3 años: Aprendí a Valorar la Crítica

Diego Barrazas
4 min readFeb 21, 2017

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Hoy se cumplen 3 años desde que en el estacionamiento de un HEB le pedí a Sofía que fuera mi novia porque ya no me aguantaba las ganas de decirselo y dijo que si. Ahora la que no me aguanta es ella pero ese es otro tema.

Al principio me molestaba constantemente con ella porque era muy crítica con todo lo que hago, y cuando digo crítica, quiero decir honesta. Si daba una plática, en lugar de decirme: “wow estuvo padrísima, te salió súper bien” como lo hace mi mamá (que por cierto, no entiendo por qué las mamás tienen que decirnos tantas mentiras cuando estamos chiquitos, luego andamos batallando cuando crecemos. Tan fácil sería que nos dijeran: mijo, estás medio pinche, no eres chistoso, estás orejón y tienes las ojeras muy marcadas, mejor échale ganas a la escuela y estudia porque vas a necesitarlo, ah, y se buena onda porque no puedes ser feo y mamón al mismo tiempo) Sofía me decía la verdad: “No se te entendía lo que decías, hablas muy rápido y no abres la boca bien” o “la verdad es que estuvo un poco aburrida la plática”. Y me calaba.

Imagínate, sales bien motivado después de dar una plática que estuviste preparando por varias semanas, todos en el lugar te agradecen por la conferencia. Los que te invitaron te dicen “nombre, estuvo bruta, la gente se veía súper contenta” (que la mayoría de las veces lo hacen porque a nadie le gusta decir la verdad o porque tenían las expectativas muy bajas, luego escribiré sobre eso) y que tu pareja, la persona que amas y que invitaste porque en el fondo querías impresionar, te diga: “no estuvo chido” obviamente es un golpe en el Ego, o más que un golpe, se siente como una patada en los huevos. Una patada en el huEgo.

El punto es que al principio siempre acababamos peleados por sus opiniones y mi orgullo, y la realidad es que tenía razón y yo lo sabía pero no quería aceptarlo. En retrospectiva siento que no quería aceptarlo porque cuando aceptas que no eres tan bueno en alguna cosa, automáticamente cae en ti la responsabilidad de hacer algo al respecto y eso es más difícil que hacer comoque crees que si eres bueno y hacerte pendejo. Hacerte pendejo siempre es la salida más fácil.

Total, un día mientras me bañaba me cayó el veinte, (en la regadera es cuando más se me ocurren cosas y más me caen los 20’s, y eso que sólo me baño una vez al día. Imagínate si me bañara 3 o 4 veces al día, no mames sería un genio) total, mientras me bañaba me di cuenta de lo menso que estaba siendo al no darme cuenta de lo afortunado que era por tener a alguien que de verdad me dijera lo que piensa.

A partir de ese momento empecé a valorar muchísimo su honestidad y lo directa que es. Y ya no me ando con rodeos, cabe recalcar que tiene muy buen ojo, en lugar de estar con la duda sobre qué hago bien o qué hago mal cuando doy una conferencia. O sobre qué foto subir o no a mi portafolio, le pregunto a ella y tomo nota. Hasta cierto punto es igual de crítica que yo, pero con la ventaja de que ella no me da chance como me la doy a veces yo mismo. Cuando se lo pido, se convierte en mi editora y eso está increíble.

Y lo más chingón de tener una persona como Sofía, con expectativas de ti tan altas, a veces más altas que las que tu tienes de ti, es que el día que te dice “wow, te la bañaste, esta foto te quedó buenísima” u “oye, escuché el nuevo episodio del podcast y me gustó” o “me encantó tu artículo, me hizo sonreir” te agarra desprevenido y se siente más o menos así:

Descripción gráfica de cómo me siento cuando Sofía me felicita por algo.

Y después se siente como cuando estás en el salón de clases, sentado en la fila de hasta atrás, y tiras una bola de papel al bote de basura que está en el otro extremo del salón y encestas y levantas las manos y volteas a ver a tus amigos con una sonrisota para celebrar pero nadie te está viendo. Sólo una persona te está volteando a ver, la niña más guapa del salón que siempre te ha gustado en secreto pero que no tienes los pantalones para hablarle porque sabes que no tienes ninguna oportunidad con ella. Te voltea a ver, sonríe y regresa a hacer lo que hacía y se te va el aire. Así más o menos siento.

En fin, creo que todos deberíamos poder contar con alguien que nos diga, cuando nos equivocamos, cuando podemos hacerlo mejor y cuando nos estamos engañando a nosotros mismos. Para que cuando nos digan al fin, que hicimos las cosas muy bien, sepamos que no es cualquier cosa. A fin de cuentas son las verdades las que nos hacen crecer. Y creo que eso es lo que todos buscamos.

Les conviene buscarse una persona así, que les diga sus verdades y los haga crecer. Pero no a mi Sofía, ella ya tiene a quién decirle sus verdades.

Esta es la primera vez que la vi, yo iba de fotógrafo a esa boda. No sabía que 3 años después estaría escribiendo esto.

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Diego Barrazas

Marketing, Communications and Business Storytelling Consultant. Founder of DEMENTES Podcast. http://dementes.mx