(5) Tears of the Kingdom: una revisión al legado de los sabios a través de la música — El legado gerudo
Algo que suele emplearse en muchas bandas sonoras cuando se trata de evocar una sensación «exótica» es la llamada escala bizantina. En esta escala el intervalo entre una nota y otra es de tres semitonos, como el que hay de un do a un re♯, por ejemplo, o su equivalente descendente. Esta serie de intervalos es relativamente sencilla de detectar en melodías como la de estas cuerdas, que surgen también en otros temas asociados a las gerudo como una marca particular de su presencia. Así pues, su música tiende a recurrir a esta escala para desarrollar al menos en parte sus temas, y aportar en ellas una sonoridad reminiscente de aquello que se percibe a nuestros oídos como lejano y árido, pero misterioso y atrayente a la vez.
Las elecciones instrumentales también son especialmente importantes ya que, salvo algunas excepciones como el piano, no se tratan de instrumentos comunes en un conjunto occidental tradicional. En la música gerudo tienden a ser más prominentes las cuerdas pulsadas o percutidas, pero los vientos y las cuerdas frotadas también cumplen con funciones de gran importancia melódica, y de igual manera la percusión suele participar con un rol de soporte. En muchas ocasiones, las tonadas se benefician de un acompañamiento de sintetizadores que suenan con notas prolongadas que comunican distancia y serenidad, como si fueran la calma engañosa de un desierto, pero también pueden encontrar un equivalente orgánico en las cuerdas frotadas, como el cello.
La revelación musical en torno a las gerudo, finalmente, es que el foco de su narrativa no tiene como eje explorar lo que ya se da por sentado sobre ellas desde su naturaleza guerrera, sino que desde lo opuesto: de este modo, se podría decir que su camino musical traza una ruta de templanza.
La campeona
Urbosa sabe que preservar la memoria es un acto de voluntad. Es su pueblo el que lleva la deshonra de una cuna maldita, y ella quien descubre el rostro ante el resto del mundo. Recordar es ser capaz de abrirse al dolor para que el dolor sea solo un recuerdo, pero la lucha es diaria, el entrenamiento es duro y la convivencia con el desierto se sostiene en la fragilidad de una tregua natural. Su propia existencia es pasajera y no fue ella quien alzó los muros, pero puede tronar los dedos y fijar las líneas de defensa; puede extender los brazos y dar cobijo al acontecer de sus compañeras. El oasis es la antítesis, y ella es ambas ante la deshonra y mientras pueda permitirlo. Vah Naboris no se hunde en la arena cuando la recorre con parsimonia, y quizás así es como debieran ser los recuerdos: presentes, pacientes. Acaso neutrales en su rol mediador entre dos opuestos. Si él es opresión, ella es libertad; si él es violencia, ella es calma; si él es oscuridad, ella es luz.
La impronta manifiesta en el tema de Urbosa insiste en dar continuidad a los motivos exóticos y femeninos ya sugeridos desde el prisma general de las gerudo, pues tras una apertura majestuosa la pieza se centra en una revelación tan cálida y solemne como melancólica. De esta manera, se explora el rol de su lideresa desde una contemplación madura y pausada que son muy propios de su personalidad. Urbosa es un personaje cuya fortaleza radica en su capacidad de balancear los distintos aspectos de su carácter, y en su presentación ante el mundo siempre muestra lo mejor de sí como la expresión de un ideal consolidado, no como una máscara engañosa. Es orgullosa, pero no arrogante; es optimista, pero no ingenua; es paciente, pero no letárgica. Todas las gerudo, incluida ella, son guerreras, pero Urbosa es quien tiene la sabiduría y la calma necesarias para liderar.
Las cuerdas pulsadas que abren la melodía de su tema perfilan un carácter sereno y protector, nuevamente desde la aproximación de la escala bizantina; pero es el piano el que introduce el pasaje doliente que permite examinar la cualidad reflexiva de Urbosa. La apertura a su lado vulnerable es una muestra de su valentía y capacidad de introspección, y el ritmo pausado de la tonada se articula como un repaso a la magnitud de su responsabilidad. La pieza sabe regresar a su motivo principal a la vuelta del coro femenino también presente al inicio, pues aunque el rol de Urbosa es único no la relega a la soledad: su misión es estar ahí, incólume, para todas las guerreras.
♪ — La Bestia Divina Vah Naboris
La continuidad en la muestra de la calma que es tan propia en Urbosa, incluso en la adversidad, se expresa también en el tema de interior de Vah Naboris como la manifestación opuesta a los peligros presentes. Así, la hostilidad en los truenos que explotan en la introducción de la pieza no provienen de los dedos de Urbosa; los estruendos de ese piano no son de ella, pues a ella le corresponden el equilibrio y la gracia. Ante la hostilidad del enemigo, ante el choque entre señales en morse que provienen de lugares opuestos como el preludio de un encuentro amargo, ella elige la calma de su presencia. Se activa el primer terminal.
