Carta abierta — Despedida a la humanidad

Amit Sadh
7 min readMar 1, 2015

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Esta carta es una despedida. No está dirigida a nadie en particular, sino a todo el mundo. Aunque probablemente a nadie le importe nada, quizás dentro del vacío y la soledad siento paz hablando a una multitud que no escucha ni presta atención. Una muchedumbre entretenida en sus vidas, concentradas en mirar al suelo e ignorante de todo lo que existe y le rodea, riquezas que no se ven y no se tocan.

Muy probablemente exista el sentimiento de destierro y abandono en nosotros porque la Tierra ciertamente es un lugar inhóspito donde hay poco que hacer. Los ingredientes de esta vida son el dolor, la soledad, la incomprensión, el desamor, y tantos estados nefastos.

Lo interesante de todo esto es entender que somos capaces de sentir el vacío de esos estados porque nuestras almas entienden y reconocen que existe una impropiedad, que existe una cadencia que es latente y palpable. ¿Por qué, si no, nos duele tanto el desamor? Porque probablemente en cierta medida conozcamos el amor que existe en el otro lado, el amor real y transparente que no está sujeto a las inclemencias de la Tierra.

Lo cierto es que somos un mero híbrido primitivo y mal hecho, un experimento fallido que trató de mezclar lo divino con lo terrenal. Y estaba hecho para que el experimento nunca funcionase, por el aprendizaje y la flexibilidad que tiene el Universo para que todo se pueda llevar a cabo. El experimento nació del amor a la creación pero posiblemente, si no existe una intervención mayor o superior, el dolor al que nos seguiremos exponiendo será cada vez más terrible y macabro.

Porque cuánto duele el desamor, cuánto duele la incomprensión, cuánto duele la soledad. Que nadie te vea, que nadie te sienta, que nadie te comprenda, que nadie comparta tu dolor. Esa es la vida, inevitablemente. Y es así para todos, en mayor o en menor medida. Para los que estamos ahora y para los que vendrán después de nosotros.

Entonces, sabiendo que éstos son los ingredientes inevitables que albergan este mundo, ¿qué objeto o finalidad tiene continuarlo? ¿Por qué seguir así, trayendo a más gente a este planeta cuando no existe el amor, cuando no existe la bondad, cuando el dolor y la miseria son inevitables? Es el sueño de un sádico que desea causarse a sí mismo y a otros un gran dolor, cuando sabe que lo puede evitar tomando medidas.

¿Por qué propugnamos esta historia cuando lo que deberíamos hacer es centrarnos en mejorar la vida de los que estamos, de los que vamos quedando, e ir paulatinamente desocupando este planeta? ¿A caso alguien realmente cree que la vida en la Tierra será alguna vez sostenible? ¿Qué el ser humano se transformará y será bondadoso, transparente y misericordioso? ¿A caso alguien pondrá a otras personas por delante de sí mismo? ¿A quién estamos engañando? Probablemente a nadie, porque en el fondo todo el mundo sabe esto, en cierta medida.

Nuestro mayor dolor es la incomprensión, pero si preguntamos y no nos responden, ¿qué más podemos hacer? Seguimos por costumbre, por falta de inteligencia, por la primariedad de los instintos animales que nos conducen a aparearnos, a procrear sin sentido alguno. Algunas veces cegados por nuestro propio egoísmo de querer vivir la experiencia del nacimiento, ser partes de lo que puede parecer un milagro, la creación de un ser. Pero si realmente fuésemos objetivos y coherentes, nos detendríamos a analizar el propósito y la finalidad antes de continuar caminando por un sendero que no nos conduce a ninguna parte. Porque la destrucción es inevitable por lo insostenible del medio que nos rodea, lo inhóspito de este planeta y sus estados. Cuando no sea el clima con sus cambios tremendos, serán los terremotos, o los mares, o los propios animales que cohabitan este entorno quienes se contraríen y fuercen nuestra extinción.

Entonces por qué seguimos insistiendo en querer continuar una vida que no es propia. ¿A caso alguien puede decir que no ha sufrido, que no ha sentido el dolor del desamor, de la tragedia, de lo incomprensible? Nadie. Y eso lo sabemos todos, porque todos hemos pasado por ello en cierta forma.

