¿Qué tan buena es la tolerancia?
El discurso de la tolerancia nos propone llegar a un mundo sin discriminación por el mero acto de practicar la tolerancia inter-personal, como si la discriminación fuera un problema entre individuos y no tuviera que ver con la relación entre instituciones y poblaciones.
Se nos propone que nos toleremos -o sea, que nos soportemos, que nos aguantemos- a pesar de nuestras diferencias. Esto significa validar el pensamiento de que hay algo malo en la diferencias, de que las diferencias son en sí mismas un problema.
Pero la desigualdad social no tiene su origen en las diferencias personales sino en las instituciones de la sociedad. La discriminación no existe porque somos distintos, sino porque existe una dinámica histórico-social que fomenta la fragmentación social de las poblaciones y agendas políticas que se sirven de ella.
Por supuesto que tolerar al “otro” es bastante mejor que promover la violencia, pero sigue manteniendo el etnocentrismo y los prejuicios que están en la raíz de la discriminación. Según el discurso de la tolerancia, el otro merece que yo lo respete pero porque tiene cosas en común conmigo. El “tolerante” no desafía al racismo como sistema, sino que le dice al individuo racista “ellos también son personas como vos”.
La gente “tolerante” solo ve como enemiga a la intolerancia, no a la desigualdad. Por eso les cuesta distinguir a quienes ejercen la discriminación violentamente y a quienes tienen el objetivo de terminar con la discriminación de raíz, eliminando los sistemas de opresión que la reproducen (usando la violencia, si es preciso). Como esto último lo ven como un acto extremista (porque no tolera a las estructuras de opresión ni a sus agentes) lo ponen en la misma bolsa de “intolerancia”… Así que el “tolerante” llega a la brillante actitud de condenar a las Panteras Negras junto con el Ku Klux Klan.
La tolerancia no acaba con las relaciones de opresión, solamente las suaviza y las invisibiliza. El discurso de la tolerancia no propone estudiar a los sistemas de opresión como realidades sociales concretas para saber cómo surgieron, por qué se mantienen, y sobre todo cómo pueden ser desactivados y erradicados. Simplemente engloba todo eso bajo el concepto de “intolerancia”, como si se tratase de una falla de comportamiento en los individuos, y predica la tolerancia. (Similar al discurso fundamentalista de la no-violencia, que se niega enfáticamente a analizar cada violencia por separado siguiendo el brillante axioma de “violencia es violencia”.)
El discurso de la tolerancia no promueve el análisis de las instituciones de la sociedad y de cómo podrían ser modificadas o reemplazadas para eliminar estos sistemas, simplemente promueve el “pluralismo” y la “integración”. En vez de cambiar lo que haya que cambiar en la estructura social para que las nuevas generaciones no reproduzcan el mismo odio, se propone instaurar un sistema de censura a las expresiones de odio, conocido como corrección política.
El discurso de la tolerancia fumiga a la planta del odio social pero no la elimina desde su raíz. Y como la planta sigue alimentándose de un suelo cada vez más fértil (una sociedad basada en la explotación), eventualmente desarrolla resistencia al producto con que se la fumiga. Al penalizarse la expresión de odio sin eliminar lo que causa el odio, lo que se promueve es hipocresía. Por eso tenemos una reacción “por derecha” a esta hipocresía, desde una postura de rebeldía contra la corrección política. El discurso de la tolerancia termina contribuyendo a crear una cepa más fuerte de discriminación abierta.
¿Qué hacer? Cuando nos encontramos con una forma de discriminación, investiguemos qué sistema de opresión concreto se encuentra detrás de ella, analicemos a ese sistema, comprendamos por qué existe, en qué condiciones se reproduce, y cómo puede dejar de existir. Hagamos política para contribuir a los cambios institucionales que sean necesarios.
Si estamos en un lugar de padres o educadores, sepamos que la diversidad no es un problema a ser solucionado, es una condición natural de los seres vivos y también de nuestra especie. No hará falta educar para la diversidad si educamos en la diversidad.