Falsos ídolos

eduardo j. umaña
EDUARDIARIO
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5 min readJan 12, 2016
Tower Records en su apogeo.

Al borde de la media noche viajaba encerrado en los confines de la cabina de un avión. El silencio dentro de la cabina dejaba protagonismo al ruido de las ráfagas de viento siendo partidas por el avión mientras viajábamos. Tenía mis audífonos puestos, estaba escuchando un podcast.

“No conozcas a tus ídolos, te decepcionarás.”

Exclamó José enfáticamente cuando trataba de hacer su punto. Su punto siendo que, cuando conoces a alguien famoso, alguien a quien has admirado desde lejos por mucho tiempo, siempre vas a terminar decepcionándote. Las expectativas nunca serán iguales a la realidad. Realmente rara vez lo son y en esto estoy de acuerdo con él.

Esta tema surgió porque en este episodio del podcast se discutía sobre cómo idealizamos lugares basados en memorias que creamos en ellos. Andreas resumió el concepto compartiendo un poema que, en resumen, decía:

“No vuelvas a los lugares que te hicieron feliz [podrías perder las buenas memorias].”

Esta idea tuvo un profundo impacto en mí. De entrada no estuve de acuerdo, sin embargo, mientras más lo pensé, más me hizo sentido el significado de esta frase y su importancia para mi viaje.

Cuando me gradué del colegio mis papás me premiaron con un viaje a Estados Unidos. Este viaje fue una de las experiencia que más ha marcado mi vida. Lo más importante no fue visitar el país, pues ya lo había hecho en un par de ocasiones en el pasado. No, lo más importante fue que esta visita la hice solo.

En el colegio fui un joven muy introvertido, inseguro, con pocas o ningunas habilidades sociales. En un intento de sacarme de mis retraídas y tímidas maneras mis padres me mandaron solo, casi por un mes, a quedarme con unos parientes en la ciudad de Los Ángeles. No lo pude ver en ese preciso momento pero estaba por vivir el mejor verano de mi vida hasta ese punto.

Fue una temporada en la que no sólo tuve que hablar con personas desconocidas, sino que tuve que hacerlo en inglés. Recién había comenzado a tomar en serio vivir una vida haciendo ejercicio habitualmente y, para no perder mis progresos, fue una temporada en la que tenía que caminar solo en calles desconocidas para ir al parque o centro comunitario para hacer ejercicio. Fue una temporada en la que tuve que salir de la zona de comodidad más de una vez.

Salir de mi zona de la comodidad me obligó a madurar y crecer en muchas maneras en ese verano.

Ese verano fui marcado e influenciado por el rock en vivo profundamente cuando fui por primera vez al concierto de rock en el emblemático Tower Records del Sunset Strip.

Ese verano fui temerario por primera vez cuando me aventuré con mi primo por las calles de Las Vegas en búsqueda de acción siendo menores de 21 años… Inclusive fui impetuoso cuando intenté comprar alcohol para ambos con mi identificación latina.

Ese verano dejé de sobre-pensar por una vez, lo que me permitió ignorar mis inseguridades y por primera vez tener un romance de verano cuando mi primo me abandonó para irse con su novia, dejándome solo con una chica en un parque de diversiones.

No fue sino hasta este verano que comencé a enfrentar mis inseguridades y a batallar contra mi timidez. Ese verano comencé a vivir. Ese verano me trajo enorme felicidad y las memorias me mantuvieron orientado y motivado por años venideros.

10 años después de ese épico verano, era un joven ingeniero soltero con un trabajo rutinario que ya me tenía muy desgastado y que estaba comenzando a hacerme infeliz. Decidí buscar solaz en aquellas calles de la ciudad de Los Ángeles que tanto me habían enseñado y que, en sus enseñanzas y experiencias, me habían hecho tan feliz años atrás.

Revisité la mágica ciudad en las vacaciones de fin de año de un diciembre 10 años después de mi visita original. Regresé pero esta vez la mágica ciudad ya no tenía lecciones de vida qué enseñar más allá de diferencias socioculturales y la prueba de cervezas artesanales.

Ya no era el mismo niño inseguro que era la primera vez que visité, era un hombre joven buscando respuestas a qué hacer con mi vida, era una persona más segura y con mi carácter más definido, era lógico que terminaría decepcionado porque llegué buscando respuestas a preguntas que yo mismo tenía que contestar. Mis expectativas estaban mal planteadas, buscaba nuevas experiencias tratando de revisitar físicamente mis memorias en lugar de buscar crear nuevas.

Esas vacaciones de fin de año tuve que aventurarme solo por las calles de Beverly Hills mientras esperé que mi primo saliera de su trabajo pero navegar territorios desconocidos era algo que ya había hecho varias veces de esa forma y la experiencia aunque educativa, no me enseñó algo nuevo.

Esas vacaciones de fin de año no tuve que arriesgarme ni ser impetuoso porque, gracias a que había aprendido a serlo 10 años atrás, la última década tuve tantas experiencias y vivencias que me convirtieron en alguien que sabe cuando salir de su zona de comodidad para probar cosas nuevas y divertirse. Y así, navegar la vida parrandera de escenas como bares y fiestas gringas o visitar Las Vegas como adulto fue algo que no me abrumó en absoluto.

Esas vacaciones de fin de año descubrí de primera mano qué implicaba ser la proverbial tercera llanta cuando fui la parte que sobra de un dúo pero la que complementa una terna porque mi primo en esas fechas estaba en una relación seria. Finalmente descubrí un nuevo y oscuro significado para la expresión tres es multitud cuando compartí un cuarto con la pareja y me tocó escucharlos “expresar” su amor.

Reflexionándolo descubrí que es cierto, no puedes revisitar memorias. Es verdad, muchas veces estamos viviendo en el pasado en lugar de vivir el presente y planear el futuro.

Con estas ideas en la cabeza, me alegré de que esta vez iba en un avión para los Estados Unidos pero esta vez me dirigía a conocer Boston con escala en Washington. No la ruta típica al buscar un destino turístico en ese país pero una ruta para explorar nuevos lugares y a crear nuevas memorias. Memorias que dejaré ser en lugar de tratar de revivir.

Lo que me llevó a escribir esto mientras viajaba en esa fría noche confinado en la cabina de ese aeroplano miles de metros sobre tierra.

Disfruta cada momento que tienes la dicha de vivir porque las experiencias buenas de la vida no son buenas porque perduren, son buenas porque esos momentos te marcan y te definen. Es esto lo único que puedes llevarte contigo cuando regresas a casa.

Es por esto que quiero vivir mis próximas experiencias con una nueva perspectiva. Cada momento con amigos, cada prueba, cada noche de joda y cada momento que valga la pena disfrutar, saborearlo y disfrutarlo.

Quiero también, vivir sabiendo decir “adiós”. Quiero deleitarme con cada segundo que la vida me dé para estar con alguien especial porque a veces esos segundos es todo lo que la vida nos da para estar con una persona. Algunas veces esos segundos es todo lo que nuestra vida necesita.

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