Quizá deberíamos de centrar nuestros esfuerzos y energía en ir paulatinamente acabando con esto, mejorándole la vida a los que vayan quedando y poco a poco ir desalojando. Porque es indudable que el otro lado existe, y el que necesite pruebas las tendrá pronto porque llegarán. Porque estamos en el umbral del descubrimiento, ya no nos queda nada más que inventar, está todo descubierto ya. ¿Para qué queremos un coche más rápido, un televisor más grande, un teléfono con más botones? Para continuar entreteniéndonos en esta historia. Lo correcto debería ser buscar la finalidad o el propósito, porque hemos de ser justos con nosotros mismos y no permitir continuar con el piloto automático con rumbo a ninguna parte. Loco es aquél que espera haciendo lo mismo, un diferente resultado. En algún momento deberíamos de comenzar a cambiar, y probablemente lo inhóspito de todo lo que nos rodea nos está empujando a que llevemos a cabo el cambio. Por nosotros, no por nadie más. Porque el Universo probablemente se muere del dolor al vernos sufrir de esta manera, al ver que el ser humano se inmole a sí mismo por su incapacidad de entender.

No podemos culpar a nadie de esta falta de entendimiento, ni a Dios, ni al Universo, ni a nadie. Todos nosotros tenemos la facultad de detenernos a pensar el porqué de las cosas que hacemos, pero es indudable que preferimos entretenernos con la vida práctica en vez de profundizar en el sentido de las cosas. Vivimos vidas autómatas, robóticas, pre-programadas por sádicos que han ido a su manera alcanzando el poder e instaurando sus miedos, infundados, en nuestra forma de pensar, sentir y actuar.

En el fondo nadie investiga, nadie descubre, porque partiendo de la base de todo lo existente probablemente pueda estar errado, la investigación real debería partir desde la nada, desde el vacío. Empezando por lo sencillo y adentrándose paulatinamente en las áreas más complejas. Pero son las preguntas sencillas las que no hemos tratado de contestar, y las respuestas existen y están ahí a nuestro alcance si nosotros caminamos hacia su encuentro. Porque el Universo tan solo tiene el deseo de que nosotros estemos bien y abrirán todas las puertas que necesitemos para que confiemos, para que levantemos la cabeza y entendamos que este mundo y esta vida son un experimento fallido que tiende a extinguirse por sí mismo, de manera inherente y natural, por lo insostenible del medio que nos rodea.

Posiblemente vine a este mundo para compartir estas palabras, para vivir las experiencias y pruebas necesarias que me condujeran a esto. Mi dolor no tiene sentido si no comparto la enseñanza, y esto es lo que nos han querido enseñar a todos en alguna medida.

Esta carta es una despedida. Me despido de mí, porque ya he tenido bastante y el dolor ha sido insostenible y macabro, cruel e inimaginable. Y me niego de manera rotunda a continuar así, a inmolarme sin propósito, total, a nadie le importa mi dolor o el dolor de nadie más. Nadie escucha, nadie quiere cambiar, nadie piensa en el resto, nadie considera a los niños que no han nacido aun, que vendrán a sufrir las mismas inclemencias o peores que las que hemos sufrido nosotros mismos.

Y ese comportamiento, es de locos. Y si la humanidad está loca porque es incapaz de detenerse para mirar a su alrededor y evaluar de manera objetiva el sentido de las cosas, prefiero encerrarme en algún rincón a contemplar piedras hasta que se acaben mis días. Y no saber de nada ni de nadie, porque total, ¿para qué?

Todo en esta vida debería tener un propósito o finalidad, y en el fondo todo el mundo sabe esto. Pero a nadie le interesa cambiar y yo he perdido el interés de luchar contra la corriente, ni que a mí se me hubiera perdido nada enseñándole o explicándole al ser humano nada, ni que yo le debiera nada a nadie, ni que nadie mereciese nada de mí. ¿O es que acaso a mi alguien me ha regalado nada? ¿A caso he recibido algo diferente al resto de nosotros? A todos nos dan patadas, a todos nos hieren, a todos nos rompen el corazón, a todos.

Por eso prefiero despedirme con esta carta. Prefiero decir adiós y desearle al resto de la humanidad que la sabiduría llegue pronto, antes de que sigamos haciendo disparates e incrementando los estados que ya son impropios, antes de que le aumentemos el dolor a los que ya estamos aquí y sufrimos a diario.

Mi único deseo siempre fue compartir la sabiduría que me fue entregada acerca de la existencia del otro lado, pero a nadie le importa, a nadie le interesa saber más.

Si Dios o la energía espiritual llamasen a tu puerta hoy, probablemente se la cerrarías en las narices. Piénsalo de manera objetiva, ¿abrirías la puerta y estarías dispuesto a escuchar, a aprender? Probablemente no, porque estamos todos tan acostumbrados y en cierta forma cansados de lo impropio, que seríamos incapaces de pensar por un momento que el milagro del Universo pueda llamar a nuestra puerta para enseñarnos. No solo cerraríamos la puerta, probablemente les insultaríamos y haríamos disparates. Porque esa es nuestra pobreza. La pobreza real del ser humano. Saber que no sabe, y no hacer nada al respecto.

Por eso me despido, porque si nadie quiere hacer nada, yo tampoco.

Por eso digo adiós.

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