Rio de Janeiro: cuando el sueño no sabía que era un sueño
Tengo una fascinación gigante por Brasil. No sé exactamente cuándo comenzó. Pero algo en la manera en la que los brasileños hablan, bailan, cantan, aman y relatan llamó siempre mi atención. ¿Quizá y fue viendo La Próxima Víctima y jugando a adivinar quién era el asesino? ¿O leyendo en el colegio Mi Planta de Naranja-Lima? ¿O encontrando adelantos en portugués de Los Caballeros del Zodiaco en algún canal de cable? ¿O escuchando los versos de Renato Russo en Love in the Afternoon y todo el disco O Descobrimento do Brasil?
No sé dónde comenzó pero y quizá es algo que ya corría en la sangre, pues años más tarde me enteré de que mi abuelo por parte de padre nació en Belém do Pará. Recuerdo que de chico veía el cuadro de una virgen de esa ciudad en casa. Brasil ya me llamaba. Y un día contesté.
Viajé hace 15 años. Tenía 19, estaba en la mitad de la carrera en la universidad y salí del país por primera vez solo. En aquella época (agosto del 2006) las redes sociales no estaban en su auge. Me parece que sólo usábamos Hi5, y mi cultura hostelera era nula. Viajé como un señor mayor, contratando a una agencia de viajes, quienes compraron el pasaje, algunos servicios de tours y el alojamiento en un hotel en Copacabana, el primer de cuatro lugares que suenan mucho en la capital de RJ. Los otros son Ipanema, Leblon y la Barra da Tijuca. Siendo lo más barato Copacabana y lo más chic Tijuca. Río es lo que más se ve en las telenovelas brasileñas y es el punto de referencia de quienes piensan en Brasil. Yo no fui la excepción. Años después me daría cuenta de que Río solo fue el punto de inicio y que hay mucha belleza y diversidad en Brasil.
¿Cómo viajaban los dinosaurios?
Por supuesto estoy exagerando. Nacer en 1986 no me hace viejo. Sigo creyendo que podría ser el hermano mayor de alguno de mis alumnos. Pero en fin: veo las fotos y recuerdo que era toda una experiencia viajar con una cámara fotográfica. Al menos en el 2006 los celulares no eran tan modernos ni sus cámaras tan eficaces. ¡El primer iPhone se estrenó un año después! E insisto. Cero redes, salvo Hi5. Cero aplicaciones para citas (qué pena). Y la subidera de fotos era solo después del viaje. Disfrutábamos más el momento. Disfrutábamos sin ser vistos. Solo después del viaje saboreábamos el recuerdo.
Hay personas que llegan a nuestras vidas y sacuden nuestro corazón, sacuden nuestra alma. Algo en sus voces, algo en su olor, algo en ciertas palabras que usan o un modo de mirarnos o sonreír nos cautiva, nos captura, nos enamora. Incluso es complicado describirlo porque es muy visceral, muy fuera de este mundo. Y así como ocurre con personas, me pasó la primera vez con este país. Sentía algo recorriendo la avenida Atlântica (la que da a las tres playas principales). Me encantaba el hecho de que las veredas sean tan amplias. Me alegraba ver gente siempre tan activa: jugando vóley-playa, trotando o mergulhando (nadando) a cualquier hora del día. La arena clarita. El mar azul verdoso. Una montaña verde alrededor. Y un monstruo de ciudad mirando el mar. Me gustó mucho.
Los brasileros vemos la vida con humor. Nos pueden pasar cosas malas. Podemos sufrir dificultades. Tener pérdidas y decepciones. Pero vemos siempre la vida con humor. Nadie nos quita eso.
Recuerdo esa conversación. Fue un taxista que me llevaba a alguna excursión que decidí hacer por mi cuenta. Hizo largo el viaje para que en el taxímetro saliera más cara la corrida pero no lo odié. Siempre recordé eso que me dijo. Fue su granito de arena para que me agradara tanto el país. Estos son los lugares que conocí durante los cinco días que pasé allá en #ErreJota:
Dos años más tarde, viajé con dos amigos de la universidad, conocimos cuatro peruanas allá y quedamos encantados con Búzios, Ilha Grande y Angra dos Reis. La calidad de las fotos no mejoró mucho en aquella época. Facebook destronó a Hi5 y seguía sin conocer lo que era un hostel. De hecho, me hospedé en el mismo hotel en el que estuve la primera vez.
Digo que Rio de Janeiro no supo que fue un sueño porque en el 2006 y en el 2008 no tenía ni idea de que sería el punto de partida de una historia de amor entre Brasil y yo. Tampoco sabía que me pondría como meta recorrer los 27 territorios del país (1 distrito federal + 26 estados) ni que relataría mi experiencia persiguiendo este sueño, animado por mis alumnos de Semiótica en tiempos pandémicos. Y es que la vida tiene formas muy peculiares de hacer que broten los deseos y se conviertan en realidades. Esta y las próximas publicaciones no pretenden ser las de un gurú de viajes (lejos estoy de serlo). Soy solo yo rindiéndole homenaje a este momento (acercarme a cumplir el sueño) y a toda época, ciudad y estado que pasó antes de alcanzarlo. Me gusta creer que quizá compartiendo esto otras personas puedan motivarse a dar ese primer paso para cumplir aquello que tanto quieren. Y si por allí es agarrar una mochila y descubrir Brasil, pues en estas líneas ya podrán conocer a alguien que lo quiso y lo hizo.
Epílogo: A Río volví brevemente en el 2016, haciendo una escala y yendo a Ipanema con el amigo de un amigo. Le agarré miedo a la ciudad porque en el 2008 fui asaltado por cuatro hombres. No perdí nada de valor pero las cuchillas rozando el cuello y la cintura me hicieron ver la ciudad con desconfianza. Espero volver. No sé si a la capital, pero definitivamente quiero conocer otras ciudades y municipios dentro del estado. De todas maneras escribiré sobre el retorno. Por lo pronto, y para matar la nostalgia, los únicos dos videos de la Cidade Maravilhosa: