Espírito Santo: una gema escondida en el sudeste
Es diciembre del año 2016. Es verano. Cumplí 30 hace dos meses. Tuve mi primer tatuaje hace dos semanas. Todo encaja para realizar un sueño: irme a Brasil por casi dos meses. Y hacer mi primer proyecto voluntario a través de AIESEC, organización global, creada en 1946 en Bélgica, que impulsa el liderazgo, la interculturalidad y el emprendimiento entre los jóvenes. Mi edad se encuentra en el límite de quienes pueden aplicar. Pego un vuelo Lima-São Paulo. Otro a Vitória. Y finalmente llego a ese estado poco conocido en la región sudeste. El último que me falta recorrer de ese lado. Con un nombre tan peculiar: Espírito Santo.
Llego a la ciudad y los anfitriones que me hospedarán no aparecen todavía. Me siento inseguro. Me entra la idea de querer volver a Lima. Pero al mismo tiempo estoy paralizado. Años después entendería por qué: transtorno de adaptación. Es real. Existe. Mi anfitrión finalmente llega. Es más joven que yo. Es religioso. Es amable. Se llama Gabriel. Su esposa no pudo llegar al aeropuerto. Gabriel se lleva mi maleta a su hogar y aprovecho en pasar la tarde con otro Gabriel. No sin antes tomarnos una foto con los aiesecos.
Antes de ti
Gabriel-voluntario es gentil. No recuerdo qué estudia pero tiene interés en hacer lo mismo que yo solo que en Egipto (años después lo haría). Me lleva a una playa muy bonita. Su nombre es Praia da Costa. Está en una ciudad llamada Vila Velha (VV) que se encuentra cruzando la Terceira Ponte que une VV y Vitória, la capital de Espírito Santo. Gabriel me habla de lugares y maneras de llegar a esos lugares, le digo que entiendo pero sigo sintiéndome perdido. Solo me apaciguo olhando el mar. ¿Estaré dos meses aquí? ¿No es mucho? ¿Por qué no volví a Río o a Bahía o a Minas o a Sampa? Querías algo nuevo. Es tu cuarto viaje a Brasil. No regreses a Perú sin probar.
Esa misma noche nos reunimos con el pessoal de AIESEC. Nos juntaremos todas las semanas para hablar de los proyectos del voluntariado y reforzar las ideas de lo que estamos buscando y alcanzando en estas 6 semanas. Usaremos un grupo de Whatsapp. AIESEC no nos dejará desamparados. Y el punto de partida siempre será una de las aulas de la Universidade Federal do Espírito Santo, o simplemente UFES. Hay algo encantador en el hecho de reunirnos en una universidad. Seguro es mi orgullo de profesor.
El grupo (minha turma) está compuesto por colombianos en su mayoría, algunos argentinos, un costa-ricense y creo ser el único peruano. Me encanta. Nuestros orientadores son brasileños. Hice el contacto inicial para llegar a Brasil a través de un tercer Gabriel. Sí, Gabriel es un nombre demasiado común en Brasil. Al igual que Lucas, Vinicius y João. Luego de presentarnos, enrumbamos a la Rua da Lama en el barrio de Jardim da Penha. Este se convertiría en el punto juerguístico luego de cada reunión semanal. Y en realidad, en cualquier momento de la semana.
El voluntariado es una experiencia fuera de este mundo. Queda en el municipio de Serra, muy cerca de la capital. Digamos que duermo en Vila Velha, trabajo en Serra y juergueo en Vitória. Los tres municipios se encuentran tan cerca que realmente no se sienten tanto las distancias. Seré el profesor de español de niños de entre 6 y 12 años. Despierto muy temprano de lunes a jueves. Tomo el bus que cruza la terceira ponte, llego a una estación, pego otro bus y bajo en la rua del proyecto Vovô Chiquinho entre 8 y 9 de la mañana. Vovô Chiquinho es una casa que recibe niños de familias humildes y los cuida durante gran parte del día, proporcionándoles actividades lúdicas, artísticas y académicas. En las tardes rezamos y cantamos algo sobre la Navidad, las crianças toman el lonche y entre las 4 y 5 de la tarde partimos.
