Carnaval en Ecuador: Alegría y realidad

Contrapique
6 min readMar 2, 2018

--

Una mezcla infinita de diferentes cosmovisiones, culturas, dialectos, tradiciones e historia. Definir a América Latina es complicado, desde cualquiera de las perspectivas que tomemos, ya sea la histórica, cultural o étnica, comprender su totalidad va mucho más allá de una única definición, precisamente por la diversidad hallada entre las diferentes sociedades que la componen.

Ecuador, por supuesto no es la excepción. La confluencia histórica de varias corrientes culturales que llevan siglos arraigadas, así como también la configuración política, social y económica han hecho del país una sociedad similar en estructura a sus pares en América Latina, pero con variantes culturales que la distinguen con categorías como ‘megadiverso’ que se escuchan de forma recurrente en la propaganda turística como el motor de las economías locales y regionales.

Entretanto, la cotidianidad, alejada de dimensiones teóricas que parecen complicar lo simple, sigue su curso, pareciendo ser la antesala de grandes eventos que alegran a las multitudes, las inducen en un frenesí festivo que las llena y mueve sus vidas en torno a ello, la sensación de alegría en el ambiente impregna cada esquina, los desfiles se alzan sin aparente inicio ni fin, como una sucesión de muestras alegóricas, ora autóctonas, ora extranjeras; es así como en varios puntos del país los carnavales se celebran de tal modo como si se estuviese hablando de sociedades completamente distintas.

En la amazonia ecuatoriana el carnaval se vive con fuerza, alegría y color, en el Puyo, ciudad ubicada a 6 horas aproximadamente de Quito, las fiestas son organizadas de tal manera que toda la ciudad se ve involucrada, no precisamente con todos sus actores festejando la fiesta de la carne; a través de los ojos de Cármen, quien salió para hacer una venta especial, tal como lo ha hecho todos los años desde hace 20 “para mí es un día más de trabajo” dice ella, la cotidianidad de su trabajo, como el de muchos otros, forma parte del colorido particular del carnaval.

De igual forma ocurre con lugares como El Quinche, a 40 minutos de la capital; en distancias relativamente cortas ya se pueden vislumbrar costumbres y modos de representar la fiesta distintos, aunque no distantes valga decirlo, pero con la constante del color impregnando los espacios, y con el aroma de los bizcochos impregnando las calles, la noción de cercanía con la ciudad parece perderse entre las comparsas y la alegoría, por momentos parece ser un pedazo de otro tiempo, de una fiesta venida de cualquier otro lugar, lo que trae de nuevo a la realidad es ver a quienes ven inalterada su cotidianidad, traducida en cuasi-consignas vendiendo espuma de carnaval, voces alzadas atrayendo comensales, gargantas entonadas a la voz de la parafernalia propia de la fiesta, demandada en grandes cantidades por los visitantes.

Rostros

Rostros del carnaval. Pero no rostros maquillados, sonrientes hasta la sardonia. Rostros agotados, limpios (en muchos casos), sobrios y estoicamente situados en puntos de buena venta.

Rostros cotidianos, rostros de la calle, también los hay con alegría auténtica, no maquillada, no cínica, alegría que no necesita desfiles, la alegría de las reuniones familiares también es propia de las fiestas. Son otros carnavales, los no publicitados y más íntimos, carnavales que cobran sentido propio en cada hogar, la confianza es mucho mayor. La cotidianidad se pierde entre las risas y la espuma de carnaval, queda enclavada en los quioscos, en la señora de los globos, en el vendedor de sombreros, en la niña de las cariocas a mitad de precio. La cotidianidad parece estar reservada para los desfiles y las comparsas.

Cerca de la urbe capitalina, a escasos 40 minutos, que en estas fechas parecen ser (y en efecto, son) más, Amaguaña recibe a propios y extraños con uno de los eventos más importantes que la caracterizan en sus alrededores; como se vive la fiesta del carnaval guarda similitud con algunos otros puntos de la región interandina, donde la consigna principal, además de la alegría y el colorido autóctono, radica en la exaltación del folclor; tema aparte son los debates acerca de si existen o no procesos de folclorización en torno a los festejos, pero no hay duda de que el carnaval en Amaguaña tiñe de color sus calles, y a sus visitantes.

Una fiesta propia de extraños. El carnaval es difícil de definir, como las sociedades mismas, en un mismo espacio surge la alegría, el color y la novedad mientras incólume permanece la vida cotidiana de la gente que parece salir de la nada pero que siempre ha estado ahí, vendiendo, comprando y volviendo a vender. Viviendo. Sobreviviendo.

Dos cosas distintas

Sí, hay múltiples facetas de una misma realidad, como las caretas con 3 y 4 rostros, realidades que subsisten sin reconocerse la una a la otra. Como la cotidianidad y la novedad, la algarabía y el recogimiento son capaces de coexistir en un mismo tiempo. Iniciada la cuaresma, el ritual del miércoles de ceniza da paso a un período previo a una celebración religiosa que se caracteriza antitéticamente del carnaval, dos cosas aparentemente extrañas entre sí, pero que guardan la tradicionalidad como la esencia de la gente, en construcciones que se moldean al devenir social, pero que no alteran su origen. Una sucesión de dos fiestas aparentemente distintas, de cosas que no se ven en los calendarios.

Novedad y cotidianidad. Alegría e indulgencia. Elementos que parecen transgredirse entre sí pero que conviven, surgen de las tradiciones de los pueblos, perviven en las memorias de forma parcial, sabiendo qué son, pero no de dónde vienen. La mente invisibiliza la memoria, así como lo hace con las realidades. Las realidades de quienes no parecen estar ahí, pero que han estado (como Cármen) desde hace 20 años o más. Las realidades de quienes preparan sus fiestas desde meses atrás. Las realidades de quienes preparan sus fiestas desde el día anterior, en sus casas, con su familia. Las realidades de quienes acuden a poner de manifiesta su fe frente a la ceniza.

Para muchos, la alegría se acabó. Para muchos más, su realidad sólo prosigue.

--

--

Contrapique

Somos fotógrafas, fotógrafos y realizadores audiovisuales. Contamos historias, y mostramos la realidad desde abajo