Martín Rodríguez Pellecer: acosador y abusador sexual
Luego de la publicación de la primera parte de esta investigación varias mujeres me buscaron para contar testimonios similares, en los que Martín Rodríguez Pellecer las acosa. Siete de ellas quisieron hablar públicamente, así que decidí hacer una segunda investigación, primero porque ellas encuentran una reivindicación al contar estas historias en voz alta y segundo porque en estos nuevos testimonios hay un hallazgo de gran interés periodístico: que uno de los casos se remonta hasta el 2012, cuando Rodríguez Pellecer era director de Plaza Pública, y que ese mismo caso podría ser catalogado como abuso sexual.
Presentó entonces este caso de 2012 (B.), con confirmación de ciertos detalles por parte de otros testigos (U., F., J.); tres testimonios más de mujeres que han sido acosadas por Rodríguez Pellecer en contextos laborales (H., Y., T.) y cuatro testimonios que no alcanzan a ser acoso pero que muestran coincidencias en el lenguaje y los modos de actuar de Rodríguez Pellecer (L., G., K., N.). Los testimonios han sido editados en este reportaje para garantizar legibilidad, pero son el resultado de entrevistas directas y cuentan con grabaciones de soporte que están protegidas por el derecho profesional. Los cargos profesionales de quienes aportan su testimonio y las ciudades y países en donde ocurrieron los hechos relatados han sido omitidos para no exponer a las denunciantes y los nombres de las víctimas han sido cambiados para respetar su privacidad y evitar represalias y cualquier tipo de revictimización, y acogen sus identidades a la protección de fuentes.
B.
Voy a tratar de ser lo más detallada posible de recordar ese momento. todo pasó en un día, 31 de diciembre del 2012. Yo estaba en Panajachel, en Guatemala, yo conocía a Martín porque él era director de Plaza Pública y había hecho un trabajo con él, en ese entonces era un trabajo con un poco de amistad yo confiaba en él, lo admiraba y nunca lo vi como un hombre malo.
Estaba con dos amigas en Panajachel y publiqué en Facebook unas fotos de nosotras. Entonces Martín me contacto no me acuerdo si por Messenger o Whatsapp, y me preguntó si había cuartos disponibles en el hotel donde yo me estaba quedando, o si por lo menos había un catre. Yo le dije que sí porque nosotras ya nos íbamos de regreso a la capital y que también había cuartos disponibles a pesar de la temporada. Me dijo que él iba para allá, que sería bueno que yo estuviera, me preguntó si me quería quedar para celebrar año nuevo, me dijo que había una fiesta en la reserva de Atitlán. Yo no le pregunté si iba con su esposa, pero yo me imagine que sí porque él es un hombre casado y en ese año tuvo a su bebé y me pareció que un plan alegre, familiar.
Quedamos de juntarnos con Martín en Tecpan, en un restaurante conocido que se llama Rincón Suizo. Cuando llegó en su carro venía solo y me pareció raro. Yo le dije: ¿y tu esposa y tu bebé? y él me dijo que iba solo y que su esposa estaba de acuerdo en que el celebrará año nuevo solo. Una de las amigas que estaba conmigo me preguntó que si me quería ir sola con él, y yo dije que sí que yo lo conocía bien. Y la verdad es que yo estaba feliz porque era el director de Plaza Pública.
Eran las 3:00 pm y él llevaba una botella de Fernet. Me sirvió un vaso, tomamos en la terraza del hotel y él me habló de la historia del cerro en el que está inspirado El Principito. Me pareció que me estaba tratando de impresionar. En una de esas me empezó a adular. Yo había terminado una relación muy importante ese año y estaba bien vulnerable, él lo sabía porque yo se lo había contado. Meses antes, Martín me había dicho que qué bien me miraba y esa tarde me dijo que yo le parecía bonita y me dijo que yo le gustaba. Me sentí incomoda porque yo jamás quise gustarle a él, ni por mucho que lo admiraba, porque él no me gustaba así en absoluto. Yo me reí, me puse nerviosa y él me empezó a decir que si le quería dar un beso, yo le dije que no. Ahí él no me insistió, yo le segui hablando normal, no se cuanto tomó pero yo no lo miraba tomado. Nos íbamos a ir a San Pedro La Laguna, al otro lado del lago, pues él dijo que había unos amigos ahí en una fiesta.
Yo regrese al cuarto para cambiarme. Y entonces él entró a la habitación, cerró la puerta y comenzó a decirme que qué rico sería que hiciéramos un 69, que sería divertido, que era año nuevo, tratando de ser lo más amigable posible, tratando de convencerme. Yo estaba super incómoda, sentada en una cama (el cuarto tenía tres camas), y le dije que no. Entonces me dijo que si me dejaba hacer sexo oral: “te voy a dar besitos en tu vagina, y vas a ver que rico te vas a sentir, la vamos a pasar muy bien.”
