La historia del origen del monasterio de Jesús, María y José

Cultura Para Lima
3 min readDec 1, 2015

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(Primera Parte)

Hace más de 300 años, el 14 de mayo de 1713, se erigió en el monasterio de clarisas capuchinas sobre las bases de un recogimiento establecido en Los Reyes en 1669. Los orígenes de esta casa de oración se remontan al siglo XVII y al recuerdo del siervo de Dios Nicolás Ayllón, nacido en Chiclayo el 4 de marzo de 1632.

Este personaje fue hijo de don Rodrigo Puicón y doña Francisca Faxollen, ambos descendientes de indios nobles del norte del Perú. Siendo niño fue tomado al servicio de fray Juan de Ayllón, quien lo llevó al convento franciscano de Saña; y luego, con 10 años, al de Lima, en donde vivió atendiendo a su protector hasta que a los 16 años se independizara y se iniciara como aprendiz de sastre, recibiendo tiempo después el grado de maestro.

En 1661 se desposó con María Jacinta Monto, ya en la iglesia del Sagrario de la Catedral. Es con ella compró una finca y puso los cimientos de la casa de Jesús, María y José, en donde acogió a doncellas pobres y huérfanas para protegerlas y asistirlas espiritualmente hasta su muerte, el 7 de noviembre de 1667.

Cuenta la historia que antes de morir recibió, de la Virgen Inmaculada, el mensaje siguiente: “Hijo, ven en paz que tu casa a mi cargo queda y se llamará la casa de Jesús, María y José, y seguirán la doctrina de los padres de la Compañía de Jesús”.

En el mismo lugar donde funcionó el recogimiento y tras la muerte de Nicolás, su esposa, María Jacinta estableció el beaterio, que a diferencia del anterior se regía bajo una regla y estaba bajo jurisprudencia eclesiástica.

A los siete años de erigido el beaterio, en 1685, coincidiendo con los 150 años del primer monasterio capuchino –fundado en Nápoles por María Lorenza Longo– María Jacinta inició las gestiones para la fundación de uno sobre los cimientos del beaterio, ya que la forma de vida que llevaban las capuchinas era similar a la suya y porque su sustento estaba sujeto a la providencia.

Sin embargo, para poder fundar era necesario tener la licencia del Rey y del arzobispo de Toledo, bajo cuya jurisdicción se encontraban las capuchinas de Nápoles. Finalmente y tras numerosas y fallidas gestiones, el 31 de diciembre de 1698, por real cedula, el rey don Carlos II otorgó la licencia de fundación, permiso que fue confirmado por don Felipe V en 1707 y en 1709 el obispo de Madrid designó a las cinco religiosas que saldrían del monasterio capuchino de esa ciudad para fundarlo en Lima.

Las designadas fueron: la madre María Rosa, como abadesa, como vicaria la madre María Estefanía, como tornera mayor la madre María Gertrudis, como maestra de novicias la madre María Bernarda y como consiliaria la madre María Josefa Victoria. Acompañaría en el largo viaje el padre Fausto Gallegos y once personas más de apoyo, que emprendieron el viaje rumbo al puerto de Cádiz el 3 de enero de 1710.

La historia de este viaje fue azarosa ya que al día siguiente de zarpar de Cádiz rumbo a Buenos Aires, la embarcación fue asaltada por corsarios holandeses, quienes después de saquear la nave y tras ocho días dejaron a las religiosas en Lisboa, donde fueron retenidas ya que Portugal sostenía una guerra de varios años con España.

El documento que permitía su retorno a territorio español tardó tres meses y medio. Antes de retomar su camino hacia el Perú se alojaron en el monasterio de capuchinas de Sevilla, en donde esperaron casi un año y ocho meses para volver a zarpar rumbo a América.

Así, el 27 de diciembre de 1711 salieron del puerto de Santa María y llegaron a Buenos Aires el 12 de abril de 1712, ciudad en la que dieciséis días después falleció la madre María Estefanía, quien fue enterrada en el presbiterio de la iglesia de San Francisco de esa ciudad.

La historia continuará en la siguiente publicación

¹ Las primitivas constituciones permitían un número de 33 monjas profesas de velo negro, 22 españolas o criollas y 11 indias nobles.

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