¿Marchar por la diversidad?

Del orgullo gay, y la homofobia gay

cristian cambronero
3 min readJun 18, 2014

Cuando era más chamaco, y considerablemente más idiota, yo también criticaba la celebración del “orgullo gay”. Llegué a decir que bajo ninguna circunstancia participaría de uno de esos eventos.

No es lo único de lo que he tenido la fortuna de desdecirme.

En aquel periodo oscuro recurrí a todos los argumentos: que aquello no era representativo de nada o de nadie, mucho menos de todos. Que no existía tal cosa como una “comunidad”. Que las marchas con sus colores, tangas y travestis solo contribuyen a reforzar estereotipos. Que la terapia de choque no era el camino. Que la propia gente gay se automargina al “separarse” por medio de etiquetas, o de celebraciones. Que el orgullo gay era en realidad la consagración del gueto gay. Nuestro propio apartheid.

Está claro que no hay nada más fácil, ni más vergonzoso, que criticar lo que uno no entiende.

Más tarde aprendí sobre el junio de 1969, y entendí lo que pasó después. Comprender de dónde vienen las ideas, cómo nacieron, y qué es lo que representan, es la vacuna contra la opinión superficial y el argumento hueco.

Pero el mayor agravante es que la propia gente gay que critica las iniciativas del orgullo o la celebración de la diversidad, lo hace desde la comodidad que les ofrece su entorno de tolerancia, y de relativa normalidad. Lo hace porque hoy, aquí, puede hacerlo. Lo hace desde la ignorancia de creer que siempre ha sido así, que todo lo que se ha ganado se ganó de gratis, que a nadie le costó nada, que la libertad de la que hoy disfruta no es el fruto de las luchas de al menos 3 generaciones previas de homosexuales menos -pero mucho menos- afortunados.

Lo último que aprendí lo aprendí caminando, hace un par de años, por primera vez en una marcha de la diversidad. Desde entonces creo que la verdadera razón detrás las críticas surgidas de una persona no heterosexual, es el no haberlo vivido, o lo que es peor, el no atreverse a vivirlo.

Es quizá la posición más cobarde: calificar de exhibicionistas a los que ponen la cara, desde el falso confort de un escondite. Y disfrutar con cinismo de las conquistas alcanzadas.

Todo lo que se ha avanzado, en Costa Rica, en América, en el mundo, en materia de derechos civiles para las personas no heterosexuales; todo, empezó con la visibilización. Es el primer paso y es el natural. Poner la cara, salir a la calle, marchar sin esconderse, es decir “estamos aquí”. Nosotros también estamos aquí.
No somos todos iguales, no nos representamos el uno al otro, no cabemos todos en el mismo estereotipo. Es precisamente la diversidad lo que celebramos. El abogado, el maratonista, la periodista, el de la tanga, la chef, el de la peluca, el ministro; todos diferentes. Todos sujetos de derechos. Todos conviviendo entre nosotros, y con el resto de la sociedad.

Nuestro propio apartheid es el otro: el de la clandestinidad, el de confinarse a los bares, el del disimulo, la santulonería, la pretensión y la concesión. El mayor auto-agravio es dejarse en silencio.

Marchar, en cambio, es apropiarse del espacio público. Un gesto simbólico profundamente poderoso: Tomar el Paseo Colón solo por un día, para decir que esa calle, esta ciudad, este país, es de nosotros como es de todos. Es un maravilloso ejercicio de ciudadanía; activa, honesta, y diversa.

Tirarse a la calle no es obligatorio. Pero si no va a ayudar, asegúrese de no estorbar. Y antes de atacar a quienes luchan por las reivindicaciones en materia de derechos civiles, entienda que como persona no-heterosexual, usted disfruta del estilo de vida que hoy tiene, gracias a quienes, a diferencia de usted, hicieron algo.

Este 2016 la marcha es el domingo 26 de junio > https://www.facebook.com/events/633983016740362/

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cristian cambronero

Estratega de comunicación. Periodista. Socio, Gerente de estrategia @ NOISE Central America agencia digital / Premio Nacional de Periodismo, 2009.