Enterrada viva
Y cómo logré salir a la superficie
No había nada extraño en pasar un sábado por la mañana sobre mis rodillas, excavando. El barro debajo de mis uñas, las cajas a medio llenar de fósiles envueltos en papel aluminio, y en mi periferia la imagen borrosa de mi padre concentrado eran tan familiares para mí como mi propio reflejo.
«¡El almuerzo está listo!» Mamá gritó desde lo alto del borde del arroyo.
«Sólo unos minutos más», murmuré, mientras me concentraba en el caracol fosilizado a medio excavar en el terraplén delante de mí.
La precisión y el tiempo exigido por estas excavaciones de fósiles no me permitían siquiera ver mi lado paciente. Un movimiento apresurado, una herramienta equivocada y un invertebrado de setenta millones años de edad se convertía en polvo en mis rodillas. Todavía no estoy segura si lo que me atraía de estas excavaciones era desenterrar algo tan raro y delicado o la oportunidad arrodillarme al lado de mi padre durante varias horas ininterrumpidas. En todo caso, los momentos que pasé en la orilla de un arroyo, una vez cubierto por el Golfo, son tan preciosos para mí como los propios fósiles.
En mis primeros días de sobriedad, a menudo mi mente se desviaba a estos tiempos más inocentes. Sin querer, había empezado a ver los años que pasé bebiendo como asaltos violentos a los momentos más sagrados de mi pasado. Me visualizaba en la base del terraplén donde se encontraban los fósiles, descuidadamente balanceando mi pico en el barro hasta que la ladera maltratada me cubría de pies a cabeza.
Estas fantasías temerarias no me hicieron ningún bien. Yo estaba permitiendo que la culpa reescribiera mi pasado, mientras una guerra espantosa y sofocante se libraba dentro de mí. Pero, ¿cómo se puede conciliar las capas fangosas de la vergüenza que acompañan a la adicción?
Excavando de manera diferente, por supuesto.
En la visualización de la recuperación no como un asalto incómodo, sino como el delicado descubrimiento de algo enterrado hace mucho tiempo, soy capaz de seguir adelante. He agudizado mis herramientas más útiles y le he dicho adiós a las que por mal uso estaban dormidas.
Sobre mis rodillas y cavando pacientemente una vez más, miro a mi hijo al lado mío. Con sus mejillas llenas de polvo y los ojos concentrados intensamente en la tarea delante de él, hago una promesa silenciosa, una promesa más preciosa que los propios fósiles.
Excavación
Mis huesos enterrados hace tiempo
emiten jadeos polvorientos mientras ella trabaja
con su martillo-cincel alrededor de mi
periferia.
Pequeños pedazos de esquisito se desprenden
de las orillas del arroyo, recolectándose
en las rodillas de su pantalón de lona. Un pincel
le hace cosquillas a mis
aletas tambaleantes, posicionadas
elegantemente para despertar.
Partes envueltas y
numeradas,
amontonadas en cajas de huevos
llenas de lodo, forzadas a salir
del abrazo seguro del
sueño invernal.
Luces brillantes de laboratorio
alumbran sobre los picos y
cinceles ocupados, cuidadosamente
ella se parece a mi.
En una posición elevada como en exhibición
y despojada de mi
insensibilidad y escudos ligeros,
yo espero.
Las multitudes se asombran y
murmuran, hacen una reverencia
mientras, desnuda, yo continuo
con mi reinado.
Jen A en la actualidad se esta tomando un descanso de su trabajo como terapeuta para concentrarse en escribir, ser mamá, y en su auto-proclamado movimiento Jendependence. Ella también está lista para ayudarte a escribir un diario, con la sobriedad y tu bienestar en general en el app Coach.me. Contrátala hoy: https://www.coach.me/getcoached/322-jen-a