Hablemos del Hamparte o cómo repensar el arte

Cojudología
7 min readJan 27, 2024

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Maurizio Cattelan, 2019, Comediante, Art Basel Miami Beach

En la primera entrada sobre arte de este blog decidí hablar sobre un tema polémico pero no necesariamente nuevo. La capacidad transgresora del artista para representar lo que, muchas veces, no se puede representar siempre será una interrogante para nosotros, los espectadores de su obra. Este neologismo acuñado por un conocido artista y youtuber (a propósito de neologismos) español, Antonio García Villarán, ha ido cobrando fuerza y popularidad a nivel mundial para describir un tipo de arte distinto al que podemos reconocer. La imagen que introduce este artículo es un panorama más que válido para tratar este tema. Por más bizarro que parezca -¡y vaya que el arte es bizarro!- la imagen es una obra de arte creada por el artista (hampartista según García Villarán) Maurizio Cattelan, la cual se vendió por $120.000 en una subasta en Miami. No hay mucha complejidad en su composición, consiste en un plátano pegado a una pared blanca con cinta negra; pero, a pesar de su simpleza, parece que su elevado valor corresponde a una nueva forma de entender el arte.

Y es que antes, el arte se entendía como un trabajo manual, por el cual los artesanos (artistas) recibían una remuneración que no solo era monetaria, también se pagaba con prestigio y reconocimiento; por ello, la creencia de que “la obra hace al artista”. Pero, no era solo una forma de remunerarlo, era una forma de reconocer que esa obra es producto de un trabajo y dicho trabajo fue realizado por un trabajador. Sin embargo, desde el siglo XX esta visión laborista del arte fue cuestionada por las vanguardias artísticas, quienes criticaron no solo qué es el arte, sino también quién es el artista. Una de las primeras vanguardias artísticas del siglo XX fue el expresionismo, luego surgieron otras como el cubismo, dadaísmo, surrealismo, expresionismo abstracto y arte pop. Para los cubistas, el espacio representado se transforma en una realidad matemática, más precisamente, geométrica. Las figuras se abstraen hasta los principios más básicos de la matemática con el objetivo de reducirlos a su expresión más simple pero, al mismo tiempo, compleja.

Sin embargo, las figuras de la geometría son la base del dibujo. La geometría, ciencia que tiene por objeto el espacio, su medida y sus relaciones, fue en todo tiempo la regla de la misma pintura. […] Pero se puede decir que la geometría es a las artes plásticas lo que la gramática es al arte del escritor. (Guillaume Apollinaire, 1913, Manifiesto Cubista)

Pablo Picasso, 1910, Retrato de Daniel-Henry Kahnweiler

Si la transgresión del cubismo no era suficiente, los dadaístas llegaron para cambiar el arte hasta su mínima dimensión. Los dadaístas no solo querían deconstruir el espacio o el objeto, sino que buscaban cambiar cómo se entendía al arte desde su definición. Con esta corriente, el arte pasa de ser una manualidad a una capacidad. El arte depende del contexto. Una obra se puede considerar arte dependiendo del lugar donde se encuentre y de las personas que la observan; además, si el autor considera que su obra es arte, la pieza se considera como tal. Es aquí donde el arte clásico tambalea, porque se puede entender que todo objeto puede ser arte. Si todo objeto es arte y todos somos artistas en tanto consideremos -y otros consideren- que hacemos arte, ¿tiene sentido el monetizar las obras? ¿Tiene sentido seguir pagando a artistas por “su trabajo”, cuando puedo hacerlo yo mismo y tener el mismo reconocimiento? Las obras dadaístas son, además de bizarras, transgresoras, ya que no centran a las artes plásticas a repetir un ambiente, un espacio, sino que las obliga a recrear un mundo nuevo, usando partes del mundo “clásico”.