Los niños me llaman “tío”. De hecho llaman tío y tía a prácticamente todos. Debe ser algo muy brasilero, supongo. Son pequeños humanos llenos de energía. Lloran, gritan, corren, sacan de quicio a Carlos (uno de los encargados), se pelean entre ellos, se amistan, ríen, ven películas, duermen, brincan y practican capoeira. Se emocionan cuando les regalo unos muñequitos de Pokémon, me piden la tablet para jugar Circus. No tienen malicia. El momento de subir la vitamina (el batido de leche con alguna fruta) y traer pan es especial. Todos nos reunimos en un círculo, oramos y cantamos. No puedo evitar citar al Padre Paul de Midnight Mass aquí:
De eso se trata la fe. Que en los días más oscuros, en los peores momentos, en la ausencia de luz y esperanza, cantamos.
Espírito Santo empieza a gustarme. Trabajo con una colombiana, un chileno y un alemán. Con Kelly voy al Parque Pedra da Cebola. Todos son buenos. Hay una atmósfera de camaradería y vibras relajadas en AIESEC. Mi grupo está bom. Pero me gustaría que los colombianos (que son bastantes y aman hablar en español) tengan un interés mayor en conocer Brasil. Y no buscar tanto que Brasil los conozca a ellos. Mis anfitriones cenan delante de mí y no me ofrecen ni una probadita. La mujer de Gabriel-host es malgeniada. Gabriel-voluntario me habla de sus romances con algunas mujeres durante las reuniones aiesecas. A Gabriel-contacto lo veo poquísimo. Me gusta la experiencia, no termino de encontrarme todavía pero me gusta.
Visito el Morro do Moreno y sus 184 metros de altura. Se ubica en el barrio de la Praia da Costa, en Vila Velha. La trilha dura 30 minutos. Me tomo una foto alucinante con una vista de la Terceira Ponte y veo la inmensidad de VV y Vitória, unidas por ese puente. También se ve el Convento da Penha. Amo el estado. Mi corazón explota de felicidad y vuelve a armarse. Una y otra vez.
La Praia da Costa se convierte en uno de mis lugares más queridos. Ese color ligeramente anaranjado en la arena enamora mis ojos. Las palmeras se vuelven mi árbol favorito. El paseo al Convento da Penha, uno de los santuarios religiosos más antiguos del país y construído en 1558 es espectacular. Vila Velha-Vitória-Serra es un trayecto agradable.
Yo, que siempre amé dormir, despierto a las 5 de la mañana con todas las ganas. Hay una paz y un confort difícil de traducir en palabras en los trayectos en bus. En las distintas nacionalidades que los capixabas asumen que tengo cuando intentan adivinar de dónde soy (desde chileno hasta indonesio). En cada juego u ocurrencia de los niños. En la canción de navidad que corean una y otra vez. Mi vida en Espírito Santo es así.
Contigo
Es 20 de diciembre del año 2016. Nos veremos por primera vez a las 4 de la tarde. Salgo del voluntariado. Marcamos encontrarnos en la estación de bus que conecta Serra con Vitória y Vila Velha. No recuerdo el nombre de la estación. No estoy entusiasmado. Siento que no me gustarás tanto. Pero ya sabemos cómo es el destino, ¿no? Te encuentro, nos vemos, debo reconocer que no recuerdo muy bien esos primeros segundos pero sé que me gustas. Nos subimos al bus. Ambos estamos al lado derecho del vehículo, en la parte de atrás. Me cuesta trabajo observarte (porque me gustas mucho). Bajamos y caminamos en dirección a la Praia da Curva da Jurema.
Usas una camiseta, shorts y sandalias. Y llevas en la espalda una mochila marrón de cuero. Amo esa leveza. Nos sentamos en la arena a ver el atardecer. No entramos al agua. Estudias ingeniería eléctrica. Tu hermano mayor vive en Portugal hace algunos años. Te cuento que el mío también vive fuera, en Uruguay. Hablamos de lo lindo que es viajar, de cuánto queremos explorar el mundo. De lo complicados que pueden ser nuestros padres pero como, a pesar de ellos, nos nutrimos de cuánta belleza se encuentra en las cosas simples de la vida. Es curioso, tienes 21 años pero algo en tí sabe a persona adulta.
Me gustaría recordar las frases que usamos. Las primeras cantadas. No tengo nada de eso. Pero volando a ese 20 de diciembre, te veo a mi costado y tienes los ojos llenos de bondad. Tu voz es calma, creo que no me cansaría de escucharte hablar nunca. Resuenas en mi memoria junto con el mar en los ojos, la arena entre los dedos de los pies. Junto a esa paz en el fin de un día cualquiera, en esa playa y esa isla y ese momento en nuestras vidas. Lembranças cálidas congeladas ahora en el tiempo. No recuerdo si nos abrazamos primero. Ni tampoco si te pedí un beso. O si me lo pediste tú. Pero nos besamos. Una, dos, veintisiete veces. Como dos enamorados. Como desafiando al tiempo. Un beso más. Un minuto más. Solo un poco más, por favor.
Me acompañas a tomar el bus. Te digo que no es necesario (miento, soy recontra volado así que amo que me acompañes). Nos damos un último abrazo y un último beso. Llego a la casa de Gabriel-anfitrión sintiéndome un adolescente que se enamora por primera vez. No puedo evitarlo. I can’t help it. No creo que nos volvamos a ver. Tengo tu número. Agradecemos el encuentro. Combinamos para vernos de nuevo, quizás durante la semana. No quiero entusiasmarme tanto.
Y vuelves.
Es una noche de verano en Vitória. Nos encontramos en el Bar Biritas, en la Rua da Lama. Bebemos una caipirinha. La cachaça viaja en nuestras venas. Escapo de la reunión aieseca. Vuelvo a Serra. Conozco a tus dos gatitos. Dormimos juntos. Soy inmensamente feliz. Y si creo que este es el punto máximo de euforia, me demuestras al día siguiente que no. Cuando me llevas a uno de los lugares más bellos que tiene Brasil: la Praia Secreta.
Siempre he amado el mar. Es tan significativo el hecho de que nuestros primeros dos encuentros hayan sido visitando alguna playa. Y Praia Secreta es una versión mini del paraíso. Pocas personas, aguas calmas y arena limpia. Nos recostamos en una canga que llevas siempre contigo, que tiene la imagen de Río de Janeiro. Tienes la costumbre de abrazarme al echarnos. Amo que hagas esto. Seguramente te digo todo lo que siento. Las palabras no llenan lo que tengo dentro. Simplemente gracias.
Un crustáceo que parece una especie de fusión entre una araña y una caracol camina en la yema de uno de tus dedos. Es chiquitito. Me dices que de criança jugabas con estos bichinhos. Te observo y recuerdo una vez más esa leveza que llevas en el alma, en tu ser y que transmites en cada interacción. En cada olhar. En cada anécdota e historia. En cada instante de ti. Siento familiaridad. Siento pertenencia. ¿Es muy pronto para decirte que estoy enamorado? Por supuesto. ¿Lo diré aún así? Por supuesto. Estoy enamorado de ti. Estoy encantado contigo. Me siento pleno junto a ti. No sé en qué momento saldrán las palabras. Pero saldrán.
Llamo momentos postales a esos instantes sin cámara fotográfica en donde la ternura y la belleza se toman un selfie. Y vivo dentro de él ahora: una pareja de dos hombres camina junto a una niñita negra. Ella toma la mano de cada uno de ellos. Los tres son una familia muy bonita. Especulamos eso. Asumimos que son una familia. Te pregunto si te gustaría tener hijos. Me dices que no ahora pero que si tuvieras, te gustaría adoptar. Y coincides con que esa familia de tres es hermosa. Nunca he deseado ser padre en mi vida pero por más absurdo y abrupto que suene, imaginar una familia contigo suena y sabe bien.
