Algunas verdades incómodas.

Fantasma en la máquina

Ayer vi una pintada en una pared, decía algo así como: “no sé si soy mi propio jefe, o mi propio cadete”.

Inmediatamente recordé esa tarde hace un par de años en el tren, donde me llamó la atención el título de un libro que estaba leyendo quien se había sentado delante mío (quizás debiera llamarme la atención el simple hecho de ver a alguien leyendo en un tren). El título era “Psicopolítica”: al juzgar por la escasa cantidad de páginas, parecía no ser un concepto excesivamente complejo. Resultaba natural: si existe una biopolítica, ¿cómo no podríamos pensar en una psicopolítica?

Un tiempo después, el nombre de Byung- Chul Han resulta familiar en buena parte de ciertos círculos intelectuales. Sus libros invaden de forma masiva (tan masiva como la filosofía puede ser) entornos tradicionalmente colonizados por dispositivos digitales (por caso, viajes en colectivo). Pequeños rectangulitos de muy interesantes pocas páginas que ponen de manifiesto aquello que él llama “la sociedad del cansancio”. Revisemos apenas un recorte de cuatro conceptos interesantes que trabaja:

El rendimiento: Está en todos lados. Cuántos kilómetros corriste, cuántas reproducciones tiene tu reel, qué tan bien te lavás los dientes, cuánto tiempo le dedicás a tus hijxs. ¿Cómo aumentar nuestra productividad? ¿Cómo amar mejor?: el rendimiento es el elemento rector, y cómo potenciarlo el norte que seguimos. Y acá la sentencia de Byung Chul Han cae con el peso de ese algo que de alguna manera sabemos pero nos cuesta admitir: el sujeto del rendimiento, que se pretende libre, es en realidad un esclavo. En el capitalismo que él describe, más efectivo que explotar a alguien, es crear un sujeto que se explote a sí mismo en nombre de su propio proyecto de vida.

Las emociones: Tradicionalmente, las organizaciones eran mundos de palabras antes que de imágenes. De discursos racionales antes que de emociones. Sin embargo, en los últimos quince años esto empezó a cambiar progresivamente. Los discursos emocionales son mucho más rápidos y directos que los racionales. Donde generaciones anteriores colocaban la vara del progreso vital en la acumulación de objetos (autos, casas), hoy en día es la acumulación de experiencias y emociones lo que señala un real aprovechamiento del paso del tiempo (¿ y qué son las redes sociales sino el gran estante de trofeos donde las exhibimos?). Hoy no consumimos cosas, sino emociones y experiencias. Y lo interesante de todo esto es que las cosas no pueden consumirse infinitamente, pero las emociones si.

El management: Advierte el autor que en la dirección empresarial se está produciendo un cambio de paradigma donde las emociones son cada vez más relevantes. La figura del manager se parece cada vez más a un trainer emocional: las emociones positivas son el fermento de la motivación en este paradigma. La psicopolítica se apodera de la emoción para influir en las acciones a nivel prerreflexivo: un discurso que permea desde una antesala de la consciencia, representa un verdadero poder (sí, es inevitable que aparezca en nuestra mente uno de los “greatest hits” foucaultianos: el poder más eficiente es el que no se ve).

Los juegos: El juego se caracteriza por gratificaciones y vivencias inmediatas: las cosas que requieren maduración lenta no se dejan ludificar. Si por un lado el autor resalta la pregnancia de lo emocional, la otra cara de este fenómeno es la necesidad de recibir recompensas rápidas. Acá es donde el autor sitúa la paradoja: a través de una rápida experiencia exitosa, y de un sistema de gratificación instantánea, se aumenta el rendimiento. Organizaciones y dispositivos de intercambio social (como las redes), crean juegos y estrategias donde acumular likes, monedas o ascensos, redunde en la experiencia de gaming definitivo.

Y esa “libertad” pervive en forma de cruel paradoja: nadie la posee, todxs somos sus esclavos.

Autor: Santi Martin.

Fuentes:

- “Psicopolitica”, Byung-Chul Han, 2014.