Celebración de los tiempos malos

Cesar Trujillo
3 min readAug 24, 2016

--

La mayoría de nosotros los hemos tenido: días, meses (y en ocasiones, hasta años) en que las cosas no salen como queríamos, en que el dinero apenas alcanza para pagar la cuentas o quizás un café al día, en que parece que hubiéramos caído súbitamente en la isla de Lost y la gente nos hubiera olvidado. Las razones pueden ser varias. Quizás quedamos sin trabajo, quizás tuvimos una mala racha y quebramos nuestro negocio; quizás rompimos con la pareja o quizás sufrimos un accidente físico que nos alejó de todo. O quizás todas las anteriores al tiempo. Esos momentos pueden llegar a ser dolorosos, inciertos, producen miedo y rompen nuestra capacidad de confiar en nosotros mismos.

Todos huimos de esos tiempos. No queremos repetir la experiencia de días angustiosos y todo lo que pasó en esos momentos. Hablo por experiencia propia: he pasado tres de esas instancias en mi vida. Y sin embargo, he aprendido cosas importantes a partir de esos momentos. Puedo decir que he aprendido a amar a los tiempos malos (aún cuando no quiera repetirlos), sobre todo por las lecciones que de otra manera no hubiera podido aprender.

Amo los tiempos malos casi tanto como amo los tiempos buenos: esos que por contraste vienen llenos de abundancia, de invitaciones, de cenas, de progreso económico, de personas, de planes, de sueños, de ofrecimientos y solicitudes de todo tipo. Les agradezco -a los tiempos malos- por que simplemente ayudan a discernir entre lo real y la ilusión; entre los amigos verdaderos y los que fingen como tales cuando estás en la buena, pero que te ignoran cuando caes; entre las personas que te quieren por lo que eres y no por lo que pueden obtener de ti. Esos tiempos siempre filtran lo esencial de lo superfluo, el verdadero apoyo y el cariño de la demagogia, las palabras de aliento de las excusas y lecciones morales lejanas vía WhatsApp o email (“estimado amigo, deberías…”, “yo en tu lugar…”, “por qué estás tan resentido?”); el plato de arroz solitario y lleno de cariño, de la más ostentosa pero mal acompañada cena. Los verdaderos hechos y acciones de las simples intenciones. Las verdaderas palabras de ánimo de los cumplidos lisonjeros (“eres grande”). Lo que verdaderamente eres de lo que otros creen y buscan de ti (léase títulos, salario, empresas, poder, influencia, etc.).

Amo esos días tristes por que representan la oportunidad enorme de un comienzo de ceros. Solo queda respirar profundo, evitar la trampa de la auto compasión y planear: actuar, levantarse, comenzar de nuevo… Porque, como decía el cantante argentino, no importa la edad: siempre se puede comenzar de nuevo en una eternidad. Me gustan los tiempos duros porque te muestran las cosas tal como son de manera nítida, y en ocasiones amargamente, pero al final te permiten dejar atrás lo que no sirve para rebotar y ascender más ligero. Un conocido inversionista de startups atribuía una importancia enorme a los empresarios que habían quebrado alguna vez, pero sobre todo a lo que habían aprendido de sus quiebras. Yo creo que eso es lo esencial: se aprende más de estos tiempos en que uno simplemente pierde, que aquellos en los cuales el ego nos lleva a pensar que estamos en el tope, en la cima, que somos invencibles. Si, mamá: mírame que estoy triunfando.

John Maxwell, un especialista en el tema, es el autor de la famosa frase acuñada en un libro: Sometimes you win, sometimes you learn. Independiente de que les gusten o no los libros de autoayuda, yo amo ganar y no tengo nada en contra de los que lo hacen de manera limpia, justa y honesta. Pero también valoro y amo profundamente los aprendizajes de lo opuesto. Tomo con gusto esa medicina, y la tomaré de nuevo cuando sea necesario.

--

--

Cesar Trujillo

Happy life traveler, digital apprentice, motivated techie, former artist, biking fan. Loving father of Lorenzo.