abuela, ya son cinco meses lejos de tus manos
Querida Aurora,
Estos hincones en mi mano cuando escribo tu nombre, me recordaron el sonido de tu voz y la radio encendida justo para tomar once aunque son las cinco. Pero para ti, las noticias y la coyuntura mundial son indispensables. Quizá por ello me tocó estudiar tus sueños.
El nombre que te puso tu madre al tener el amanecer a sus pies. Sé que me contaste esta historia cuando estábamos juntas en el mismo espacio, y me hablabas hasta invocar al sueño y dormirte entre tus fardos y tus muebles blancos. He recuperado tu voz en mi memoria.
Los ojos grises como de tu ciudad me recordaron el cielo de hoy que veo rara vez después del soleaje.
Pensaba en la construcción de los años, de la edad.
«Recuperaría
su frontera extraviada, esa que nos permite el paso al territorio de la
felicidad», leo en mi lectura diurna. Debido a este confinamiento, querida, tratamos de leer y escribir hasta que nos colme la ansiedad y hasta que logre oír nuevamente tu voz en mi mente. Me preguntaba sobre tu presencia, tus ganas, tu voz y tu grafía. Sé que escribíamos, y que postergabas el llanto de la infante contra el sufrimiento. ¿Acaso el resto conocerá la pena? Si empaño los ojos mientras escribo esto me quedo ciega, pero aún veo. Tenías razón: No somos de ninguna parte mas de la que elegimos pertenecer. ¿Recuerdas la noctambulancia? Recuerdo tu mirar, y tu intuición al referirme que las batatas todavía podrían germinar en nuestros intestinos.
Mientras pelo papas o me mantengo cerca de la ventana, observando un cielo grisáceo y lluvioso, recuerdo a nuestra incomprendida Lima y su paisaje desértico. En realidad, el bullicio jamás fue parte de ella. Rememoro la historia de tus antepasadas, que también son las mías. Y abrazo mis raíces desde la distancia y la muerte. No le temo más al encierro que a la memoria amnésica.
He recordado a Santiago, y sus listas del mercado diario. Los folletos del periódico inolvidables y la bravura de emergirse del interior de la tierra.
A Santiago y a ti, les debo la sapiencia de la literatura y la fonética de la narración. Hoy hay sol afuera y sombras de tierra y barro en mi suelo, pero me agrada ese olor a comida que la casa quedó prendida, porque tus manos fueron el mejor arte de la cocina y del cuentahistorias.
“A mi nicolchita que tanto la quiero”, 25 setiembre del 2019. Esto me lo dijiste y me lo escribí en el bloc de notas para leerte más de cerca. Aunque hay frontera, también hay amor.
Te quiero. Y por favor, devora los alimentos que la tierra te da. Te envío un abrazo de bruja.
*fuente imagen: Exploration scientifique de l’Algérie pendant les années 1840, 1841, 1842. Zoologie: Mollusques: Atlas (1844)