Yo también sufrí un abuso sexual cuando tenía 8 años y en ese momento sentí que me estaba hablando la misma persona. Él no me lastimó, ni me amarro, pero eran sus palabras… como tratando de convencer a una niña pequeña de que todo estaba bien. yo me sentí chiquita, tenía pena y no supe cómo volver a decirle que no.
Él empezó a besarme, me decía que me relajara. En un punto le dije: “no, no la verdad es que no no me gusta, dejémoslo así”, y empecé a poner excusas. Entonces en una de esas me dijo que “como él ya me había hecho sexo oral, que no fuera mala onda, porque él también quería”, y que “si yo podía hacerle sexo oral porque era el turno de él, que teníamos que estar empate”, como si fuera un juego. Otra vez le dije que no. Por momentos yo me reía, porque pensaba que estaba bromeando conmigo. Empecé a decir que nos fuéramos a San Pedro.
Finalmente nos fuimos a San Pedro y allá no intento hacer nada porque había mucha gente, pero siempre me trataba de meter en la cabeza la idea que las mujeres ahora eran muy liberales. Vió a una chica con las uñas pintadas de rojo y me dijo que eso era señal de que ella era liberal y que le gustaba el sexo. Siento que él trataba de tenerme todo el tiempo excitada y pensando en sexo.
Ya iba siendo más de noche, ya lo veía más tomado, y yo me dije: “no quiero pasar mi año nuevo con esta gente en este hotel”. Él no se quería ir, hasta que dije: “bueno ya me voy”. Salí caminando super rápido, hacia el puente. El puente tenía un hoyo y me caí, cuando vi, Martín estaba levantándome. Yo estaba casi huyendo de él y le pagué 300 quetzales al lanchero para que me regresara a Panajachel. Martín se montó conmigo en la lancha, dijo “bueno vamos a la fiesta en la reserva en Panajachel”. Estábamos los dos en la lancha y él empezó a insistir en que le diera un beso, que mis labios, y que qué bonita, y que él estaba seguro de que él me gustaba. Yo creo que que él pensó eso porque yo me considero una mujer super normal y que él, por ser el director de Plaza, yo me iba a abrir de piernas. Martín siguió insistiendo, las lanchas tienen unas tablas y él estaba necio con que yo me sentara abierta de piernas hacia él, y necio con que le diera un beso, y yo le dije: “bueno, pero me prometés que no va a insistir más”. Le di como dos besos.
Llegamos a la fiesta. Hasta me acuerdo que nos topamos con un cantante famosos de Guatemala. Había muchos extranjeros, había un Dj que él decía que era super buena onda. Yo trate de alejarme de él, hablar con otra gente, bailar con otras personas, pero yo me escondía y él me encontraba. Yo siempre tratando de hacerle sentir que era como un amigo, y lo trataba con rudeza. Lo que yo quería era que él se quitara la idea de que yo le atraía. Dieron las 12 de año nuevo y otra vez me volvió a insistir con que “el beso de nuevo año“. La verdad es que yo estaba super enojada y quería irme a mi casa, pero no tenía cómo, en ese tiempo no había Uber, era Año Nuevo y no quise molestar a nadie, también porque yo pensaba que yo me lo había buscado porque había decidido quedarme.
Nos fuimos al hotel después de la fiesta yo me acosté super cansada y él se acostó conmigo. Yo le dije: “¡Pero hay dos camas!”. La verdad es que yo no tomé, pero tenía mucho sueño, quería dormirme para no estar más ahí. Entonces me dijo que todavía teníamos pendiente que yo “le devolviera el favor”, y yo le dije que no, solo de pensarlo me dio asco. Entonces me dijo que si por lo menos me dejaba tocar, que no iba a ser con la lengua sino con las manos, y yo le dije que ok, porque ya estaba cansada, lo que quería era que me deja en paz.
Yo estaba acostada y él se puso sobre mí y empezó a tocarme sobre mi calzón. Recuerdo el calzón que llevaba, hasta le hice la broma de que tenía el calzón roto , yo lo quería era bajarle la excitación, y sentía que él era como un animal. Esa fue la parte más difícil porque me dejé tocar y en un momento con sus toques me excitó, y entonces él se excitó más obviamente, y se sacó el pene. Yo le dije que no quería tener penetración, entonces él empezó a tocarme la vagina con su pene, ya no con sus dedos, y empezó a tratar de masturbarse conmigo. A veces él intentaba penetrarme y yo le decía que no, que no quería, y que además no había preservativo. Perdí la noción del tiempo. Empecé a hacer ruidos para que terminará y él terminó encima mío, me ensució, y yo le dije que se quitara y me fui a limpiar.
Creo que ya estaba como de día, ya había luz, y le dije: “ahora sí ya, ya estuvo, ya fue suficiente, ya tuviste lo que quisiste”. Él me vio muy enojada y acostado en la cama me dijo: “lo dices como que si yo te hubiera forzado”. Para ese momento él para mi ya era un idiota, no era el Martín que yo admiraba. Me limpié, me sentía sucia, me sentía estúpida. Tenía miedo de lo que iban a pensar de mí, porque él es un hombre casado y por eso yo lo quise guardar como un secreto porque era mucha vergüenza. La verdad es que nunca se me pasó por la cabeza decir que él abusó de mí, aunque yo sabía que no estaba bien, pero la verdad es que nunca me sentí bien, y que yo no lo hice por mi voluntad, o porque yo de verdad quisiera, sino para que me dejara tranquila.
Luego me dijo que yo necesitaba una pastilla del día después, cosa que me hizo sentir aun peor, me hizo sentirme como que yo era una muñeca o un juguete y ahora él estaba decidiendo por mí, diciendo que yo tenía que tomar una pastilla, cuando yo ni sabía ni que esa pastilla existía. Yo no recuerdo que hubiera penetración, pero por algo él quería que me tomara esa pastilla.
Nos tomamos un tuk tuk en la calle Santander, me acuerdo que en la primera farmacia no había y en la segunda farmacia sí. Él me la dio a tomar. Se portaba como si me estuviera cuidando, pero lo que pasaba era que él ya estaba preparado, él ya sabía qué había que hacer y me explicaba qué era lo que me iba a pasar con las pastilla: que me iba a venir el periodo y todo eso. Para ese entonces yo me decía: “¿por qué estoy aquí en año nuevo tomándome una pastilla por algo que yo ni quise?”
Nos regresamos en su carro, yo con una falsa sonrisa, haciendo como que no pasó nada, porque yo sabía que si no fingía no iba a poder con eso. Y me dijo algo que me enojo también, algo que me hizo sentirme fea: yo le había dicho que a mi me gustaba alguien de la U, y le había preguntado qué podía hacer yo para gustarle, y entonces me dijo: “Para que tu le gustes a cualquiera, lo que tienes que hacer es rasurarte allá abajo, eso vuelve locos a todos los hombres.”
Nunca hablé de esto. Yo lo quería contar pero sentía que a todo el mundo le caía bien Martín y que nadie me iba a creer. Luego en 2014 comenzó Nómada y él empezó a hablar de feminismo. Yo lo miraba decir que él defendía a las mujeres y hablaba contra los machos y contra el acoso y yo : “¡si este tipo es igual o peor!”. Cuando yo le dije: “no, no me gustas”, él ha debido parar y no insistir de forma abrumadora.
U.
Nosotras estábamos tres amigas contando a B., estuvimos en San Marcos la Laguna, creo que fueron dos noches, y luego fuimos a Pana y nos quedamos las tres en un hotel. Yo y otra amiga nos quedamos solo una noche, B. nos dijo que ella se iba a quedar más tiempo porque llegaban unos amigos. Como íbamos en un mismo vehículo B., nos pidió que la dejáramos en el camino y pasamos a comer al Rincón. Estuvimos ahí hasta que llegó esta persona y ahí me di cuenta que no eran amigos sino solo él. Cuando llegó nosotras metimos sus cosas en el baúl y creo que yo le dije a B. “¿estás segura?” y me dijo que sí y se fue con él, un hombre con pelo largo como a la barbilla.
F.
Cuando vi tu publicación le escribí a B. porque vi que hay muchos puntos que me había contado B., es más cuando leí las historias pensé que era la misma B. la que me las estaba contando. Tuvo que ser en 2017 cuando ella me lo contó, paso porque estábamos hablando del tema de acoso y me contó de esta situación que se dió en Panajachel, recuerdo que me contó que él estaba insistiendo mucho y que las caricias que le hacía a ella le parecían repugnantes y que eso pasó porque la tenía harta con tanta insistencia.
J.
Yo fui el jefe de B. y préstamos algunos servicios a Plaza Pública, ella estuvo colaborando con el medio por un buen tiempo pero luego de año nuevo, de un momento para otro me dijo: “Por favor J., yo no quiero trabajar para Plaza Pública, no no me quiero comprometer. Después me contó que tuvo un encuentro con ese señor en Pana y fue muy desagradable, me contó que estuvieron en una fiesta y que él la perseguía.
L.
Una vez en el tiempo que trabajé en Nómada, me puse sandalias para ir a trabajar. Ese día, íbamos caminando con Martín en el edificio dónde está la oficina de Nómada, él me vio los pies y se me veían las uñas pintadas de corinto (rojo oscuro). Y me hizo un comentario similar al que cuenta ella, “que las mujeres libres usaban las uñas de rojo”. Me recuerdo que no supe qué responder ni si me estaba diciendo algo bueno o algo malo de mi elección de color.
