El Castellano Anula A Las Personas No-Binarias

Diana
5 min readJan 20, 2019

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La bandera no-binaria. Un poco cutre, la verdad, pero se la quiere igual.

English version.

Hace un año.

Gracias, RAE, ya sabes usar Twitter.

Una persona en Twitter, probablemente confusa pero definitivamente entretenida, comenta entre risas virtuales el uso de “lxs chicxs”. Cuando la cuenta de Twitter de Operación Triunfo (y lo sé que es difícil escaparse de ellos, os comprendo) quiso referirse a sus concursante, no utilizó el masculino inclusivo los chicos, sino lxs chicxs. No sé si os habréis cruzado con esta forma de lenguaje inclusivo en las redes sociales, pero es una forma de hacer referencia a dos géneros sin presuponer que el masculino los incluye a ambos. Pero esta persona de Twitter — una mujer, se debe decir todo — etiqueta a @RAEInforma (para quien no lo sepa, el Twitter de la academia dedicado a resolver cuestiones) y les pregunta si esto se puede decir, que ‘¿qué idioma es este?’. Un día después, confirma que usar la ‘x’ es incorrecto.

Esto podría parecer, a una gran parte de la población, bastante normal. Es imposible pronunciar la ‘x’, así que este término popular solo podría de veras emplearse en las redes sociales y el lenguaje escrito — dentro del cual, además, tiene un aire de poca seriedad. ¿Y si buscamos otra estrategia para el lenguaje inclusivo?

En el primer ‘Libro de estilo de la lengua española según la norma panhispánica’ (vaya título) de la RAE, ésta confirma: ni todxs, ni todes, ni tod@s. Cuando han de responder a la petición de la vicepresidenta Carmen Calvo sobre usar lenguaje inclusivo en nuestra constitución, Darío Villanueva (presidente de la academia en el momento), dice: “La lengua es un ecosistema, que puede cambiar, pero con unos equilibrios que se pueden alterar si no se tiene cuidado”.

Considero que es bastante fácil de interpretar, pero para aquellos de vosotros que quizás no seáis completamente hábiles con lengua mediática y lectura entre líneas, Villanueva ha mandado a Calvo un poco a cagar, la verdad.

Ignacio Bosque, miembro de la institución y lingüista altamente respetado, dijo en 2012 en su informe Sexismo lingüístico y la visibilidad de la mujer: “si se aplicaran las directrices propuestas en las guías de lenguaje no sexista en sus términos más estrictos, no se podría hablar”.

Precisamente, deseo profundizar en el problema indiscutiblemente alarmante que resulta ser incapaz de hablar. Sería posible discutir durante siglos sobre si dañamos a las mujeres y a su posición de igualdad cuando utilizamos el masculino como abarcador de todos (sí lo hacemos) o si esta ‘coincidencia gramatical, no machismo’ es el resultado de un machismo que encontramos en los mismos pilares de la sociedad española (lo es). Sin embargo, un asunto que no podemos negar es que esta dicotomía, esta bifurcación sin tercer camino de nuestra lengua borra del mapa a las personas no-binarias.

Cuando algo no tiene nombre, cuando no se puede expresar, ¿podemos realmente decir que existe?

Con una lengua que solo permite dos géneros, ya empezamos limitando la expresión de las personas no-binarias, además de su capacidad y libertad de hablar sobre sí mismas y sus problemas sin usar un género equivocado que no les corresponde (es decir, si las mujeres solo pudiesen hablar en masculino, se eliminaría su feminidad e identidad de la lengua en sí, dejándolas incapaces de hablar sobre ese tema). Pero el español no solo simplemente tiene dos géneros — es un idioma donde el género está en todas partes: desde tus muebles, a los empleos, a nuestras emociones… Si no podemos utilizar un género neutro, si no podemos siquiera hablar…eso es violencia.

Vale, vale. Es probable que consideres que exagero muchísimo. Que ni existen las personas ‘no-binarias’ ni nada, no te inventes cosas (sí lo hacen, lo siento mucho por este gran shock). O mira, podría decir cualquiera con una cuenta de Twitter y mucho tiempo libre, que utilicen esos anglicismos que tanto les gustan, ¿no?

Pero yo soy español(?). Nací en España. Mi familia me ha hablado en español desde que tengo consciencia de entender palabras, desde que llegué al mundo con varios nudos en mi cordón umbilical. No poder hablar de mí mism(?) sin hacerme daño, sin dudar de quién soy, sin ser capaz de ser sincer(?)…sufro. No puedo ser así. No puede ser así.

En español, utilizo el género femenino — no voy a explicar por qué, porque no le interesa a nadie, pero lo hago. Esto conlleva que siempre y sin excepción, soy percibida como mujer, sin importar mis chapas de la bandera trans, o mis incontables chistes malos sobre lo confuso que puede ser el género. Me es muy asequible esconderme tras el disfraz de mujer cis, pero es un disfraz, y de los baratos que pican cuando te los pones. Ahora mismo, ser una mujer no me encaja. Me chirría a los oídos, como uñas contra la pizarra. Es similar a una camiseta vieja que ya no te cabe, que ni de coña, pero de la cual te es imposible deshacerte por la seguridad y familiaridad que te proporciona.

Me aprieta tanto que me ahogo.

La lengua es hogar para mucha gente — lo entiendo, soy valenciana. Reclamar y apropiarme de mi lengua, arrebatada de mí, es algo íntimamente reflejado en mi identidad, y adoro la lingüística. A veces, el cambio nos provoca resistencia. Nos atemoriza y lo peor de todo — nos ajena.

Hace unos años, y esto nos sonará a todos, se empleaba por normativa un acento diacrítico para diferenciar sólo (de solamente) y solo (de, no acompañado), ya que es fácil la confusión,y cada palabra acarrea una connotación distinta.

Pero un cambio por la mismísima RAE hizo que este acento fuera innecesario, desechable, así que la multitud de personas que habían escrito ese acento religiosamente toda su vida se encontraron un poco en el limbo (menos dramático, pero un estado de confusión igualmente).

Mis profesores de castellano murmuraron bajo su aliento, quejándose de la costumbre de la RAE de cambiar cosas a su antojo. Al final, era como se había escrito toda la vida, algo que aprendieron de niños, y nos cuesta una cantidad inimaginable dejar atrás un elemento de nuestra infancia. ¡Pero España sobrevivió! El mundo no cayó en el caos, la lujuria y la guerra por ese acento, ni por incluir botellón ni murciégalo (aunque quizás debería haberlo hecho) al diccionario. La lengua evoluciona y cambia porque quienes la usan vamos mudando de piel como una mariposa que luego se lo juega todo en la PAU. Nuestras necesidades son otras, nuestro criterio es distinto. Nosotros moldeamos a nuestra lengua; ella no nos moldea a nosotros, por mucho que se lo crea la RAE.

Así que pregunto, por mí y por todos mis compañeros no-binarios, si podéis hacer ese gran esfuerzo que sé que será un cambio tan considerable. Si podéis ser valientes, soportarnos un rato, aunque sea a regañadientes, durante los cuatro o cinco años que cueste normativizar todo esto, porque cambiar es muy, muy difícil. Pero nosotros…estaremos aquí para siempre, y eso sí que no va a cambiar.

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Diana

Young, queer, and terrified of rollercoasters. They/them @gomadelpelorota on twitter.