Ocultismo
A Nánae las personas le parecían un misterio, sobre todo su familia.
Ella había estado presente en varias de las discusiones y se fijaba en los ceños fruncidos, los puños apretados o aquellas bocas desencajadas; oía subidas de tono, reproches y algún que otro golpe; hasta pudo ver en cierta ocasión lágrimas.
En los momentos que presenciaba sentía que algo estaba mal, pero después, cuando se percataban de su atención, le decían que no pasaba nada, que no se preocupara, que solo hablaban y que mamipapi no dejaban de quererse.
Cuando se dirigían a ella sus expresiones cambiaban, las frentes se relajaban y las voces parecían volver a ser suaves y cariñosas.
Aún así a Nánae le parecía que pasaba algo, pero ¿cómo le iba a mentir su familia?
Llegó a no saber bien qué sucedía, a ver ¿por qué ella notaba algo y luego le decían otra cosa? Vaya misterio.
Esa dinámica se mantuvo en el tiempo y la pequeña se esforzaba por creer lo que le decían, hasta que dijeron que iban a cambiar de casa y mamipapi vivirían en ciudades diferentes, pero que no se preocupase, que todo iba a ir bien.
Aquello impactó en su confianza y aprendió que algunas personas se esfuerzan en decir lo que les gustaría que sucediese y no tanto lo que realmente sucede, para colmo Santa Claus resulta que no existía y así la experiencia de esas Navidades se convirtió en la piedra angular de su escepticismo relacional.
Desde entonces fue desarrollando una habilidad casi inconsciente y cuando alguien le hablaba se activaba el resorte, desencadenando un proceso de análisis de la información, de la realidad del mensaje que recibía, la postura corporal, la expresión de los ojos y la voz, los tiempos y las pausas, etc. A saber cuántos canales aprendió a percibir sin saber muy bien lo que hacía.
Cuando su verificación no coincidía con lo que le decían, entonces en su mente afloraban ideas con posibilidades alternativas y generaba otro relato más coherente con su percepción.
Fue creciendo y el misterio no hacía más que crecer pues cada vez conocía más personas en las que descubría más sesgos y disonancias, lo cual era estresante porque convivir entre falsos mensajes le generaba muchísimo trabajo y ella lo único que quería era estar tranquila, que no pasase nada, no preocuparse y que todo fuese a salir bien.