En un vuelo largo, en el que habló de sexo la mayor parte del viaje, en medio de toda la conversación hubo un momento en el que hablamos sobre sexo oral femenino y cómo era más “cómodo”. Yo realmente no voy por la vida contando sobre ese tipo de intimidades, y si lo hago es con otras mujeres para hablar de experiencias. Pero en este caso, la verdad es que me preguntó qué pensaba yo sobre el sexo oral y el vello corporal, y no sé cómo terminé contándole que yo me hago la depilación láser. No sé por qué, como que solo terminamos hablando de eso y yo respondiendo a todas sus preguntas.
Alejandra Gutiérrez, editora en Plaza Pública en 2012.
Te diré que no, que no percibí un tema de ese tipo, tampoco cuando yo era editora y él era director. Estuve com como editora durante un año de dirección de Martín. Luego a partir de la salida de Martín yo fui editora general. Tampoco recuerdo el haber escuchado que ninguna compañera hiciera ninguna acusación de ese tipo.
Solo para ponerte en contexto: hoy yo soy coordinadora editorial de Agencia Ocote, manteníamos una relación con Nómada durante el periodo electoral para nuestro proyecto de verificación, fact checking, de Fáctica y quedamos con una alianza. Sin embargo, a partir de noviembre, previo a tu publicación, nosotros tuvimos información y decidimos, a partir de nuestro protocolo contra el acoso y para mantener la distancia periodística que nos obliga a investigar este tipo de temas, cancelar o romper la relación con Nómada y a partir de noviembre le informamos a Martín esto, porque el protocolo del medio nos exige tolerancia cero.
Marta Méndez, directora de relaciones institucionales de Plaza Pública en 2013.
Yo entro a Plaza Pública en septiembre de 2013, Martín renuncia a finales de ese año por lo cual él y yo no logramos coincidir mucho tiempo. Efectivamente yo me pude enterar de unos comportamientos machistas, comportamientos un poco bizarros, que fueron notados en su momento y se le recriminaron directamente. En ese entonces Plaza Pública no tenía ningún protocolo para esto. No te puedo decir nada que yo haya visto, pero obviamente esta noticia no me es indiferente y me parece muy bien que comencemos a hacer estos cuestionamientos.
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H.
Él vino de visita a la ciudad en la que estoy viviendo, fue este año (2019), vino de visita de trabajo y me dijo que nos juntáramos para cenar, para mi esta cena era de lo más normal porque ya en otras ocasiones, por cosas de trabajo, ya que trabajamos varios años en temas comunes, habíamos salido a cenar. Fuimos a cenar a un restaurante super nice, me traía regalos, me dijo que me iba a invitar a todo, que no me preocupara por nada, que él iba a gastar porque estaba muy agradecido por el trabajo que yo había estado haciendo, y que le daba mucha ternura ver por el momento difícil por el que estoy pasando. Dijo que nos tomáramos dos cócteles primero y luego pidió dos botellas de vino, una para cada uno. Él no contaba con que yo no me iba a emborrachar tan rápido con una botella de vino.
Estuvimos hablando de sexo, y esto lo había comentado antes con mis amigas, es una persona que sin conocernos mucho en muchos eventos ha llegado a hablarnos de sexo, y bueno, no nos importa hablar de sexo porque somos feministas, pero es incómodo cuando no viene al caso y es una persona con quien no tenemos confianza. En todo caso yo le contaba por lo que estaba pasando y él me decía que solo le daban ganas de acurrucarse conmigo en la cama y consentirte mucho.
Luego empezó a hablar de que teníamos que ir a bailar salsa, porque en el aniversario no habíamos podido bailar. En esa fiesta no me soltaba, yo le dije que no quería bailar más y por eso salía a fumar. Fuimos a un after en un apartamento y otra vez no me soltaba y yo no quería bailar porque quería hablar con otra gente. Total que fuimos a un bar después del restaurante y allí me empezó a insistir que viniéramos a mi apartamento. Yo le decía que no, que que estaba cansada y me dijo que conocía otro lugar donde bailar salsa y reggaetón. Me sacó del bar y pidió un taxi, cuando nos subimos al taxi le dijo que íbamos a la misma calle donde vivo, y yo pensé, ¡qué coincidencia! Pero resultó que era la dirección de mi casa y que el supuesto bar era mí apartamento. Yo no supe qué decir porque era mi amigo y pensé, no puedo ser tan culera de no invitarlo a mi casa. Antes de llegar paró a comprar más vino y cerveza.
