¿Que le estamos haciendo a la INVESTIGACIÓN…

Luis Berríos-Negrón
Intransitive Journal
7 min readDec 7, 2017

… normalizando su bestia?

[for the English version please click here]

La palabra ‘investigación’ lleva ya muchos años sostenida por un pedestal de incuestionable privilegio. Mas en las pasadas décadas la palabra ha tomado una posición mucho más amplificada, en las ciencias naturales, en las sociales, y más recientemente en las artes plásticas. Mediante el siguiente texto deseo hacer una muestra resumida para comenzar a deponer como instrumentalizamos la ética y la esencia de la ‘investigación’.

El 28 de noviembre del 2017, el extraordinario grupo activista Sea Shepherd publicó un video que había sido censurado por el gobierno australiano. El video es un espantoso ejemplo de la caza de ballenas. El crimen es perpetrado por un gran convoy operando bajo bandera japonesa — barcos de caza y un buque procesador. En el video vemos una indiscriminada caza de ballenas siendo ilegalmente llevada a cabo en un área protegida, cerca de Australia en el Océano Austral. Cada barco presenta un enorme cartel a su lado con la palabra INVESTIGACIÓN.

Permítanme comenzar diciendo que, aunque nunca he comido, ni nunca comeré carne de ballena, me he saboreado la comida japonesa por muchos años, especialmente la manera en que preparan el pescado. Así que quiero ser directo y confesar que he sido parte del problema … mas este video finalmente me ha forzado a ser mucho más cuidadoso sobre cómo comeré pescado en el futuro, particularmente en restaurantes Japoneses.

Japón definitivamente se merece la gran mayoría de la condena que le persigue, particularmente por sus prácticas de caza de ballenas. Pero debe quedar claro que Japón no es el único criminal en esta trama. De hecho, el lindo y bucólico, ultra rico y “socialista” Noruega es el peor cómplice en lo que respecta la caza de ballenas. Japón ocupa el segundo lugar, seguidos por los aparentes benevolentes Dinamarca e Islandia, acompañados por los sospechosos reocurrentes Rusia y Estados Unidos.

Dos cosas acerca este vídeo literal y visceralmente me ponen nauseabundo; que me avergüenzan de ser humano. Primero, que permitimos el proceso horripilantemente brutal de arponear con cargas explosivas (sí, disparan el arpón, se arremete y penetra la ballena, explota, con miles de perdigones, en su vientre, no para matar a la ballena, lo cual no ocurre, sino para que la recogida de línea sea más fácil, garantizando la forma más horriblemente dolorosa de morir).

Lo otro que me desgarra la vida es la instrumentalización desvergonzosa y criminal de la palabra INVESTIGACIÓN.

Ahora, no soy ingenuo. Sé que desde la revolución científica, muchos horrores han ocurrido en nombre de la investigación, en los humanos, en los bosques, en los animales. Y la ética de la investigación ha sido, y continuará siendo debatida en las próximas décadas. Esto principalmente porque, en muchos casos, la realidad es que se realizan avances genuinos, donde un sacrificio proporcionalmente infinitesimal puede producir enormes resultados que transforman nuestra salud, humana y no-humana.

Desafortunadamente, siempre estaremos rodeados de imperdonables imbéciles que mal-usarán la noción más poderosa, casi-sagrada, de la investigación científica, para beneficiar sus bolsillos, o peor aún, para promover falsamente alguna ‘tradición’ retrasada en el nombre de la ‘cultura’. En este caso, lo que vemos es como los Japoneses instrumentalizan la noción de cultura como tal, y luego de la investigación, como formas de viabilizar su bizarra atrocidad.

(Interrumpo aquí solo para decir que durante mi visita a Kanazawa en el 2004 accidentalmente ví la colaboración entre Matthew Barney y Bjork titulada ‘Drawing Restraint # 9’. Aunque de veras aprecio muchos de sus trabajos, esta obra de arte podría ser una de las más cuestionables en este respecto, al ser una hiperbólica romanticización y fetichización que peligrosamente convalida la caza de ballenas como manera para los artistas recaudar gigantes cifras de dinero de intereses locales, asimismo como una coartada para hacer de esta indeseable práctica una aceptable como “patrimonio cultural”).

Recientemente, el habitual abuso tecnocientífico de la investigación se ha llevado a nuevos niveles de indecencia mediante la investigación psicológica como método para elevar nuestras adicciones a productos cada vez más innecesarios, y/o para incrementar el desorden político y emocional como mecanismo de control.

Mas afortunadamente, y quizás por las razones que aquí menciono, el concepto de investigación en sí mismo también se está cuestionando de maneras emocionantes y prometedoras. Me refiero a la expansión crítica de la idea de la investigación como tal, en las ciencias sociales, e incluso más recientemente en las mismas artes plásticas.

De la extensa variedad de técnicas y teorías de investigación, por ejemplo, tenemos la práctica iniciada por Kurt Lewin llamada ‘investigador de acción’ (MIT, 1944) la cual recién ha tomado nueva vida en las últimas dos décadas. Dicha práctica es una reflexiva de investigación social que se integra al proceso de desarrollo del propio fenómeno, o comunidad en cuestión. Un poco más tarde también vemos la práctica de Susan Star (UC Irvine, 1989), donde ella ejerce su investigación antropológica mediante un riguroso enfoque feminista y tecnológico en donde los objetos mismos, sean de grupos indígenas o de sus propios investigadores institucionales, se convierten en participantes activos del proceso investigativo. Ella específicamente desarrolla el concepto de ‘objetos límite’ los cuales [y parafraseo] son abstractos o concretos — que son suficientemente plásticos como para adaptarse a las necesidades locales y las limitaciones de las diversos grupos que los emplean, pero lo suficientemente robustos como para también mantener una identidad común aun cuando son trasladados de localidad a localidad. Para mi, estas dos prácticas son ejemplos alentadores porque vemos que la práctica investigativa y experimental no necesita limitarse a un rol de observación pasivo / objetivo, sino que aspiran activamente a participar genuinamente en la experiencia colectiva de la comunidad, el sujeto, o el problema que se investiga.

