Comunicado oficial:
De Pasillo tiene como máxima ser ante todo un espacio de diálogo y reflexión. De hecho, su nombre deriva del objetivo de que en él se puedan encontrar todas las perspectivas sobre un tema que pueden escucharse en un pasillo abarrotado. Consideramos por ello necesario, en todos los casos, atender a los llamados de atención de nuestros receptores en todo momento y hacer periodismo responsable de sus contenidos y los efectos que los mismos puedan o no generar. También creemos firmemente en el valor de la transparencia: por ello, ningún artículo es borrado y toda alteración se hace pública, pues creemos más valioso dejar en evidencia nuestro proceso de deconstrucción que hacernos pasar por un algoritmo limpio de sesgos, en vez de por un equipo de seres humanos bien intencionados que quizás no siempre llegan a su público como desearían.
Por ello, y de acuerdo con la reacción que ha suscitado la crónica “Un domingo en Corabastos” (https://medium.com/@depasillocol/un-domingo-en-corabastos-aacafcd4b4c5), su autora, Arianna Ramírez, parte del equipo editorial de este medio, se dispone a hacer público el siguiente comunicado:
Buenas noches, yo soy la autora del escrito en discusión. Viendo la reacción de varios de ustedes, quiero dar un poco más de información acerca del mismo:
Primero, me gustaría invitarlos a que dialoguen con nosotros desde la publicación, en De Pasillo. Acá estamos más que abiertos a interactuar con nuestra audiencia y más aún si esta tiene críticas frente a nuestras publicaciones. Somos estudiantes, utilizamos este medio para aprender y por lo mismo, sus comentarios nos ayudan y son bienvenidos siempre. Eso sí, los invitamos a que estos sean expresados con respeto por nosotros y el trabajo que realizamos.
Segundo, este escrito se trata de una crónica de viaje. Este género periodístico está usualmente escrito en primera persona y tiene un carácter (también usualmente) testimonial. Es decir, se trata de describir una visión del mundo y no pretende ser tomada como la verdad absoluta. Es un género que prioriza la descripción de una vivencia, antes que informar sobre la misma. Para un ejercicio de este tipo, es necesario (además, teniendo en cuenta que se trata de una plaza de mercado y por lo tanto es rica en imágenes) describir lo que se puede percibir a través de los sentidos. Es decir, olores, colores, texturas etc.
Entiendo de dónde puede surgir la perspectiva de que es un texto “clasista”, precisamente el ejercicio trataba de abordar esto de otra manera. En el texto pueden evidenciar la reflexión sobre mi privilegio. Sería engañoso de mi parte dar un testimonio con tintes positivos si yo no lo percibí el lugar de esa forma, Corabastos es un espacio claramente desatendido por el Estado y la sociedad (a la salida de la plaza se le ha llamado como “Bronxito”, no lo inventé yo). Además, allí es evidente un estado de precariedad, sobre el que me detengo cuando describo la parte de los contenedores. Pero en ningún momento esa precariedad está mostrada en función de ser denigrante con otros. Estoy enunciando una realidad, pero no estoy mirando por encima a nadie que hace parte de ella. Ahora bien, esto no significa que no disfruté totalmente de la experiencia (estudio periodismo porque es una carrera que me permite salir de mi zona de confort): solo hace referencia a que estoy describiendo un lugar desde la posición en donde me encontraba frente a un sitio que no visito frecuentemente. No pretendo en ningún momento mostrarme como “superior” o “mejor” porque de ninguna manera lo soy y el texto no describo a nadie de esa manera. No tiene sentido para mí mostrar un relato así.
