de forma más automática en empleos, compras de vehículos, motos, viviendas, etc., insumos agrícolas, y en los servicios de salud.

Pero aunque creamos más formas de invertir el dinero y reducir las deudas de los guatemaltecos promedio, todavía nos topamos con otro problema: la falta de educación impide que ganen más en sus empleos. Hay millones de guatemaltecos que nunca terminaron primaria o secundaria y por ende no pueden optar a muchos empleos formales y por ende ganan menos del sueldo mínimo. Sólo con sacar su título de secundaria diversificada pueden aumentar su ingreso en alrededor de 30%. Pero de los millones de guatemaltecos que no tienen su título aún, apenas unos 10,000 están metidos en programas para terminar sus estudios por madurez. Necesitamos urgentemente programas agresivos de trabajo y estudio que permitan que los guatemaltecos trabajen en lo que están estudiando y estudien en lo que están trabajando.

Esta conversación es incómoda y difícil, porque resolver nuestro problema de pobreza en el país va a requerir un esfuerzo en conjunto entre un empresariado más innovador y largoplacista y un gobierno comprometido con la formalización de la economía y una fuerte inversión social. El empresariado va a tener que pensar más en el largo plazo, y tomar decisiones que sacrifican utilidades a corto plazo para maximizarlas a largo plazo. Por ejemplo, si tengo un terreno con un bosque bio-diverso, y tengo mucha presión por monetizar ese bosque, lo más probable es que voy a decidir cortar los árboles y vender la madera, y voy a justificar mi acción con la narrativa de que estoy generando empleo. Pero al final de muchos años, voy a tener empleados que no crearon riqueza, y un monocultivo que no tiene ni cerca el potencial de valor que tenía el bosque bio-diverso con el que empecé.

Pensar en el largo plazo implica ser más innovador en mis modelos de negocio—¿qué otras formas tengo de monetizar este terreno? (hacer bio-turismo, vender bonos verdes, montar un centro de investigación y desarrollo, hacer poli-cultivos de valor agregado, etc.) También requiere ser más innovador en mis modelos de generación de riqueza — ¿cómo puedo incluir a los habitantes aledaños a este terreno en el modelo de negocio para que de aquí a 20 años, todos puedan tener riqueza? (participación accionaria de empleados, cooperativa financiera, fondos de retiro, seguros automáticos, becas educativas, programas de aprendiz, modelos de micro-franquicia, etc.)

Pero también requiere un gobierno comprometido con la formalización de la economía y una fuerte inversión social. Un gobierno que realmente logre reducir las brechas enormes que tenemos en desnutrición crónica infantil, educación primaria y secundaria, y que logre reducir de la vulnerabilidad de la población ante enfermedades, accidentes, desastres naturales, e incluso la falta de lluvia. Pero esta inversión tiene que venir de una base más amplia que el millón de contribuyentes directos y los 4 millones de contribuyentes indirectos (tomando en cuenta los que pagan IVA o impuestos de bebidas o de gasolina en sus compras, no solo los retenedores). Es indispensable ampliar la cobertura de las responsabilidades y las protecciones legales y de los aportes al y beneficios del estado para que abarquen a la mayoría de la población.

Reducir la pobreza en el país requiere humildad: reconocer que no hemos construido un país de propietarios de activos rentables. Que las empresas tienen que innovar más en sus modelos de negocios y sus modelos de creación de riqueza, porque la empresas exitosas en sociedades fracasadas tienen sus días contados, y porque invertir en la riqueza de otros les genera más rentabilidad a largo plazo. Y que el estado tiene que innovar más para ampliar la cobertura de las obligaciones y las protecciones de la ley. Que las empresas y el estado tienen que trabajar en conjunto para que los beneficios del estado le lleguen a toda la población, y para que la cuenta de esos beneficios se pague entre una población más amplia que logró salir de la pobreza y generar su propia riqueza.

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