Un cuadro es el arte que se encuentren dos líneas geométricas que se ha comprobado que son paralelas, hacer que se encuentren en un lienzo, ante nuestros ojos, en una realidad que nos traslada a un mundo de otras condiciones y posibilidades. Este mundo no esta especificado ni definido en la obra, pertenece en sus innumerables variaciones al espectador. Para su creador la obra carece de causa y de teoría. Orden = desorden; yo = no-yo; afirmación = negación; éstos son los fulgores supremos de un arte absoluto. Absoluto en la pureza de cósmico y ordenado caos, eterno en el instante globular sin duración, sin respiración, sin luz y sin control. (Tristán Tzara, 1918, Manifiesto Dadá)

Marcel Duchamp, 1917, La Fuente

Esta obra de Duchamp es la máxima representación del arte contemporáneo que reina desde inicios del siglo pasado. No es la única obra -ni el único artista- que lo representa. Hay muchas personalidades que han dejado huella en el arte, como Jackson Pollock, Salvador Dalí, Leonora Carrington, entre otros. Pero, esa delgada línea en la que el arte era, en una medida u otra, “entendible” se va volviendo cada vez más estrecha. He aquí donde se empieza a observar las primeras concepciones hampartistas. García Villarán, como todo artista que quiere formalizar una corriente, estableció un Manifiesto Hampartista y considera que el hamparte contempla los siguientes aspectos:

  1. Toda obra que se pueda producir en masa se puede considerar hamparte
  2. Toda obra que elija un objeto y lo convierta en arte por estar expuesto, es hamparte
  3. No se necesita tener talento para elaborar la obra hampartista
  4. El valor de la obra se sustenta en un ideario filosófico o teórico
  5. La obra se vende por precios exorbitantes que no se sustentan en su composición
  6. El artista no se gana el derecho de ser artista por una obra famosa, es una revalidación constante
  7. Existen 2 tipos de hampartista: el que lo hace de manera inconsciente (puro) y el que lo hace concientemente (realista). Uno es peor que el otro

Ya sabemos qué es (o, al menos, como define García Vilarán) el hamparte, falta preguntarnos: ¿Cómo se ve el hamparte y quiénes lo producen? El hamparte ha sido la ventana artística de muchas personalidades y celebridades al rededor del mundo. Uno de ellos es Salvatore Garau, quien este año vendió una escultura por 18.000 euros. No sería muy extravagante, si tan solo la escultura no fuese inmaterial. Sí, es una escultura inmaterial.

Salvatore Garau, 2020, Yo Soy, escultura ¿inmaterial?

Les juro que no me he equivocado con la imagen, realmente es la escultura que vendió Salvatore Garau. Él afirma que es una obra inmaterial y que su verdadera composición está en la mente del que lo compra, lo que deslinda que el comprador está pagando 18.000 euros por su imaginación, la misma que no podrá exhibirla a nadie más. Pero, esta es una de las muchas perlitas que existen en el mundo del hamparte. A continuación, verán un par de obras hampartistas. Saquen sus propias conclusiones.

David Lamelas, 1999, Pared doblada
Paul Amundarain, 2020, Failed system
Yoko Ono, 2016, My mommy is beautiful

Sí, Yoko Ono es quizá la reina del hamparte. Esta obra, My mommy is beautiful, es un mural blanco donde la única contribución de Yoko es la frase, al mismo tiempo, título de la obra. Lo demás, son notas escritas por los espectadores, quienes expresan sus sentimientos hacia sus madres y los dejan inmortalizados en la obra. Esto es muy común en el mundo del hamparte, que la interacción entre el espectador y la obra sea la que defina su misma concepción artística.

El hamparte puede formar parte de una corriente de transformación del conceptualismo del arte, el cual fortalece la libertad creativa del artista mediante la “racionalización de lo irracional”. Pero, con esta visión, ¿qué tan fácil es hacer arte? Según el Manifiesto Hampartista y las obras vistas, solo faltan 2 cosas: un objeto cualquiera y un público que lo reconozca como arte. A continuación, les presento mi primera obra artística (¿hampartista?) y les dejaré una breve descripción de ella.

Marco Tirado, 2021, El separador de mundos

Para esta obra me inspiré en el contraste entre la vida de un joven lector, estudiante universitario, y la vida del personaje que narra la historia del libro. Un mundo caótico, desigual e injusto que colisiona con una visión distópica de Lima, donde la sociedad ha desarrollado un gusto mórbido por el consumo del arte clásico occidental. Una sociedad pluricultural contra una sociedad elitista y casi feudal. El redescubrimiento y la catarsis de un alma joven que no se halla en el mundo real. Lo real es inverosímil, la realidad se desploma.

Cómo observan, es un simple separador de libros, uno de tantos que poseo, sobre un revestimiento negro, el cuál utilizo a diario para proteger el teclado de mi ordenador. Ya tengo el objeto, solo me falta el público. ¿Me ayudan a convertirlo en arte?

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Cojudología nace de la necesidad de expresarse, de crear un hábito terapéutico para un problema sin solución: el hablar sin ser silenciado.