Empiezo un Bootcamp de UX/UI
Y lo que me ha llevado a decidirlo
Quiero trabajar en lo mío
Ésto te sonará, seguro. Buscar trabajo es una auténtica prueba de fondo. Una montaña rusa emocional que hace que tus ánimos suban y bajen dependiendo del día. Puedes tener un trayecto corto o uno muy largo si no tienes suerte. Y tal y como está la cosa, suele ser el tópico.
En mi caso, he estado buscando trabajo durante meses en el área de diseño gráfico en Madrid. Mi objetivo era (y es) conseguir un empleo de la categoría junior o, a unas malas, de becaria mínimamente remunerada donde aportar todo lo que se y crecer dentro de la empresa.
Al principio estuve informándome de cómo aprender a venderme, porque no es que se me dé muy bien. Antes ya había buscado trabajo pero no de algo tan especializado y no me parecía siguiera el mismo proceso. Unos decían que el futuro estaba en LinkedIn, otros recomendaban ser hiperactivo en las redes sociales o lanzarse a ser blogger/youtuber/instagramer. Muchos de ellos coincidían en tener un espacio en internet, de un tipo u otro, donde exponer al mundo tus proyectos. Por eso crear un portfolio se convirtió en mi prioridad.
El portfolio: la historia interminable
Preparé mi primer portfolio hace unos 4 años. Usé un alojamiento gratuito y básicamente me sirvió para seguir poniéndome a prueba con el Wordpress y html, analizar mis trabajos y sacar conclusiones. Nunca llegó a encantarme y esa fue básicamente la razón por la que, visitando después páginas de distintos artistas y diseñadores, decidí hacer uno mejor armado y más profesional. Y esta tarea me llevó, de nuevo, mucho tiempo.
¿Pero por qué no terminas el dichoso portfolio rápidamente y empiezas a lanzar curriculums como loca? ¿por qué pierdes tanto el tiempo?
Eso me decían en mi entorno. Y la respuesta es simple: por la misma razón por que uno se pone los calcetines antes de calzarse. Descubrí que para trabajar en diseño gráfico o fotografía, la valía del trabajador más que describirse en un buen CV a través de sus estudios y experiencias, se demuestra a través de la calidad de los trabajos que enseña. Por eso, hacer un portafolio excepcional es la mejor inversión que puedes hacer y además es prácticamente obligatorio cuando quieres apuntarte a cualquier oferta de empleo.
Sin embargo, todo tiene un límite. No puedes esperar a tener una web absolutamente perfecta para lanzarte al mercado porque eso es imposible. Con el paso del tiempo necesitará ir actualizándose y por eso necesitas ponerte límites de tiempo, un deadline que te empuje para evitar alargarlo demasiado. Yo no lo hice y fue un gran error. Nunca estaba completo ni expresado de la mejor manera y ese desgaste pasó factura a mi motivación. También dejé pasar oportunidades por no tener acabada la web.
Por suerte, de los errores se aprende. Llegó un momento en el que la realidad me dio de tortas en la cara. ¡Estaba perdiendo el tiempo! Así que que marqué unas metas y organicé muy detalladamente mi día a día, qué quería incluir en cada proyecto y como afrontar cosas como las presentaciones.
Fue un proceso largo. Además de la parte “creativa” me propuse crear una página web desde cero y probarme a mí misma. Gestioné el alojamiento, el dominio y la instalación del Wordpress con su tema. En todo momento me asaltaban las dudas sobre qué proyectos serían o no adecuados y sentía que no sabía como expresar mi propia voz. Pero al final había decidido zanjarlo, dejar de evitar los puntos más delicados y dejar de pensar en el qué dirán.
Con la web terminada (o al menos preparada para moverla), llegó el momento de la verdad. Para que mi presencia en Internet fuese aún más completa, actualicé lo máximo posible mi perfil en las redes profesionales y de búsqueda de empleo. A pesar de eso, apuntarme a toda oferta con la que pudiera encajar no me dio prácticamente ningún resultado. Todas las entrevistas que me llegaban estaban relacionadas con el comercio o con sectores para los que mi cualificación no tenía ninguna importancia… ¡Y yo quería trabajar de diseño sí o sí! Me frustré pero tras semanas y semanas en esa línea, decidí investigar qué es lo que estaba fallando para remediarlo.
Busco soluciones y hago una lista
El haberme creado una página era psicológicamente un logro pero comprendía que no fuera suficiente. Sabía que era positivo una mayor visibilidad en, por lo que me planteé crear una cuenta de Instagram profesional. Pero como los frutos de este tipo de estrategias iban a ser lentos, continué buscando.
A raíz de leer tantas ofertas de empleo, tenía la sensación de que las empresas demandaban personal más multidisciplinar (además de algún que otro requisito rocambolesco). Muchas veces entraba en ofertas a priori accesibles para encontrarme con una lista de requisitos alejada de mi perfil.
