Porto Alegre: el reino de los gaúchos
Llegué al estado fronterizo a mediados de diciembre del año 2018, durante mi sexto viaje a este lindo país. Ya conocía Paraná, y pasaría el réveillon 2019 en Santa Catarina así que me animé a explorar Rio Grande do Sul para así completar toda la región sur. Lo curioso es que no tenía ni la menor intención de conocer la capital de los gaúchos.
Me habían dicho que la ciudad no tenía nada, que sus playas no eran las más bonitas y que mejor me vaya directo a Gramado, un municipio con arquitectura europea, fábricas de chocolates y espíritu navideño… ¡hasta puedes encontrar nieve! Tenía que pasar de todas maneras por Porto Alegre pero mi intención no era quedarme. Ni salir de la rodoviária o estación de bus.
Y me quedé.
Llegué temprano a Porto Alegre. Recuerdo que la ciudad me recibió con sol así que se me ocurrió quedarme dos días en la capital. Ya estaba allí, no perdía nada. Bookié un hostel, dejé mis cosas en el cuarto y salí explorar y a estrenar mis primeras insta-historias de toda la vida. Mi primera visita fue el Parque Farroupilha, creado en 1935 y ubicado cerca del centro histórico.
El Parque Farroupilha fue diseñado por el arquitecto francés Alfred Agache, es perfecto para hacer deportes y también picnic, y alrededor de él hay puestos de comida y souvenirs. Esa mañana en particular hubo una preparación para el carnaval. La gente se reúne, arma un bloco y hace su magia. La misma que resuena entre febrero y marzo. Ya he pasado cuatro años nuevos en Brasil, tres navidades y apenas un carnaval. Sería lindo ver cómo lo celebran allá en el sur y en todo el país.
¡Al son de Armandinho!
Un punto imperdible en Porto Alegre es la Orla do Guaíba y allí pasé varios atardeceres. Este espacio público se encuentra en el margen del Río Guaíba y ocupa cerca de 72 kilómetros de orla pluvial. Este espacio es emblemático en la capital, y sin duda la establece como una ciudad portuária. La orla está compuesta por tres largos caminos. Recuerdo bien el tercero, que cuenta con parques, espacios deportivos, bares y la pista de skate más grande de Latinoamérica.
Hay un tema del gaúcho Armandinho que relaciono mucho con esta orla. Habla del deseo de escapar de la vida citadina y relajarse en el mar. Y es justo ese río y su bello sunset en el que alimenta sus ganas. Se llama Reggae das Tramanda.
Eu hoje acordei querendo ver o mar.
Mas eu moro bem no meio de uma selva de pedra.
O pôr do sol no rio é que me faz sonhar.
Quem nunca imaginou pegar onda no Guaíba?
Vine con la idea de no quedarme, luego decidí pasar dos días en POA y acabé quedándome una semana. Y esto fue gracias al primer hostel en el que estuve, que de hecho no me gustó. En él conocí a Tainara, una bahiana con la que visité el Museo de Porto Alegre Joaquim Felizardo. Este sería mi segundo y último día. Partiría a Gramado al amanecer.
Hasta que nos encontramos
He visitado Brasil durante 8 ocasiones. Y creo que los viajes que más me han marcado no han sido precisamente los que tienen la arquitectura más moderna o las playas más bonitas. Cada viaje es especial, por supuesto. Llegué aquí como estudiante, como egresado, como maestrando y finalmente como profesor. He sido adolescente, joven y adulto en este país. ¿Qué hace una aventura más memorable que otra? Definitivamente los encuentros. Los contactos. Las conexiones. Y eso me pasó con ellos.
Conocí a Henrique y Raphael porque compartimos el primer hostel en el que estuve en Porto Alegre. Los dos eran ex compañeros de trabajo y muy buenos amigos. Paulistas straights que fumaban kumbaya, usaban y compraban camisetas de fútbol y amaban beber cerveza. ¡Nada que ver conmigo! No pensé que iban a caerme tan bien ni que formaríamos un vínculo tan fuerte que hasta el día de hoy mantenemos, al punto de vernos tres años consecutivos desde aquel 2018.
La noche en la que fuimos a comer pizza y beber en el Bar Pinguim se unieron al plan la bahiana Tainara, la haitiana Christiane, la gaúcha Chaiane y un par de huéspedes del primer hostel. Bebimos mucho, celebramos la vida, jugamos a adivinar el signo de cada uno. Tomamos cientas de fotos y hasta creamos un grupo en Whatsapp (#FamíliaChampá🍾). Uno podría pensar que sí, a veces la gente se afana y jura amarse durante una noche. Y allí queda. Pero me doy cuenta una y otra vez que si una conexión es lo suficientemente fuerte y auténtica, perdura. La distancia no es un tema de tiempo ni de espacio. Y sí de interés.
