De primera especial #19

Boletín semanal de arbitrariedades

Eugenio Monjeau
15 min readAug 12, 2020

Y ocurre así que, siendo el alma inmortal, y habiendo nacido muchas veces y habiendo visto tanto lo de aquí como lo del Hades y todas las cosas, no hay nada que no tenga aprendido; con lo que no es de extrañar que también sobre la virtud y sobre las demás cosas sea capaz ella de recordar lo que desde luego ya antes sabía. Pues siendo, en efecto, la naturaleza entera homogénea, y habiéndolo aprendido todo el alma, nada impide que quien recuerda una sola cosa (y a esto llaman aprendizaje los hombres), descubra él mismo todas las demás, si es hombre valeroso y no se cansa de investigar. Porque el investigar y el aprender, por consiguiente, no son en absoluto otra cosa que reminiscencia”

Platón, Menón

Balada triste de trompeta

El lector habrá quedado seguramente subyugado por la belleza del bolero-son “Lágrimas negras” que comentamos con cierto detenemiento en la entrega pasada de este boletín. La versión que nos ocupó, si bien era la razón de ser de toda nuestra investigación, no era la más ortodoxa imaginable. Comencemos esta breve entrega de “De primera especial” recomendando, entonces, una versión más canónica de la canción en cuestión:

Esta grabación es el décimo tema de un memorable disco de Eliades Ochoa y el Cuarteto Patria llamado Se soltó un león. El disco fue grabado en 1995, apenas antes de que Ry Cooder emprendiera el operativo de rescate de muchos músicos cubanos que, tras la revolución, habían debido abandonar la música y dedicarse a una variedad de tareas más o menos ingratas según el caso (desde dar clases hasta lustrar botas, lo que a ustedes se les ocurra). Ese operativo daría como resultado varios discos excelentes (Buena Vista Social Club y el menos conocido Afro-Cuban All Stars), además del documental de Wim Wenders.

Así cuenta el musicólogo y saxofonista cubano Leonardo Acosta lo que se empezó a vivir con la revolución:

1968 fue el más desastroso apara la música popular cubana… a causa de medidas cuyos efectos negativos aún los sufrimos treinta años después… había la así llamada Ley Seca, que se hacía cumplir por medio de la actuación de oficiales oportunistas que trataban de cerrar los cabaretes (ya nacionalizados por el gobierno) incluso el Tropicana… También se cerraron — a lo largo de todo aquel año — los bares, pequeños clubes y miles de bodegas y casetas. La vida nocturna junto a su música y su espectáculo se vio seca. De pronto el 40% de los músicos del país se vieron obligados a ir a sus casas con el pago de desempleados… el daño era irreparable y La Habana, famosa por su vida nocturna… jamás volvería a ser la misma.

Club de La Habana en la década de 1950.

También cuenta Acosta:

El inefable Ministerio del Trabajo solo tenía dos opciones: como sepulturero en el cementerio o en la recogida de la basura; pedí tiempo para decidir pero ya solo tenían una opción: la captura de caimanes en la Ciénaga de Zapata. Como ecologista nato, rehusé el cargo.

Lejos está ese aterrador panorama de lo que había augurado Karl Marx en La ideología alemana:

En la sociedad comunista, donde cada individuo no tiene acotado un círculo exclusivo de actividades, sino que puede desarrollar sus aptitudes en la rama que mejor le parezca, la sociedad se encarga de regular la producción general, con lo que hace cabalmente posible que yo pueda dedicarme hoy a esto y mañana a aquello, que pueda por la mañana cazar, por la tarde pescar y por la noche apacentar el ganado, y después de comer, si me place, dedicarme a criticar, sin necesidad de ser exclusivamente cazador, pescador, pastor o crítico.

Como sea, afortunadamente para él y para nosotros, Eliades Ochoa no tuvo que abandonar la actividad musical ante la ola revolucionaria de cancelaciones. Quizás por ser bastante más joven que algunos otros músicos (nació en 1946, contra Ibrahím Ferrer, de 1927, Rubén González, de 1919, o Compay Segundo, de 1907) pudo ajustarse mejor a los nuevos tiempos y grabó bastantes discos incluso antes de haber sido “redescubierto” por Ry Cooder.