Es la víspera de Navidad. Los voluntarios celebrarán con sus hosts anfitriones. Los brasileros con sus familias. Y mis hosts irán a la casa de la familia de ella. No iré. No estamos conectados y no soy fan de la Navidad así que me quedo por aquí. Pedirte que me adoptes no haría sentido. Camino por la Praia de Itapoã hasta la Praia da Costa. Te veo a lo lejos, me doy la vuelta, no sé por qué pero me entra la idea de que va ser muy forzado encontrarnos en Navidad. No me escribes siempre, solo nos hemos visto dos veces y no quiero ser más invasivo ni forzar nada. O por lo menos eso quiero creer que intento. Así que no te veo en Navidad, la celebro en casa de un venezolano que justamente cumple años el mismo día. Compartimos algunos mensajes. Quiero verte. Feliz navidad, capixaba.
Me emociona verte otra vez. La cita #3 inicia cerca de la Terceira Ponte, y claro está, volveremos a la Praia da Curva da Jurema. Quiero pasar año nuevo contigo pero deseo aprovechar las minivacaciones del voluntariado para conocer un nuevo estado: Paraná. Tú entiendes. No te haces problemas por nada. Tengo un remolino en la cabeza pero tú estás tranqui. Admiro eso de ti. Vives y estás aquí. No te proyectas tanto. Esa es la primera línea divisoria entre nosotros. Eso y la distancia.
Te abrazo fuerte. Te doy un último beso. Deseo verte de nuevo. ¿Te veré de nuevo? Me dices que sí. Me pides que disfrute el viaje. Sigo con miedo pero tengo que viajar. Hablamos en Año Nuevo. Tú en Vitória. Yo en Curitiba. Regreso tres o cuatro días después. Se reseteó todo en el calendario y ya estamos en el 2017.
Enero es generoso. Volvemos a la Praia Secreta, conozco a tus amigos del colegio y duermo algunos días en tu casa. Otros vamos al Ibis. Observo ese mundo del que ahora formo parte pero que es tuyo. Me hablas de tu voluntariado en Rumania, de las voluntarias italianas de las que fuiste host y que ahora son tus hermanas. Quieres viajar. Quieres recorrer el mundo. Y hay un brillo especial en tus ojos cuando hablas de tus sueños. Haces voces al comunicarte con tus gatitos, me da risa tu acento al escucharte hablar en inglés. Quisiera verte más. Intentas estar más presente. Pero eres un ave libre y eso es justamente lo que me hace sentir todo lo que siento por ti.
Soltamos un te amo. Más de un te amo. Cientos de te amos. Tenemos muchos momentos, pero guardo en un lugar especial del corazón todos y cada uno de los atardeceres en alguna playa capixaba, echados en la arena, encontrando formas en las nubes y respirando toda la inmensidad de una ciudad que nos abraza, nos besa, nos acaricia y nos ama suavemente. Sí, esa ciudad eres tú.
Visito por segunda vez el Projeto Tamar. La primera vez lo hice en la Praia do Forte, en Bahía. En ese momento descubro un amor más. ¿Se puede amar más Espírito Santo? Las tortugas marinas me dicen que sí. Y se convierten en uno de mis animales favoritos. Esa misma tarde logro presenciar como regresan al mar a una tortuga que llegó herida, con las patitas dañadas, muy bajo peso y residuos de basura humana en el cuerpo. Y que cuidaron durante algunos meses. Hoy ella vuelve a casa y todos aplauden su momento. Verla regresar al agua no es solo una postal más en mi vida. Simboliza la prueba más bella y pura de lo que significa ser libre y ser valiente.
Los días no dejan de correr, como el viento sin piedad de la Praia de Camburi. Comparto menos con la turma de AIESEC pero tengo la chance de practicar el portugués contigo y tus amigos. Las tardes son nuestros momentos. El voluntariado acabará junto con enero y eso implicará cambiar de casa y tener mucho más tiempo libre. Pero me ahogo en la idea de pensar que todo se terminará y que tendré que regresar a mi país para hacer la tesis de la maestría. Intentas hacerme razonar. Y algunas veces funciona. Estoy aquí y agora. Eso es lo que importa.
Manguinhos es una de las playas más lindas que he visto en mi vida. Es especial para ti: fuiste desde criança y queda en la ciudad en la que vives: Serra. Quedo fascinado con las entradas y caminitos con acceso al litoral. Los botes descansan cerca de la orilla y por momentos la arena adquiere un color ligeramente naranja. Curtimos de nuestra actividad favorita: ver el atardecer echados en la arena. Y el cielo es un espectáculo fascinante de nubes, que como diría Adán en Vamos a calentar el sol parecen corderitos de tan blancos.
