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Análisis de “If I forget thee, oh Earth” de Arthur C. Clarke

Carlos Vázquez
6 min readDec 16, 2023

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Jerusalén, si algún día te olvido, que se me seque la mano derecha; prometo que jamás te olvidaré. Si te llegara a olvidar que mi lengua se me pegue al paladar y no pueda volver a cantar.

El fragmento superior corresponde a Salmos 137:5–7 (fuente). El inicio de este salmo, en inglés, reza “If I forget thee, oh Jerusalem”, y enlaza con este relato corto de Arthur C. Clarke de unas 1600 palabras. En este artículo procederé, como en el que dediqué a “Second Dawn” (link), analizando el paso de la idea a la ejecución.

La premisa

Como muchos relatos escritos en los años cincuenta, sobrevuela a este un aura de fatalidad nuclear.

¿Y si hay una guerra nuclear y realmente destruimos la Tierra?

Esta es la premisa, estupendamente simple, del relato. Nos sirve, pues el relato será muy breve. Es posible que la idea de añorar esa tierra y de no desear olvidarla, dada por el título, formara parte del germen del relato. O quizá no, quizá el relato salió como salió y el título se aplicara de manera natural. En cualquier caso, incorporaremos esa añoranza a la premisa.

¿Qué podemos hacer a partir de la premisa de que la Tierra ha sido aniquilada y hay añoranza por ella? Para empezar alguien tiene que sentir esa añoranza. Por tanto, necesitamos personajes que, además, han de ser humanos y tienen que estar a salvo de esa destrucción.

Exploración de ideas

Tenemos muchas opciones de desarrollo aquí:

  1. Quizá quienes la añoran sean astronautas que están en su nave espacial observando la Tierra. El problema aquí está en que la añoranza es el último de los problemas de estos astronautas, que sin duda morirán al no tener posibilidad de volver ni modo de obtener recursos.
  2. Quizá quienes la añoran sean humanos que han colonizado otros planetas. El problema aquí es que, si ya hemos colonizado otros planetas, ¿qué añoramos exactamente? Una vez nos expandimos por el sistema solar y más allá hay poco que podamos añorar de la Tierra más allá de una “cuna” de la humanidad. Si vives en otro sistema solar apaciblemente no sabes ni qué era la Tierra.
  3. Un punto intermedio entre los anteriores sería el de una colonia lunar autosuficiente. Tiene la ventaja de que los habitantes de esa colonia no tienen problemas más acuciantes, por lo que no hay un sentimiento de necesidad que reste fuerza a esa añoranza. Por otro, viven ahí, al lado de la Tierra (con ese recordatorio constante), en su pequeña colonia, quizá hacinados, quizá incómodos, y miran la Tierra con anhelo. Este es, efectivamente, el desarrollo que escoge Clarke.

La idea

Los habitantes de una colonia lunar observan la Tierra, destruida, con añoranza y deseo de regresar.

De nuevo, se trata de un relato muy corto. Esta idea es perfectamente suficiente para sustentarla. Ahora, de lo que se trata es de darle cuerpo.

Los personajes

¿Cómo se añora? Pensemos rápidamente en las alternativas.

  1. Añoranza perpétua (los personajes añoran desde siempre). El problema aquí es que el relato es poco pertinente, porque no cambia nada.
  2. Ausencia de añoranza. Esto directamente anula la premisa.
  3. Paso de no añorar a añorar. Este es el único desarrollo posible, y determina nuestros personajes.

La añoranza despertará en un personaje. Por tanto, necesitamos un personaje que pase de no añorar a añorar. La solución ideal es un niño.

En este sentido necesitamos dos personajes: padre e hijo (podría ser madre e hija, pero estamos en los cincuenta). El hijo ha de ser lo bastante pequeño como para no tener añoranza aún, y el padre va a dársela, enseñándole la Tierra. Cualquier otro personaje estorbaría.

Llamemos al hijo Marvin y al padre no le demos ningún nombre. ¿Es necesario dar un nombre al niño? En realidad, depende. Si optáramos por un relato en primera persona, que sería perfectamente legítimo, ni siquiera necesitamos un nombre para el chico. Clarke opta por la tercera persona y ahí empieza a ser necesario darle un nombre. Aunque bien mirado otro autor se limitaría a “el padre” y “el niño”. Esta decisión tiene más que ver con Clarke mismo, y no parece depender necesariamente de la premisa.