Uno de esos discos, decíamos, es Se soltó un león. El noveno tema de ese disco es uno de los más grandes boleros jamás grabados, que toca muy de cerca al autor de estas líneas, como verán a continuación. Pero antes escuchémoslo:

En este bolero se escucha el encanto del Cuarteto Patria en todo su esplendor y se empieza a vislumbrar el virtuosismo guitarrístico de Eliades Ochoa, que según parece fue lo que le dio nuevos aires al grupo cuando él se incorporó en 1978. Ochoa toca una guitarra especial, diseñada por el mismo, que busca evocar el sonido del tres, una tipo de guitarra de origen cubano:

Es una guitarra que es capaz de sonar como un tres o como una guitarra ortodoxa, dependiendo de cómo la toques. Hace años, buscando el sonido del tres en la guitarra, me dí cuenta de que, al poner un «re» con una cuerda fina y afinarla en octavas, el sonido que obtenía era el mismo. Y de ahí nació la guitarra-tres, que, en vez de tener seis cuerdas como todas las guitarras, tiene ocho.

Ochoa buscaba en la guitarra el sonido del tres, que era el instrumento que tocaba, justamente, su madre. Las vueltas del inconsciente. El resultado es un sonido muy especial, que se vuelve más especial todavía por dos características muy idisoncráticas de Ochoa: lo violento de su ataque con la púa y, sobre todo, las interrupciones tan expresivas del discurso musical. Las pausas de Ochoa entre frase y frase son tan cautivantes como el sonido mismo. Lo pueden constatar por ejemplo en esta otra canción:

Pero lo que me impresiona más de “Desvelo de amor” (y en general de Ochoa) no es cómo toca sino cómo canta. El bolero llega a partes muy agudas del registro, Ochoa tiene una hermosísima voz y así como incrementa lo bello de su sonido guitarrístico por el modo en que ataca las notas, incrementa lo bello de su voz al cantar sin absolutamente nada de vibrato. El vibrato, esa osiclación en la altura de las notas presente en prácticamente todos los cantantes de la historia (a veces más pronunciado, como en el canto lírico, a veces menos, como en el canto de Roberto Murolo o de Paul McCartney), casi no existe en Eliades Ochoa. Vuelvan a escuchar la canción con esto en mente:

Más allá de lo expresivo del vibrato y de su administración, también cumple una necesidad fisiológica. Le preguntamos al guitarrista, cantante, multiinstrumentista y talento musical tout court Pablo Traine, líder de la banda Folioscope, por qué esto es así y nos dijo lo siguiente:

Mirá. Clavar la nota perfecta, y mantenerla en el tiempo, no es fácil. Y además tal vez (tocando con piano por ejemplo), la “desafinación” del piano hace que una nota no se afine bien con distintas notas del piano. Entonces, si con el vibrato tocás “alrededor” de la nota, enmascarás posibles desafinaciones. Muchos violinistas no pueden tocar las notas afinadas sin vibrato; se convierte en una muleta. Con el vibrato podés remarcar o diferenciar alguna nota o algún pasaje, también para hacer más entretenido el discurso musical. Aunque un cantante popular no sé cuánto piensa en esto, sino en expresarse, como quiere, como puede. Si es con vibrato bien, si no también: es su voz.

Forzado precisamente a pensar en esto, Eliades Ochoa dijo en una entrevista de 2001:

Yo soy un guajiro, canto con algo que arrastro del monte. Tal vez el guajiro liga más. En el campo se respira más profundo y se aguanta más el aire.

Acudimos al barítono Víctor Torres para verqué tenía para decir sobre esta cuestión y nos contestó lo siguiente, con la amabilidad y la sagacidad que lo caracterizan:

Mirá. El vibrato es una necesidad fisiológica pero no tiene que ver con eso solamente, porque hay una cuestión estética también. La voz naturalmente tiene vibrato. Depende si hacés notas largas, cómo las hacés, si las hacés con crescendo o con diminuendo… Se puede mantener sin vibrato, con más vibrato, con menos vibrato. El vibrato puede ser más o menos perceptible y aún estar. En el caso de esta canción de este señor vos fijate con mucho, mucho, mucho cuidado que hay alguna nota por ahí que se le pianta el vibrato. El no vibrato también se controla con un músculo, como el vibrato. O sea que también es una posibilidad fisiológica también, además de estética. Ahora, que el vibrato esté controlado todo el tiempo produce un cansancio, sobre todo si cantás ciertas cosas. Y hay gente que no tiene vibrato, que tiene una batidora, a veces la tienen en velocidad ultralenta y a veces ultrarrápida, que tampoco es lo deseable, aunque cada voz tiene sus características.

Eliades Ochoa se presentó en Buenos Aires por primera vez el 5 de mayo de 2001. Este cronista, que en ese entonces tenía 15 años, tuvo oportunidad de conocer al cantante el día anterior al recital. Tras haber conversado un largo rato, se atrevió, este cronista, a pedirle que cantara en el recital que tendría lugar al día siguiente el bolero “Desvelo de amor”. Ochoa contestó que sería un tour de force hacer esa canción, por los extremos del registro que llega a alcanzar, pero que haría lo posible.