La redirección de la danza permite que el ambiente se llene de ella ante el clamor de unas cuerdas percutidas y un sintetizador que armonizan en una tonada solemne y prolongada. No importa que el tronar del piano persista en sus cambios graves de acordes, no importa que los pitidos repitan sus llantos breves, ella se abre paso con su propio canto como si pudiera ralentizar la velocidad del rayo e inscribir en ella las marcas de la tristeza y la resistencia. Es una oposición elegante y elevada que no se somete a la intimidación del peligro, pero que tampoco la desconoce. El tema incluso pareciera a ratos admitir la derrota a través de estos mismos acordes, no así la pérdida de la compostura y el refinamiento ante ella. Las activaciones del segundo y tercer terminal incorporan poco a poco, como si cada adición construyera el relato de su rebelión, elementos que reverberan, o bien que completan pasajes antes inacabados con las cuerdas insignes de las gerudo, y que juntos abren un camino propio. Una línea de sintetizador avanza solitaria para intensificar levemente la avanzada de una furia comedida. La activación del cuarto terminal marca la aparición de un erhu que se alza hacia el final en una melodía catártica, para abrir su belleza y vulnerabilidad ante el horror y la urgencia de los últimos momentos. Los coros no la acompañan.
Cuando el tempo acelera a la activación del quinto terminal los truenos cesan, el piano cesa; pero es solo porque el temido golpe final ya fue asestado. La arena parece tan liviana alzada en la tormenta, ahora: es como si Urbosa sintiera su cuerpo levitar cuando se resiste a dejar caer la cimitarra y el escudo.
La sabia
Riju aparenta calma, pero a la vez tantas cosas se agitan en su interior. Su alma nunca ha estado desierta de ambición ni de deseos, colmada en cambio del anhelo de guiar a su pueblo a la grandeza, con el temple de quienes estuvieron antes que ella y el valor de quienes la acompañan hoy por la densidad de las arenas y las vicisitudes de cada tormenta, bajo la intensidad del sol y la indiferencia de la luna. Luego, a solas, siente el rumor de la estática en la cumbre de la Pirámide y sabe que se aproxima la consagración. De un destello nace la luz y en la luz estalla el trueno: Urbosa danza para ella y a cada vuelta pareciera atraerle a tomar su lugar, hasta que la brisa disuelve el espejismo de la campeona. Conque esa es la verdad: su interior jamás conocerá la calma, pero es porque tal vez nunca estuvo en los planes esconder su propia grandeza. Que así sea, entonces.
Incluso en la magnificencia compartida, Urbosa y Riju trazan rasgos particulares que delatan algunas diferencias en torno a sus estilos de liderazgo. La joven matriarca pareciera optar por no detenerse en la contemplación y avanzar a aceptarlo todo cuando, después de una apertura progresiva de piano y cuerdas que se detienen para plantearle una pregunta, se permite abrazar la inmensidad de un estribillo expansivo, nuevamente en escala bizantina, que presagia un futuro luminoso y une a todo el conjunto como respuesta. Sabiamente, las cuerdas y el piano regresan para recordarle que el camino recién empieza para ella, y que los anhelos del mañana deben construirse desde la melodía del presente.
El tema de Riju alcanza a delatar una inquietud primordial que es inherente a su juventud y cuya energía le insta a llegar más alto, sin por ello desprenderse de su capacidad de introspección.
♪ — Ataque a la Bestia Divina Vah Naboris
Al asumir su posición a una edad tan temprana, Riju no tiene la ventaja de la experiencia ni la perspectiva de los años con los que ya contaba Urbosa en la compleja posición de una matriarca gerudo. En conjunto con una personalidad que le insta a siempre tomarse en serio a sí misma, esto le hace sentir que debe estar al frente de todo y cumplir su rol sin excusas. Aunque la templanza pudiera estar en la mira durante esta etapa como uno de los objetivos de Riju, lo cierto es que el camino empieza urgente para ella y la música refleja este sentir.
Cuando el piano abre intenso, la prominente percusión polirrítmica marca los compases acelerados y permanentes de la misión de rescate de Vah Naboris: esta es la oportunidad de Riju para probarse en acción. La melodía principal, idiosincrática en su instrumentación y ejecución de escala bizantina, se articula como la antesala de un pasaje de piano que se mueve dinámico y resuelto: esta es la primera vez que la veta guerrera de las gerudo se expresa tan abiertamente desde la música, enfocada ahora como la prioridad máxima de la joven matriarca. Pero en la misión no todo es diligencia y gravedad, y Riju puede acogerse al alivio de una modulación necesaria y esperanzadora: la ligereza de un viento agudo le da la oportunidad hacia el final del bucle de tomar un respiro sin desacelerar, sino que abrazando la velocidad de una aventura que ahora la acoge de vuelta con el resto de los instrumentos.
