La Quinta de los Libertadores en la Historia del Perú

Cultura Para Lima
3 min readJul 10, 2017

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A los 57 años de edad, el antepenúltimo virrey del Perú, don Joaquín de la Pezuela, escogió un espacio alejado de la capital para construir su residencia de descanso. El virrey no se imaginaba que esta decisión traería consecuencias trascendentales para todos los peruanos. Es en 1818, con más de 13 años de residencia en el virreinato peruano, que Pezuela compra a los padres de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, de Ica, un rancho para construir una casa, que con las comodidades de la época debería de convertirse en un santuario de reposo de la vorágine que el cargo de virrey conllevaba, en especial durante los álgidos momentos de llamados de independencia departe de varias provincias del Perú. Más de siete meses tardó la construcción de la casa, y una vez terminada los vecinos empezaron a llamarla “el palacio del virrey”, no tanto por la edificación, sino por la calidad y alcurnia de su residente.

La construcción se había ejecutado sobre un terreno con una pequeña elevación, y para acceder al interior contaba con una doble escalera frontal. La sala y cuartos principales estaban decorados sobriamente, algunos con frisos de imágenes mitológicas, otros con papeles decorativos que le daban la belleza que su ilustre residente y su familia requerían. El conjunto residencial incluía un pozo para el abastecimiento de agua salubre y caballerizas, pero, sin lugar a dudas, el espacio que le daba mayor relevancia era su oratorio, dado que no todas las casas en Lima lo tenían, ya que era necesario el permiso del arzobispo de Lima en turno.

De acuerdo con los patrones de construcción de la época las residencias podían contar con una huerta, y con más de 6.500 metros cuadrados de extensión esta casa bien podía albergarla. Durante el periodo virreinal el tener una huerta en casa suministraba a sus propietarios frutas frescas de estación sin necesidad de trasladarse a plazas o mercados para adquirirlas. Pezuela habitó la residencia su último día en el Perú, pues el 26 de mayo de 1821 la dejó para embarcarse desde el Callao rumbo a España.

Es con el ingreso del general don José de San Martín a la capital, en julio de 1821, que la propiedad fue confiscada para el naciente Estado Peruano (secuestro, en términos de la época). Durante su estadía en el Perú San Martín la habitó en diferentes ocasiones y podría suponerse que en ella se tomaron importantes decisiones para la formación del nuevo Estado nacional. Al continuar la gesta, el Libertador Simón Bolívar también la toma como residencia, pues estaba ubicada cerca de la caleta de pescadores de Miraflores y Chorrillos. Fue una coincidencia que, cuando el general Antonio José de Sucre logra la victoria en la Pampa de la Quinua, que puso fin al poder español en América el 9 de diciembre de 1824, el Libertador se encontraba en sus inmediaciones y es ovacionado por el pueblo, que se había reunido para recibirlo. Aún no se sabía de la victoria de Ayacucho, pues la noticia llegaría dos días después. Es así que la casona se convirtió en “la quinta de los Libertadores”, y en gloria para todos los peruanos.

Alexander Ortegal Izquierdo

Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú

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Cuenta oficial de la Gerencia de Cultura de la Municipalidad de Lima.