En el apartamento me dijo que me quitara los zapatos y las calcetas y que estuviera descalza con él, yo no quería porque me da asco estar descalza en la casa, pero finalmente lo hice porque insistió y era mi amigo. Yo puse mi música y el dijo que pusieron reggaetón que él quería bailar eso, y me dijo “te quiero ver twerkear”. También me dijo que pusiera bachata y yo le dije: “no hay género en el mundo que yo deteste más que la bachata”. Luego me salí a fumar al balcón y salió y empezamos a hablar de cosas sexuales, me dijo: “¿oye pero tu eres así de asquienta en todo en la vida?” Y yo le dije que sí que yo valoro mucho la limpieza. Y luego me preguntó que si así también era en la cama, y yo le contesté porque era mi amigo, le contesté que en la cama no, y me dijo “ay me encanta que seas toda desinhibida”, y me dijo “mira, yo recibí un curso sobre unos masajes tántricos, tenés que probarlos porque es otro nivel lo que vas a experimentar en la cama.” Entonces le dije: “ah, sí, ¿dónde tomó uno?” y me dijo “yo te enseño, te puedo enseñar ahora”. Me dijo que con su esposa acababa de llegar a un acuerdo de relación abierta, que fuera de Guate puede pasar lo que sea, entonces yo le cambié el tema y me volvió a preguntar cosas de mi vida acá. Cada vez que le decía algo me decía “tengo muchas ganas de acostarme contigo y abrazarte por detrás de acurrucarme contigo.”
Yo estaba cansadísima y finalmente dije que tenía un desayuno al día siguiente que tenía que irse a dormir. Entonces me dijo que él estaba muy cansado para irse a su hotel que si se podía quedar a dormir en mi casa. Entonces yo dije: “va, quédate, en el cuarto de visitas tienes hasta baño privado”. Cuando yo empecé a caminar a mi cuarto me dijo “hey, ¿segura que no quieres que nos acurruquemos?” y yo dije que no gracias y cuando entré a mi cuarto hasta le puse llave a la puerta.
Y.
Estábamos en una ciudad en Latinoamérica en un taller. Tenemos muchos años de conocernos y ser cercanos. Estábamos comiendo y tomando tranquilos, nada fuera de control. Platicábamos de muchas cosas, de cosas personales, pero como dos amigos que se cuentan sus cosas. Teníamos un buen rato de estar platicando cuando surgió la pregunta. No recuerdo bien la cómo me lo dijo, pero fue algo así como: “mira, ¿te gustaría que practicáramos un masaje tántrico?”. No creo que el verbo haya sido enseñar o aprender, pero tomando en cuenta que yo no sabía qué me estaba ofreciendo o a qué se refería (me enteré hace cuatro días) en ese momento pensé que me estaba invitando a hacer algo juntos como correr. Una experiencia.
Así que yo dije, que no pero que gracias que así estaba bien. Seguimos platicando y luego me volvió a decir “mira, ¿segura que no quieres intentar?” Yo ahí me incomodé porque otra vez no sabía de qué me estaba hablando pero sí pensé: “sea lo que signifique sigue siendo mi jefe, somos amigos y todo, y no creo que lo esté haciendo con mala intención, pero mi cuerpo es mi cuerpo y a él no le tengo confianza como para eso lo que sea que signifique un masaje tántrico. Volví a decir que no. Y entonces, al día siguiente cuando amaneció, yo sí pensé si eso hubiera pasado, ¡qué incómodo sería!, porque de todas formas yo lo voy a seguir viendo y qué gran error si no hubiera tenido cuidado, hubiéramos mezclado todo y de una forma muy extraña. Tal vez él se dio cuenta de que yo no había entendido muy bien. Yo también pensé: “bueno, tal vez es un masaje corporal, con ropa o con toalla, pero en realidad masaje era masaje.” Lo vi como un error de formas del momento. No lo dije antes por vergüenza.
T.
Este año, 2019, yo participé en el Foro Idea como moderadora en un panel. El martes llegué, me hospedé en el hotel en donde Martín también se hospedaba y luego subí al Foro que se realizó en el cerro. Pasó el día, el foro estuvo increíble y luego recuerdo que habíamos quedado de ir a tomar con unas amigas y luego justamente ir a bailar salsa, como sale en el artículo. Todo iba bien hasta que luego poco a poco todas se fueron yendo y me quedé con Martín, dos chicas más que eran extranjeras. Ellas tenían su hotel casi cerca del nuestro entonces quedamos en que Martín y yo las íbamos a dejar y luego nos íbamos al hotel y así hicimos. Cuando íbamos a nuestro hotel me dice: “¿y si bailamos la última canción?” A lo que respondo “Martín estamos en la calle, no hay música y no quiero bailar” y él me dijo: “sí, pero eres la única con batería y datos, ponla en tu celular” y yo solo ya no respondí y seguí caminando. Al llegar al hotel, entrando me pidió de nuevo bailar conmigo… Mi relación con él siempre fue estrictamente profesional por lo que, a mí sí me incomodaba ese comportamiento porque no era mi amigo. Mi cuarto quedaba un piso abajo de él de él. Así que me paré frente a la puerta y le di las gracias por acompañarme. Cuando estábamos frente a mi puerta me dice: “¿y qué vas a hacer?” Y yo cómo: “¿Cómo así? Dormirme.” Y me dice: “sí, pero no vas a hacer nada más?” Y yo: “pues llamar a mi novia” (todo esto frente a la puerta de mi habitación). A todo esto, temblando del miedo solo le digo: “Ya de verdad hay que ir a dormir” entro a la habitación, y le echo pasador hasta a la alfombra. Llamo a mi novia y le pregunto que si yo estoy exagerando o de verdad me estaba insinuando otra cosa, a lo que ella solo me respondió que tuviera cuidado. Lo mío no pasó a mayor y se quedó en insinuaciones vagas, pero creo que si se ignoran, si se obvian porque no pasó a mayor no logramos identificarlas nuevo y pararlas de raíz porque sólo conocemos cuando el abuso ya se realizó pero así empiezan.
