Objetos, diseño y nostalgia. Antes todo era mejor ¿o no?

Diego Seara
14 min readSep 30, 2021

Ultimamente escucho mucho hablar de nostalgia. Bueno, a mi alrededor se habla de nostalgia. Escucho mucho sobre cosas de antes, de lo guay que era esto o aquello. Todos los domingos por la mañana recibo un buen puñado de newsletters y en más de la mitad siempre está este tema incrustado de una u otra manera. De hecho hay autores y autoras que en sus boletines semanales sólo hablan de tardes de verano, conversaciones interiores con sus yoes del pasado y miradas hacia tiempos o métodos anteriores. Nostalgia disfrazada de romanticismo.

Me cuentan que hay Apps que han recaudado unos cuantos millones de dólares (estas cosas siempre son dólares) por un servicio que sólo te permite sacar una foto y no verla hasta 24h más tarde. Como en los carretes antiguos, dicen. Yo que revelé carretes de esos a mano y esnifé vapores de plata quemando papel fotográfico soy ya una cosa antigua. También hay aplicaciones para aquellos que tienen menos de 40 años porque en esto de la nostalgia, el pasado y lo romántico de los recuerdos, parece ser, no hay edad. ¿No me crees? Échale un ojo a Timehop o a cualquiera de los clones que aparecerán cuando termine de publicar estas líneas.

Screenshot from Timecop website on 2021, Sep.

Aún hay más. Los creíamos extinguidos pero ¿sabéis que podemos comprar cassettes de Taylor Swift porque… lo antiguo mola?. No es como los vinilos y ese rollo snob, no. Cintas compradas por adolescentes que sienten curiosidad por las cosas de antes y para ser escuchadas en Walkmans®. Esta no la vimos venir, ¿verdad?.

“Taylor Swift has announced her ninth studio album, evermore; folklore’s sister record. These songs were created with Aaron Dessner, Jack Antonoff, WB and Justin Vernon.” — Republic Records
“Taylor Swift has announced her ninth studio album, evermore; folklore’s sister record. These songs were created with Aaron Dessner, Jack Antonoff, WB and Justin Vernon.” — Republic Records

Dejadme seguir por aquí. Lo retro y lo vintage siempre mola. Por lo menos a mí me llama mucho la atención y es bastante paradójico que sea así en un tipo que adora la tecnología y que sueña con una quiniela de 15 aciertos para poder “hacerse” con el último cacharro que aparezca en Applesfera o Xataka. Palabra de tecnocreyente. Pero lo vintage mola. Y parece que mucho. Además, mi caso particular no es una excepción, ya que como parece ser, es una norma. ¿Pero por qué sucede esto?

El alma engorda con el paso del tiempo

Está la creencia de que todo tiempo pasado fue mejor, de que éramos más felices sin pan industrial y con relaciones humanas basadas en el café y el chismorreo, nada de Facebook, nada de Zoom, Teams y Slack; nada como mirar a los ojos de la otra persona y no admirar tu propia imagen en un cuadrito de la pantalla mientras hablas, ¿no crees?.

Lo antiguo o anterior lo relacionamos con “auténtico”, con cómo eran las cosas de verdad antes y no ahora que todo se copia y no hay cosas originales. No hay artesanía. No hay autenticidad, que es al fin y al cabo lo que buscamos a la hora de enfrentarnos ante algo “vintage”. Es una reacción contra la revolución industrial y la producción en cadena. Buscamos alma en los objetos. Queremos sentir el pulso del diseño a través de sus formas, de su uso o de sus colores. Establecemos diálogos con los objetos, con los lugares, con las ideas que nos hacemos nosotros de que antes, todo, era mejor. Y esto no deja de ser un matrix en nuestra cabeza. Una simulación de una realidad que ya no existe y necesitamos de sus objetos, sus series, sus sonidos para agarrarnos con fuerza a esa simulación y convertir el pasado en algo del presente, aunque sea sólo por un instante.