Nos quedamos hasta el anochecer. Comemos papas fritas en un pequeño puesto. Recuerdas haber olvidado las llaves y el llavero de una llama que te di. Te angustias. Te digo que los encontraremos. Caminamos. Regresamos al rincón de la playa donde nos echamos. Las llaves aparecen, guiñándote los ojos. Nos abrazamos, celebrando esa pequeña victoria. La luna es hermosa. Su luz besa el mar de Manguinhos. Me invitas a quedarme en tu casa. Soy feliz. Volvemos a comer papas que fríes usando una máquina especial. Bienvenida la tecnología. Te puedo seguir amando y podemos vivir perdiendo llaveros de llamitas en todas las playas del Brasil.
Es 20 de enero del 2017. Viajamos juntos a Guarapari. Este es quizá uno de los momentos más significativos de este viaje y de estar contigo. El viaje dura cerca de una hora en bus, saliendo de la Rodoviária de Vitória. Amo el lema del municipio. Per oras sanatur. A saúde vem do mar. La salud viene del mar. Demoramos pero encontramos un buen alojamiento. Y antes de explorar la ciudad me entregas un disco de Cazuza y una carta. Salimos del hotel. Me da risa que le tengas miedo al mar. Nos recostamos en la arena hasta el anochecer. Volvemos. Nadamos en la piscina. Pasamos dos días muy lindos.
Enero se fue y le digo adiós al voluntariado de AIESEC. Cauã sigue extrañando a Nico, el voluntario chileno. Presiento que algo parecido me pasará con João Gabriel. Se generan vínculos con los niños. Con algunos más que con otros, claro está. En mi último día todos forman un círculo, ponen una MPB (música popular brasilera) cargada de nostalgia y me agradecen por las 6 semanas aquí. Y se acercan uno por uno a decir obrigado tío personalmente y a regalarme un abrazo. Mi corazón no puede con tanto amor. Se rompe en pedazos una y otra vez. Ellos lloran. Carlos llora. João Gabriel llora. Cauã llora. En fin, todos lloramos.
Viajo a São Paulo. Guilherme, uno de mis mejores amigos se casa. Me quedo dos noches allá. Pero antes de hacerlo, como mi primera moqueca capixaba hecha por tu grupo de amigos del colegio. Es un plato muy rico hecho de pescado, verduras, aceite de oliva, annatto y cilantro. Se diferencia de la moqueca bahiana porque no usa aceite de dendé ni leche de coco. Tiene tanta historia en Vitória que hay un día para celebrar el platillo: el 30 de setiembre.
Viajo a São Paulo. La boda de Guilherme y Miguel es hermosa. Regreso a Vitória. Voy con Lucas a la Ilha do Boi. Ya no queda casi nadie del primer grupo del voluntariado. Los únicos sobrevivientes somos Matías y yo. Me encuentro a João en una disco donde lo idolatran (Fluente). Me queda una semana y un poquito más en Brasil. La policía comienza una huelga. Lo que ocurre luego es una locura.
Es 4 de febrero del 2017. La policía militar entra en un greve, es decir, detiene sus operaciones y dejan de proteger al estado al no ser atendidos en sus exigencias por mejores salarios y condiciones de trabajo. El gobernador no da la cara. Comienzan a saquear los supermercados. Incendian los buses. Vitória queda paralizada. Nadie sale a la playa. Se escuchan disparos. La que históricamente se consideró una de las ciudades con mejor calidad de vida dentro del Brasil se encuentra violentada y olvidada por el Estado. Resulta indignante que la Rede Globo pase noticias sobre: ¿dónde celebrarán el carnaval los famosos? e ignoren el elefante blanco. ¡Nadie habla de lo que pasa en Espírito Santo! Las redes sociales se hacen presentes. Se filtran videos. El mundo se entera de lo que ocurre bajo el hashtag #CaosNoEs
Me voy en apenas unos días. La ciudad parece un pueblo fantasma. Se registran más de cien muertes. Y el número solo aumenta. Nadie sale. O si van al supermercado lo hacen con miedo y corren rápido de vuelta a casa. Tuvimos un encuentro trancado por una piedra en uno de tus riñones que gracias a Dios logran sacarte. Te encuentras recuperándote en casa. Me arriesgo a ir hasta Serra para despedirme de ti y tus gatitos. No puedo regresar a Lima sin verte de nuevo. Sé que hay disparos en la calle pero tomo el taxi y solamente confío. Necesito despedirme.