G.
Me identifico tanto con las chicas que pasaron por esta situación porque, al igual que ellas, yo pensé que era una cosa sin importancia en su momento, y luego veo los relatos y siento que esto es una cosa que ha pasado durante mucho tiempo. Te quiero comentar que en el 2015 yo conocí a Martín, porque en ese entonces yo trabajaba en una organización de libertad de expresión y organizamos un foro de medios digitales en mi país de residencia, en Sur América. Invitamos a Martín por Nómada y cuando vino bueno ahí comenzó como una amistad. Él era del grupo que quería farra, farra, farra y bueno salimos con otro chico más que asistió a este evento y tres chicas de la oficina. El otro chico estaba muy tímido en un rincón como muy fresco, pero Martín era la fiesta andante y recuerdo que estábamos bailando entre los cinco y bueno era una discoteca de salsa y de reggaetón, pero bailando reggaetón él se pegaba demasiado a todas, de hecho a una de mis compañeras, todos quedamos así como un poco sorprendidos de cómo él le bailaba. En algún momento él se acercó y empezó a bailar conmigo. Yo lo estuve pensando y creo que estuvimos coqueteando, yo también, pero de repente empezó a insistir con el cuento del hotel. “¡Vamos a mi hotel, vamos a mi hotel! Yo tengo una habitación grande, puedes dormir ahí donde tu quieras.” A la final como yo estaba también entrada en copas le dije sí sí, pero cuando salimos mis amigas que estaban más sobrias que yo pues me agarraron, y él se montó en el taxi solito y mis amigas cerraron la puerta y él se fue así como super sorprendido.
K.
Yo escribía para la revista Volcánica, y como que siempre teníamos como interlocutora a Catalina Ruiz Navarro que es mi editora. Martín puenteó esa interlocución por Twitter, siempre como en una muy buena tónica un trato como muy halagador de las fotos y del físico, también cierta coquetería, bueno, esa es una constante entre los varones heterocis y la relación coqueta con una persona a mi no es algo que me sea ajeno. También una menciones muy constantes de cuestiones sexuales, que a mí no me pareció raro en su momento, porque yo escribo específicamente de sexualidad, pero que puesto en contexto parece que eran sugerencias de otra cosa y de otro orden. Y un constante halago laboral y profesionales, constante: “¡qué bien que escribes, qué maravillosa que eres!”. Lo vi solo una vez en Medellín, en 2019, fue muy insistente con el tema de que fuéramos a bailar, y yo no quise ir, porque supiera algún antecedente, sino que teniendo en cuenta cómo se comportan los varones heterocis en ciertas situaciones preferí evitar esa clase de ámbito para un diálogo, porque me pareció que muy probablemente iba a generar un momento en el que yo me iba a sentir muy incómoda teniéndole que decir que no. Para mí en un momento fue muy claro que esa era la situación en la que nos iba a poner un contexto como el baile, así que dije que no. Después lo vi al otro día para desayunar y hubo todo un presentarme gente, una ponderación absoluta de sí mismo en un ámbito como el Festival Gabo y de crecerse, y además no lo leí yo en ese momento como una demostración de poder, pero me parece que en su contexto es una clara demostración de poder. Algo que, sin este antecedente y sin ciertas herramientas feministas que dan la posibilidad de decir: “no me voy a poner en una situación en la que me sienta acorralada e incómoda, entonces no voy a ir a bailar salsa”, pero para mi era bastante claro que sin yo marginarme de los espacios quizás iba a estar en una situación incómoda.
N.
En los dos años que estuve en Nómada como consultora externa y lo que a mí me pareció fue muy raro y que se salía de lo normal fue una vez que todo el equipo nos fuimos a hacer la planeación anual, en diciembre en el lago Atitlán. En la noche con los tragos y esto se ponía raro el asunto a Martín le gustaba jugar muchos juegos pero era muy insistente con juegos como verdad o reto, o strip póker. Yo me fui a dormir pero desde el cuarto escuché que a eso de las 2:00 am estaba jugando Strip Póker con las chicas.
X.
X. me buscó en enero, luego de que la primera y segunda parte de este reportaje se hubieran publicado, y me envió este testimonio que me parece pertinente incluir, pues refuerza y confirma las historias de todas las denunciantes.
