La taxonomía de Fink y el diseño de experiencias de aprendizaje significativo

Diego Vélez
4 min readAug 5, 2023

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Quizás te resulte familiar la conocidísima taxonomía de objetivos educativos de Bloom, específicamente la del ámbito cognitivo (en realidad son 3). Es una de esas sistematizaciones que pone orden y estructura sobre algo con lo que muchas personas estamos familiarizadas, en este caso, gracias a nuestras experiencias educativas mayoritariamente tradicionales.

Lo de Bloom “tiene sentido” de una manera sospechosamente popular y fácil de digerir, esto quizás tenga que ver, con una forma de entender el aprendizaje que me parece incompleta, mecánica y anclada todavía en el modelo educativo taylorista nacido de la revolución industrial.

Cuando leí por primera vez sobre ella, tuve esa reacción de “sí, claro”, pero nunca sentí que me aportara algo que no fuera un poco obvio y me resultaba totalmente insuficiente para conceptualizar una experiencia de aprendizaje relevante.

  • Algo tan lineal y jerárquico no se “corresponde” con la naturaleza compleja del aprendizaje.
  • Me transmite una concepción de procesos mentales discretos.
  • No parece responder a la perspectiva contemporánea del desarrollo de habilidades transversales como el pensamiento crítico, creativo, relaciones interpersonales, aprender a aprender, etc.

En contraste, la visión de Fink me resulta más completa e integral, y representa una evolución necesaria sobre el entendimiento del aprendizaje. Independientemente de si L. Dee Fink trabajó sobre las ideas de “aprendizaje significativo” de David Ausubel que es, a su vez, tan congruente con las ideas de “aprendizaje profundo” de Ference Marton y Roger Säljö, y el posterior trabajo de Michael Fullan, lo que aquí me interesa es reflexionar brevemente sobre la taxonomía de Fink como parte de mi modelo mental para diseñar experiencias de aprendizaje.

El aprendizaje significativo según Fink

La primera idea de Fink con la que resueno completamente es su consideración del “aprendizaje significativo” como un proceso activo que logra una transformación duradera y sustancial que implica cambios en la forma de percibir, pensar, sentir o actuar del estudiante. Esta simple idea es radicalmente opuesta a la arraigada manera de ver al estudiante como un envase vacío que debe ser “llenado” de conocimiento por sus instructores, en quienes se delega totalmente la responsabilidad del aprendizaje.

En mi opinión, la verdadera responsabilidad de cualquier organización educativa debe consistir en proveer un aprendizaje que no trate solamente de la acumulación y demostración del conocimiento (¿o plana información?), sino que permita a cada estudiante, de manera autodirigida y según su contexto, conseguir la transformación de la que habla Fink mediante el desarrollo de habilidades complejas como la solución de problemas, el pensamiento crítico, creativo, etc.

Para lograrlo, se requiere diseñar experiencias que se centren en metas y objetivos de aprendizaje claros en lugar del contenido solamente; se requiere utilizar estrategias que fomenten la reflexión, la discusión, la aplicación práctica, y fomentar la interdependencia positiva entre estudiantes.

La taxonomía

Muy brevemente, la taxonomía de Fink se divide en seis dominios interconectados.

1. Conocimiento Fundamental: Comprender y recordar conceptos, términos, relaciones, explicaciones, predicciones, etc.

2. Aplicación: Manejar proyectos complejos aplicando el pensamiento crítico, creativo, la resolución de problemas y la toma de decisiones.

3. Integración: Aprendizaje interdisciplinario identificando la relación entre unas disciplinas y otras, conectar distintos ámbitos de la vida,etc.

4. Dimensión Humana: Autoconocimiento, ética, ciudadanía, ser capaz de trabajar como parte de un equipo, etc.

5. Motivación: Interesarse por ser buen estudiante (en general o un área/dominio particular), por algún tipo de actividad que conecte a nivel personal, desear hacerse cargo de la vida de uno mismo.

6. Aprender a Aprender: Ser capaz de autodirigir el aprendizaje, de conseguir un aprendizaje autorregulado, etc.

Te darás cuenta muy rápidamente de que la educación «tradicional» toca, como mucho, dos o tres de los ámbitos que describe Fink y que cuando aborda más, frecuentemente lo hace de manera desarticulada, en compartimentos estancos (desde el mismo paradigma taylorista de la eficiente especialización).

En el contexto actual, en el que la velocidad de cambio de todo tipo se ha comprimido, las tecnologías cambian a una velocidad sorprendente, la incertidumbre y complejidad son un asunto cotidiano, y los trabajos aparecen y desaparecen a un ritmo brutal, ser capaz de convertirse en aprendiz de por vida (lifelong learning) es la única garantía de sincronizarse con el cambio y no quedar en el «paleolítico». Parafraseando al marco “Universal design for learning”, el objetivo último de la educación debería ser que cada estudiante se convierta en un experto en aprender.

Desde un punto de vista menos individual, se hace necesaria una visión del aprendizaje que no solamente prepare una fuerza laboral para suministrar la demanda de trabajo sino que genere ciudadanía y que priorice un verdadero desarrollo humano. En ese sentido, creo que Fink nos propone un esquema que puede ayudar a diseñar experiencias de aprendizaje relevantes y que eviten seguir ampliando las brechas de oportunidades y la consecuente desigualdad, sin importar el tipo de aprendizaje, ni la edad de los estudiantes.

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