(3) Tears of the Kingdom: una revisión al legado de los sabios a través de la música — El legado goron
Todo lo que se relaciona con la sonoridad goron se relaciona también con el manejo de los desbordes de energía. Se trata fundamentalmente de hacer ruido y de imponer presencia, porque es parte de su naturaleza no poder pasar desapercibidos. Esta es la razón de la predominancia de los instrumentos de viento metal, por un lado, y de la gran variedad de instrumentos de percusión, por el otro. Las elecciones pueden parecer deliberadamente toscas, pero tienen mucho sentido cuando se considera que los goron son de modos y expresiones sencillas. Sin embargo, también es cierto que en su ejecución hay una capa un poco más compleja.
En cuanto a los vientos, la expresión tiende a centrarse en el volumen (sonoro, y por asociación también se apela con esto a la corporalidad de los goron). Cuando está presente, ya sea como una tuba, un trombón o una trompeta, se impone y acentúa la intensidad emocional de los pasajes en los que participa. En cuanto a la percusión entran en juego las variedades de ritmo, que cuando no siguen un patrón tradicional pueden valerse también de contratiempos y síncopas que acentúan tiempos naturalmente débiles y así aportan con mucho más dinamismo. Esto aplica tanto para instrumentos de percusión sin altura determinada (por ejemplo bombos o platillos, que no producen una serie de notas determinadas) como para los que sí tienen altura (por ejemplo marimbas o handpans, que sí las producen).
Un sonido clave en la sonoridad de los goron que tiende a repetirse con variaciones en otras piezas es una secuencia breve de percusión metálica que hace un guiño constante al calor del volcán y a la minería, la actividad principal de esta raza.
El campeón
Daruk sabe de honor, orgullo y deber. Ha visto los puños de sus compañeros alzados al cielo en su nombre, las sonrisas en sus rostros, y siempre devuelve el gesto multiplicado. No hay más que entender de la vida: una sonrisa se curva incluso en la dureza de la roca, pero en la muerte se pregunta si está preparado para dejarse pulir por el dolor. Qué son las vetas quebradas, las herramientas gastadas; qué es una lluvia de magma frente a la derrota y la condena de no poder compartir la mesa y el día a día con todos sus amigos. El volcán arde a sus pies y no puede sentirlo, pero puede sentir todo lo demás, y en los resquicios de la pena sabe que la lección de su muerte es confiar. Ese es su deber ahora: confiar en la fortaleza de su pueblo, en que no solo lucharán con sus puños, sino que podrán protegerse aunque ya no cuenten con su escudo. Nacerán más como él, mejores que él, preciosos como las piedras que les dan el sustento, fuertes como los martillos que forja el herrero, y serán la riqueza verdadera de los goron. Daruk anhela el día en el que Vah Rudania vuelva a él para poder verlos una vez más en lo alto.
En términos generales, el aspecto más notorio del tema de Daruk radica en el cambio repentino de su entrega emocional: la transición desde el optimismo grandilocuente hacia la tristeza compasiva podría resultar algo chocante en el contexto de un personaje goron, pero ¿es en realidad tan sorprendente? Daruk es un personaje que vive en el momento sin ocultar lo que siente, y la consecuencia natural de una derrota es la tristeza. Por supuesto que la fuerte percusión y la estridencia de los vientos metal son lo primero que se alza con la inmediatez de carácter que le es tan propia; pero tan parte de la tonada es aquella como la de las cuerdas frotadas y el piano que se abren a una melancolía de la que Daruk no regresa. Es aquí donde subyace un concepto relevante: la persistencia.
Además del hecho de que el tema de Daruk no regresa a su motivo inicial (se diferencia en esto del resto de los campeones) y persiste en su tristeza centenaria, hay otro marcador que señala esta idea. A lo largo del tema surgen secciones que siguen un pasaje rítmico expresado al comienzo por dos pares de corcheas seguidos de un silencio (de duración variada), y que tienden a la repetición con notas distintas. Ejemplos son esto, esto y esto. Mientras más avanza la pieza, más lenta es la secuencia, e incluso en los casos en los que se articulan las cuerdas frotadas la segunda corchea del segundo par deja de ser tal y extiende su duración: sea cual sea el modo, el llamado persiste, y va a regresar más adelante.
♪ — La Bestia Divina Vah Rudania
La idea de la persistencia es tan importante porque es lo que define la esencia de Daruk, y el tema de interior de Vah Rudania se encarga de construir esta noción desde el optimismo. La introducción es deliberadamente tétrica con el piano, el morse y los sintetizadores, porque es un reflejo del entorno; pero activar el primer terminal supone un cambio abrupto en el enfoque de este enfrentamiento.