En un momento en el que la información va a toda velocidad, las noticias, los objetos y nuestros propios aprendizajes, quedan rápidamente obsoletos; es una paradoja que lo retro sea siempre tendencia. O si lo pensamos mejor, quizás sea una consecuencia directa de esto. Yo creo que la facilidad con la que olvidamos las noticias del periódico de ayer y el sucesivo cambio de corrientes estéticas y de opinión, hace que adquiramos ese gusto por lo que pasó antes de ayer. Todo esto está basado en la nostalgia. Por eso triunfaron tanto los filtros de Instagram. Las fotos, de una manera u otra, nos transportaban a las paellas de las tres de la tarde en el pueblo con nuestro abuelo y a las tardes de verano viendo el atardecer desde el balcón de la casa de tus padres. Y volver a tus recuerdos, amigas, amigos, eso es impagable. O bueno, sí se paga.

Photo by Leyre . on Unsplash

El Negocio

La nostalgia es hoy en día un negocio enorme más allá de las Apps de fotos antiguas o los cassetes de Swift. Podemos ver cómo vuelven en oleadas las tendencias estéticas de los 80, o los sonidos de los 70 o la moda de los 90 (😱). Videojuegos, libros, moda, decoración, series, películas, incluso la arquitectura … todo preparado y empaquetado para los devoradores de nostalgia. Esas personas que buscan un sentido vital, singularidad en un mundo uniforme o el goce puro a través de las cosas que posee o se rodea.

Échale un ojo a Netflix, Amazon Prime o Disney + y podrás ver el negocio de la nostalgia en todo su esplendor. Kevin Smith trayendo de vuelta a He Man. Cobra Kai dándole la vuelta a una película mítica de nuestra infancia como Karate Kid. El regreso de los Mighty Ducks en Disney + con Gordon Bombay de nuevo empuñando el stick.

Stranger things, posiblemente la serie que arrancó a nivel mundial occidental la nostalgia televisiva

Algo ocurre en el mismo momento en que quiero el jersey de los Mighty Ducks aunque en la vida haya cogido un stick de hockey. Quiero formar parte de eso. Quiero ser un Mighty Duck y pagaré 60€ si es necesario ¿Pero realmente quiero ser un Mighty o quiero volver a ser el niño que veía la película en los 90? Luego volveré sobre ello.

Los personajes de la película, la vestimenta o los objetos, todos son singulares. Todo ocurre durante un lapso de tiempo en el que quedan atrapados. Los objetos y nosotros. La singularidad crea a nuestros ojos artefactos y experiencias únicas. Exclusivas. Algo que se ha roto en este siglo con los productos para las masas y la reproducción infinita de lo digital (no hablaré aquí de los NFT que me da para otro artículo).

Dentro de este mundo industrializado y digital un cartel con una tipografía manual nos transporta a un imaginario colectivo donde lo artesano y lo auténtico es garantía de calidad y de exclusividad. Digo imaginario porque muchos de nosotros no podemos recordar o no hemos vivido, carteles y experiencias basadas en corrientes estéticas de principios del siglo XX (y os recuerdo que eso ocurrió hace ya más de 100 años). Cuando visitamos un mercadillo medieval alucinamos al ver cómo moldean el hierro a martillazos o cómo se hacen las almendras garrapiñadas. Siempre que ves un puesto de chocolate artesano a su lado está el de pan, con su horno y su panadera cincuentona sudando harina. Esto es auténtico ¿no?. No me importa pagar 5€ por una tableta de chocolate envuelta en papel craft con una tipografía stamping que han creado sólo para mí. Una tableta de chocolate única como las de antes, con su glifo del artesano, inspirado en motivos medievales y una tipografía manual, irregular y defectuosa. Una maravilla. Una maravilla que a veces meten en una bolsa de plástico blanco y nos sacan de la obra de teatro que queremos creernos. ¡Vaya!. El plástico ha venido a sacarnos de nuestro mundo retro medieval estético. Bienvenido de nuevo al siglo XXI.

