castillos de arena

Sabrina da Silva
2 min readApr 20, 2024

jugar a las muñecas con una bomba al lado no era divertido. el tic tic que te acompaña se mete en la cabeza y se queda para siempre. la rigidez en la espalda de mamá al oír la puerta. el cesar de las risas cuando el tintineo de las llaves ensordecía el salón y lo teñía de gris.

no decir, no hacer, no molestar.

medir la ofensiva diaria para preparar un plan. ¿hoy están permitidas las carcajadas o serán el detonante de algo peor? aguas tranquilas, mi capitán, tal vez mañana vengan tormentas, aten cabos, precaución.

jamás un golpe o una cachetada, ni un empujón. lo hubiese preferido, tal vez. la sangre que se alborota en el golpe debe producir más calor que el bloque del hielo inamovible en el sofá.

mamá y yo construíamos en silencio castillos de arena, decorados con flores y cartas, que eran ignorados durante días, sin tan solo posar tu mirada en ellos. entonces un día un plato mal lavado te sacaba de tus casillas y mediante rugidos y fuego lo tirabas todo abajo.

mamá se fue. construir un castillo a dos manos cuesta mucho más. no la culpo.

y seguir trabajando. patada. no pasa nada, volvemos a juntar la arena. rugido. tranquilo, traigan las torres y un lirio. indiferencia.

ahora la playa queda vacía y aún te preguntas con incredulidad qué ha pasado. qué cruel soy por no querer construir castillos ya, qué inmadura soy por tirarme encima, destruirlo y morder la arena. pobre de ti, que ya no tienes castillos.

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