Sumergidos en el ‘femiverso’: así se propaga el odio contra los hombres en la red

Valentina Ortiz de Retes
17 min readApr 21, 2023

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Feministas, jóvenes abandonadas resentidas, ‘tiktokers’ misándricas y gurús de la seducción. El discurso feminista en España ha proliferado en la red, convertida en refugio afectivo para una feminidad en crisis.

La conversación es real. Estamos en Twitter y alguien ha twitteado para expresar su deseo de matar a todos los hombres heterosexuales.

¿A vuestro padre también? Le preguntaríamos nosotros. Pero sin necesidad de preguntar, ella nos da su respuesta: Sí, a su padre también.

Mientras seguimos recorriendo Twitter, nos encontramos con muchas más. Otra dice: “Os lo juro que mat*ría a todos y cada uno de los hombres hetero de este mundo y no me temblaría el pulso. Esq iría casa por casa hasta q no quede ni uno el asco q me dan”. Otra usuaria apunta a que “Definitivamente los hombres son todos pelotudos y no los rescata ni siquiera un hijo. Dan pena, asco, desilusión, son la mismísima mierda”.

Cerramos pestaña y abrimos una nueva. Ahora en una red social ampliamente conocida: TikTok. Allí nos encontramos a las nuevas gurús del ligue enfocadas a un público mayoritariamente femenino. Escogemos el perfil de una de ellas. Se hace llamar en la plataforma @carlahitchh. Revisamos uno de sus últimos TikToks y allí explica sobre cómo conquistar a un hombre: “Trátalo súper mal. Eso hace que su autoestima baje, y lo único que la puede subir de nuevo eres tú”. Sin embargo, en su misma cuenta encontramos otros vídeos dirigidos a hombres. En ellos el mensaje cambia radicalmente: “Haz cosas por ella. Sé detallista y caballeroso. Usa loción SIEMPRE. Respétala y trátala como a una reina. Sé educado y simpático con su familia y amigos.”

Si seguimos buceando un rato más por este particular femiverso encontramos libros como el de Pauline Harmange: “Hombres, los odio”. Allí se vierten declaraciones como “¿Y si la misandria fuera necesaria e incluso beneficiosa?” En la misma página del libro podemos encontrar más, no hay que buscar demasiado: “Los hombres son como son: seres violentos, egoístas, perezosos y cobardes” u“Odiar a los hombres como grupo social y a menudo también a nivel individual me aporta mucha felicidad”.

Al mismo tiempo en España tenemos personajes como Beatriz Gimeno, ex-directora del Instituto de las Mujeres, que en un artículo en Público dijo: “Los hombres, a veces, tienen el poder de producirnos miedo, incluso sin hacernos nada”.

Ahora nos desplazamos al ámbito educativo. Allí nos encontramos a la monologuista Pamela Palenciano, que desde hace quince años recorre colegios públicos dando charlas de prevención contra la violencia, donde se escuchan declaraciones como “Todos los que se hacen llamar hombres maltratados, son maltratadores”. Pero no acaba ahí. Palenciano relata las vivencias con su ex-pareja, que presuntamente la maltrataba (presuntamente, porque jamás llegó a denunciarlo penalmente y por tanto jamás fue condenado tampoco). Nos explica que un día había discutido con Antonio, su ex-pareja. Antonio se había quedado en silencio y ella le insistía en que le contestara. Finalmente, ante la falta de respuesta por parte de Antonio, relata, en una charla de prevención de la violencia, cómo ella le dio “una hostia”. También relata que él se quejó de dolor, y ahí le dice a los adolescentes entre su audiencia: “¿No os dan ganas de que le dé veintiséis (hostias) más?” Esta justificación de la violencia física contra la pareja sólo podemos encontrarlas en discursos feministas, porque aunque existiera algún personaje masculino dispuesto a justificar la violencia contra su novia en una charla, las instituciones gubernamentales serían las primeras en impedir que estas palabras llegaran a la juventud a través de las instituciones educativas. Desde luego mucho menos aún cabe pensar que declaraciones así en boca de un hombre podrían ser sostenidas por quince años y con dinero público. La propia Palenciano confesó más tarde en una entrevista concedida que ella nunca se planteó denunciar porque “¿Qué iba a decir? ¿Que nos pegamos entre los dos?”