Foto de Juan Martí para el periódico El Mundo. Source: https://www.elmundo.es/comunidad-valenciana/2015/11/30/565c7b23268e3e80658b45c3.html

Por su parte, los diseñadores vuelven a formas anteriores para recuperar su firma en los objetos. Su mirada hacia el legado de nuestros antepasados no deja de estar impregnada de algo más que nostalgia. Aquí podríamos llamarlo autoría. Los objetos del pasado tienen un trozo del diseñador/a que ha pasado horas y horas pensando en cada línea y forma del objeto que tienes entre manos. Ha pensado en cómo resolver un problema a través de un objeto físico y trascender a través de los materiales. ¿Pero no ha pasado por el mismo proceso el juguete de mi hijo de la Patrulla Canina o la tostadora de Amazon Basics? Sí, pero no. Y ese pero no es el que hace que una tostadora de 1960 fabricada en Detroit por un inmigrante irlandés tenga más valor… cuando es exactamente el mismo. Sólo que una tostadora tiene la pátina del tiempo y la otra un precio de derribo. Ambas han nacido al calor del diseño industrial y el capitalismo.

¿Es entonces el objeto en sí mismo o es la idea del objeto la que lo hace especial? ¿Es el tiempo el que otorga los galones de la autenticidad o somos nosotros a través de la nostalgia?

La fuente de Duchamp ya hablaba de este concepto entre otros hace más de 100 años. Un objeto ordinario presentado en un pilar privilegiado

Las reliquias de la muerte

Cuando J.K. Rowling decidió que Voldemort guardara su alma en 7 reliquias sabía lo que hacía. El señor oscuro guarda una parte de su esencia en los objetos que lo marcan a lo largo de su historia. Un anillo, un diario, una diadema, un peine, una mascota (el Basilisco lo era, al fin y al cabo 🐍)… etc. Todos estos objetos tienen una historia escrita junto a la de Tom Ryddle, pero es SU historia y esto aunque no deja de ser una novela de ficción nos está contando algo muy interesante: los objetos y la historia asociada a estos es diferente para cada persona. El alma está en los ojos de quien los ve y los imagina.

Todo, al fin y al cabo, está relacionado con nuestras emociones y nuestros sentimientos. La animadversión hacia los objetos producidos en masa para la masa. La calidad de lo auténtico. La dedicación y la impronta del artesano. El alma en los objetos y sus historias. El recuerdo de las paellas de nuestro abuelo. Nuestros juguetes de la infancia. Nuestra imaginación y la certeza de que todo lo anterior siempre fue mejor.

Un agujero por el que asomarnos o un trozo del Delorian con el que viajar al pasado. ¿No se trata de eso?

Emociones y Refugio.

Hay mucha ciencia detrás de todo esto. Muchos autores hablan de emociones sociales, de refugio, de evocar sentimientos felices para traerlos al presente… pero cuidado con esto porque el cerebro tiende a engañarnos. La pátina del tiempo hace que las cosas se deformen y que las reconstruyamos a nuestro antojo para nuestro deleite o para nuestra protección. Nos aferramos a las cosas para traer recuerdos donde fuimos felices o teníamos algo que añoramos. ¿De verdad todo antes era tan estupendo? ¿Eras tan feliz? ¿Eran nuestros antepasados más felices o tú quieres creer eso? ¿Los objetos entonces eran más especiales? ¿El artesano era un artista? ¿La revolución industrial corrompió eso o permitió que se democratizara?

¿Recuerdas los álbumes de cromos de monstruos de los 80? Yo soy capaz de recordar todos y cada uno de estos y de recordar el olor a pegamento. Un viaje directo a mi infancia.

Quizás sí éramos felices. Quizás éramos niños, niñas. O estabas con esa persona especial que ya no está. O eras capaz de hacer algo que hoy no puedes. O era un momento especial y siempre había un objeto, o un olor o un sonido a tu lado o rodeándote o… El cerebro tiende a engañarnos. A crear recuerdos edulcorados o mejor aún, a eliminar las partes negativas para quedarnos sólo con aquello que nos gustó. Un maravilloso recurso de supervivencia, por cierto.