No se me ocurrió una idea mejor que hacer una lista. En ella anoté todas aquellas habilidades o programas que más se repetían en las ofertas de empleo que revisaba diariamente. Tantas horas de influctuosa navegación por decenas de páginas iban por fin a tener un beneficio. Me centré en los puestos para los que debía estar más preparada e iba sumando “palitos”. Después de varios días realizando este testeo, creí tener una idea real y bien fundamentada para comprender cómo era el perfil que más buscaban para un diseñador gráfico. De todas las destrezas, me centré en aquellas que no manejaba o en las que estaba más verde.
Así llegué a mi top 5 de puntos débiles:
a. Front-End
b.Wordpress
3. UX / UI
4. Arte Final & Branding
5. Creación y montaje de vídeo & Adobe After Effects
Como podéis ver, lo que más se repetían eran habilidades relacionadas con el mundo digital y de desarrollo web, algo para lo que no tenía conocimientos sólidos con mi ciclo formativo. A pesar de aprender algunas claves sobre Front-End en un curso, no conocía más que la punta del iceberg y en algunas ofertas demandaban un conocimiento más amplio.
El Front-end y todo lo relacionado con crear web está en alza, pero es un área con la que ya había tenido un tímido acercamiento. Me parecía amplísima para poder aprender más allá de lo básico y considerarme una especialista. Ya no solo eran HTLM y CSS, si no también páginas de creación de contenido como Wordpress y el lenguaje de programación JavaScript. Podía costarme años y por eso decidí que sería algo que aprendería poco a poco. Cambiaría mi perfil hacia uno más digital pero paulatinamente.
Las siguientes opciones eran muy diferentes entre sí. Por un lado estaba el UX/UI, algo de lo que no tenía ni absoluta idea. Después estaba el perfeccionamiento de los arte finales para imprenta y el branding para la creación de marcas, algo más cercano. Y por último cerraba la lista quitarle el polvo a mis conocimientos de vídeo y descubrir el After Effects. De estas tres opciones, el UX/UI era la única que no me parecía dar un paso hacia un lado y me hacía salir de mi zona de confort. Además, era un área con mucha demanda y más orientado a ese perfil digital que yo deseaba.
Tras mucho pensarlo, elegí abrir el melón de la Experiencia de Usuario y el Diseño de Interfaces en base a mi forma de ser, muy analítica dentro de lo creativo, y buscando ampliar mis conocimientos previos al propio proceso de creación. Podría sacarle partido dedicándome al diseño gráfico. Con esa decisión tomada pensé, ¿y ahora qué?
UX/UI en la escuela de Neoland
Cuando empecé a buscar alternativas, no encontré una gran variedad. Aprender de manera autodidacta no me aseguraba unos conocimientos firmes y no era factible por ser un proceso lento. La única opción viable eran los cursos especializados.
Pero ¿qué buscaba? Casi rozando la treintena no quería invertirle muchos meses. Eso me suponía no poder trabajar o tener aún más dificultades para buscar un empleo que pudiera compaginar. Tampoco quería un curso donde me dieran cuatro claves para iniciarme, necesitaba algo que me descubriera la experiencia de usuario y el diseño de interfaces con más profundidad. Quería ser especialista en ello. En resumen:
- Curso no muy extenso en tiempo.
- Que me hicieran conocer UX/UI a fondo.
- Información actualizada y práctica, para incorporarme al mercado al acabar.
Con estos requisitos, la modalidad Bootcamp se presentó perfecta para mi situación. Se trata de un nuevo modelo de cursos especializados muy prácticos que huyen del sistema tradicional de enseñanza y que te preparan para desempeñar un trabajo nada más salir al mundo laboral. Los hay de variedad de ámbitos, pero es en programación donde mejores resultados está dando. Busqué en Madrid y, tras darle muchas vueltas contacté con la escuela Neoland.
Fueron muy amables (vale, casi todo el mundo en estos casos lo es, pero se agradece). Me explicaron todo con pelos y señales: temario, precios, becas, requisitos, expectativas, etc. Me gustó especialmente que aseguraran trabajo al término del curso, que concretraran un tiempo para entrevistas de trabajo y que las clases no estuvieran muy llenas. Así podría sacarle más partido y sería algo mucho más personal. Tuvimos varias conversaciones y me animaron a tener una reunión en persona. Allí conocí a Ana Echegoyen y a Raúl Marín, el que sería mi profesor. Me transmitió muy buen rollo y mucha implicación en lo que estaba enseñando, lo que hizo que se decantara finalmente la balanza.
A día de hoy ya está hecho: estoy dentro del Bootcamp de UX/UI. La convocatoria de verano se acerca y con ella, tres meses de mucho esfuerzo. Va a suponer una inversión de dinero, de tiempo y de ilusión; así que afronto el comienzo del curso con una mezcla de nervios y ganas. Empiezo una aventura para dar, no un paso hacia delante, si no un par de cientos.
Usuarios y tests, allá voy.
Si te ha gustado, no te cortes y aplaude.