Mientras esto sucede, a los colegios también llegan encuestas de violencia en la pareja. Estas encuestas tienen dos ‘formularios’ diferentes: El de la víctima y el del victimario. ¿Los alumnos recibían ambos formularios y los completaban en función de sus experiencias? Por supuesto que no. Las adolescentes recibían el formulario de la víctima y los adolescentes, el del victimario. Mientras que a las chicas les preguntaban si alguna vez su pareja les había revisado el móvil, a los chicos, en cambio, les preguntaban si alguna vez habían revisado el móvil de sus parejas. Esto acarrea dos tipos de consecuencias evidentes a los ojos de cualquier persona que persigue la igualdad efectiva entre hombres y mujeres: 1) Las mujeres sólo pueden ser agredidas, jamás pueden ser agresoras. Por supuesto, esto implica que pueden ser agredidas sólo a manos de hombres. 2) Los hombres sólo pueden ser agresores, jamás agredidos. Por tanto es imposible que lleguemos a una conclusión transparente de cuántos jóvenes hoy en España han sido maltratados por sus parejas mujeres, pero podemos tener un clarísimo número de cuántos de ellos han agredido a sus novias. ¿Qué otro nombre podemos ponerle a esto más allá de la obvia carátula de una latente animadversión y odio hacia el género masculino? Misandria en toda regla. Los hombres sólo parecen importar cuando podemos responsabilizarlos de toda la violencia. Nunca jamás importan para protegerlos o ayudarlos.

Ahora recorramos los medios de comunicación: Cristina Fallarás es una de ellas. En Televisión, llegó a espetar que todos los hombres eran culpables por ser hombres. Le cuestionaron si ella realmente creía que todos los hombres eran culpables, cosa que la presentadora dudaba porque la propia Cristina tiene hijos varones. Ella respondió de forma tajante: “Sí. Sí. Sí lo pienso”.

Es 19 de Noviembre, Día Internacional del Hombre. Marta Nebot aparece en televisión y espeta, sin un mínimo asomo de vergüenza, que celebrar el día del hombre era como celebrar el día del terrorista.

Con respecto a los medios de comunicación, una de las más flagrantes y evidentes muestras de esta misandria inscrita en la sociedad moderna, la carga en su espalda El Huffpost. Una de sus editoras publicó en Twitter cuáles eran sus metas para el año 2018. La primera era simple y enternecedora: Cultivar más amistades femeninas. La segunda, fue más bien aterradora: Agruparnos para matar a todos los hombres.

El Twitt original de la editora Emily McCombs

El mundo de la creación de ficciones no escapa a esta latente y en exponencial crecimiento tendencia misándrica. Nos lo encontramos por ejemplo en las declaraciones recientes de James Cameron, director de la famosa película ‘Avatar’: Dice que la testosterona es una toxina que hay que eliminar. No es que desde ‘el otro lado de la cuerda’ tengamos un deseo irrefrenable por deidificar la testosterona, es que sencillamente no entendemos el desenfrenado ímpetu de pintar de maldad todo aquello ligeralmente relacionado con el hombre. ¿O acaso no recuerdan que las mujeres también tenemos testosterona? ¿Y por qué tengo que utilizar ese argumento, como si la única forma de validar una idea sea haciendo referencia a las mujeres?

En el odio al hombre existe un extenso, comprometido e intrincado activismo. Alicia Murillo es una periodista colaboradora de la revista Píkara y ponente de diversas conferencias en Casas de la Mujer. En una de sus ¿obras? redactó las siguientes palabras: “Una revolución feminista violenta va a ocurrir. Nuestra generación aún no está preparada pero la desea y por eso solemos bromear con la idea, usar el chiste misándrico. […] La frustración que nos genera el no ser capaces de salir a la calle y poner bombas en los bares un día de fútbol […] “Nuestra función, como generación, es ir elaborando la idea y empezar a transmitirla en forma de mensajes velados, subliminales, historias irónicas que parezcan grotescamente exageradas para los opresores pero que vaya legitimando a las mujeres para la autodefensa y la lucha armada”.

Otra de sus representantes en España es Irantzu Varela, una periodista feminista también colaboradora de la revista Píkara, afín a Podemos, partido que hoy forma parte del Gobierno. Participó por dos años consecutivos en la ‘Uni D Otoño’, organizada por este mismo partido, y en la charla orientada a feminismo dijo que si existiera un campo de concentración de hombres, ella se planteaba hacer un voluntariado.

Hablando de campos de concentración, algo parecido dijo Julie Bindel, referente feminista pero en este caso a nivel internacional. En su columna en The Guardian propuso que todos los hombres fueran encerrados en ‘camps’ que puede traducirse a ‘campamentos’ o ‘campos’. De estos ‘camps’ los hombres podrían ser retirados por las mujeres como libros de una biblioteca, cuando fueran necesarios. Por el contexto, nos da a pensar que se refiere a algo más parecido a un campo de concentración que a un feliz campamento de veraneo.

Volvamos un momento a la red. Sindy Takanashi tiene casi trescientos mil seguidores en Instagram. ¡Porque son HOMBRES! Tienen nombre y son HOMBRES quienes nos violan”, aún cuando este atroz delito no lo comete ni un 1% de la población.

Estíbaliz Feito es una TikToker mexicana residente en España, que en Instagram cuenta con treinta y cuatro mil seguidores, y que dio charlas dirigidas a la juventud para el Junta de Castilla y León. Ella, en uno de sus TikToks, dice: “Neta me preguntan: ‘¿En serio odias a los hombres?’ pffff wey, neta, ni siquiera sé por qué tendría que responder eso. Jamás fue broma, jamás fue mentira, jamás fue un chiste… ustedes decidieron tomárselo de esa manera, yo lo dije siempre completamente en serio”.

Si pensabais que esto podía acabar aquí, estáis muy equivocados. Existe otra persona, de nombre Marina Marroquí, que se dedicó a dar cursos de Violencia de Género a los agentes de la Guardia Civil. En sus charlas, presentaba una sección de ‘mitos sobre la violencia de género’ y entre los “mitos” nos encontramos uno cuanto menos curioso: “Las mujeres también maltratan”.

Marina Marroquí en plena acción, dando una de sus charlas.

¿Acaso las mujeres no maltratan? En ese caso, ¿por qué todas las investigaciones al respecto, donde se pregunta por la violencia de forma equitativa (y no como se hace en los colegios españoles) apuntan en la dirección contraria? El más relevante de ellos es un compendio de más de 1700 estudios alrededor del mundo, que recoge las conclusiones de todos ellos en una sola estadística: El Partner Abuse State of Knowledge. Allí se detecta una incidencia en la violencia sufrida por ambos géneros de un 23% en las mujeres y de un 19,3% en los hombres (aún cuando a ellos se les presupone más capacidades físicas para ejercer este maltrato, la diferencia en las cifras es realmente residual). Este mismo compendio de estudios alerta sobre un dato alarmante: La violencia en la pareja ejercida de mujeres contra hombres es superior a la ejercida de hombres contra mujeres en las generaciones más jóvenes. ¿Qué está pasando en los últimos años para que esto haya cambiado así? Quizás, el discurso que fomenta la idea de que los hombres no pueden ser víctimas de violencia y que si lo son, tendrá una causa justificada (como en el caso de Palenciano) pueda tener algo que ver. Por otro lado, la Psychological and Physical Intimate Partner Violence Survey, que se realizó en la ciudad de Nueva York, también arroja datos contrarios al lema de que “las mujeres no maltratan”. En esta encuesta, el 18,5% de las mujeres afirmó haber sufrido violencia psicológica por parte de una pareja al menos una vez en la vida, siendo la cifra en hombres de 14,5%. Un porcentaje diferencial del 4%, aún teniendo en cuenta que en los últimos veinte años todos los esfuerzos fueron dirigidos a animar a las mujeres a hablar de la violencia que sufren, pero nunca dirigidos a que los hombres lo hagan. Esto empeora, porque si tenemos en cuenta que los roles de género en muchos casos obligan a los hombres a callar ante la violencia que sufren a manos de sus parejas para así sostener el rol de “hombre fuerte”, ya que de perderlo también pierden su valía como personas a los ojos de la sociedad, los esfuerzos en que se denuncien las violencias sufridas son mucho más necesarios en hombres que en mujeres, y aún así se elige consciente y voluntariosamente no ofrecérselo a esa mitad de la población silenciada: Los hombres.