Algo interesante de notar en esta pieza es que su sonoridad y cadencia se inclinan a algo quizás no tan fuera de lugar con la tradición india: en otras palabras, no se articula de la misma manera que la base sonora goron por defecto, quizás por razones que van desde la solemnidad del momento hasta un sentido más refinado de magnificencia. Instrumentos prominentes aquí son unas cuerdas pulsadas que podrían tratarse de un swarmandal, cuyos acordes acentúan melódicamente los pasajes que conducen al estribillo, con el que conecta hacia el final; un viento madera intenso que protagoniza dicho estribillo; la percusión constante de bongós y cascabeles que se intensifican a medida que avanza la pieza; y la percusión metálica alusiva a los goron. La pieza no llega en ningún momento a un estado contemplativo a pesar de su evolución pausada, pero tampoco lo requiere: es más, su intención es crear momentos de tensión para luego liberarlos a través del estribillo y repetir, como si se tratara de un canto de guerra claro y consistente. Las activaciones del segundo, tercer y cuarto terminal añaden reverberaciones, un gong, la intensificación en los bajos y la incorporación tardía, pero por ello más impactante de un viento metal.
La activación del último terminal acelera el tempo como el acto definitivo de persistencia ante los avances del mal. Daruk no se detiene, guiado por la intensidad en la percusión: ha blandido su arma más veces y por más tiempo que el resto de sus compañeros, comprometió su vida a la causa y va a gritar más fuerte si hace falta.
El sabio
Yunobo está en lo más profundo del volcán, pero su cabeza divaga en las brumas de la duda. ¿Cómo iba a ser alguien como él digno de vivir tantas cosas asombrosas? Nunca fue el más fuerte ni el más valiente ni el primero en creer en sí mismo. Y sin embargo, hasta ahí lo llevó su aventura. A los pies de Gorontia, su tierra, su magma, para hacer lo que nadie más pudo. ¿Y no fue acaso también divertido, emocionante? ¿Acaso el fuego que encendió dentro de sí no lo valía todo? Siente que Daruk le sonríe en la distancia y es como si los brazos del campeón que le saluda disiparan la niebla. Y sí, el viaje requiere de un balance de fuerza y valor, pero también de su infinita gentileza. Entonces vuelve en sí. Puede. Sí que puede. Y no necesita ser nadie más para merecerlo, para recibir el don.
El pueblo goron, simple como es, ha demostrado también la capacidad de experimentar los matices a través de su historia, y Yunobo es un ejemplo claro de un matiz atípico. A diferencia de la asertividad en el inicio tema de Daruk, su propio tema comienza con un viento madera que se pronuncia ligero y dubitativo, pero encuentra reafirmación en el crescendo de las cuerdas y los metales, que permanecen como siempre fieles a su raza. Se lanza entonces a una aventura guiada primero por el piano y luego por una percusión vivaz y alegre, pero es la exploración de la gentileza la que realmente lo define. No alcanza a caer en la tristeza de Daruk, pero se siente acogido en su suavidad y su calor: así es como logra encontrarse a sí mismo y aceptarse como es.
Lo que muestra el tema de Yunobo es que le toma un momento alcanzar la sonoridad goron, y cuando la alcanza es capaz de agregarle una cuota de dulzura que suaviza su naturaleza.
♪ — Ataque a la Bestia Divina Vah Rudania
El inicio de las aventuras de Yunobo le encuentran siendo alguien inseguro y miedoso, que sobrevive a los peligros externos tanto como a su nerviosismo interno. La música que suena en la misión de rescate de Vah Rudania delata por completo su estado mental y emocional; y aunque algunos elementos de esta sonoridad vuelven a aparecer en una aventura posterior es para darles un giro diferente.
Por lo pronto, en esta misión de sigilo y escolta, la composición frenética y de ritmo dispar delata la ansiedad de Yunobo de diversas maneras, con un cello en staccato que se apodera de un bajo casi por completo imparable, un contrapunto de teclado agudo, un sintetizador melódico que en contraste a lo anterior avanza lento y ominoso, y la percusión metálica repetitiva, esta vez incluso disonante, que es lo más cerca que se encuentra Yunobo de su núcleo goron. Incluso puede escucharse ocasionalmente una guitarra eléctrica distorsionada y amortiguada en el fondo, casi como si fuera un grito ahogado. El pasaje final parece negociar un momento armónico en el que todos los instrumentos intentan una consonancia descendente, que a su vez lleva a un intento de silencio, solo para llegar al punto de la repetición de la secuencia completa. Existe incluso una variante más frenética cuando la misión comienza a salir mal.