I met Martín while working on a story in Guatemala, I had interviewed him, and we kept up a friendly professional text exchange. We discussed possible collaborations between our newsrooms, and the next time I was in the country, in the summer of 2018, I contacted him to see if he would like to talk further. We agreed to meet up one evening after we were both done with work (first, he invited me to a yoga class, which I thought was a little odd.) We went to get dinner, he came to pick me up. The place was quite fancy and romantic, but the conversation started out fine, professional and cordial. He did drink a lot and encouraged me to as well, which I did not. He told me that he and his wife had an agreement that he could do whatever he wanted during the week if he took care of the kid on the weekend. At one point he told me a long rambling story about learning tantric massage in Brazil, and described the orgasms he got from the massage. I tried desperately to change the subject. Eventually, we left, he tried to convince me to go dancing, and when I said I wasn’t interested and needed to sleep, he insisted on seeing me back to the place I was staying, and stayed on the porch, put on music and insisted that we dance one dance. I finally agreed just because he was getting so annoying, but when he started feeling my hips and telling me my hair smelled good, I told him I had to go to bed, and broke away. I left soon after and every other communication I got from him was professional, so I just put him in a category of “be careful around that guy” and didn’t think more.
The next time I saw him was in fall of 2019, at a conference he helped organize and invited me to in Guatemala. The second night, the group of journalists all went out dancing, and he tried to dance with all the women in the group, including several young women that worked at Nomada. I danced once or twice with him, and found him pushy and touchy. Martin and four of the women (myself, two women who worked at Nomada, and one other Guatemalan journalist) stayed at the bar drinking a while then went to another place, where I was pretty shocked at how he danced with the women who worked for him — grinding on them and encouraging them to drink. We went back to the hotel and I went to bed, but Martín was encouraging the others to find alcohol to take to one of their rooms to keep the party going. I thought it was totally inappropriate that he would do that with a (quite young) member of his staff.
The next night, Martín invited me to drinks and dinner, and I was very on-guard. As before, he was flirtatious and encouraged drinking, but we mostly talked about work and our children and I did not feel that he crossed any boundaries. That said, I was totally unsurprised when I heard about other women’s accusations against him. I had always felt like I could safely handle him even when he was saying inappropriate things — like we were in equal positions of power, and that I could firmly refuse him. But I can see how any of the situations I was in could easily turn coercive, and my experience fits totally in the pattern of other incidents that women have come forward to describe — the tantric massage, the inappropriate drinking and dancing, the persistence, describing himself as a feminist and an ally. I wanted to share my story because I thought it would add credibility to the stories of the other women who have come forward.
***
Desde que se publicó la primera parte de esta investigación ha habido reacciones a las que me parece importante contestar:
A quienes dicen que esta investigación ha sido pagada por el “Pacto de corruptos” les contesto que esta investigación no está pagada por nadie y que es también mi carta de renuncia, así que hace unas semanas estoy desempleada. Renuncio a Nómada porque no me parece ético trabajar para un acosador y abusador sexual, pero no renuncio a Volcánica pues creo que es un proyecto valioso y que no es justo que más de 25 activistas feministas de toda la región se queden sin espacio para escribir por los abusos de poder de un individuo. Si esta investigación es instrumentalizada por los medios detractores de Nómada y por el mencionado Pacto de Corruptos es lamentable, pero el responsable de estas consecuencias es el acosador, no las denunciantes.
También es injusto desacreditar el importante trabajo que todo el equipo de Nómada ha hecho desde el rigor periodístico, en contra de la corrupción en Guatemala y en defensa de los derechos humanos. Muchas de las mujeres que han dado su testimonio lo hacen preocupadas porque valoran muchísimo el trabajo de este medio independiente, también conscientes de que es precisamente el miedo a que sus testimonios se usaran para desacreditar al medio una de las razones por las cuales han guardado silencio por tanto tiempo. Pero las mujeres no podemos seguir callando las violencias que vivimos a manos de los machos del movimiento social y del periodismo latinoamericano por miedo a dañar estas causas en las creemos. No somos nosotras quienes las dañamos, son los machos acosadores que con sus abusos de poder desprestigian su propio trabajo y no estamos dispuestas a seguir cayendo en este chantaje emocional que usan para que nos mantengamos calladas. A las y los integrantes del equipo de Nómada les ofrecemos nuestra solidaridad, pues no tendrían que estar asumiendo los desmanes de su jefe.
