LAS MURALLAS DE LIMA: SIGLOS XVII, XVIII Y XIX

Cultura Para Lima
4 min readJan 15, 2018

Con Lima convertida en la ciudad más codiciada del Pacífico, en el centro político y comercial más importante de los virreinatos americanos, empezaron sus joyas y riquezas a ser objeto de la ambición de piratas y corsarios, franceses y holandeses casi siempre, que llegaban esporádicamente a las costas con la intención de tomar por asalto el puerto y la ciudad.

El temor entre la población de un asalto a la ciudad fue la motivación principal para construir las murallas de Lima, un costoso proyecto que fue pospuesto en varias ocasiones, pues los ruegos y peticiones para que se levantasen se dejaban oír entre la población solo cuando llegaban noticias sobre piratas, pero luego de disiparse el peligro pasaba siempre lo mismo con sus peticiones. Finalmente, el virrey Melchor de Navarra y Rocaful, duque de la Palata, pudo gestionar su construcción entre 1684 y 1687.

El proyecto original de las murallas fue presentado por el belga Juan Ramón Coninck en 1673, y tras varias observaciones, correcciones y añadidos, fue dado por aprobado recién hacia 1685. Es interesante observar que a pesar de las largas discusiones y los elaborados discursos que se hicieron sobre arquitectura miliar y sobre las características defensivas que debería de tener la fortificación de Lima, al construirse no se obedeció el diseño elaborado y se le restaron casi todas las características que hacen segura una fortificación militar, como la utilización de piedra, la disposición y el número de los baluartes, la altura y el ancho de los muros, etc. Además, que no se llegó a excavar el foso de agua alrededor del muro, característica presente en todos los proyectos propuestos.

El área encerrada por los muros y los baluartes de las murallas terminó siendo bastante mayor a la planeada inicialmente. Su recorrido se determinó finalmente “sobre la marcha”, alargándose para derribar la menor cantidad de inmuebles posibles, incluyendo también una parte de la reducción indígena de Santiago del Cercado, y dejando una franja verde y espaciosa entre el límite urbanizado y la cara interna de las murallas, que serviría como zona para la futura expansión de la ciudad y que estuvo dedicada en un inicio a la pequeña agricultura.

Las murallas contuvieron la expansión de la ciudad durante casi dos siglos, en los que el crecimiento a intramuros se realizó por medio de la prolongación de las calles existentes y la continuación del mismo esquema desordenado hacia los extremos del damero. El área urbanizable fue ocupada paulatinamente hasta fines del siglo XIX, en que la capacidad de crecimiento al interior del cercado alcanzó su límite, lo que generó la necesidad de derribar las antiguas murallas y permitir la expansión de la ciudad, además de la habilitación de nuevas urbanizaciones en la periferia.

Se pueden considerar las murallas de Lima más como un antiguo cerco urbano que como una fortificación. Su utilidad real como defensa, tan discutible desde el punto de vista militar, podría ser más apreciada desde el aspecto urbanístico, y son muy significativos tanto el origen de los ejes sobre los que se construyeron como el área de expansión urbana determinada al quedar demolidas.

Durante este periodo se manifestaron también sobre la ciudad las más grandes fuerzas con el poder de transformarla: los terremotos. Los de 1687 y 1746 fueron los más violentos registrados por la historia conocida de lima, los que, además de la muerte de gran parte de su población, obligaron a la reconstrucción casi total de la ciudad y su puerto.

Además, a cambio de la destrucción de muchas iglesias y residencia, el poderoso sismo del sábado 13 de noviembre de 1655 había entregado a la ciudad una de sus más bellas y arraigadas tradiciones: el culto al Señor de los Milagros, al haberse quedado en pie el muro donde un anónimo esclavo africano pintó al famoso “Cristo de Pachacamilla”.

Caló profundamente en la memoria de Lima el terrible terremoto de 1746. Alrededor de las 10 de la noche del viernes 28 de octubre, se percibió un grave y profundo rumor bajo los pies de sus habitantes, que se transformó rápidamente en un violento y desbocado movimiento de la tierra, que duró más de cuatro minutos. Además de echar abajo la mayor parte de las casas, iglesias y edificios de Lima, una serie de inmensas olas penetraron en la costa sumergiendo las zonas de Chucuito, Ventanilla, Bocanegra, La Perla y la Punta, destruyendo el antiguo puerto y poblado amurallado del Callao por completo. Las aguas del tsunami llegaron hasta dos kilómetros tierra adentro en algunos sectores, alcanzando hasta la cuadra 7 u 8 de la actual Av. Sáenz Peña.

Fuente:

- Augustin Burneo, Reinhard (2017)MUNILIBRO 8 El damero de Pizarro. El trazo y la forja de Lima. Lima: Municipalidad de Lima, pp. 60–64.

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Cuenta oficial de la Gerencia de Cultura de la Municipalidad de Lima.