La noche siguiente, tras un largo recital que tuvo lugar en el Teatro Coliseo, Eliades Ochoa le pidió al público que dijera qué canciones quería escuchar. Yo grité como un desaforado: “¡¡¡DESVELO DE AMOR!!!”. Ochoa me escuchó y dijo algo como lo que sigue: “Ayer tuve oportunidad de conocer a un joven fanático, que me pidió que cantara hoy esta canción”. Me pidió que me parara y saludara, cosa que hice, y allí comenzó la canción. Fue una experiencia sobrecogedora, que tuvo además como resultado una anécdota divertida. Al final del recital fui a saludar al maestro al camarín. Allí nos dimos un abrazo, le agradecí el gesto y lo saludé para retirarme. Pero antes de irme apareció otra persona que me dijo: “¡Tú eres el chico del bolero!”. Esa persona era, me iba dando cuenta a los tumbos mientras le daba la mano, nada más y nada menos que Rubén Blades, que estaba en Buenos Aires para la filmación de Imagining Argentina.

El día en que conocí a Eliades Ochoa, antes del recital, me regaló varios discos, en general recopilaciones junto a otros artistas. En una de esas recopilaciones se encontraba una canción que me volvió loco, que me vuelve loco todavía, que había sido editada en el disco Sublime ilusión de 1999 pero que yo en ese entonces todavía desconocía (pese a que me encantara Ochoa y aunque recordara una rutilante reseña del disco en la Rolling Stone a cargo de Claudio Kleiman, nunca lo había comprado). La canción se llama “Píntate los labios, María” y muestra las virtudes de Ochoa que ya conocemos y les suma algo muy especial: uno de los solos de trompeta más extraordinarios jamás grabados. Escuchen:

Distintas cosas llaman la atención de este solo. La primera es que parecen ser dos trompetas sonando al unísono. Esto es curioso porque en los créditos del disco aparece un solo trompetista, Luis Gonzales. Acaso haya grabado dos veces el solo él solo y se hayan luego sobregrabado en la mezcla. Intentaremos develar este misterio en una futura edición de “De primera investigación”. La cuestión no es menor porque los mínimos desajustes entre una trompeta y la otra (nadie puede grabar el mismo solo dos veces exactamente igual) contribuye grandemente al encanto instantáneo que produce el sonido de este solo.

La segunda cosa que llama la atención del solo es la belleza de su melodía, que en realidad es más que belleza. La sensación que me produce este solo (pero que, sospecho, les produce a ustedes también, queridos lectores, y les agradecería enormemente que me lo informaran) es la de reconocimiento, como si ya lo conociera desde antes de escucharlo. Fue lo que me produjo, precisamente, la primera vez que lo escuché, y esa impresión no ha disminuido hasta el día de hoy. ¿De dónde viene esa cualidad eterna y universal de esta melodía? Misterio. Como comentamos en otra edición de este boletín, es la exacta sensación que producen algunas melodías de Schubert.

La trompeta parece venir de ningún lado cuando entra. Tiene, propiamente, un sonido lejano, que nos hace pensar en la trompeta de este tema de Caetano Veloso (o en los cornos o trompetas fuera de escena de las sinfonías de Mahler):

Este “no de venir de ningún lado” no hace más que acrecentar el misterio que nos produce el “reconocimiento” de algo que no conocíamos. Pero en realidad el solo de trompeta sí viene de algún lado. Justo antes de que entre la trompeta, la guitarra toca la misma melodía en el primero de los solos de Eliades (el segundo solo, después de la trompeta, es descomunal). ¿Quizás el reconocimiento tenga lugar precisamente porque acabamos de escuchar la melodía, pero se vea al mismo tiempo velado por el cambio de instrumento, por el sonido distante de la trompeta y por lo perturbador de la grabación en ese unísono “fallado”? No creo. Creo que hay algo intrínseco en la melodía que nos hace sentir que más que conociéndola la estamos recordando. Este es un misterio que, por más que investigue, “De primera especial” decididamente nunca podrá develar.

Mensaje de la semana

Me tomo la libertad de reproducir íntegramente la “humilde propuesta” de Juan Abreu como mensaje edificante de la semana. Fuente: http://apegarelcascotazo.blogspot.com.ar/2012/04/una-humilde-propuesta_6219.html.