Dicho eso también me parece importante señalar que no basta con que Martín Rodríguez Pellecer haya renunciado a la dirección de Nómada a la espera de una supuesta investigación independiente. No basta porque Rodríguez Pellecer sigue siendo el representante legal de Nómada y el dueño del 51% de las acciones, y a menos que decida vender sus acciones y dejar de ser el representante legal, y el accionista mayoritario seguirá lucrando del trabajo del medio. ¿Pondrá Rodríguez Pellecer a el medio primero y eligirá vender para garantizar su continuidad? Eso está por verse, pero también es cierto que si el medio le importara más que su propio ego no habría acosado a nadie en primer lugar. Que esto sirva de moraleja para otros medios independientes en donde el poder está concentrado en una sola persona: como nadie es infalible, esa concentración de poder facilita desmanes que luego pueden amenazar la integridad del medio.
Sobre la investigación independiente que se llevará a cabo preguntamos: ¿quién la va a hacer? ¿pagada por quién? ¿qué incentivo tienen las víctimas para hablarle a desconocidos sobre algo tan íntimo, vergonzante y doloroso? Yo he podido recolectar estos testimonios porque llevo una carrera pública de 14 años documentando casos de acoso y abuso desde el periodismo y esto les da información a las mujeres para que ellas puedan sopesar si deciden confiar sus historias o no, pero, ¿qué garantías les ofrece esta investigación externa? Y más aún, ¿por qué es necesaria una investigación externa cuando se ha llevado a cabo una investigación con rigor periodístico, en dos entregas y mostrando 19 testimonios de personas que afirman que Rodríguez Pellecer es un acosador? ¿Cuántas voces son necesarias? ¿Qué tiene que pasar para que les caiga el veinte de que esto es grave y cierto? ¿Cuánto más se tienen que exponer estas mujeres? y ¿por qué a pesar de todos sus testimonios Rodríguez Pellecer mantiene, entre algunas personas, el beneficio de la duda?
La periodista Marta Casaús publicó en el diario El Periódico una columna en defensa de Rodríguez Pellecer, quien fue su pupilo, titulada “Confiamos en Nómada, y Martín tiene derecho a una investigación” Yo le pregunto: ¿acaso no es esta una investigación? Casaús llama “linchamiento en redes” a una investigación en la que además Rodríguez Pellecer tuvo espacio para dar su réplica. Los argumentos de Casaús en defensa de Rodríguez Pellecer son una serie de falacias ad hominem: Que lo conoce hace más de diez años; que cuando estudió su Maestría en España, rodeado de alumnas mujeres “sus contribuciones intelectuales y su comportamiento fueron impecables, no habiéndose producido ningún incidente relacionado a temas relacionados con acoso y abuso sexual”; que el trabajo de Nómada defiende la igualdad de género y que su periodismo es contrahegemónico; y que “Una trayectoria como la de Martín merece el derecho a defenderse y a ser investigado antes de ser condenado”. Esa misma trayectoria que le ha dado el poder para acosar, es la que le permite línea directa con periodistas prestigiosas como Casaús para pedirles que lo defiendan. La trayectoria que le sirvió de chantaje emocional para que muchas se quedarán calladas hoy le sirve para defenderse. ¡Ven que el acoso es un asunto de poder! Los ad hominems de Casaús, además de ser falacias argumentativas son afirmaciones insensibles, pues lo que concluye es que si ella no ha sido acosada ninguna lo fué, pero no olvidemos que ella era su maestra y siempre tuvo más poder que él.
Hace unos días Rodríguez Pellecer denunció en su cuenta de Twitter que hubo una orden de captura falsa en su contra. Dijo: “Quiero denunciar esta orden de captura falsa en mi contra (desmentida por el mismo Juez Gálvez), y la vigilancia estatal esta tarde. Me preocupa la posibilidad de una captura ilegal por parte de las autoridades basada en un documento falso.” Y publicó una imagen de la orden, una foto suya en lo que parece ser un juzgado, y el pantallazo de su conversación por Whatsapp con el juez Gálvez. Gálvez es uno de los jueces que llevó los casos más difíciles en contra de la corrupción en Guatemala y parece bastante raro que un juez de su talla lleve un caso como este.
Es claro que Rodríguez Pellecer quiere hacer creer que esta es un a persecución política pero reitero que ni las mujeres que han decidido contar sus historias, ni yo, tenemos nada para ganar, salvo que estos acosos y abusos sexuales no se vuelvan a repetir, ni por parte Rodríguez Pellecer ni por parte de ningún otro supuesto aliado. Se habla también de una investigación abierta en el MP y a propósito quisiera sentar una postura frente a la justicia patriarcal: ninguna de las personas que han participado en esta investigación quiere que Rodríguez Pellecer vaya a la cárcel, sí queremos que tenga una sanción social fuerte porque son nueve años de acosos y abusos sexuales sistemáticos -que sepamos-, pero no creemos que el punitivismo penal sea la solución para estas formas de violencia de género. Las denunciantes no tienen la intención de pasar por un proceso de revictimización a manos de un sistema de justicia patriarcal y corrupto, estas historias, contadas en voz alta, son a la vez construcción de memoria y esperamos que también garantía de no repetición.
*La primera parte de esta investigación se puede leer aquí.