Llego a tu casa. Me abrazas. Descansamos en tu habitación y junto a uno de tus gatos. Retomamos uno de los últimos capítulos de la tercera temporada de Grey’s Anatomy. Ya no falta mucho para decirte adiós. Escuchamos City of Stars en honor a la primera película que vimos juntos en el cine pero también en homenaje a la historia que vivimos durante estos casi dos meses. Nos damos las gracias más de una vez. Me dices que de todas maneras volveremos a vernos. Me regalas un polo de UFES. Te abrazo todo lo que el tiempo me permite abrazarte antes de irme. Tu padre se ofrece a llevarme en auto. Tú también vas. Bajo en el aeropuerto. Nos damos un último abrazo. Te amo.
Después de ti
Hoy es 7 de noviembre del año 2021. Han pasado casi cinco años desde la primera vez que nos vimos. Hoy pienso en que si pudiera viajar en una máquina del tiempo, como intenté hacer a través de este escrito, cambiaría una sola cosa: haberme preocupado menos. Miro mi historia, una historia que sobrepasa en tamaño los límites de todas estas palabras y pienso en cuánta, cuántísima suerte tuve de conocer a alguien de quien me enamoré completamente. Que vi dos meses después de dejar Vitória, y con quien también me reencontré durante este año tan caótico.
Estos son algunos reencuentros que tuve en abril del 2017 y en agosto del 2021 (mi segundo y tercer viaje dentro de Espírito Santo). Y ellos son algunos de mis capixabas favoritos. ¿Será que cambiamos mucho en el transcurso de 4 años? Que las fotos hablen por sí solas:
Y aquí dejo el registro de algunos lugares que tuve la oportunidad de conocer en mis dos últimas visitas. Ambas fueron bastante cortas, apenas unos tres o cuatro días. Y por más extraño que sea, solo durante este año caminé por el Centro Histórico de Vitória. Más vale tarde que nunca.
Creo que hay personas, lugares y amores que dejan huellas eternas en el corazón. Creo que vivimos en un universo en el que solo limitadas veces algo o alguien llega y rompemos el automaticismo. Desafiamos al tiempo y un atardecer se convierte en lo más importante que alguna vez vimos, respiramos y tocamos. Hablaría del olor y te diría que encontré en Atenas a alguien que tenía tu mismo perfume, en el año 2019. No lo supe en el momento, pero luego del abrazo, lo encontré. O debo decir, ¿te encontré? Ese Malbec me persiguió durante años y pude conseguirlo meses después. Un aroma anclado a ese hombre de 30 años que contigo fui.
Seguramente una parte mía siempre estará enamorada de Espírito Santo. ¿Y también de tí? Voy a responder con otra pregunta: ¿cómo no estarlo? Pero me gusta creer que las relaciones también cambian y pueden rediseñarse, más de una vez. Ya no me aferro a ese sentimiento. Puedo recordarlo, sentirlo en los dedos y dejarlo flotar, dentro de esa y tantas cosas que la vida me ha dado en formas de amor. Justo hace unos días pensaba en cómo la naturaleza de este país me hace sentir menos solo. El cielo, las olas, los árboles y los gatos me acompañan. Vagalumes Cegos también. Lo mismo hace la oruga que grabé en el celular hace unos minutos. A eso me refiero con cuántas formas de amor hay. Eso me diste. Eso me llevo. Eso daré. Y te lo agradeceré siempre.
And on that evening when we grow older still we’ll speak about these two young men as though they were two strangers we met on the train and whom we admire and want to help along. And we’ll want to call it envy, because to call it regret would break our hearts.