MM 137409 — Thomas Baker and JJ Rouse at Baker’s home ‘Manyung’, Mornington, June 1921
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Break

Ojo con los sentimientos nostálgicos y ese “entonces sí éramos felices”. Aún nos estamos recuperando del efecto Trump por culpa de los trucos de nuestros cerebros. La idea de una América que ya no existe motivó uno de los seísmos políticos más estudiados de los últimos tiempos. ¿De verdad los Estados Unidos de los años 60, 70, de la era Reagan incluso, eran tan idílicos como para invocarlos? No, no lo eran, pero sí la idea de lo que fueron. Una emoción con forma de relato vendido al grito de “volvamos a lo anterior” cuando todo era auténtico o cómo debía de ser.

Foto de Bloomer que ilustra el documental It’s `Make America Great Again.’ Again. https://www.bloomberg.com/news/videos/2020-05-05/it-s-make-america-great-again-again-video

Qué es sino nostalgia la base de muchos pensamientos nacionalistas actuales. En un mundo globalizado donde los nacionalismos carecen de sentido, brotan rodeados de un halo romántico, de una llamada a la singularidad, a lo auténtico, a lo que una vez ocurrió. Nostalgia por lo que tuvimos o lo que pudimos ser. Emociones y anhelos que se cogen de la mano. Suele empezar siempre por por ahí.

EL Brexit, Trump, Estado de Israel, Califato islámico, nacionalismos europeos, el resurgir de la extrema derecha, … todos estos hechos tienen en común la mirada al pasado, a recuperar lo auténtico o a pervertir la memoria para ganar la batalla del relato. Nostalgia por días pasados, al fin y al cabo.

Fin del break.

¿Las cosas tienen alma o la tienes tú?

Hace poco Máximo Gavete en Honos, su reflexión dominguera con forma de newsletter, escribía lo siguiente:

Puede que sea un reloj, una guitarra, unas botas… sea lo que sea en cada caso, son objetos que han superado cualquier frontera entre lo útil y lo bello. Su relevancia no reside ni en su utilidad, ni en su belleza, sino que mana directamente de nuestra relación con ellos. Para cualquier otra persona, tu objeto es incomprensible, inalcanzable y radicalmente extraño como si de otro mundo u otra cultura se tratase. En cambio para nosotros es piel, es carne y padece de un alma insuflada por nosotros.

El alma de las cosas necesita precisamente eso, algo que la contenga y alguien que se la otorgue. La belleza es subjetiva. La utilidad aprendida. El alma concedida.

Las cosas son en sí recipientes de recuerdos, pero no sólo las cosas como ya hemos visto. Los objetos parecen ser portadores de nostalgia, de recuerdos o de evocaciones. A veces son trampantojos, como Stranger Things y otras vienen directamente del pasado para recordarnos que alguna vez fueron presente. Estos segundos adquieren el concepto de reliquias personales. Para Máximo, en su reflexión hablaba de su taza:

Mientras escribo estas líneas tomo café de una taza que es uno de esos objetos. Taza-compañera, taza-trascendida, taza-habitante, taza-signo, taza-almada, taza-yo. Y al igual que yo tiene sus años, sus heridas, sus mudanzas y sus manías de taza vieja: no le sienta bien el microondas, se queja de la cucharilla que golpea su interior y le da pavor el lavavajillas. Yo respeto sus caprichos y ella me avisa si el café está muy caliente con tan solo acariciarla. He conocido parejas que se comunicaban peor entre ellos que mi taza conmigo.

Yo veré una taza. Él verá a su compañera de mañanas. Su hija seguramente verá una reliquia que contiene un fragmento del alma de su padre.

¿Sólo de objetos vive la nostalgia?

He hablado mucho de objetos y diseño a lo largo de estas líneas. Puedes caer en la tentación de creer que la nostalgia está basada en lo tangible, pero realmente es algo que sucede dentro de nosotros. El objeto es la herramienta, el artefacto para transportarnos a otro lugar, pero… piensa un momento en esto que escribe Iván Leal en Superfluor su muy recomendable newsletter:

Creo que el vínculo personal que tenemos con los objetos es completamente íntimo porque nuestra relación con el sonido también lo es. (…) Cada sonido deja una huella sonora irrepetible e intransferible en cada persona, que puede acabar adherida a su memoria.