El contraste entre la asertividad de Daruk y la duda de Yunobo no es más que una oportunidad para que el joven goron puede redescubrirse en la aventura y reconocerse capaz de enfrentar los peligros. No se trata de cambiar quién es, sino que de valorarse por ello y de volver a apoderarse de sus sonidos. En Tears of the Kingdom, una vez que se libera del control de la máscara de Ganondorf se muestra mucho más valiente para enfrentar monstruos que van más allá de los propios, pero aún debe librar una batalla más.
El viaje musical del Templo del Fuego establece la presencia inmediata de la oscuridad, pero comienza lentamente a subvertirla a través de una instrumentación poderosa y cambiante que juega con una variedad de ritmos dinámicos. A diferencia del tema de interior de Vah Rudania, no mantiene una base fija sobre la que articula su canto optimista, sino que se atreve a experimentar en el camino como el reflejo de la adaptación en tiempo real a los cambios. La estructura general puede clasificarse de la siguiente manera:
- Una introducción atmosférica del subsuelo
- La entrada al Templo del Fuego
- El asentamiento de la aventura
- La imposición del peligro
- El contraataque
- La coda
- La presencia residual de los peligros del subsuelo
La introducción alude a las profundidades del volcán, que se encuentra en la oscuridad y el calor del subsuelo. Esta vez la atmósfera se siente, quizás, un poco menos tétrica, pero es a cambio más expansiva; el coro se anuncia como la señal de los vestigios de Gorontia, de la ancestralidad redescubierta. Los presagios de maldad los traen las guitarras breves y los sintetizadores distorsionados y esporádicos, lejanos aún: la aventura aguarda al interior del templo.
La transición hacia la entrada abre con un bajo de órgano y la percusión metálica ya bien conocida, que se repetirá a lo largo de toda la pieza y que en esta sección pareciera antagonizar con un teclado d e notas graves. También se incorpora el piano como si empezara a tantear terreno, otra línea de percusión aún dispersa y la aparición de unas trompetas de fanfarria breve. La base se estabiliza cuando se asienta la aventura, y el bajo que en la primera aventura de Yunobo fuera un cello en staccato vuelve ahora como un contrabajo para acelerar levemente el tempo. El piano se afianza con entusiasmo y la percusión se vuelve mucho más firme. Esta vez no es miedo, no es ansiedad: este es otro tipo de impulso, como si de pronto todo esto se sintiera… divertido. El peligro sigue ahí, por supuesto, y trata de imponerse a través de un pasaje más intimidante que acentúa el dramatismo y el suspenso de unas cuerdas frotadas, la aparición del bombo, la presencia de los sintetizadores en reversa y la remembranza de la oscuridad de Vah Rudania.
Con ambos flancos establecidos llega el contraataque, que incorpora ritmos de contratiempo con el órgano para fortalecer los tiempos débiles, así como un puente anhelante que comienza a construirse con voces de esperanza: la persistencia de Daruk regresa para dar su voz de aliento. Es como si el piano y las cuerdas le dijeran a Yunobo que de esto se trata, de ser gentil consigo mismo; es como si la percusión y los vientos metal le dijeran que de esto se trata también, de luchar y disfrutarlo. El bombo regresa, una flauta lo reanima y Yunobo lo recibe todo. La intensidad de la pieza se define así en su dinamismo, no en su severidad: los instrumentos comienzan a sumarse a su favor, la sonoridad goron vuelve a él, y descubre que puede hacerla parte de sí mismo para expresarla a voluntad.
En esta aventura Yunobo está aprendiendo paso a paso, en el momento, a amoldarse a todas estas situaciones, a cada salto de velocidad y a cada recambio de instrumentación, tal como sucede en el jazz. Esto es. Yunobo está listo para la coda. Se ha vuelto tan valiente, que incluso ahora puede contra el miedo esencial a la oscuridad.
Los goron
♪ — La Ciudad Goron (versión diurna)
La fortaleza mayor de los goron radica en una expresión alegre que desafía la dureza y el sofoco de los entornos volcánicos: incluso en la adversidad este es siempre el punto de retorno. El manejo de los desbordes de energía ha permitido la incorporación de nuevos ritmos y sonoridades que enfatizan y suavizan a la vez un carácter amistoso, cálido y ocurrente.
Daruk, a través de su impronta personal, ha legado a su pueblo pasión y confianza. Yunobo ha sabido recibir estos dones para legar por su cuenta compasión y valentía. La travesía musical permitió romper los moldes de aparente simpleza para dar espacio a la improvisación, la adaptación y la renovación constantes del júbilo; en otras palabras, para encontrar diversos modos de sonreírle a la vida.