Otra dimensión un poco más reciente es la “investigación artística”. Ahora el término “investigación artística” es en sí mismo muy controvertido. Mi perspectiva es que lo que determina ser una investigación en el ámbito del arte (plástico, visual, conceptual, performativo y/o escultórico) es su capacidad para explorar la intuición y la percepción común como procesos legítimos de, o que puedan complementar, la misma investigación científica sin caer como presa de la tecno-ciencia. Utilizo la palabra ‘intuición’ con mucho cuidado, específicamente como un valioso sentido de potencialidad que precede al conocimiento.

Lo que quiero decir es que el tipo de investigación artística que substancia su propia categoría es, en su expresión más elegante, una exploración de las áreas de la experiencia común que no pueden ser instrumentalizadas en nombre de la tecno-ciencia; y que incluso puede, sin pretensión (como una exploración genuina que no predispone de resultados predeterminados), cuestionar los mismos vínculos de la ética de la práctica científica en sí.
Ahora, tal requisito podría sugerir que se requiere que el arte produzca conocimiento…

Estoy contundentemente en contra de tal requisito.

El arte nunca debería someterse a tal requisito, ya que el predisponerlo aniquila todo aquello que define al arte como tal, como posible experiencia genuina, algo que necesariamente se diferencia del dominio del conocimiento. Quiero decir que una obra de arte puede producir conocimiento, y muchas obras lo hacen excepcionalmente bien. Pero simplemente creo que solo debemos esperar del arte, como investigación, que primariamente genere experiencias valiosas que no necesitan ser solo evaluadas cuantitativamente dentro del ámbito de la producción de conocimiento.

El año pasado escribí un ensayo titulado “Normalizando la bestia: la temible hidra de lo indeterminable en el arte como investigación” (diciembre del 2016) e incluí parte en el catálogo de mi exposición Impasse Finnesse Neverness en el Museo de Arqueología y Etnología de Bahía en Brasil (2017):

Nuestros actos de memoria, empatía, diversidad y definición espacial […] sí deberían ocurrir como eventos viscerales, físicos y mentales que están enraizados en las experiencias y sensaciones que no necesariamente dependen del conocimiento. Si el conocimiento se produce a través de la producción artística: súper. Pero, ahora más que nunca, no debemos reclamar una victimización y caer en esa trampa del conservadurismo (que no debe confundirse con el conservacionismo) donde las políticas partidarias binarias de izquierda y derecha tradicionales están llevando el arte a someterse a esa torpe falta del gusto homogeneizado: al lugar donde el arte está siendo violentamente sometido a sistemas de evaluación de moldes y plantillas, en lugar de continuar nutriendo su complejo, desordenado, elusivamente infructuoso, mas aún completamente enriquecedor espacio de experimentación y crítica. Irónicamente, son el arte y la ciencia (en sus prácticas específicas, no-comerciales) los que cuentan con los mejores recursos para confrontar [el problema de la normalización], y ese es el lugar en donde deben unirse.

En última instancia, quiero expresar aquí que debemos continuar ampliando los límites de lo que constituye ‘investigación,’ precisamente para ser conscientes de cómo se instrumentaliza: en un extremo, cómo los japoneses secuestran criminalmente su significado como una coartada para la actividad delictiva; en el otro extremo, cómo las instituciones académicas pueden sutilmente atacar la investigación como una forma de convalidar el reciente triunvirato público-privado (corporativo, estatal y académico), como un nuevo tipo de autoridad de control sobre el discurso político y la libertad de expresión.

ANOTACIÒN
Mis opiniones sobre la investigación artística son informadas principalmente por el trabajo del artista y educador Florian Dombois. Como uno de los primeros artistas investigativos, él persiguió conscientemente un doctorado a través de metodologías artísticas a principios de la década de 1990. Dombois acuñó el término arte como investigación a raíz de esta experiencia. En el proceso de proponer este término como un espacio en sí mismo, Dombois impugna la investigación en las artes plásticas al fundar varios institutos y publicaciones, entre ellos el Instituto Y para la Investigación Transdisciplinaria en Berna (2003–11), al igual que la Revista de Investigación Artística (JAR, 2010-). A través de este trabajo, él elimina las horribles estilizaciones del arte en aras de ajustarse a las determinaciones de valores preconcebidos. El ‘arte como investigación’ potencializa la obra de arte indeterminada que busca cuestionar la investigación misma como medio. Lo que encuentro más importante sobre este tipo de investigación artística es que puede conducir a metodologías imprevistas y esoterismos discursivos. También creo que puede conducir a objetos experimentales que median la ciencia y el arte así nutriendo y amplíando nuestros modos comunes de percepción sin recurrir a esa intencionalidad tóxica de producir resultados comercializables, como la capitalización desmesurada del conocimiento.

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Luis Berríos-Negrón
Intransitive Journal

Editor of Intransitive Journal. Puerto Rican artist exploring the perceptions, enactments, and displays of environmental form.