Sobre la multipotencialidad

¿Qué hacemos con las intersecciones de intereses? ¿Cuándo es demasiada la curiosidad? ¿En qué punto mata al gato?

Carmen Alicia Coto
3 min readJan 29, 2019
Photo by KiVEN Zhao on Unsplash

En mí, los intereses no siguen una línea recta.

Cada vez más, me doy cuenta de que no me da satisfacción la idea de convertirme en una experta en un tema. La satisfacción viene por otro lado. La trae la búsqueda, las respuestas a preguntas extrañas, las distintas venas de conocimiento que se entretejen, y los puntos en los que éstas se tocan: las intersecciones del conocimiento y de la curiosidad. Y no hay un solo tema que me cause curiosidad. La vida me causa curiosidad.

Creo que mirar, observar y dejarse influir por lo que lo rodea es una de las grandes cualidades del ser humano. Esta influencia es importante y necesaria, pero no viene sola; la acompaña la predisposición a absorber como una esponja todo lo que nos encontramos en el camino, por diverso que sea.

Pues es esta diversidad lo que nos forma. Es lo que nos permite evolucionar y desarrollar diferentes maneras de relacionarnos con el mundo.

En su charla TED, Emilie Wapnick habla sobre el hecho de no tener una “llamada única” o un interés primario en la vida que guíe tu carrera o las decisiones que tomas. Habla de los multipotencialistas y los especialistas, y de las riquezas que puede aportar cada grupo a la sociedad, a la vida. Por supuesto, ser un especialista está bueno — si nos interesa ser especialistas. Pero también estamos los que tenemos pasiones extrañas y diversas y los que seguimos a la curiosidad a donde sea que nos lleve.

Puede que me autoreconozca como una multipotencialista. O no (claramente lo que sí soy es tibia, así que dudo de todo). Pero lo importante de autoreconocerme como multipotencialista es entender que es totalmente posible tener múltiples intereses, y que no pasa nada si es así. No es necesario tener un llamado único en la vida. No nos hace mejores personas ni mejores profesionales. Es, incluso, limitante. Pareciera, más bien, que estamos llamados a seguir la curiosidad a donde nos lleve, a ir tirando de los hilos del entretejido de búsquedas de Google e ir desarrollando estos intereses con la profundidad que queramos en el momento en el que queramos. Todos tenemos derecho a tener diferentes pasiones y todos tenemos derecho a explorarlas y explotarlas, y eventualmente aburrirnos y pasar a otra cosa.

Y hay algo interesante con estos intereses galopantes: eventualmente, llega el momento en el que puedes poner en práctica todas estas cosas que has estudiado casi por casualidad, y, quizás, esa clase de agricultura urbana que tomaste en tu período hippie termine siendo la clave para la subsistencia de la humanidad en el próximo apocalipsis zombie. No digo que sea altamente probable, pero uno nunca sabe.

El caso es que no sabremos cómo encontraremos una utilidad real para nuestros intereses en principio, pero es algo de lo que sí nos podremos dar cuenta en retrospectiva. No sabes cómo te va a servir ese curso sobre caligrafía y la carrera de economía que decidiste abandonar. No sabes si te va a servir en algún momento. Pero, aunque sea, servirán para no apagar el fuego de la curiosidad, y es la curiosidad la que nos mueve hacia adelante.

Y, sobretodo, es en las intersecciones de nuestros intereses donde se encuentra la riqueza de la humanidad.

Y P.D.: Y sí, en teoría, en algún punto la curiosidad termina matando al gato. Pero dicen que la satisfacción lo revivió. De nada.

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