Ya no te quiero: Una carta de amor
No existe sentimiento más peligroso que el amor.
No lo digo por ser cínico ni pesimista, lo digo porque también es el sentimiento más poderoso y con el mayor potencial: Tiene el potencial de construir al sacar lo mejor de cada uno de nosotros, pero tiene el potencial de destruir sacando lo peor.
Todos hemos estado enamorados. Hablo de enamoramiento de verdad. Hablo de estar tan enamorados que hemos entrado en ese estado de estupidificación en el que hacemos cualquier cosa por alguien… Pero en el que también soportamos cualquier abuso y permitimos que nos hagan cualquier cosa. Todo “por amor.”
Todos hemos amado a alguien. El problema es que no siempre nos juntamos con alguien que nos quiera igual, al mismo tiempo y de la misma manera.
Esta es la historia de cómo me enamoré y cómo mi enamoramiento me hizo confundir el amor con aguantar y conformarme. Después de todo, como dice la canción Self Esteem de The Offspring:
“Mientras más sufres [en una relación], más demuestras que realmente te importa [esa persona]”.
Una vez estuve enamorado y fue una relación que tuvo mucha decepción y dolor.
Era la primera vez que tenía formalmente una novia y quería hacerlo bien.
Quería ser un caballero porque creo que la justicia, la verdad y el honor, tienen que estar presentes en toda área de la vida. Conocí a una mujer que me encantó no solo por parecerme sumamente atractiva físicamente sino porque también me encantó como persona.
Creí que por haberme tomado el tiempo de conocerla antes de aventarme a tener una relación había tomado la decisión correcta al cortejarla y tratar de ganar su corazón como lo hice.
Pronto en la relación comenzaron a aparecer pequeños monos con alas vestidos de botones de hotel, que hacían diabluras y se encargaban de denigrarme y hacerme sentir ridículo y yo no me di cuenta o no quise darme cuenta ¡porque eran monos haciendo monadas!
Una tarde logré conseguir un Playstation 3 a costa de vender parte de mi colección de video juegos que tenía en aquella época. No tenía trabajo en aquel momento y esta compra había significado un sacrificio para mi. Pero la comprar valía la pena porque siempre he sido aficionado a los video juegos. La mujer sabía esto antes de que nos involucráramos.
Cuando le conté a la mujer mi compra me dijo muy poco interesada y hasta decepcionada “¿para qué gastas tanto dinero en ESO?”. Yo estaba confundido, esperaba que se alegrara porque yo iba a pasar horas de diversión con mi juguete nuevo…
No quiero que quepan dudas de mi compromiso o atención a ella. Yo era el tipo de novio que si recibía una llamada o mensaje de ella, dejaba de hacer lo que estuviera haciendo y le contestaba. SIEMPRE.
Pronto estaba en una relación en la que la mujer dictaminaba las actividades que hacíamos y con quién las hacíamos; dejé de ver a varios de mis amigos cercanos. Era una relación en la que mi estilo y manera de vestir eran cuestionables o no estaban a la altura; comencé a ceder ante ciertos “consejos” de vestuario. Estaba feliz con una relación en la que mi pareja cuestionaba constantemente mi manera grandilocuente y particular de hablar… y pensar y sobre-pensar las cosas.
Nueve meses antes de que terminara la relación me di cuenta que ella no me apoyaba. Le dije que pensaba estudiar una maestría después de la universidad y que quizás averiguaba de alguna beca, ella me dijo, y lo recuerdo con una claridad fantástica, “no creo que a alguien como tú le vayan a dar una beca”.
Ese día el pedestal de cristal donde la había puesto se quebró.
Desde ese momento comenzamos a tener peleas que ya no eran agresivo-pasivas porque yo ya no estaba conforme. Había comenzado a notar todas las cosas que antes no había logrado ver que estaban mal.
Aunque estábamos tratando de reparar la relación parecía que sólo yo estaba en esa lucha. Estaba listo para rendirme y terminar la relación… pero aún faltaban seis meses para que esto sucediera porque una mañana de lunes me desperté, habíamos tenido una pelea el viernes y habíamos pasado todo el fin de semana sin hablar, al revisar Facebook me di cuenta la mujer estaba en el hospital. Fue la manera más impersonal de darse cuenta.
Después averigüé que había sido una procedimiento rutinario de extracción de apéndice. Sin embargo, el camino a descubrir qué le había pasado había sido uno lleno de preocupación y angustia al punto que recordé cuánto la amaba. Decidí que tenía que seguir luchando por ese amor. La relación terminó seis meses después, seis meses más de miseria y desgaste.
Una vez estuve enamorado y fue una relación que tuvo mucha decepción y dolor… pero no porque la mujer fuera una persona malvada y despiadada sino porque no tuve la perspectiva y el amor por mi mismo para decir “ya basta”.
Hay personas que simplemente no son compatibles para formar una pareja y muchas veces no queremos o no podemos darnos cuenta.
Ser un caballero no quiere decir que vas a dejar que te pasen encima y te maltraten; un caballero respeta a la mujer como persona y le da su lugar pero sabe pedir el suyo con respeto. Una relación no es una lucha para definir quién manda; una relación es comunicación y compañerismo. El amor no es aguantar a una mujer y sus caprichos; el amor es aceptar a una mujer por quién es y saber cuándo tenemos que marcharnos porque no podemos ofrecer esta aceptación o porque no la estamos recibiendo.
Para todas las mujeres lindas que leyeron esto, por favor, siéntanse en la libertad de cambiar la palabra “mujer” por “hombre” porque esto es una calle de doble vía.
XOXO