Batalla de Chacabuco, óleo pintado en 1908 por Pedro Subercaseaux (Museo Histórico Nacional).

La hazaña de San Martín

Casa Rosada
4 min readAug 16, 2019

Por Rodolfo Terragno, académico de número de la Academia Argentina de la Historia y del Instituto Nacional Sanmartiniano. Embajador argentino ante UNESCO.

Los misteriosos y a veces aterradores Andes fueron el escenario de la hazaña: dividido en seis columnas el Ejército de San Martín trepó por seis pasos –ubicados en Mendoza, San Juan y La Rioja– hasta alturas inimaginables. Era un ejército de 5.423 hombres con 9.280 mulas, 1.600 caballos y 16 piezas de artillería.

El historiador inglés James Metford sostuvo que “la habilidad de San Martín para conducir a sus hombres a través de los desfiladeros y abismos de la Cordillera de los Andes merece que se lo compare con Aníbal”. Pero John Lynch, célebre biógrafo de San Martín, afirmaba que la proeza del argentino había superado la mítica hazaña del cartaginés. Lo hacía comparando alturas: San Martín trepó hasta 4.536 metros en los Andes, mientras que, en los Alpes, Aníbal no ascendió más que 1.850.

Margaret Harrison, autora del libro “Captain of the Andes. The rife of José de San Martín”, coincide con Lynch. Mantiene que la del Libertador fue una “hazaña sin par, más espectacular que las marchas de Alejandro, Aníbal o Napoleón”.

Pero la de San Martín no fue una expedición conquistadora. Al contrario, fue la primera parte de un Plan Continental concebido para desalojar el despotismo de esta parte de Sudamérica y asegurar la independencia de tres actuales naciones: Argentina, Chile y Perú; e indirectamente la de Bolivia y Uruguay, cuyos territorios eran entonces parte de la Argentina.

La liberación de Chile fue el primer paso del plan concebido por San Martín, que culminaría en 1820 con la liberación del Perú.

Una asombrosa prueba de la finalidad que llevaba la expedición es que el Ejército de los Andes arrastró por esas cumbres, junto con la artillería, 11 cajas con 725 libros que San Martín había traído de Europa. En esas cajas iban historias de la Revolución Francesa. Biografías de hombres como Rousseau y Richelieu, tratados de derecho civil y penal, ensayos sobre la libertad de comercio, manuales de agricultura, diccionarios y enciclopedias. Algunos de esos libros los donó en Chile y la mayor parte la destinó a la Biblioteca Nacional que creó en Perú.

El historiador venezolano Mariano Picón Salas sostuvo que el “épico” cruce — llevado a cabo por “figuras de una homérica estatura, merecedoras de una Ilíada americana” — fue “parte de un proceso que encarnaba el liberalismo político y la democracia representativa, inspirado en la Constitución de los Estados Unidos y la Revolución Francesa, que se concretaría en la organización de los nuevos Estados”.

Así fue. Vencidos los realistas, Bernardo de O’Higgins, copartícipe principal de la hazaña andina, asumió como Director Supremo de Chile e hizo plebiscitar una Constitución que creó una división de poderes y garantizó los derechos a “la libertad, la seguridad y la propiedad”. O’Higgins, por otra parte, abolió los títulos de nobleza y declaró la igualdad entre indígenas, criollos y europeos.

Medidas similares planeaba adoptar, y adoptó, San Martín en Perú.

Fue el final del absolutismo encarnado en los virreyes, representantes de un “Rey por Gracia de Dios”, que había restablecido la Inquisición y perseguía a los disidentes.

España rinde actualmente homenajes a San Martín, que no se alzó contra ella sino contra aquel absolutismo. En un video, el gobierno español expresa: “El Libertador de la Argentina, merecedor de tributo y admiración, llevó a América la manera de ser española.”

La gesta ha influido en la formación de la identidad chilena y argentina. Ha sido y es objeto de ensayos, novelas, poesías, películas y canciones. Organismo públicos y privados realizan constantemente excursiones, a caballo y mula, por las Rutas Sanmartinianas.

Pablo Neruda, en su “Oda a San Martín” profesó reconocimiento a esos desfiladeros.

En un poema dedicado al gaucho, Jorge Luis Borges –fiel a su tendencia de adjetivar el objeto– dice: “Fue el que cruzó la heroica cordillera”.

Más allá de Sudamérica, el héroe y poeta cubano José Martí veneró esas Rutas Sanmartinianas por las que “iban los hombres como por el cielo, hambrientos, sedientos, mientras abajo, muy abajo, los árboles parecían yerba y los torrentes rugían como leones”.

André Malraux sostuvo en Francia que, cruzando los Andes, San Martín creó, de la nada, una democracia.

El Poder Ejecutivo postula en la UNESCO que se consagre a las Rutas Sanmartinianas como Patrimonios de la Humanidad, y la Delegación Argentina ante ese organismo de Naciones Unidas, ya ha logrado inscribir a las rutas en la “lista tentativa”.

Para concluir la postulación debe formarse, en los próximos meses, un expediente con pruebas, mapas, facsímiles, nuevos aportes y auspicio. El 25 de mayo, desde el Cabildo, el Presidente de la Nación hizo una convocatoria pluralista a arqueólogos, geólogos, historiadores, docentes, escritores, fotógrafos y artistas, a participar en la elaboración de ese expediente, que debe ser expresión del afán de la sociedad argentina entera. Con ese fin, se ha constituido la Comisión Rutas Sanmartinianas, con las máximas autoridades de academias, institutos e instituciones culturales.

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