Pero los datos más escabrosos aún no han llegado, y es que la deshumanización a la que son sometidos los hombres desde instituciones de todo el mundo llega incluso a la pena más terrible de todas: La pena de muerte. Desde hace años existen las Reglas de Bangkok, de la mano de Naciones Unidas. El objetivo de estas reglas es recordarle y animar a los países firmantes a que barajen todo tipo de posibilidades para con las mujeres delincuentes antes de decantarse por las penas de prisión. En estas reglas y a grandes rasgos, se arguye que en muchos casos las mujeres tienen a otras personas a su cargo que requieren de su cuidado (variable que nunca se tiene en cuenta en casos de hombres que cuidan de hijos, hermanos o padres, o que requieren de ellos para darles sustento económico). Pero con las reglas de Bangkok no basta. Desde Amnistía Internacional y el Centro Cornell sobre la Pena de Muerte nos ponen sobre la mesa un dato interesante: En el año 2020 se ejecutaron a 483 personas. Y detallan: De esas 483 personas, 16 fueron mujeres. Es decir, a nivel Mundial la pena de muerte es una situación en la que se ven envueltos hombres de forma desproporcionada. De ser los números a la inversa, nos estaríamos preguntando qué está pasando en el mundo para que las instituciones castiguen con tal cizaña a las mujeres, pero este análisis no tiene lugar porque el género que sufre la pena de muerte de forma desproporcionada son los hombres. Es más, siendo las mujeres una escasa minoría (pero no por ello menos importante) aquí nos encontramos a instituciones resaltando a los únicos 16 casos femeninos.

Esta misma fórmula se repite una y otra vez. Este año, en el Día Internacional para acabar con la impunidad de los crímines contra periodistas, ONU Mujeres destaca un dato interesante: De los periodistas asesinados en 2021, el 11% fueron mujeres, mientras que en 2020, el porcentaje de mujeres periodistas asesinadas fue del 6%. A este dato lo acompaña un slogan: “DEJAD DE DISPARAR CONTRA LAS MUJERES”.

Mientras que a las claras la inmensa mayoría de periodistas asesinados son hombres, mientras que a las claras es una problemática que sufren los hombres periodistas de manera desproporcionada y aún cuando esta cifra desciende progresivamente año tras año, ONU vio la necesidad de resaltar aquel pequeño porcentaje de mujeres, y lo que es peor: Lamentó que de 2020 a 2021 el porcentaje de mujeres haya aumentado. Que es lo mismo que lamentar que de un año a otro, hayan habido menos hombres periodistas asesinados.

Con el sinhogarismo, 3/4 de lo mismo. EuropaPress en 2019 titulaba un artículo: “El sinhogarismo tiene rostro de mujer” . Les sorprendería lo que se encuentra en la primera línea de ese artículo: “En España hay unas 40.000 personas en situación de sinhogarismo, de las cuales en torno a un 16% son mujeres”

Lo mismo ocurre con la problemática del suicidio. Los hombres se suicidan hasta tres veces más que las mujeres. Para analizar esta realidad me serviré de las investigaciones realizadas por Daniel Jiménez en su obra Deshumanizando al varón. En específico me centraré en su capítulo “El suicidio masculino y la ausencia de compasión”.

Tenemos que empezar por comprender mientras que los hombres logran acabar con su vida en una proporción tres veces mayor que las mujeres, las mujeres lo intentan una media de tres veces más, pero fracasan. El análisis de Jiménez utiliza como hilo conductor el artículo de El País escrito por Pere Ríos “Los hombres se suicidan, las mujeres lo intentan” . Mientras que se construye un hilado en torno a la mujer asociando su suicidio con causas externas, se destruye sistemáticamente cualquier intento de hacer lo propio para el hombre, al señalar como únicos factores los factores internos. En el texto de Ríos se puede leer “se sabe que las mujeres intentan quitarse la vida tres veces más que los hombres porque viven con una presión tres veces superior”. Esta afirmación no es respaldada por ningún tipo de dato ni explicación. Mientras tanto, afirma que la testosterona hace a los hombres más impulsivos, lo cual puede conducir a un aumento de su suicidio. Tampoco existen datos concluyentes sobre este respecto. En su afán por defender su punto, el artículo entra en contradicciones difíciles de resolver. Junto a la biología masculina, también considera que existen factores socioculturales y morales que explican esta discrepancia: “El suicidio masculino está visto como una cuestión de honor, lo que no ocurre con las mujeres. Su muerte se acepta menos y se tiende a pensar que si se quita la vida, es una mala madre”. Sin embargo, el texto también afirma que todos los intentos de suicidio femeninos se hacen con plena voluntad de ser exitosos pero fallan por un error de cálculo: “Una persona no se juega la vida en el intento sólo por notoriedad.” Que las mujeres se suiciden menos por las cargas sociales que puede suponer pero que al mismo tiempo lo intenten tres veces más con plena voluntad de que funcione, son tesis entre sí irreconciliables. El mismo artículo continúa culpando a los hombres de su propio suicidio bajo un tópico habitual: La falta de comunicación, donde evidentemente sólo se custiona la capacidad del hombre de hablar, pero no la capacidad de escuchar de quienes le rodean. En definitiva, el hombre y su actitud continúan siendo el problema. Los hombres no saben o no quieren pedir ayuda y por eso se suicidan más. El texto no cuestiona las influencias externas que empujan a muchos hombres a actuar así. La cultura en la que nos vemos inmersos valora el estoicismo masculino. Los hombres pronto comprenden el mensaje de que no deben quejarse, de que su sufrimiento es menos relevante y sus problemas han de resolverlos solos.

Este mismo análisis sería imposible si invirtiéramos los números, y si existiera una mayor incidencia de letalidad en los intentos de suicidio femeninos que masculinos, todos acordaríamos en que es urgente abordar las causas de tan desproporcionado número.

Un reciente estudio publicado por el Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud de la Fundación Fad Juventud, La Caja de la Masculinidad: Construcción, actitudes e impacto en la juventud española, ha incluido una encuesta online a 1.700 hombres y mujeres en España de entre 15 y 29 años.

Respecto a distintas afirmaciones, los y las jóvenes tienen altos puntos de acuerdo en muchas de ellas. Por ejemplo, respecto a “La violencia de las mujeres hacia los hombres no se tiene en cuenta lo suficiente”, contamos con un 51 % de acuerdo entre las mujeres y un 52,2 % entre los hombres. Y aún cuando esta realidad es latente entre los jóvenes, el femiverso insiste en la criminalización de aquellos más desprotegidos frente a la violencia en la pareja y otras tantas áreas: Los hombres.

Ese pequeño porcentaje en el medio en el que se mueven estas creencias no es alarmante. Sin embargo el mismo estudio alerta de que hay más de un 32% de jóvenes que, aunque no comparten los mandatos de esa feminidad hegemónica feminista, tampoco tienen muy clara su posición.

Preguntada para ElDiario.es, Anna Sanmartín, la subdirectora del Centro Reina Sofía, que es la institución encargada de la investigación previamente mencionada, en relación a las afirmaciones con alto acuerdo como puede ser que “La violencia de las mujeres hacia los hombres no se tiene en cuenta lo suficiente” afirma que les preocupa mucho cómo está calando esa idea de equiparar violencias. Nos preguntamos: ¿Es que acaso no son equiparables? Un hombre que ha sido violentado por su pareja con los celos como motivación principal no es equiparable a la misma situación a la inversa? ¿No es acaso equiparable la situación de víctima de ambos agredidos? ¿Sería descabellado pensar que dos víctimas de la exacta misma situación pueden requerir de los exactos mismos medios de ayuda o apoyo? ¿Qué necesidad no tienen los hombres maltratados que las mujeres maltratadas sí tengan? ¿Realmente es preocupante que los jóvenes consideren que ambas problemáticas merecen atención en la misma medida?

“Es en esa desubicación donde triunfan los mensajes facilones”, avisa Enrique Sánchez, profesor de Derecho Constitucional. “Hay muchas jóvenes que están perdidas y sin referentes, sin espejos públicos donde mirarse, y es ahí donde hay que esforzarse. Hay un déficit evidente en nuestro país: trabajamos mucho en igualdad, pero no ponemos el foco en las chicas”.

“La existencia de esta hembrosfera es muy preocupante por lo que incide en los procesos educativos”, advierte Enrique Sánchez. “No está habiendo una apuesta decidida por la formación de las más jóvenes en cuestiones de género y ese vacío lo están llenando las redes sociales, que simplifican cuestiones tremendamente complejas con discursos facilones, muy epidérmicos y emocionales. Las chavalas se están maleducando en materia de violencias con una tiktoker que les dice que la violencia sufrida por hombres nunca puede ser tan relevante ni urgente como la sufrida por las mujeres”.

En marzo de este año, una joven de 19 años de nombre Polina D., le disparó a su padre con un rifle. Acto seguido se dirigió a un colegio infantil para niños pequeños, con un arma y 39 cartuchos. Fue detenida a tiempo por el personal del colegio justo cuando ella lograba ingresar a un aula con varios menores tomando la siesta. Al ser detenida, Polina manifestó que su intención era matar sólo a los niños varones.

“Aquí, afortunadamente, no existen feministas conectadas con el terrorismo”, explica Marta Rodríguez-Salvo, que pone el foco de nuestro femiverso en las Activistas por los Derechos de las Mujeres. “Son más importantes en España porque tienen ánimo político y tienen la capacidad de incidir y organizarse más allá de internet”.

“Como sociedad hemos fracasado en el trabajo con las mujeres”, comparte Marta Rodríguez-Salvo. “Es fácil hablar de la hembrosfera como una madriguera de odio, pero lo cierto es que si hay mujeres que en ese espacio se sienten comprendidas es porque hay unas necesidades socioafectivas que no están siendo cubiertas fuera de la red y hay que trabajar en ello”.

DISCLAIMER IMPORTANTE: Este artículo busca parodiar el artículo de El Mundo “Sumergidos en el ‘machoverso’: así se propaga el odio contra las mujeres en la red” y escrito por Rodrigo Terrasa. Las declaraciones que en este artículo aparecen a nombre de Marta Rodríguez-Salvo y Enrique Sánchez son FICTICIAS y basadas en las declaraciones a la inversa de dos profesionales consultados en el artículo original, con el único ánimo de representar en el género inverso las declaraciones reales vertidas en el articulo original. Sus nombres han sido cambiados por unos también ficticios. Las demás declaraciones (Ej. Pamela Palenciano, Irantzu Varela, Cristina Fallarás, Sindy Takanashi, Estíbaliz Feito, Pauline Harmange, Marina Marroquí, Julie Bindel, etc.) son reales, así como los estudios y datos ofrecidos y las noticias de prensa escrita. La autora de este artículo parodiando el artículo original es Valentina Ortiz, una mujer argentina Activista por los Derechos de los Hombres, de 26 años y YouTuber crítica con el feminismo, con un canal con más de 300K suscriptores. Las motivaciones de Valentina para escribir este artículo son dos: Denunciar la doble vara de medir que existe a la hora de juzgar la realidad del Activismo por los Derechos de los Hombres, donde bajo el término paragüas de ‘Manosfera’ se acaban por meter en el mismo saco diferentes activismos radicalmente distintos entre sí, y en muchos casos, incluso enemistados, para así deformar la imagen de nuestro activismo y caricaturizarnos como seres malvados y misóginos que desprecian a las mujeres, cuando la realidad está muy alejada de esta premisa. Con esto, Valentina quiere demostrar que, si hiciéramos el mismo análisis, conglomerando lo peor de todo lo que se ha hecho en nombre del feminismo, el resultado es incluso peor. La segunda motivación de Valentina es visibilizar la existencia de mujeres en este tipo de Activismo (Activismo por los Derechos de los Hombres) que son a día de hoy, tan referentes en redes sociales para los jóvenes al mismo nivel que sus congéneres varones y que, desde el discurso feminista, se encargan de invisibilizar, dado que exponer que existen mujeres que están siendo referentes de ‘la manosfera’ socava la intención ideológica de colocarnos como un conglomerado afín a la misoginia.

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Valentina Ortiz de Retes

Comunicadora, speaker y Activista por los Derechos de los Hombres. También Social Media Manager y Content Creator.