La universidad después del confinamiento
Cada día de esta cuarentena me he realizado la misma pregunta: ¿qué podemos aportar desde nuestra casa? ¿Puede el docente establecer el mismo vínculo sin la presencia física del alumno? En definitiva, ¿qué podemos aprender de esto?
Solo tengo algo claro: la cuestión no es cómo nos adaptamos a esta nueva situación, sino cómo esta nueva situación está necesariamente replanteando la anterior y, por ende, la siguiente.
Es decir, la cuestión no es cómo el confinamiento nos plantea la docencia online, sino cómo la docencia online está replanteando, de nuevo, la docencia presencial.
El profesor Jose Luis Orihuela ha reflexionado sobre la universidad durante el confinamiento. Y una de sus afirmaciones -su texto en general- me ha hecho pensar mucho: Enseñar y aprender desde casa, en lugar de hacerlo en las aulas, en las bibliotecas y en los laboratorios, exige dejar de pensar a la universidad como un espacio y volver a pensarla como una comunidad.
¿Una comunidad? ¡Claro! Algo intangible, inmaterial. La universidad vista, no como un espacio o un conjunto de edificios y facultades, sino un conjunto de personas vinculadas por características o intereses comunes. Unos intereses que no son la Comunicación, ni las empresas, ni la Historia, ni la Arquitectura o la Medicina. Todos, docentes y alumnos, en búsqueda no tanto del conocimiento, sino del amor al conocimiento y la verdad.
Estas son algunas de las reflexiones que he realizado durante el confinamiento que me han llevado a hacerme a mí misma algunas propuestas para la docencia de ahora en adelante.
Propuesta 1: cambio de paradigma para las tareas que se reservaban para clase y para trabajo personal del alumno
A riesgo de generalizar, durante las clases presenciales el profesor explicaba la teoría, y el alumno trabajaba, fuera del aula, la asignatura a través de los apuntes y la bibliografía obligatoria. Compuesta, normalmente, por manuales o libros y textos académicos.
Visto desde la perspectiva del alumno: en clase, escucho y anoto la teoría, en casa, reflexiono y trabajo sobre los textos. ¿Y si lo hiciéramos al revés apoyándonos en las nuevas tecnologías?
Durante el confinamiento, combiné dos metodologías: opté por subir -a un canal de youtube- las clases que me quedaban este curso y programé unas reuniones virtuales cada semana, siempre por la tarde, para adaptarme a los husos horarios de los alumnos internacionales. Las reuniones eran muy productivas, porque hablábamos sobre las dudas que habían surgido después de que ya hubieran visto la clase. Es decir, que nuestro diálogo no era sobre la teoría, sino más allá de la teoría.
Con un poco más de perspectiva temporal me doy cuenta de porqué estoy contenta con el resultado: se ha invertido completamente la metodología que estaba siguiendo en la clase presencial.
De esta manera, el alumno, por su cuenta, escucha la teoría y toma apuntes. Y de la mano del profesor realiza lo que antes hacía solo: reflexionar sobre la materia.
Como docente, es muy gratificante. Seguro que si estás en la misma posición reconoces esta situación: quizá sí les interesa mucho lo que estás explicando, pero no tienen nada que aportar porque están asimilando el contenido, tomando apuntes, y no les surgen dudas. Sin embargo, durante las reuniones virtuales del confinamiento, estaban activos. Preguntaban sobre el contenido. Pedían recomendaciones. Ponían en común experiencias propias. Y se respondían unos a otros.
Así que, primera idea que anoto: las tareas que exijan papel pasivo (escucha y anotación) en el alumno se delegan a su tiempo libre, las tareas que exijan un papel activo (reflexión, cuestionamiento, dudas) se realizan de la mano del profesor. Quizá las nuevas tecnologías no construyan la universidad del futuro, sino que nos regresen al origen de la universidad: un lugar de conversación y debate.
Propuesta 2: entender que una clase online no es grabar la clase ni darla a través de plataformas de videoconferencias
Creo que no tengo la respuesta, no sé cómo se debe hacer, solo he llevado a cabo tanteos. Pero en consecuencia con el punto anterior, la teoría debe ser concisa, clara y breve. Como docentes, también experimentamos conferencias excesivamente largas o streaming de congresos que nos resultan tediosos. A los alumnos les ocurre lo mismo.
Pienso en este tipo de piezas:
- Una clase de 2 horas presenciales en la universidad podrían ser unos 20–25 minutos de vídeo sin feedback.
- El objetivo es ofrecer el contenido que no tiene gran dificultad pero que es necesario para poder, después, reflexionar con ellos sobre asuntos más elevados.
- Plantear, durante el transcurso de la narración, algunas preguntas que ya estén incentivando la conversación posterior.
Por aterrizar estas ideas, propongo un ejemplo: un vídeo sobre el cubismo como vanguardia, más teórico, y una conversación con ellos sobre las Señoritas de Avignon y su relación con el espectador. Cómo nos miran con descaro. En el vídeo podríamos aportar ideas generales que no creemos relevantes para el debate (características o vida de Picasso) pero son necesarias que el alumno las conozca. En el debate, en diálogo con ellos, centrarnos en las cuestiones que les afecten (cómo miramos, los iconos, la belleza, el gusto, etc.).
Propuesta 3: activar nuestro papel como educadores también sobre el propio medio digital
Quizá no es nuestra materia, incluso internet no tiene nada que ver con nuestro temario. Pero hay una realidad: los alumnos ya son nativos digitales y no conciben una vida sin la red.
Sin embargo, esto no es completamente positivo. Creo que todos hemos tenido las mismas experiencias: emails como si fueran un whatsapp, mal escritos, e incluso muy coloquiales. Yo he pensado muchas veces: ¡jamás hubiera escrito un email así a un profesor mío cuando estaba en la universidad! Casi nunca escribía, y si lo hacía, los releía muchas veces antes. La situación de que mi profesor viera una falta de ortografía o pensar en molestarle dos minutos me producía una profunda vergüenza.
Pero esto ya no es así. El mismo alumno puede parecer dos personas diferentes en su trato hacia ti en directo y a través de las redes sociales. Tras un ordenador o un móvil parece romperse esa barrera jerárquica, y en muchas ocasiones se falta el respeto que se espera hacia un profesor universitario. Y esto el confinamiento lo ha potenciado porque está siendo la única vía de comunicación entre docente y alumno.
Si nosotros entramos, desde la universidad y nuestras propias asignaturas, en la educación sobre los medios digitales, su funcionamiento y su uso responsable y comprometido, creo que podemos aportarles una herramienta muy poderosa para el mundo profesional.
Creo que hacer y reflexionar sobre lo qué se hace y cómo se hace debe ir de la mano. Este es mi caso personal. Ojalá este texto os invite a pensar sobre el vuestro y qué cambiará en vuestra docencia.