Cada sonido deja una huella sonora e irrepetible en cada persona. No puedo estar más de acuerdo en esta afirmación.

Spotify sabe que escucho de manera obsesiva los mismos temas de cuando tenía 15 años. El sonido evoca los recuerdos mejor que cualquier imagen.

Y yo añado algo más: piensa en el olor de la casa de tus abuelos cuando eras un niño o una niña? ¿Qué sientes cuando entras en cualquier otro sitio y percibes un olor similar? ¿O cuando entras en su casa después de mucho tiempo? Seguro que te está viniendo a ña mente ahora mismo ¿verdad? Te teletransporta a ese momento. A tu niñez. A otro tiempo donde éramos invencibles, …

Esa sensación que incluso yo puedo experimentar ahora mismo mientras escribo estas líneas es tan poderosa que es capaz de crear un imperio a su alrededor. Aquí la estamos llamando nostalgia.

En uno de los archivos visuales de Interacción de de Javier Cañada podemos escuchar un reflexión que se me quedó grabada a fuego:

¿Preferirías tener una foto de tu abuelo o su voz hablándote cuando tenías 6 años?

Al escuchar esto mi respuesta interior fue visceral:

Yo quemaría todas sus cosas con tal de volver a escucharlo.

Nuestros sentidos son los interruptores para activar en el cerebro recuerdos y emociones. Objetos que tocar, imágenes que mirar, sabores que nos llevan a lugares de nuestra memoria, olores o sonidos que se han quedado en el fondo de nuestro cerebro, listos para recordarnos quienes somos y de dónde venimos.

Conclusión

Objetos formados por formas, colores, olores y sonidos que se convierten en evocadores de recuerdos. Recuerdos formados por sonidos, olores, colores y objetos.

Qué es la nostalgia sino un recurso para viajar a nuestros refugios. Sentir que algo no está con nosotros es una manera de decirnos a nosotros mismos que una vez lo tuvimos. ¿Y quien no pagaría por tener un pedazo de ese anhelo entre sus manos? Las empresas lo saben. Somos coleccionistas de almas con forma de fetiche. Somos buscadores de experiencias que convertimos rápidamente en recuerdos. Somos seres inconformistas que siempre quieren ser algo que no son. Démosle forma a todos estos sentimientos y pongámosle un buen precio para que acaben en nuestras manos en forma de mando de Nintendo 64, en nuestros smarphones o como candidatos a la Casa Blanca.

Y tú ¿dónde estás guardando un trozo de tu alma para que otros la guarden por ti?

A veces digo cosas más interesantes (I promise).

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Nota a pie de página

Cuando mi Papá se puso muy malito, comenzó a olvidar para qué servían las cosas y los objetos, los nombres de las personas y cómo llegar a los sitios. Empezó olvidando poco a poco hasta que tan sólo le quedaron los recuerdos de cuando era un niño, donde nada podía hacerle daño, donde cuidaban de él y era feliz. Un refugio al que acudió antes de macharse. Quiero creer que cuando lo hizo, en su cabeza estaba en su Ourense natal, dando patadas a un balón de fútbol mientras soñaba con ser jugador profesional de fútbol. Hoy tan sólo me quedan los recuerdos de él y unas viejas fotografías cumpliendo su sueño y entrando en la historia del fútbol.

El equipo invencible del CD Ourense. Mi padre, Juan Seara, es el segundo de abajo por la izquierda.

Para vosotros quizás sea una foto más, pero a mí me parece que en esta foto él me está mirando a los ojos de la misma manera que la última vez.

Y no puedo dejar de pensar que allí estaba a salvo.

I took this picture the last time I was with him. He held my hand firmly and recognised me for a few seconds… I miss you dad.

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Diego Seara

UX Designer. El que ríe el último... es porque piensa más despacio.