ENTREVISTA| Gritos y silencios en la dictadura: el diario Río Negro (parte VI)

La reivindicación del miedo, “Si no había publicación era muy posible que los detenidos terminaran muertos. Si salía la publicación era muy posible que al otro día los blanquearan”

Ema Gimenez
10 min readOct 16, 2017

El hombre de la fotografía es Osvaldo “el negro” Ortiz, fue corresponsal del diario patagónico en la ciudad de Neuquén capital durante los 8 años de terrorismo de Estado.

Osvaldo Ortiz (fotografía propia)

¿Cómo era ser periodista? Los miedos, el diario, los riesgos, la historia y la obligación periodística de contar la verdad ¿Lo pendular también se encuentra en su relato? Anécdotas que nos llevan a los escalofriantes limbos de “un tiempo de paz sin paz”.

“Me da por las pelotas cuando dicen que no hay que tener miedo, como si esto fuera una cosa de superhombres, todo los que en aquel momento resistimos teníamos miedo, ¿cómo haces para evitarlo?”

los jefes de las tres fuerzas, Galtieri, Videla y Bignone

¿Cómo era ejercer el periodismo en aquella época?

Fue grave ya desde el 75`. Vos sabias que “te la podían sacudir de cualquier lado”, de los gremios que tenían arsenales, desde la triple A, los militares y la policía, porque ya había sectores de la policía trabajando con la triple A y con el Ejército.

Yo llego desde Mendoza, a fines del 76, venia de trabajar de otro medio de allá. Cuando llegue acá me hicieron una oferta de La Mañana del Sur que no me interesaba, era de Luis Sapag, un medio muy explotador. En noviembre del 76' me llaman del diario Rio Negro y trabaje hasta el 83, así que trabaje todo el proceso.

De todos modos estaba en la lista negra, los que hacían lo mismo que yo en Mendoza “fueron a parar todos en cana”. En ese momento hice policiales, “los diarios no mandaban este tema a política, lo mandaban a policiales, tenían miedo”.

Cuando 10 líneas valían una vida

En aquellos años bravos te dejaban mensajes, venia un tipo con un cintex y te pegaba lo que estaba pasando debajo de los teléfonos públicos. Te llamaba al diario y te decía, por ejemplo, deje un mensaje abajo del teléfono de la galería, que estaba a una cuadra del diario, uno de los colegas se quedaba en la puerta del diario, otro en la puerta de la galería, y otro iba a buscar el papel. Porque teníamos miedo de que fueran en realidad los militares.

Los mensajes decían, detuvieron a 5 personas en tal barrio, después íbamos al barrio a que la gente nos contara: vinieron 3 móviles, uno de la federal, otro del Ejército, se llevaron a 3 pibes de acá. ¡Eso era la diferencia entre estar vivo o muerto!

Si no había publicación era muy posible que los detenidos terminaran muertos. Si salía la publicación era muy posible que al otro día los blanquearan, que al otro día dijeran (las fuerzas de seguridad), bueno agarramos a personas de tal grupo. Salía la publicación y sabias que los tipos iban a ir a juicio por lo menos.

¿Un balance de aquella época?

Hablando del blanco de los militares, nosotros lo dividíamos en dos, los que estaban en la pesada y los que estaban en la acción política. Te aclaro que yo no soy peronista, soy un tipo de izquierda y aunque no esté identificado con ningún partido, soy hijo del P.C (Partido Comunista).

Un movimiento importante era la juventud peronista, movían los barrios más jodidos. Formaban cooperativas de trabajo y de compro, la comida la compraban colectivamente para todo el barrio. Un trabajo barrial y social inmenso con los curas del tercer mundo. Eran cuadras y cuadras de movilización, “una cosa impresionante”.

Por eso fueron los primeros que “la ligaron”, eran los más peligrosos políticamente, los primeros desaparecidos eran trabajadores sociales de la juventud peronista.

Cuando yo vine acá, ya había pasado la primera época del proceso y dentro del diario nunca me pararon nada, sin embargo sabíamos hasta donde podíamos llegar por nuestra propia vida. Si uno lee los diarios de aquella época, nosotros íbamos a las marchas de las diez madres de acá de la zona, éramos el único medio, íbamos en “bandada” como los pájaros para escudarse de su depredador, porque no queríamos que identificaran a nadie individualmente. Sobre todo cuando desaparecieron al gordo Esteban, corresponsal de Clarín en Neuquén.

Enrique “el gordo” Esteban fue secuestrado en 1978, durante 2 meses sufrió los tormentos físicos y psicológicos hasta que apareció en la localidad de Tres Arroyos (Buenos Aires).

“El negro” Ortiz cita una hermosa frase de una canción de Jorge Marziali:

“Conozco a la perfección pero de un raro modo, buscando no decir nada poder expresarlo todo”

Fuimos realmente especialistas en esa época, te decíamos todo sin decir nada, en una forma muy rara de escribir que nos costó años poder vencerla, después me costó mucho poder decir las cosas de “derecho viejo”.