Orientada a impedir la desaparición de los cubanos, a conseguir que la isla tenga una oportunidad de salvación a pesar de todas las evidencias en sentido contrario; y para beneficio del planeta en general.

Pensando en mi admirado Jonathan Swift, doy a conocer esta humilde propuesta. Desagradará a algunos, pero confío en que muchos aprecien que ha sido escrita con desinterés, buena intención y teniendo en cuenta el bienestar público. No, no propondré que ofertemos a nuestros hijos con vistas a ser devorados por las clases dominantes; eso es algo que, más o menos, ya hacemos. Tampoco recomendaré que nos prostituyamos porque, eso, también lo hacemos. A todos los niveles: unos por un puñado de dólares o euros, otros por un puestito en la burocracia oficial, otros por una visa de entrada o salida o una ciudadanía, todos por temor, conveniencia, envidia o autoindulgencia. No albergo muchas esperanzas, dado que ya estamos casi al nivel de los Morlocks de la novela de H. G. Wells, pero aún así ofrezco esta humilde propuesta, para que después no digan que no hice todo lo que pude.

Si algo resulta evidente, es que el futuro de Cuba será siniestro. Nuestra idiosincrasia, unida a un largo período de circunstancias intensamente denigrantes, deja poco espacio al optimismo. Lo mejor que podría pasar, y digo esto (cosas del sentimentalismo) con cierto pesar, es que la isla desapareciera en las profundidades marinas de donde emergió para desgracia de tantos, o que la convirtieran en un gran basurero a disposición de los países civilizados. En caso de materializarse la última alternativa, la población ha de dispersarse por el mundo, eso sí, comedidamente, y no se permitirá bajo ningún concepto que se aglomeren demasiados nativos en un punto específico; esto siempre trae malos resultados. El objetivo de la dispersión no es que se reagrupen en otro punto del globo y protagonicen un desastre igual o superior al actual, sino que se mezclen con otros mamíferos a lo largo y ancho del planeta de modo que la raza, esa cosa chillona que llamamos cubanos, se vaya difuminando hasta perderse. Esta desaparición significaría un gran beneficio para la humanidad y sería la solución definitiva a los problemas de la Nación, que se infiere, lógicamente, también desaparecería. Cumpliendo así, a mi modo de ver, con su destino manifiesto. Sugiero que en el futuro el espacio geográfico de la isla y sus cayos adyacentes se denomine de forma práctica, más a tono con su potencialidad. Estaría bien Basurero Clase F356; o algo por el estilo.

Nuestro problema no es político, es genético, de ahí que la solución pase por la disipación de nuestros genes en otros superiores, o simplemente distintos, hasta que los nacidos en ese archipiélago del Caribe sean lo que siempre debieron ser, una tribu extinguida; como aquellos brutos guanahatabeyes o los feos alacalufes de Tierra del Fuego.

Tuvimos oportunidades en el pasado: según estudios geológicos, hace millones de años lo que después sería la isla se hallaba unido al continente americano, específicamente, a la futura península de la Florida. ¡Qué maravilla si hubiera permanecido así! Pero se separó. Lo que frustró el sueño de todo cubano: ser norteamericano (o francés, o alemán o español, nunca mexicano o guatemalteco). Nuestra segunda oportunidad tuvo lugar cuando los ingleses tomaron La Habana en 1762. Pero, desgraciadamente, no se quedaron. Aunque en momentos de desánimo (todos, si me ocupo de asuntos concernientes a la Patria) llego a pensar que los cubanos hubieran convertido en un relajo hasta algo organizado por los ingleses.

Seamos francos, Cuba es hoy una especie de cloaca. Un sitio que sometido a un proceso de ideologización intensiva ha devenido un estercolero aniquilador donde se revuelca un pueblo envilecido. Manadas de intelectuales, artistas y escritores domesticados colaboran con la esclavitud imperante, disfrazada de socialismo, que allí impera. La población, en general, ha descendido a niveles de abyección jamás vistos en nuestra Historia. Que por otra parte nunca ha sido muy edificante. Se requiere, con carácter urgente, una reescritura, es decir una escritura real, de nuestra Historia; entonces se verá que la mayoría de nuestros próceres no eran más que una pandilla de truhanes y nuestros supuestos momentos de grandeza un cúmulo de iniquidades.