Una vez que ha logrado demostrar su valía como matriarca en acción, Riju se desenvuelve de forma mucho más madura y calculada en Tears of the Kingdom. Aunque existe una cualidad innegable de serenidad en ella, lo cierto es que diverge de la calma característica de Urbosa y se inclina más a la cautela. Asimismo, en pos de la unidad de la tribu, Riju requiere de distanciamientos momentáneos que le ayuden a desarrollar su sentido de perspectiva en soledad.
El viaje musical del Templo del Trueno invita a una exploración introspectiva que comienza de forma críptica e intrincada, pero que de a poco incorpora la intensidad gerudo a su estructura como una expresión colectiva para enfrentar las amenazas. A diferencia del tema de interior de Vah Naboris no se acoge a una solemnidad pausada, sino que opta por ejecuciones calculadas como la edificación de un camino de resolución firme y favorable. La estructura puede dividirse de la siguiente manera:
- Una introducción en las afueras del templo
- El descubrimiento de los interiores
- La aparición calculada del peligro
- La manifestación urgente del peligro
- El contraataque
- La coda
La música de las afueras del templo propone el inicio de una revelación que estuvo oculta por mucho tiempo. Es el coro el que sugiere el vínculo ancestral a lo largo de la pieza, que en esta sección predomina como una invitación solemne, matizada sin embargo por la inquietud de las intervenciones breves de un piano, unas cuerdas aún distantes y un gong amortiguado. La cautela, reflejo de la disposición de Riju, es la emoción de base.
El descubrimiento de los interiores es una exploración a la magnitud de la travesía que se toma su tiempo, pero que construye la tensión de manera efectiva mediante un crescendo prolongado. Aquí se incorporan de forma espaciada una gran variedad de instrumentos como cello, violines, sitar, qanon, duduk y piano, con lo que la sección suena envolvente y ominosa, pero jamás pesada. Cuando el peligro aparece, se inclina por una expresión calculada a través de ciertas progresiones de cuerdas, piano y percusiones tintineantes que se caracterizan por su constancia, como si recrearan pasos, y también por una construcción dialéctica que intensifica gradualmente la pieza sin la necesidad de ser agresiva, pues apela en cambio al sentido de anticipación. Una vez que el peligro se manifiesta de forma más urgente, el tempo acelera a la señal de los vientos metal, sin perder el sentido de proactividad y diligencia. Así, la música comienza a encontrarse también con el resto de las guerreras: a ritmo acelerado, unas cuerdas pulsadas sugieren la tonada familiar de la ciudadela y persisten hasta conducir eventualmente al pasaje climático.
El erhu que antes entonara la melancolía de Urbosa se prepara en el contraataque para clamar la conquista de Riju, que ya no necesita un despliegue desesperado de acción y agresividad para probarse a sí misma como sucedió con Vah Naboris. El tempo es mucho más lento y la percusión más relajada, aunque muy presente a través de la intención de una proactividad sopesada y madura: el equilibrio entre acción y paciencia consagra la pieza completa y con ello la disposición de Riju ante la amenaza, que no la amedrenta. Hacia el final, la sección se vuelve a permitir ese momento de ligereza de viento, cuerdas y coro antes de proseguir fortalecida en su canto de triunfo.
Tras el último anuncio del gong, estas voces le acompañan suaves y proféticas a través de la gravedad del piano y del cello: así pues, en la modulación que conduce a la coda, Riju no está sola. Frente a las voces en reversa, tiene a todas las guerreras consigo.
Las gerudo
♪ — La Ciudadela Gerudo (versión diurna)
Ya sea por sus circunstancias naturales o por lo que implica ser la tribu gestora de una maldición cíclica, la fortaleza gerudo es puesta a prueba de manera constante. Acaso esta es la necesidad, justamente, de contraponer estos desafíos siguiendo una ruta de templanza: la música gerudo siempre vuelve a un punto de refinamiento que restaura el equilibrio, y su variedad instrumental no compromete expresiones de estridencia.
Urbosa, a través de su impronta personal, ha legado a su pueblo calidez y justicia. Riju ha sabido recibir estos dones para legar por su cuenta diligencia y rectitud. La travesía musical propició la exploración de la calma como medio para liderar con entereza, a través de piezas que no niegan la intensidad ni las expresiones menos convencionales, sino que las establecen con la elegancia que también es propia de las gerudo.