Cuando yo llegue acá, el movimiento de las madres se fue volviendo cada vez más fuerte, eran 10 madres y las tropas custodiaban por todos lados, desde arriba de los edificios, increíble lo que generaban, claro, estaba Jaime De Nevares que tenía un peso muy importante.

“Los medios se hacían los boludos, tenían miedo”

¿Y Clarín?

Yo no los vi apoyando el golpe, pero si la redacción central tenía vínculos con la derecha peronista, como buenos desarrollistas, no directamente con los militares. Muchos periodistas no quisieron meterse por miedo, a los que los detuvieron tenían que mentir cuando comentaban como los trataban. ¡Esto era cadáveres todos los días!

El doctor Julio Rajneri, director y dueño del diario en aquellos años, ¿anécdotas?

Cuando desaparece el gordo Estaban, tuvimos una fuerte discusión entre los colegas más cercanos, yo no quería dejar pasar de largo esto, no me lo iba a tragar, decidimos formar una comisión lo más amplia posible, porque los progresistas éramos cinco (risas). A partir de ahí estuvimos mucho tiempo publicando, pidiendo por su aparición, Clarín en eso no nos falló. Así que logramos molestar con las notas de los dos diarios.

En ese ínterin, aparece el mayor Giñazu que se dedicaba a la prensa de la gobernación, “vamos a su despacho” le dijimos:

-no no, yo voy a la agencia, porque ahí se juntan ustedes.

Como avisándonos que sabían dónde nos juntábamos. Nosotros en ese sentido sabíamos bien qué hacer. En eso aparece el secretario de redacción, un periodista no muy bueno, pero muy amigo de Rajneri, se asustó un poco y le dijimos:

-él es el mayor Giñazu y estamos charlando unas cosas sobre la desaparición de Esteban.

El secretario no prestó demasiada atención y se fue. Más tarde nos llama la secretaria personal de Rajneri, y nos dice “mañana vengan a la redacción central (en General Roca) que el director los quiere ver”.

Llegamos a las 10 del otro día, esperamos un ratito asustados por un posible despido “acá nos quedamos sin laburo” pensé. Entramos a su oficina, nos abrazo, nos felicito y mando saludos para todos porque estuvo en una reunión de ADEPA (Asociación de Entidades Periodísticas Argentinas) y le dijeron allí que nunca había surgido un grupo de periodistas que se animen a defender a un compañero. Luego, pienso que como un reproche para mí, me dijo “y se reúnen en mi agencia”, porque que no le habíamos avisado. Un total apoyo, después por suerte apareció el “gordo” Esteban.

Julio Rajneri nos permitió cubrir todo lo que pasaba, aunque nunca nos los expreso directamente.

“Rajneri fue el único liberal que conocí”

El perfil económico del medio es liberal, ¿cómo puede explicar esta posición y la defensa de los derechos humanos a la vez?

Rajneri en lo político siempre fue liberal, pero además traducía las editoriales del Buenos Aires Herald, es decir las notas de Robert Cox. “eran editoriales cortas pero letales, era el único medio que le pegaba con todo, pero claro estaba en ingles”

Robert Cox fue editor del medio dedicado a la comunidad británica argentina (Buenos Aires Herald). Se caracterizó por su crítica a la dictadura cívico- militar, ante amenazas debió abandonar el país en 1979.

Él (Rajneri) apoyaba las políticas liberales, pero también quería libertad.

Otra anécdota: Rajneri escribió una editorial que se tituló “Los buenos números de Octubre”, que destacaba la gestión económica que frenó la inflación. Luego yo escribí el mismo domingo una nota totalmente contraria, que hablaba de la caída del plan económico de Martínez de Hoz, “comenzaba la recesión al caer la primera parte del proceso”. Uno piensa como podes decir eso, bueno no lo decía yo, sino que era a través de productores locales y demás. Pensé que se iba a enojar, luego me dijo que en un tiempo íbamos a ver quién de los dos tenía razón, el doctor como le decía yo, me dio la mano.

¿Qué opina de la nota de Alicia Miller que cuestiona la veracidad de un grupo de víctimas del terrorismo en la Comisaria 24 de Cipolletti que declararon en 2008?

Es increíble esa nota porque se contradice con un montón de declaraciones de testigos. La policía torturaba en la primera etapa, pero también antes del golpe. Al principio actuaron, una de las policías que más se reservó fue la de Neuquén.

Julio Rajneri formó parte con la democracia de la Comisión de Derechos Humanos de Río Negro, ¿cómo vio su participación?

Creo que Rajneri también hizo lo que debía, con el inicio de la democracia el diario había adquirido cierta fama y eso hizo que lo invitaran a formar parte de la comisión, pero no creo que fuera uno de los más convencidos, como Jaime de Nevares, yo creo que no se le puede pedir más.

“Mi obligación siempre fue periodística”

Una vez Noemí Labrune me dijo una cosa, porque es cierto, soy un tipo que no va a todos los actos, voy cada tanto, me dijo “se me pierde Ortiz”, le conteste que la verdad que sí, ando en otras cosas, “pero sabe una cosa, si pasara lo mismo estoy segura que se me perderían muchos y usted vendría”.

Noemi Labrune: militante histórica en la defensa de derechos humanos en el Alto Valle durante la dictadura y fundadora de Asamblea Permanente por los Derechos Humanos de Neuquén –APDH cumplió un importante rol como testigo y querellante en el proceso judicial por crímenes cometidos en e La Escuelita.

Cada uno debía hacer lo que debía hacer, los militantes cumplir su objetivo, los periodistas el nuestro. El miedo a unos no los dejaba, a otros sí, a veces el medio no te dejaba. Los periodistas no teníamos que salir con el fusil a la calle, tampoco ir a las marchas, teníamos que cubrir la marchas, esa es nuestra obligación periodística.

Despertando la conciencia

Si nos remontamos históricamente, el liberalismo tanto en su versión económica como política construyó un modelo de identidad unilineal, introdujo valores humanos inamovibles, lo que en la interpretación filosófica de Michel Foucault posibilito el exterminio y encierro del siglo XX, de esta manera, los sujetos y actores colectivos que le escapaban a esa normalidad –hombre blanco católico y occidental (familia, tradición y propiedad) eran y son vistos como el “el otro”.

En la dictadura, la desaparición forzada de personas junto con el robo de bebes se convirtió en una condena y destierro de identidad por procesar un giro de la conciencia política y atentar contra los valores morales de las clases dominantes., era la negación de ese “otro”, hasta el punto de exterminar cualquier indicio de su humanidad.

Los medios fueron parte de aquella puesta en marcha, con sus puntos de conexión y desconexiones en lo discursivo, propias contradicciones de ser un actor político heterogéneo en la sociedad.

También, alguna vez se escuchó decir que en los llamados países del “tercer mundo” el periodismo comenzó a cambiar, no cuando los medios se desarrollaban de la mano de la revolución tecnológica, sino a partir de la llegada del gran capital, así la ética periodística fue sustituida por la del empresario, lo cual es obtener grandes y rápidas ganancias.

El periodista Ignacio Ramonet (Le Monde Dipolmatique)ha dicho que el primero de todos los poderes es el económico, le sigue el mediático y en tercera posición el poder político. Pensándolo así, se puede establecer una articulación de estos tres grandes poderes, con una mirada más profunda de lo que ocurrió en este caso con el diario Río Negro, seguramente de postura ambivalente, porque los periodistas no son simples escudos de los medios donde trabajan y tampoco los militantes son cabezas andantes sin sentimientos que alimentan los ideales.

Vivimos en un sistema que acelera el desconocimiento por la historia, con el objetivo pareciera de borrarla totalmente, citando el gran periodista, escritor y militante revolucionario Rodolfo Walsh “Nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengan historia, no tengan doctrina, no tengan héroes y mártires. Cada lucha debe empezar de nuevo, separada de las luchas anteriores: la experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan. La historia parece así como propiedad privada cuyos dueños son los dueños de todas las otras cosas”.

Pero volviendo concretamente a ejemplos en los albores del 76', la direccionalidad argumentativa de las noticias y temas políticos mostraban la necesidad de una normalización del país, acorde a los valores morales y económicos de las élites dominantes. Esto sirvió para implantar luego en la democracia la teoría de los dos demonios y olvidar el despertar del debate crítico de los 70'.

El diario Río Negro además de ser el medio gráfico más importante e influyente de la Patagonia, es un actor político pilar del funcionamiento institucional y del poder local. Ya en democracia con el informe especial del diario Río Negro, nos urge en un interrogante:

¿Cómo es posible que un artículo de este diario haya servido como base argumental de la defensa de los acusados por torturas y desapariciones?

Los derechos humanos son un campo de lucha, en cada momento, cada lugar de la historia surgen nuevas reclamos y se redimensionan las anteriores. Un remate final a la verdad que presenta el diario Río Negro en este tema es su influencia como poder mediático en las esferas de decisión estatal-judicial. Esta investigación periodística si bien deja muchos huecos por llenar, una búsqueda que es un aporte a un tema ampliamente trabajado históricamente. Toda verdad es una lucha por el poder de sentido y parte de una necesidad de la conciencia, “El campo del intelectual es por definición la conciencia”, ilustró Rodolfo Walsh.

Las voces de los que vivieron la dictadura desde distintos lugares son el eco de un presente en donde a pesar de los siempre vaivenes políticos y judiciales se están juzgando a los responsables de aquella masacre que hoy ya no es más silencio, el miedo fue parte de los hombres y mujeres que animan a ser parte de la reconstrucción histórica de nuestra memoria. Como expresa Osvaldo Ortiz, la reivindicación del miedo hoy es valentía.

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Ema Gimenez

Estudiante de Comunicación Social- periodismo popular- amante de la música (@emagim886 )