Pero regresemos al actual albañal: por cada disidente hay diez mil cubanos dispuestos a integrarse a las brigadas de respuesta rápida, grupos fascistas que apalean a cualquier discrepante a cambio de una ración extra de aceite y jabón. Por cada opositor que va a la cárcel hay diez mil organizaciones de delatores llamadas Comités de Defensa de la Revolución. Basta que el dictador levante un dedo para que millones salgan a la calle a vociferar las consignas previamente asignadas. Esto da una medida exacta de la situación. No hay que profundizar en tan obvio aspecto, la decencia de los cubanos, si alguna vez existió, ha desaparecido quizás para siempre gracias al largo periodo de vulgaridad oficial y miseria moral organizada en que viven inmersos. Ése es el panorama. No hay mucho que hacer. ¿Rezar? ¿A quién? ¿Al mismo Dios y a las mismas vírgenes y santos a los que hemos dedicado nuestras oraciones a lo largo de décadas y que, una de dos, o son sordos o nos desprecian olímpicamente?

Ahora bien, a pesar de mi escepticismo respecto a nuestra naturaleza, a nuestro futuro, y al interés que Dios, si existe, demuestra en nuestro caso, he llegado a la conclusión de que si algún día termina la dictadura de los Castro, una Ceremonia Exorcizante de gran significación simbólico-desacralizante quizás podría depararnos alguna esperanza de salvación. Sí, ya sé que parece una locura sin fundamento. ¿Pero que se pierde con intentarlo?

Lo que propongo, con enorme humildad, es una especie de tratamiento de choque, una sacudida que alcance los más recónditos entresijos de nuestra adormecida ¿muerta? conciencia, un encontronazo psicológico que haga renacer algún remanente de decencia por minúsculo que sea. A partir de ese punto cabe, aunque por supuesto no hay nada seguro en materia tan delicada, la posibilidad de un despertar, de un nuevo comienzo.

Concluida esta prolija introducción, paso a describir la Ceremonia Exorcizante:

La Ceremonia Exorcizante se llevará a cabo en Santa Clara, en el Memorial dedicado a Ernesto Guevara de la Serna, más conocido como el Che. La Plaza del Che, como se denomina popularmente a este sitio, tiene capacidad para 80.000 personas, cantidad que puede aumentarse derribando la tribuna de dos mil metros que allí se levanta. Con el fin de ganar algo más de espacio, aunque también por razones fundamentalmente estéticas, aconsejo dinamitar el espantoso conjunto escultórico obra de un tal Bencomo. Ya con el lugar despejado, se procederá a organizar una fiesta multitudinaria (cerveza y ron se repartirán gratuitamente a la multitud). Ya se sabe que los cubanos son muy aficionados a este tipo de eventos escandalosos así que acudirán en tropel y de buen ánimo. No debe darse a conocer con antelación ningún detalle acerca de la naturaleza del evento. El factor sorpresa es de suma importancia para conseguir que el impacto exorcizante sea de la mayor intensidad posible. En el centro de la plaza, sobre un escenario austero, se instalará una enorme parrilla. Cuando el jolgorio esté en su apogeo, se procederá a traer las manos del Che, conservadas en el museo subterráneo, bajo la plaza. A continuación, captada la atención de los presentes mediante la suspensión de la música y el resonar de trompetas (si esto no basta, la amenaza de suspender el flujo de bebidas alcohólicas conseguirá el silencio más absoluto), debe proclamarse que se confeccionará con las manos del Guerrillero Heroico una parrillada argentina. Varios maestros cocineros de fama mundial, impolutamente engalanados, se encargarán de la tarea. Como las manos del Che han estado largo tiempo sumergidas en formol no será fácil conseguir que se tornen comestibles pero confiamos en la habilidad de los maestros convocados. Crucemos los dedos para que salgan airosos de la prueba.

La Ceremonia Exorcizante debe trasmitirse por todos los medios de difusión disponibles pues es mi esperanza que tenga el mismo efecto sobre los que la presencien en vivo que sobre los millones de espectadores a lo largo y ancho del país.

Espero que esta acción consiga el efecto esperado y detenga el proceso de degeneración colectiva en que nos hallamos inmersos.

Es hora de que aceptemos que casi medio siglo de vulgaridad, sumisión, antihumanismo y machismo totalitario nos han convertido en un pueblo completamente degenerado.

Confío en que esta humilde propuesta sirva de alguna forma para detener nuestra caída y contribuya al bienestar futuro de la Nación. Espero que aún sus más virulentos críticos admitan que ha sido hecha de buena fe y con la intención de ofrecer una oportunidad de salvación a una causa que no parece, si aplicamos la lógica más elemental, tener muchas.

PD: si alguien estima que la parrillada argentina guevarista no será suficiente para provocar el shock deseado, tengo algunas ideas respecto a las cenizas de Antonio Gades…

Barcelona, marzo de 2007

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