Una generación o de adictos al trabajo o de deprimidos

De Pasillo
De Pasillo
Published in
3 min readMar 22, 2019
Artista Anónimo

Por: Juan José Corredor.

Ha saltado a mi vista una característica, al parecer intrínseca, de nuestra generación o por lo menos del círculo joven donde me muevo. Escribo, pues, esto para ellos.

Somos una generación o de adictos al trabajo o de deprimidos y estas categorías no son excluyentes. Este diagnóstico me parece evidente. Cada día que pasa veo otra persona más con un problema normalizado: está todo el tiempo triste, tuvo un problema de salud por el estrés, tiene miedo de su apariencia, etc. etc. Y si esto no ocurre, suele ser una persona inmersa en la satisfacción de sus ‘méritos’ universitarios: no dormí para terminar mi entrega, trabajé todo el día, voy con un promedio súper alto. La causa es simple, somos una generación criada en una sociedad adicta al placer inmediato.

Tal vez la relación no la podamos ver de manera evidente, pero creo tener una explicación tentativa. Somos una generación sin piso, pero con un techo demasiado alto. No digo que este piso deba ser una moral dogmática ni mucho menos una alabanza a un ídolo, aunque esto también abunda en nuestra sociedad. Ese piso, que buscamos desesperadamente, para poder saltar a nuestro límite, a nuestro placer: no existe. No hay una ruta para llegar y mantenerse allá, no podemos llegar a un placer constante, porque a la hora que sea constante perderá su carácter de placer. Así nuestra sociedad adicta nos construyó un piso: el trabajo. No es muy sólido, sin embargo, estamos arrojados a conseguir mini éxitos, un cinco tras otro cinco o lograr llegar a un fin de semana y, claro, el mayor éxito de todos, ¡un puente! Así, logramos vivir encontrando felicidad en pequeñeces sin sentido. Al fin y al acabo, una vez este placer se acaba, tenemos que buscar ansiosamente el siguiente.

Hoy que le llega a nuestra generación la hora de vivir, de ser y, lo más importante, de decidir, les tengo una pésima noticia: no sabemos más que arrojarnos una y otra vez a venerar el trabajo, a “amar lo que hacemos”. Esto no es malo en sí, el problema será que inevitablemente la gran mayoría, se encontrará con que, en realidad, no aman su vida, no aman sus carreras, tal vez, ni siquiera se aman. ¿Esos 5´s son suficiente para estar feliz? ¿tus vacaciones de una semana te ayudan a recargar energías? No somos capaces de aceptar que nuestra vida se basa en éxitos de mentira. Nos ufanamos de ser felices con lo que hacemos porque nos toca. O entonces ¿por qué recalcamos tanto nuestro amor por ello?

Lamento mucho decir esto, pero nos criaron bajo la lógica de los videojuegos, nos encanta ir recogiendo moneditas y pasando de un nivel a otro, sin darnos cuenta de que todos los niveles están programados igual. Seguimos rescatando a la princesa Peach una y otra vez, bajo nombres diferentes, Mario, Super Mario, Smash Bros o como se llamen todos esos juegos. De lo que no nos damos cuenta es de que Mario nunca va a alcanzar su felicidad. El problema es que esta vez ese amigable fontanero somos nosotros y el que nos controla, si alguien lo hace, tal vez logra un poco de satisfacción cuando pasamos de un nivel a otro, pero nosotros, al no tener donde buscarla, amamos ser un videojuego y pasar un nivel tras otro sin ningún otro sentido para nuestra vida.

Es fácil caer de este piso ¿no? Ah, pero no tome esto como una invitación a la resignación de mi parte. Igual tampoco pretendo convencerlo de no resignarse al absurdo, eso se lo dejo a los existencialistas. Pero lo que sí haré es dejar en usted esa pregunta que a todos nos atemoriza; aquella que le pide que argumente si usted es feliz realmente. Si no lo es, no se preocupe. Lo mas probable es que su tristeza venga de no querer emular esta forma absurda de vida, en la que nos llevaron a creer que “lo bueno” es seguir un ciclo interminable de éxitos sin sentido.

--

--

De Pasillo
De Pasillo

Información política, cultural y social de universitarios para universitarios, que discuten entre sí y se nutren partiendo de escuchar al otro.