No puedo contar el por qué pero fuimos expulsados (¡expulsados!) del primer hostel. Decidí no ir a Gramado y acompañar a mis nuevos amigos algunos días más en la aventura. Y llegar al Poa Eco Hostel fue simplemente lo mejor que pudimos hacer. Un pessoal increíblemente receptivo, una ubicación bastante buena (en el barrio Cidade Baixa, cerca del Parque Farroupilha, del centro, los bares y pubs), una piscina pequeña, cuartos espaciados y simplemente una vibra muito foda. En definitiva, uno de los mejores hostels en los que he estado en el mundo y el mejor del sur.
Los próximos días consistieron en despedirnos de los miembros de la #FamiliaChampá🍾 (a.k.a. los expulsados), ir a fumar al parque, caminar por la ciudad, ver tiendas de camisetas de fútbol, beber en la calle y lo más importante: conversar. Creo que llovió durante uno o dos días pero la vibra del hostel era tan familiar y acogedora que no nos disgustó quedarnos allá.
Uno de los últimos días de Henrique y Raphael fuimos al centro histórico con Alyson, un voluntario santacatarinense bastante simpático y boas vibras. Recorrimos el centro y acabamos en el Mercado Público de Porto Alegre, inaugurado en 1869, con cerca de 106 establecimientos y cerca de 1200 personas trabajando directamente allí. Aquí dejo un registro de ese día fantástico:
The last one standing
Amo cuando el viaje se va armando solo, y lo genial de viajar por tantos días sin tener nada planeado permite eso. No pensaba quedarme en Porto Alegre. ¡Y me quedé! Serían solo dos días. ¡Acabó siendo una semana! Acompañaría a Henrique y a Raphael. ¡Pero ellos se fueron y yo seguí allí! Hay un feeling agridulce en quedarte y ver a todos irse. Es triste, no sabes cuándo volverás a verlos. O sí volverás a verlos.
Pero hay algo bastante reconfortante en cómo aparecen personas nuevas y esta vez eres tú quién las recibe. La energía fluye, se limpia, se renueva. Un hostel vendría a convertirse entonces en una representación del cosmos que, citando a Erin Greene de Midnight Mass, se sueña una y otra vez a sí mismo. En un ciclo infinito. De encuentros, desencuentros, amores, desamores, abrazos, entregas, promesas.
It’s simply a dream that I think is my life, every time. But I’ll forget this. I always do. I always forget my dreams. But now, in this split second, in the moment I remember, the instant I remember, I comprehend everything at once. There is no time. There is no death. Life is a dream. It’s a wish. Made again and again and again and again and again and again and on into eternity. And I am all of it. I am everything. I am all. I am that I am.
Mais do mesmo (que já é bom)
Los últimos días en Porto Alegre fueron bastante similares a los que pasé con el primer grupo de amigos. Y sí, desde luego faltó conocer más, pero muchas veces esos puntos turísticos nuevos que faltaron visitar son fuertemente compensados por los nuevos encuentros y conexiones. Para mí ese es el sentido de todo viaje. Siempre lo fue. Tuve más de lo mismo (que ya era bueno). Y volví a la Orla de Guaíba y al Parque Farroupilha. En ese sueño repetido una y otra vez más. Porque en ese momento era todo lo que hacía sentido para mí.
De la Orla do Guaíba solo conocía el Trecho 3 o Parte 3, que compone los bares y pubs. Cuando regresé con el nuevo grupo pasé por el Trecho 1 o Parte 1, donde se encuentra el monumento a Elis Regina y el Gasômetro, una antigua planta de energía. De hecho, finalizando 1991 el espacio fue abierto como un Centro Cultural. El lugar sirvió como espacio de encuentro para la “Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medioambiente y el Desarrollo” o simplemente ECO 92.
Gramado sigue pendiente y es una promesa volver a Rio Grande do Sul para conocerlo. Pero resulta bastante reconfortante saber que esta ciudad, a la que llegué sin intenciones de quedarme, me regaló dos paulistas que quiero mucho y que me reciben siempre con los brazos abiertos en São Paulo. Una gaúcha amante de las piñas a la que sueño reencontrar y un soul do sul que es uno de los mejores guías de turismo en el Brasil. A ellos y a todos los que formaron parte de ese espacio congelado en el tiempo y en el corazón: