El juego en el club

Eduardo López López
4 min readMar 11, 2017

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Cuando algo sale bien en el trabajo, te sientes bien contigo mismo; cuando algo está saliendo mal, ¿qué contramedidas tienes qué tomar? Además la proactividad es algo que siempre agradecen las empresas, y eso hace que mantengas tus facultades a tope todo el tiempo.

Y en ese tono te diriges, y en ese tono orientas todas tus actividades en números que van arrojando los estándares de desempeño que se han instituido en la compañía, y tu vida se reduce al control de esos números. Te mueven tus deseos de realización personal, y por eso vale la pena que te mantengas a tope.

Pero el factor humano es el más determinante, aún cuando la tecnología informática haya llegado a un nivel en el que casi se hacen milagros.

Pasó el agobiante cierre de mes y Pepe Toño sabía que de alguna manera tenía qué hacer que sus trabajadores se relajaran un poco. Ya el hecho de que durante varios días de trabajo intenso generó mucha tensión, principalmente porque los miembros del equipo tenían menos tiempo para atender sus teléfonos celulares debido a la alta exigencia, exigencia por parte los anónimos e implacables mandos de la compañía. Lo que viene “de más arriba”.

Y a veces la gente es la que genera la tensión. Esa actividad social que parece desmesurada cuando ellos tienen qué acordarse de que tienen qué trabajar para mantener los números. Y si no los alcanzan, Pepe Toño tiene qué ser más enérgico, porque esos números son todo lo que importa.

Después de un día en el que llamó a sus miembros a una junta para evaluar los resultados del cierre de mes, les permitió que se desahogaran, que hablaran un poco de sus preocupaciones y de los problemas que les estaban impidiendo mantener los números, para encontrar una solución. Para tomar contramedidas.

Muchas veces basta con un repaso de los procedimientos, pero también, algunas otras veces, es necesario re-imaginar la forma de abordar lo que se presenta día a día, para que el nivel de desempeño se incremente con facilidad. Hay qué buscar diferentes maneras de hacer lo mismo, o hacer cosas diferentes, según lo que más convenga por ese afán de innovación que está implicado en las luchas empresariales en donde la máxima es perdurar o sucumbir.

Pepe Toño nunca se ha preguntado para qué deseaba mantenerse haciendo eso, sólo lo hace. Quiere ser alguien y ganar más dinero, y sabe que para ello no tiene qué cambiar, sólo ser la mejor versión de sí mismo y reflejarlo en el trabajo. Todo el tiempo experimenta con inclusión de pasos en los procedimientos, con herramientas de liderazgo para mantener motivados a los miembros de su equipo, e incluso con técnicas constructivas que incrementen la solidaridad y un ambiente amigable.

Después del día de esa junta en donde la tensión se disipó un poco, se fue al club. Tal como cualquier ser humano trata instintivamente de guardar el equilibrio entre su trabajo y su vida personal, y un club social le ofrece muchas posibilidades para esparcirse y disfrutar un poco más de la convivencia con su esposa, sus hijos y sus círculos sociales.

Desde hacía algunas semanas, el estacionamiento del club estaba en remodelación, por lo que tuvo qué dejar su auto a unas cuantas cuadras de distancia, cruzando una avenida muy transitada. Y le resultó inevitable observar el entorno mientras caminaba; los restaurantes desde otra óptica, edificaciones que albergan oficinas, y algunos jardines. En una parada del autobús había gente arremolinada. Luego vio a una muchacha morena vestida a la moda, pero caminando con la cabeza gacha, y a dos muchachas vestidas con traje sastre, muy sonrientes, hablando de las peripecias laborales del contador del lugar en donde trabajan. Parecían divertirse tocando ese tema.

En esa ocasión fue al club solo. Una bebida alcohólica en el bar con vista a la alberca techada seguramente lo relajaría y le ayudaría a recuperar la visión de sus planes.

Una visión en donde lo que cuenta es llegar a donde él quiere. Mientras miraba la alberca fijamente, así como a cada una de las personas que se encontraban en el agua o en las tumbonas, visualizó un arma en sus manos y una puerta que había qué abrir para asesinar a quienes estaban adentro. Eran soldados que le impedían llegar a donde estaban los rehenes que tenía qué rescatar. El ambiente lucía como si fuera la Europa de los años 40: un entorno de cielo nublado en donde predominaba el gris con detalles en negro, verde olivo y rojo chedrón.

Cuando veía soldados enemigos sentía angustia y una imperiosa necesidad de moverse buscando un escondite, y luego planear la manera de abordarlos por asalto para asesinarlos. Finalmente, con la calma tensa de un campo lleno de cadáveres, debía tomar municiones y bonos para abrir la siguiente puerta, y así sucesivamente. Había qué llegar al último nivel.

Foto: AstroPic (Pixabay)

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