Experta en partos: “Tras el tercero todo es sencillo”

El Mexiqueño
4 min readMay 13, 2016

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¿Principiante o experta? El parto, eso que hace gritar a las mujeres más que un stripper, eso que te recuerda tu madre cada vez que se enoja y te quieres pasar de lista, eso que te da la vida y aterroriza a las madres primerizas, es para una madre experta sólo un paso más en su línea de maternidad.

Esta es la historia de Gaby, una mujer que se embarazó joven y que con cinco hijos se hizo una experta en partos, aprendió a sobrellevar los dolores, los antojos, los cambios en su cuerpo y de cómo perdió la fe en los anticonceptivos y enfrentó de frente los cliches sobre lo peligroso que son los embarazos continuos.

Kilos y centímetros

Gaby, sucumbió a los placeres carnales a la edad de 20 años. No tenía idea de las consecuencias de su más bajo instinto. A los nueve meses, de parto natural, nació su primer hija, esa a quién culpan de casarse con quien se casan. Recuerda las primeras horas después de un shock emocional: “es una damita”, “3 kilos”, “51 centímetros”. A penas recordaba el dolor. Después de ocho horas de la primer contracción, Gaby tenía la mente en blanco. No habló, no lloró. Sólo sentía el dolor de dar a luz, con razón su madre le decía “a mí me doliste más que cualquier otra cosa en el mundo”. Y claro que usaría esta frase con su hija.

La Santa Trinidad. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

Un año después, estaría en otra sala de expulsión, gritando y usando todas sus fuerzas. Había olvidado que el parto natural dolía tanto. No aceptaba la anestesia, odiaba tal palabra. Otra vez las frases que resuenan en su cabeza: “es una damita”, “3 kilos con 100 gramos”, “50 centímetros” pero está vez sólo sonrió. Otra niña. Ya terminó todo. Ya no hay dolor. La próxima vez se cuidaría.

Anticonceptivos fallidos

Gaby odiaba la anestesia y consideraba un insulto que se la ofrecieran antes de dar a luz. Su madre le había aconsejado no aceptaba, “las consecuencias son terribles”, decía.

Dos años después de tener a su primogénita, otra vez se encontraba en la sala de emergencia esperando a un doctor. Sentía contracciones, sin embargo ya no tenía miedo. Será rápido, se convencía. Tenía la experiencia de sus dos hijas anteriores, solo gritar, pujar, soltar, gritar, pujar, soltar. A su alrededor, otras embarazadas que sólo iban a revisión.

El hijo protector y la más pequeña

Las ganas de ir al baño eran constantes. “Ya se rompió la fuente”. A penas avisó cuando las contracciones fueron más fuertes. “Aguántese, madrecita”. Gaby no hizo caso. Después de un fuerte grito, asomó la cabeza el que sería el único niño en sus hijos. Todas las demás mujeres la vieron parir. Entonces ya sin ayuda de un doctor comenzó los labores de parto, se los sabía de memoria. Para cuando el doctor llegó, una enfermera ya tenía al pequeño en su manos. “Es un caballero”, “3 kilos 300 gramos” “54 centímetros”.

¿Qué había fallado? El DIU estaba en el lugar correcto, lo insertaron los doctores. Se dio cuenta que estaba embarazada y tuvo que quitarlo. Tomó pastillas para que el efecto fuera aún mejor. Nada.

La que sería la última. Leoneli Esther y Gabriela Mandujano

Al siguiente año, escucharía la cantinela habitual: “es un damita”, “3 kilos 300 gramos”, “56 centímetros”. ¿Por qué? Las pastillas tampoco habían funcionado. La única morena. La más grande todos. Incluso en el llanto notó su fortaleza. “Será alta”, se dijo.

Diez años después, los anticonceptivos le darían la espalda, una vez más. Ya saben: “es una damita”, “3 kilos 200 gramos”, “49 centímetros”.

¿La razón? Una doctora le dijo una vez “es usted una mujer muy fértil. Ningún método anticonceptivo le funcionará. Podría tener hasta 20 hijos y todos saldrán sanos y usted no sufrirá en lo más mínimo”. Esas palabras resonaban en su cabeza al tener a su quinta hija en brazos. Está vez, pensó: “fue la más chica”.

Experta nivel plus: cinco partos naturales

Gaby no tenía idea de lo peligroso que es tener hijos año tras año. Se lo comentó una doctora durante el cuarto parto. “Sabía que se podría morir, tener hijos así es sumamente peligroso”. A la doctora le sorprendió la fortaleza de Gaby. Con lo joven que era y desde el uno hasta el cuatro, todos sus partos habían sido naturales. Nada de cesareas, anestesias o abortos, era una mujer muy saludable. Y se vovió experta en partos, ni modo.

Gaby en 1995, con la primer hija (nótese que llora) y la segunda. El tercero viene en camino.

Después de recibir a su cuarta hija, Gaby estaba convencida.

“Ahora sí, ésta es la última, se dijo Gaby. “Ingenua”, le contestó la vida.

En febrero de 2006 lo confirmó de nuevo: estaba embarazada. No buscó culpables. Las pastillas, el DIU, los condones, todos juntos se reían de ella. Haría exactamente lo mismo que con los anteriores, no descansaría demasiado para que el parto fuera natural. Subía, bajaba, cargaba, corría, caminaba, gritaba. No se detuvo. Eso le sirvió con los anteriores embarazos, para no sufrir tanto al momento de dar a luz. Sabía que ocurriría con su cuerpo y en qué momento debía ir al hospital.

Así lo hizo. Dio a luz por quinta vez, tan natural, como lo experta que era en estas cosas.

Dice no arrepentirse de haberse embarazado tantas veces, aunque fue fuertemente criticada incluso por su propia familia. Tampoco se considera una ninfómana, ríe incluso de escuchar esa palabra. Solo se hizo experta en partos sin querer.

Números y coincidencias

Actualmente, son siete en su familia. Dice que no lo planeó, pero cuatro de sus cinco hijos nacieron el mes de julio, el mes siete, sus nombres tienen siete letras y todos comienzan con L. “Al voltearla se convierte en un siete”, sonríe. Vecinos y familiares los conocen como La Familia Telerín.

Aquí los nombres (por edades):

Leilani Shari (22 años), Lorelei Zeltizn (21 años), Lennrik Carlos (20 años), Leoneli Esther (19 años) y Lesaili Sol-Ani (9 años).

Es gracioso pensar que cuando dice que quiere ir al baño, es ¡ahorits!, porque “después de tantos hijos, ya no aprieto”.

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