El espacio

Aquí hay que desarrollar un poco de la colonia y plantearnos cómo tendrá lugar esa transmisión de añoranza. Consideremos que si la Tierra fuera fácilmente visible desde la colonia, la transmisión de la añoranza sería forzada:

“Mira hijo, ¿ves ese planeta que llevas mirando toda tu vida? Pues venimos de ahí y era un lugar genial”.

(Nota importante: la anterior no es una cita literal del relato)

Esto no funciona. Para que funcione, el niño debería obtener la añoranza en el momento de conocer la Tierra. Por tanto, ésta debe estar ausente durante su vida diaria. Esto implica dos espacios:

  1. La colonia, desde donde no se ve la Tierra
  2. Otro sitio de la Luna, desde donde sí se ve la Tierra.

Y donde hay dos espacios hay un espacio implícito entre ellos, el camino. Veremos que Clarke opta por concentrar su relato en el camino y terminar en el espacio donde se ve la Tierra, y el motivo es el siguiente: sin dar más indicaciones, un camino es un camino y el lector siempre supone que la acción transcurre en la Tierra si hay humanos. Así, el autor puede extraviar ligeramente al lector haciéndole creer que la acción ocurre en la Tierra, dando más fuerza al final cuando llegan al lugar desde el que la ven. Esta decisión determina gran parte del relato como un viaje.

El tiempo

El relato sólo necesita un tiempo: el del viaje, que se cierra con la observación de la Tierra y la adquisición de la añoranza.

Podrían emplearse más tiempos, pero en principio lo que hay que hacer es justificar la adición de elementos, no su ausencia, especialmente en un relato tan corto como este.

La trama

La división de la trama en pasajes es innecesaria. Puede considerarse que contiene un único pasaje, o bien dos. En este caso, dado que uno lleva tan natualmente al otro, no consideraré pasajes.

Así, el relato se divide en dos partes:

  1. El viaje: su padre lleva a Marvin de viaje. Se describe la colonia sin decir que está en la Luna, y el camino como si fuera un camino normal, sólo que indicando la geografía específica (cráteres, caminos que caen, etc.) propios de la luna.
  2. La observación de la Tierra: su padre estaciona el vehículo y deja a Marvin contemplar la Tierra. Le dice que le ha traído ahí para que sepa cuál es el lugar natural que le corresponde como humano, para que entienda por qué no viven allí (la guerra nuclear que lo ha vuelto inhabitable), e instalar en él el deseo de progresar para que algún día sus descendientes lo reclamen.

El Statu Quo se refiere aquí a la vida en la colonia como la conoce Marvin, mientras que el elemento disruptivo es el viaje y la observación de la Tierra. Aquí se da un caso de anti-ironía dramática, esto es, el personaje (Marvin) sabe algo que el lector no sabe: que vive en la Luna y no en la Tierra. También sabe adónde le lleva su padre: no es de recibo pensar que Marvin no lo sabe, que su padre le ha metido en el coche y le está llevando muy lejos de la colonia. Si no supiera qué van a hacer, ¡pensaría que van a abandonarlo!

Lo que no sabe Marvin es lo que esto significa emocionalmente, y es lo que el relato nos deja descubrir junto a él.

Aprendizaje

Este es un relato muy sencillo con una premisa muy sencilla que debía ser muy corto. Estoy seguro de que la mayoría hemos escrito alguna vez algo parecido. Extrañamente creo que he aprendido algo más de Clarke que de la escritura en sí: para este autor “mostrar” cosas, incluso cosas que se saben sin haberlas visto, es extremadamente importante. Ocurrió en su relato anterior (Second Dawn), donde Eris muestra a Jeryl el resultado de la bomba atómica mental sobre los mithraneanos pese a que ella sabía en lo que había consistido, y ocurre en este. Aquí Marvin sabe lo que son las estrellas, y la Tierra. Simplemente nunca la había visto.

Quizás un poco de aprendizaje es el uso de la anti-ironía dramática como figura narrativa legítima.

Me quedo con esta cita del padre:

Unless there was a goal, the colony would lose the will to live

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Carlos Vázquez

Doctor en Ingeniería Informática; escritor aficionado