Por lo mismo, estoy describiendo la realidad desde mis ojos. Con la crónica, no busco ser despectiva: en ningún momento emito juicios de valor sobre lo que vi. Yo enuncié la realidad sin ningún intento de decir que es bueno o malo. Por lo mismo, las imágenes que decidí mostrar fueron las que me parecieron más interesantes, significativas y disientes. En ningún momento califico las escenas que vi en la plaza como algo inferior y reitero, no es algo que sienta o considere. La plaza es como es y mi intención era mostrarla desde lo que pude percibir. De manera respetuosa, los invito a revisar el lenguaje, ya que nunca describo el lugar como un lugar feo, malo, inferior, entre otros calificativos que sí resultan despectivos. Ahora bien, si las citas que extraje de los comentarios que hizo mi mamá llegan a ser impactantes, eso es un ingrediente interesante de la crónica, pues se evidencia que ella no estaba cómoda en el lugar, lo cual resulta una de perspectiva que existe y tiene un origen identificable, al igual que la de todos nosotros. Ella, mucho menos acostumbrada a salir de su zona de confort, era una voz con la que pretendía denotar la posición desde la que me paro, que siempre será insuficiente para describir un espacio tan grande en donde cada día se vive algo diferente. La cual es válida, pero no necesariamente la “correcta” o la “mejor” o “peor”. Las comparaciones que hago, por ejemplo, con el precio de Carulla, pretenden evidenciar más bien la distorsión de los precios de las verduras. Yo no compro en Carulla, compro en Codabas, otra plaza de mercado, la comparación estaba intencionada para mostrar los precios del lugar. De ninguna manera considero que “caro es mejor”, por ello no utilicé ningún lenguaje que sugiriera esto. Si cada uno de ustedes fuera a la plaza y escribiera sobre el lugar pretendiendo describir tal cual lo que ve, tendríamos visiones totalmente diferentes. Así son las crónicas de viaje, eso es lo que pretenden.
Este escrito, está narrado desde una perspectiva clara que invita a la reflexión. Si fallé en invitar a las personas a que puedan ver la plaza de forma similar, asumo mi responsabilidad. La visión y la voz de mi mamá, no es la mía. La utilicé para poder acercar el relato al círculo social del cual hago parte, para invitar a una reflexión que sí tuve visitando la plaza. Creo que es una reflexión válida. Si un periodista visita un lugar y no reflexiona sobre su entorno y su vida, ¿para qué es periodista?
Muchas personas se sentirían igual de incomodas que mi madre por los olores, por ejemplo, pero este es un detalle descriptivo de la crónica, que busca incentivar en la audiencia la experiencia de una imagen olfativa. En ningún momento busco utilizarla para hacerme mostrar superior o algo parecido. No me percibo de tal manera. El parqueadero huele a orín y punto. No realizo juicio de valor sobre ello. Así como un cronista describiría que Nueva York huele a orín, yo puedo describir un lugar que también lo hace de esa manera. No es despectivo, estoy nada más narrando. Comprendo también que, en esa medida, les resultaría más interesante una crónica desde la perspectiva de alguien que va seguido, que trabaja en el lugar o que vive en la cuadra. La invitación es entonces a abrirse a tender puentes entre los diferentes puntos de vista y, por qué no, incluso a redactar una especie de “respuesta”. Es una perspectiva, y no pretendía, pretende o pretenderá ser despectiva ya que, por la naturaleza del escrito, se trata de un ejercicio de crónica que no busca criticar el lugar, solo describirlo.
No hay verdades absolutas, solo perspectivas, y en esa medida la mía compone tan solo una forma de percibir el lugar. No pretende invalidar otras. Como he dicho anteriormente, pero vale la pena reiterar, es una descripción desde una vivencia personal. Por lo mismo entra en el género de crónica de viaje y no de reportaje o de noticia, que incluiría datos y perspectivas diversas donde sí se pretende una dar una visión más compleja de la realidad. Esta visión, es meramente testimonial.
Por último, los invito a leer esta crónica de viaje, de la reconocida escritora Leila Guerreiro (con quien no pretendo compararme). Esto con el fin de que se familiaricen con el tipo de género del escrito y puedan también saber que mi trabajo pretendía asemejarse a ese tipo de escritura y descripción, porque la admiro. En esta, la escritora describe de una manera minuciosa su experiencia en un viaje y no por ello es despectiva. Una descripción no es despectiva mientras no utilice un lenguaje que califique de tal forma a lo que se describe. Bajo ninguna circunstancia, buscaría escribir algo que pueda incentivar al odio, al prejuicio, y al fomento de las distancias de una sociedad tan quebrantada como la nuestra. En otros de mis escritos y crónicas, si se animan a leerlas, verán que pretendo todo lo contrario. Mi periodismo no es de odio. Jamás lo será.
Esta es la crónica: http://revistaanfibia.com/cronica/filipinas-un-viaje-al-otro-lado-del-mundo/